Mientras los talibanes se vuelven cada día más violentos, Dexter Filkins, un avezado corresponsal de guerra de The New York Times y autor del libro The Forever War, cuenta sus experiencias sobre el Pakistán tribal y explica por qué tal vez es demasiado tarde para sacar provecho de las lecciones de Irak.

Foreign Policy: Últimamente ha escrito mucho sobre las áreas tribales de Pakistán. Díganos algo de lo que puede ver un visitante allí. ¿Hasta qué punto controlan abiertamente la zona los talibanes?

Dexter Filkins: Se parece a la Luna: no tiene árboles, es inhóspita, montañosa. Hay muy pocas carreteras, prácticamente no hay huellas de la presencia del Gobierno: nada de escuelas ni cables eléctricos. El índice de alfabetización ronda el 20%. Es uno de los lugares más atrasados que existen.

Por lo que sé, los talibanes controlan toda la región. Fui a Khyber, una de las siete zonas tribales, y ellos eran la única autoridad real en la región. Controlaban todo.

TARIQ MAHMOOD/AFP/Getty Images

FP: ¿Ha visto alguna prueba de influencia extranjera en las zonas tribales, o de extranjeros en territorio paquistaní?

DF: He visto muchas pruebas. Hay un flujo constante de gente a través de la frontera con Afganistán. He conocido a pastunes paquistaníes que se habían entrenado en campos de Pakistán y luego habían cruzado la frontera para luchar contra los estadounidenses [en Afganistán]. También es evidente que hay un gran número de árabes. Viví un momento escalofriante cuando entré en una madraza que era -me acordaba de 10 años antes- bastante radical. Mi intérprete y yo nos encontramos con un grupo de hombres que claramente no eran paquistaníes. Seguramente eran del norte de África, y se puede imaginar lo que hacían allí…

FP: ¿Todo el mundo sabe dónde está Osama bin Laden, o es verdaderamente un secreto?

DF: Tuve una larga conversación con un jeque tribal del sur de Waziristán que me dijo que había muchos árabes [en la región]. No nombró a Osama bin Laden, pero sí me dijo que había lo que llamó “árabes importantes”, que tenían mucho dinero.

FP: En los últimos tiempos hemos visto un aumento de la violencia, hasta el punto de que el Ejército estadounidense creyó necesario enviar Fuerzas Especiales a las áreas tribales desde el otro lado de la frontera afgana. ¿Qué cree que provocó esta incursión, y por qué era tan urgente?

DF: Las zonas tribales se han convertido en un santuario para los talibanes. Se entrenan allí y luego pasan a Afganistán, pero, cuando vuelven a Pakistán, están a salvo. Pueden preparar [más] ataques. Eso es un gran problema para EE UU. En el último año o año y medio han aumentado mucho las bajas estadounidenses en Afganistán, y muchas de esas muertes se producen debido a que existe este santuario.

Washington lleva varios años utilizando Predators, aviones no tripulados, para patrullar los cielos y lanzar cohetes contra presuntos militantes, pero eso no es, en definitiva, más que un videojuego [al que juega] alguien en [el Estado de] Virginia con un mando. No sé por qué entraron los estadounidenses ni sé lo que estaban buscando. Pero parece ser una clara señal de que consideran que es una situación muy urgente.

FP: Cada año, Foreign Policy publica el Índice de Estados fallidos que clasifica los países del mundo en función de su estabilidad. Este año, Pakistán ocupó la novena posición, un empeoramiento respecto al duodécimo puesto de 2007. ¿Qué opina de la estabilidad del Estado paquistaní? ¿Es posible que veamos el derrumbe del país?

DF: Es un lugar tan caótico que no estoy seguro de cómo sería el derrumbamiento en comparación con la anarquía diaria que existe hoy. ¿Pueden empeorar aún más las cosas? Por supuesto. Pero no sé en qué consistiría.

La poca estabilidad que existe en estos momentos se debe seguramente al Ejército. Mientras éste se mantenga unido, supongo que habrá cierto nivel de estabilidad. Ahora bien, si se viene abajo…

FP: Usted ha escrito sobre los vínculos entre los servicios paquistaníes de inteligencia y los talibanes. ¿Puede describir qué tipo de lazos mantienen estos dos grupos?

DF: Tratar de descifrar la relación entre los talibanes y cualquier Gobierno oficial en la actualidad es delicado porque no existen demasiadas pruebas. Sólo puedo fiarme de lo que veo, descubro y compruebo. Es un enorme rompecabezas: hay una pieza aquí, otra allá, y no está claro el conjunto. Es evidente que hay relaciones y da la impresión de que algunas de ellas a un nivel más alto.

Por lo que sé, estos vínculos existen desde hace años, se remontan a la formación del movimiento talibán en 1994, a la que contribuyó el Gobierno paquistaní, que siempre ha pensado y sigue pensando que los militantes son una forma de conservar la influencia en lugares como Afganistán, India y Cachemira.

FP: Usted estuvo en Irak durante los años más duros del conflicto. ¿Qué diferencia hay entre informar desde allí y hacerlo desde Afganistán y Pakistán? ¿Muestran estos dos países signos de deterioro y de convertirse en algo semejante a Irak?

DF: No, son dos países muy diferentes. En Irak, por caótica que haya llegado a ser la situación, hay una sociedad muy desarrollada. Es un país rico; la gente, en general, tiene un nivel alto de educación; es un lugar desarrollado. Es muchas cosas que -sobre todo si hablamos de las FATA [las Áreas Tribales Administradas Federalmente]- Pakistán no es.

Se ha hablado mucho de reproducir el modelo iraquí y trasladarlo a Pakistán. Ese modelo fue el del “despertar suní”, que comenzó en la provincia de Anbar y que consistió, en definitiva, en una rebelión de las tribus iraquíes contra Al Qaeda. Después, por supuesto, se contagió al resto del Irak suní, hasta el punto de que el Ejército estadounidense tiene a 100.000 [combatientes] suníes en nómina.

En mi opinión, reproducir eso sería verdaderamente difícil en Pakistán y Afganistán. Cada vez que [Estados Unidos] busca a los líderes tribales, ellos ya no están ahí. Por ejemplo, [conocí a un líder tribal], cuya familia había sido eliminada. Han muerto asesinados entre 150 y 200 líderes tribales. Reproducir la situación iraquí en Pakistán sería muy difícil.
Dexter Filkins ha informado desde Pakistán, Afganistán e Irak para The New York Times. Hace poco publicó un libro sobre sus experiencias, The Forever War (Knopf, Nueva York, 2008).

 

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