¿Son sus propuestas radicales? He aquí un repaso a las más relevantes, que van desde “Medicare para todos” y la subida de los impuestos a los más ricos, pasando por una de las ideas que ha captado más la atención: el New Deal verde.

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Una persona alza un cartel durante una conferencia de el senador Bernie Sanders sobre el Medicare. JIM WATSON/AFP/Getty Images

“Estados Unidos no tiene una verdadera izquierda”, me dicen con frecuencia en España. Aparte del placer que me produce que la gente me explique la política de mi propio país, no es verdad. Para empezar, izquierda y derecha son unos términos tristemente inadecuados para describir la ideología política, pero, sobre todo, no es una situación comparable, porque la izquierda y la derecha pueden querer decir cosas muy diferentes en cada país. Su significado depende de la historia y la cultura, además del sistema político, y la única forma de establecer una comparación seria es contemplar las propuestas políticas. Dicho esto, es posible que algunos de los nuevos demócratas recién llegados al Congreso en enero tengan lo necesario para hacer palpitar los corazones de los izquierdistas españoles.

Por supuesto, ese relato —que estos nuevos demócratas son socialistas y, por tanto, radicales en el contexto de la política estadounidense— es precisamente el que están tratando de vender los republicanos y el posible candidato presidencial para 2020 y ex consejero delegado de Starbucks Howard Schultz. Es una narrativa útil para los republicanos que quieren salvar los muebles a medida que los índices de aprobación de Donald Trump se hunden. Y a Schultz, que se hace ilusiones de que representa a no se sabe qué “mayoría silenciosa” en busca de un candidato centrista, también le conviene tachar a los demócratas de radicales.

¿Pero son tan radicales esos nuevos demócratas? ¿Son verdaderos izquierdistas según los criterios españoles? La imagen que dan sus oponentes de ellos, y en realidad de todos los demócratas, nunca va a tener matices, sino que tiene que ser intrínsecamente unidimensional y poco halagüeña. Es lo mismo que cuando los demócratas califican a los republicanos de racistas, sexistas, antiecologistas y homófobos. Para analizar si estos demócratas nuevos representan o no a una izquierda radical es mejor analizar con detalle sus ideas, que de momento son sobre todo eso, ideas, sin propuestas de leyes concretas.

Algunas de esas ideas son especialmente llamativas, y el elemento en común que tienen casi todas ellas es su defensora, el símbolo de estos nuevos políticos, Alexandria Ocasio-Cortez. Como se ha vuelto tan famosa, es un blanco fácil para los republicanos, pero, dado que no tiene más que 29 años y de momento no va a ser candidata a ninguna elección presidencial, hacer de pararrayos es algo que se puede permitir e incluso la beneficia.

La idea de “Medicare para todos” no es nueva ni, desde luego, radical. Tiene sus raíces en la lucha por la reforma sanitaria durante la presidencia de Barack Obama y fue parte importante de la campaña de Bernie Sanders. La propuesta es abrir Medicare, un programa muy popular que ofrece cierta cobertura sanitaria a las personas mayores de 65 años, a todas las edades. Hay que dejar algo claro: Medicare no es un sistema de salud global como el que tiene España. Funciona a través de compañías aseguradoras privadas, y casi todo el mundo, como mi propia madre, tiene que contratar algún seguro más para abarcar ciertas cosas que no cubre Medicare. No obstante, esta es una propuesta política muy atractiva porque parece fácil de vender, dado que la gente conoce y adora el programa. Es popular entre los demócratas de todas las corrientes, aunque muchos del ala más centrista la consideran poco realista, porque ni siquiera cuando ellos controlaban el Congreso y Obama era presidente fueron capaces de incluir una “opción pública” o, por lo menos, rebajar la edad de aplicación de Medicare en la Ley de Cuidados Sostenibles (Obamacare).

Medicare para todos es un magnífico ejemplo de que las discrepancias entre los demócratas no son verdaderamente ideológicas: a la mayoría de los demócratas les encantaría implantar un sistema de salud de pagador único como el que posee España, pero muchos no lo consideran realista y, por consiguiente, son más partidarios de una estrategia gradual. Esa postura provoca frustración en los miembros del ala izquierda del partido, que preferirían ver medidas más audaces.

