Misión de Santa Bárbara (Sean Gallup/Getty Images)
Misión de Santa Bárbara (Sean Gallup/Getty Images)

¿Por qué los españoles deberían mirar más hacia su pasado en California? 

En mi calidad de californiana que vive en España, es frecuente que acabe explicando con entusiasmo la herencia cultural de mi estado a unas personas que no suelen tener más que una vaga idea de que muchos pueblos y ciudades de California tienen nombres españoles. Siempre me resulta extraño, porque los estadounidenses tenemos una merecida fama de no saber nada de historia, mientras que los españoles sueltan retahílas de lugares y fechas como si tal cosa. Sin embargo, los californianos somos la gran excepción a la regla: nosotros conocemos muy bien nuestra historia y nuestros vínculos ancestrales con España.

En cuarto curso de primaria, como todos los californianos, estudié la historia de California, en la que España y fray Junípero Serra tienen un papel muy importante. Cualquiera al que se le pregunte en mi estado se acordará de cuando hizo una maqueta de una de las misiones o fortificaciones españolas (los presidios) construidas a lo largo de la costa. Yo hice -para ser precisos, mi madre hizo- una maqueta que recuerdo preciosa del Presidio de San Francisco.

Pero la cosa no acaba en el cuarto curso, desde luego. En California hay recordatorios constantes de la herencia cultural española que no se limitan a esas ciudades llamadas San Francisco, Los Ángeles, Sacramento. Por ejemplo, las campanas de las misiones jalonan el histórico Camino Real que se extiende desde San Diego hasta Sonoma y que hoy recorre una red de calles, carreteras y autopistas. Puede que muchos californianos no se den cuenta de lo absurdo que es llamar a una calle “the El Camino”, pero así se denomina una importante ruta que atraviesa la Península de San Francisco y mi ciudad natal, San Carlos, hasta más allá de Palo Alto. Y los conductores que circulan por la preciosa carretera interestatal 280 hacia San Francisco no pueden dejar de ver la estatua de ocho metros de altura de un Junípero Serra que les señala con gesto amenazador. Solemos pensar que nos está avisando de que debemos reducir la velocidad.

Cuando circulamos por la U.S. Route 101, que atraviesa el estado de norte a sur, no tenemos más remedio que maravillarnos ante las 21 misiones, construidas a intervalos de 48 kilómetros para que se tardara un día en ir a caballo de una a otra. Para llegar a algunas, como San Juan Bautista, es necesario salirse de la carretera principal para acercarse a un pequeño pueblo y somnoliento, mientras que otras, como San Luis Obispo de Tolosa, están en el centro de una bulliciosa ciudad. Todas se han restaurado para recuperar su belleza, están abiertas a los visitantes y, en muchos casos, siguen siendo iglesias católicas en activo.

Otro recuerdo diario del pasado español de California es su importante sector frutícola, heredero de los productos que llevaron los misioneros -naranjas, manzanas, melocotones, peras e higos- y que es muy floreciente gracias a un clima muy similar al de España. También se cultivan grandes extensiones de olivos, y el famoso vino de California es otro legado más de los misioneros, que, por supuesto, cultivaban vides tanto para usos sacramentales como para el comercio.

La mayoría de los relatos históricos indican que España no tenía demasiados deseos de expandir su imperio hacia lo que entonces se denominaba Alta California. Hubo que esperar a 1769, 200 años después de que Juan Rodríguez Cabrillo atracara en el puerto de San Diego, para que el rey Carlos III enviara por fin a un grupo de franciscanos, dirigidos por Junípero Serra, a la región. El objetivo era asegurar la frontera noroeste de Nueva España. Después, California permaneció en manos españolas algo más de 50 años, hasta que España otorgó la independencia a México en 1821.

Tal vez esa resistencia inicial a adentrarse en California explica por qué la historia española de California es tan poco conocida en España, que se enorgullece de su estrecha relación con sus antiguas colonias en América Latina e incluso de poder ayudar a otros países a entrar en ese mercado, pero parece haber olvidado otra antigua colonia que hoy alberga Hollywood, Silicon Valley y muchas universidades de prestigio mundial.

En Estados Unidos, cada estado tiene dos esculturas que le representan en la Sala de las Estatuas en Washington, D. C., y una de las dos enviadas por California es de Junípero Serra, al que algunos consideran el padre del estado. Hace poco, el Papa Francisco anunció que tiene previsto canonizarle el próximo mes de septiembre. En Estados Unidos, la noticia ocupó los titulares, pero en España apenas se mencionó, y Junípero Serra era español. Las reacciones en California han sido variadas, lo cual refleja lo difícil que es juzgar la historia desde una óptica moderna: la colonización española del territorio no está libre de controversia.

Desde que se hizo público el anuncio, los grupos de indios americanos de California han protestado contra la canonización, una actitud comprensible dado que la población nativa de California quedó muy diezmada durante el periodo, relativamente breve de apogeo de las misiones. Los indígenas locales no estaban inmunizados contra las enfermedades europeas que llevaron los misioneros y hubo muchas muertes. Numerosos historiadores dicen que Serra era un hombre de su tiempo y consideraba a los indios como unos niños a los que había que proteger. Eso significaba convertirlos al catolicismo y también castigos corporales, aunque los documentos muestran que Serra tenía reservas sobre su severidad. Aunque sabemos mucho de los misioneros españoles y fray Junípero gracias a los escritos que dejaron, existe muy poca documentación sobre lo que pensaban los nativos.

Se esté de acuerdo con la canonización o no, la historia de fray Junípero Serra y la de las misiones españolas en California es fascinante, y debería servir para unir a los españoles y los californianos. En lugar de prestar atención sobre todo a Nueva York y Florida, a los españoles les vendría bien pasar más tiempo en California, absorber su atmósfera de innovación e inspirarse en varias de las mejores universidades públicas del mundo. Por su parte, California está construyendo en la actualidad una red de metro en Los Ángeles y un ferrocarril de alta velocidad entre esta ciudad y San Francisco, y puede aprender mucho de España en esos dos aspectos. Estamos hablando de dos de los mejores lugares del mundo para vivir y viajar, así que no hay absolutamente nada que perder.

 

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia