Éstos son, según un estudio de referencia en la materia, los Estados con mayor porcentaje de mujeres emprendedoras.

Infografia – Mujer – Laboral – 04


En imágenes:
Mujeres emprendedoras en el mapa

 

Uganda

Una mujer camina por la calle cerca de un puesto de bananas en Kampala, Uganda. Isaac Kasamani/AFP/Getty Images

Atendiendo a la proporción de mujeres sobre el total de emprendedores del país, Uganda figura en primera posición, con un 34,8%. Se trata de un dato especialmente meritorio, no sólo por tratarse de una economía de bajos ingresos, sino también porque otros indicadores de los que depende la iniciativa empresarial femenina (autonomía financiera de las mujeres, acceso a crédito, nivel educativo, estereotipos culturales, etcétera) son poco halagüeños.

Las deficiencias formativas son elementos inhibidores especialmente importantes para las potenciales empresarias. Muchas de las que acaban llevando adelante sus proyectos ven sus progresos lastrados por ese motivo. Por ejemplo, la falta de conocimientos de gestión lleva a diseños infructuosos tales como la acumulación de diferentes líneas de negocio, sin haber consolidado antes las que resultan rentables.

Buena parte del empresariado femenino ugandés funda sus compañías no por la abundancia de oportunidades, sino obligado por la supervivencia. Muchas mujeres se convierten en empresarias porque es su única alternativa, sin la formación adecuada y en muchos casos abandonando los estudios para acometer sus planes.

Esa precariedad en el punto de partida se traduce en la diminuta escala general de los negocios establecidos por mujeres. La inmensa mayoría de ellos (más del 86%) son realmente proyectos individuales de trabajadoras autónomas, no empresas con capacidad de contratación. A su vez, su actividad se ve mayoritariamente confinada a los sectores del comercio, el alojamiento y la alimentación, mientras que apenas tienen participación empresarial en industrias clave como la agricultura, la pesca, el transporte o la comunicación.

Las mujeres se enfrentan además a unos patrones culturales contrarios a su independencia económica y que confinan su papel a las tareas domésticas y la crianza. Esto tiene su reflejo en restricciones legales, como la obligación de que ciertos activos financieros (por ejemplo, las tierras) se transmitan en herencia a los varones. A su vez, la mayor parte de las mujeres no tiene cuentas bancarias ni historial crediticio a su nombre, lo que dificulta la obtención de financiación.

Frente a esas circunstancias desfavorables, el país obtiene una buena puntuación en factores habilitadores como la participación femenina en el mercado laboral (ocupan el 52% de los puestos de trabajo). Sin embargo, sólo el 13,8% de las mujeres del país tienen un empleo en el sector formal, frente al 27,9% de los hombres.

A pesar de las dificultades, en los últimos años el crecimiento de los negocios regentados por mujeres ha sido del 236%, frente al 153% de los encabezados por varones. Y el futuro ofrece esperanza: los agentes económicos nacionales son conscientes de la necesidad de dotar a las mujeres de mayores medios e independencia financiera, no sólo por una cuestión igualitaria, sino también para ensanchar la base de actividad de un país pobre y con grandes tasas de desempleo y subempleo.

Un buen ejemplo de que las autoridades comprenden la importancia de potenciar el empresariado femenino es el lanzamiento en 2016 del programa Uganda Women’s Entrepreneurship Programme (UWEP), que ofrece créditos sin interés y asesoramiento a proyectos empresariales emprendidos por mujeres.

 

Botsuana

Una mujer enseña a una artista estadounidense una concha pintada en una tienda de Gaborone, Botsuana. Monirul Bhuiyan/AFP/Getty Images

El pequeño país africano, conocido por ser uno de los más ricos y mejor gestionados del continente, cuenta con un nutrido empresariado femenino, que representa el 34,6% del total, según el estudio de referencia anteriormente citado. Este dato se apoya en factores subyacentes favorables, como la alta participación de las mujeres en el mercado laboral y su creciente presencia en puestos profesionales altos (un 31% de los altos mandos corporativos, frente al 25% de media en el conjunto del mundo).

Entre los elementos favorables se cuenta también la existencia de programas gubernamentales específicos de ayuda a las emprendedoras, encuadrados en el Departamento de Asuntos de la Mujer del Ministerio de Empleo. Su alcance es limitado, pero gracias a sus pequeños préstamos (de unos 25.000 dólares como máximo por proyecto) han podido ver la luz muchas iniciativas.

La normativa de Botsuana no obstaculiza el derecho a la propiedad y la herencia por parte de las mujeres. Sin embargo, la mayoría de los activos financieros están en manos de hombres, lo que implica que muchas mujeres no pueden obtener aval bancario ni crédito para lanzar sus proyectos.

La Organización Internacional del Trabajo cree que tienen que cambiar varias cosas para liberar el potencial emprendedor. Además de la propagación de una cultura que ponga en valor a las empresarias, es urgente mitigar la informalización de su actividad. También se recomiendan medidas para facilitar el acceso al crédito, la introducción de ayudas públicas que permitan combinar la crianza de los hijos con las actividades profesionales, y una mejora del nivel formativo que les permita aumentar el calibre y eficiencia de sus proyectos.

La generalización del empresariado femenino no sólo contribuiría a una mayor igualdad, sino que podría favorecer la diversificación de una economía excesivamente dependiente de la industria diamantífera. Dado que las empresarias tienden a dedicarse a sectores distintos al de las piedras preciosas, la expansión de sus negocios abriría sendas de prosperidad alternativas.

Algunos proyectos de naturaleza público-privada podrían ser de ayuda. El más sonado es el de la empresa diamantífera surafricana De Beers, que, junto a Naciones Unidas y el gobierno de Botsuana, ha lanzado un programa de capacitación de potenciales empresarias en las zonas rurales del país, dotado con cerca de 700.000 euros.

No obstante, el verdadero cambio de calado, que tardará muchos años en materializarse, llegará cuando el empresariado femenino deje de ser una cuestión de necesidad o hasta supervivencia, y se convierta en un elemento estructural para la diversificación económica.

 

Nueva Zelanda

Ningún país del mundo ofrece mejores condiciones para las empresarias. Nueva Zelanda ocupa el primer puesto en magnitudes como la presencia de mujeres con formación universitaria y las políticas generales de apoyo a las pymes. También obtiene puntuaciones muy notables en lo relativo a la inclusión financiera de la mujer y sus conocimientos de gestión.

El país ocupa la primera posición en el Índice de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial, y cuenta con una mentalidad y una administración favorables a los negocios y que no ponen trabas al emprendimiento femenino. En el índice de The Economist que clasifica a los mejores países para ser mujer trabajadora, Nueva Zelanda figura en el undécimo puesto.

Sobre esos sólidos cimientos, no es de extrañar que ostente uno de los porcentajes de empresarias más altos del mundo: el 33,3% del total de emprendedores. La gran diferencia con las economías anteriormente analizadas, que presentan proporciones incluso más altas, es que la mayor parte de las emprendedoras neozelandesas no recurren a esta fórmula por falta de otras opciones laborales, sino al contrario: el 89% de los proyectos empresariales encabezados por mujeres estuvieron motivados por la identificación de oportunidades prometedoras.

La legislación ofrece un soporte habilitador que impulsa las ambiciones profesionales femeninas. Por ejemplo, la ley consagra desde 1987 la baja pagada por maternidad y las ayudas a las madres trabajadoras. A su vez, gracias a una normativa vigente desde 2012, las grandes empresas están obligadas a informar anualmente de la presencia de mujeres en sus cuerpos directivos. Esta medida fue impulsada por un grupo de altos empresarios cuyo objetivo era que, para 2015, las mujeres representaran al menos el 25% de la composición de las juntas directivas. La meta no se ha alcanzado: este año llegó al 22,17%.

Existen también diversas iniciativas privadas y de la sociedad civil que favorecen el empresariado femenino, como la NZ Women Entrepreneur Network, que ayuda a las mujeres a crear empresas y a hacer que crezcan y sean rentables, o la New Zealand Business Women Network, una red de apoyo que ofrece asistencia a neozelandesas afincadas en Londres para el desarrollo de sus proyectos empresariales.

 

Rusia

Una mujer cruza un puente, al fondo el centro internacional de negocios de Moscú, Rusia. Vasily Maximonov/AFP/Getty Images

El 32,6% de las empresas rusas está en manos femeninas. Sin embargo, los factores habilitadores son a veces deficientes, como por ejemplo la escasa inclusión financiera de las mujeres, su bajo nivel formativo, la inexistencia de legislaciones de género progresistas, la brecha salarial, las parcas condiciones generales de apoyo al emprendimiento o la percepción negativa de las empresarias (por parte de los hombres, ya que el 73% de las rusas lo ven con buenos ojos).

Existen factores más favorables. La firma de auditoría Grant Thornton señala que Rusia cuenta con una proporción de mujeres en puestos profesionales elevados superior a la de cualquier otro país del mundo. En concreto, el 45% de los altos cargos son mujeres, frente al 21% de Estados Unidos. La Organización Internacional del Trabajo arroja datos más modestos: Rusia ocuparía el puesto 25 en la clasificación de mujeres en puestos de mando, representando éstas un 39,1% del total. A su vez, la mayor parte de las mujeres con altos cargos lo hacen en la pequeña y mediana empresa, no en las grandes corporaciones.

Más allá de las discrepancias, lo cierto es que las mujeres ocupan un puesto comparativamente destacado en las altas esferas empresariales, lo que contribuye a crear un caldo de cultivo que favorece las iniciativas femeninas. Los datos así lo confirman: desde 2007, el número de empresas fundadas por mujeres se ha triplicado, mientras que las creadas por hombres han crecido a un ritmo mucho más sosegado.

Hay diversas explicaciones posibles. Una de las más comunes atribuye este éxito al legado de emancipación femenina del sistema comunista, y más concretamente a su énfasis en proporcionar formación técnica tanto a hombres como a mujeres. Según datos de Microsoft, las rusas tienen un interés mucho mayor que las occidentales en disciplinas como la ingeniería. Esto lleva a que algunos de los proyectos empresariales liderados por mujeres se ocupen del ámbito técnico y tecnológico, internándose así en un segmento potencialmente muy lucrativo (y sorteando estereotipos).

A pesar de ello, prevalece una división clara entre los sectores propios del empresariado femenino y del masculino. Los negocios con mayor presencia de empresarias son las tecnologías de la información, el comercio minorista y los medios de comunicación, mientras que los hombres dominan la industria de los hidrocarburos y la metalúrgica.

A su vez, los proyectos llevados a cabo por mujeres están seriamente infra-financiados por los bancos, hasta el punto de que las pequeñas y medianas empresas regentadas por mujeres sufren un déficit combinado de financiación de unos 11.500 millones de dólares.

 

Australia

Una mujer habla por el teléfono móvil en un pasaje del distrito financiero de Sydney , Australia. Peter Parks/AFP/Getty Images

Con un 32,4% de mujeres sobre el total del empresariado, Australia cuenta no sólo con la quinta tasa más elevada del mundo, sino que también disfruta de unas buenas condiciones habilitadoras, sobre todo en lo referido a la participación de la mujer en el trabajo. La diferencia en la tasa de ocupación laboral entre hombres y mujeres se ha ido reduciendo en los últimos años, aunque hay aún una brecha de 13 puntos (65% para ellas, 78% para ellos).

También está entre los primeros clasificados en condiciones de apoyo a emprendedores y en la percepción favorable de las empresarias, aunque ocupa puestos más modestos en autonomía financiera y nivel formativo de las mujeres. Con todo, el país ostenta posiciones de cabeza, pero las diferencias son todavía sustantivas: las probabilidades de que un hombre sea empresario (8,1%) casi duplican a las de la mujer (4,5%).

En la radiografía de la emprendedora australiana se aprecia un cierto confinamiento a ciertos segmentos de actividad. Una clasificación reciente de las 30 principales empresarias muestra que la cuarta parte se dedica a la industria cosmética y a la de bienes de consumo. No obstante, hay muy notables excepciones, sobre todo en la parte alta de la tabla: la número dos de la lista está al frente de una empresa de telecomunicaciones líder, y la número tres es la máxima responsable de una gran corporación del sector minero. Sectores tradicionalmente reservados a los hombres en los que las australianas han tomado las riendas.

Tanto las autoridades públicas como la sociedad civil cuentan con un importante entramado de fomento de la actividad empresarial femenina. El programa gubernamental Women in STEM and Entrepreneurship proporciona ayudas de hasta 250.000 dólares australianos (más de 160.000 euros) a proyectos de formación empresarial para mujeres. En 2011 se creó la Cámara de Comercio e Industria de las Mujeres, que, además de promover la igualdad de género en los negocios, ha identificado los sectores de la agricultura, el transporte y la construcción como aquéllos en los que la discriminación es más prevalente. Por su parte, otras destacadas iniciativas en el ámbito privado, como Women as Entrepreneurs o Inspiring Rare Birds ofrecen ayudas y forjan ambiciosos compromisos para el incremento del empresariado femenino.