Hay que señalar que por algo suele decirse que los partidos políticos de Estados Unidos son partidos estilo gran casa. Agrupan a sectores de la población inmensos y muy diferentes. A diferencia de las formaciones políticas españolas, que hace poco que han tenido que empezar a construir coaliciones postelectorales, los partidos estadounidenses construyen sus coaliciones antes de los comicios, como parte de sus campañas.

Otra idea popular que Ocasio-Cortez ha ayudado a introducir en el debate nacional es la de un tipo fiscal marginal máximo del 70%, una subida considerable respecto al 37% actual, para las rentas superiores a 10 millones. La primera vez que propuso la idea fue en una entrevista en el programa de televisión 60 Minutes a principios de enero, como forma de financiar el Green New Deal (Nuevo Acuerdo Verde). Schultz, que sería uno de los perjudicados por ese tipo fiscal, dijo que era una propuesta “ligeramente mal informada” y “punitiva”. Aunque los impuestos son una cuestión muy subjetiva —la opinión de cada uno depende de dónde se encuentre en la escala impositiva—, hay algunos estudios que respaldan la idea. Una encuesta de Hill Harris realizada a mediados de enero mostró que el 59% de los votantes registrados está a favor, y el 41% en contra. Sin embargo, los demócratas de la Cámara han abordado la cuestión con cautela, muchos manifestando que están de acuerdo en principio pero algunos que no están tan seguros sobre la guerra monumental que podrían provocar los detalles concretos.

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La congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez habla sobre el Green New Deal en Washington. SAUL LOEB/AFP/Getty Images

La idea que más atención ha captado en los últimos tiempos, independientemente de que sea o no el momento oportuno, es el Nuevo Acuerdo Verde (GND en sus siglas en inglés), cuyo nombre muestra su ambición al copiar el de la histórica ley de Franklin Delano Roosevelt, el New Deal aprobado en los años treinta. El GND es un amplio paquete de ideas audaces pero vagas cuyo propósito es crear empleo y al mismo tiempo abordar el cambio climático, dos cosas que la mayoría de la gente puede apoyar. Pero que además será empleo verde e incluirá asimismo infraestructuras destinadas a abordar las desigualdades económicas.

El GND, como Medicare para todos, no es una idea nueva. El columnista de The New York Times Tom Friedman ya lo propuso en 2007, y a Obama le gustó e incluyó la propuesta en su programa de 2008. Algunos dicen que su paquete de estímulos representaba ese tipo de pensamiento relacionado con las energías limpias y la economía verde. El GND formó parte fundamental del programa del partido Verde estadounidense en 2016, está en el programa del Partido Verde Europeo e incluso la ONU propuso un GND mundial en 2009.

También en este caso, como en el de Medicare para todos, las divisiones no son tanto por la política en sí; la mayoría de los demócratas, si no todos, se sienten profundamente frustrados por su incapacidad de aprobar leyes que luchen contra el cambio climático. Los republicanos se limitan a poner en duda que sea auténtico o incluso causado por el ser humano, y el resultado es una discusión sobre su existencia, y no sobre cómo luchar contra él. Para los demócratas, el cambio climático es real y urgente, y en eso coinciden con la opinión pública mundial. Pero en este caso, las diferencias son metodológicas y territoriales. Un ejemplo es la pelea que hubo desde el principio sobre un posible Comité Selecto para el GND, propuesto por el Sunrise Movement (Movimiento Amanecer), que el 13 de noviembre organizó una sentada en el despacho de la actual Presidenta de la Cámara de Representantes de EE UU, Nancy Pelosi, para impulsar la idea.

Pidieron ayuda a Ocasio-Cortez, con la esperanza de que tuiteara sobre el asunto y, para su alegría, ella hizo algo mejor: apareció allí. Varios senadores destacados decidieron apoyar también el comité, como los aspirantes a 2020 Corey Booker, Bernie Sanders y Jeff Merkley. Entonces, la dirección del Partido Demócrata pilló por sorpresa a los activistas al anunciar que el comité no iba a tener la potestad de citar a nadie y que la encargada de encabezarlo sería la representante Kathy Castor, con lo que lo transformó esencialmente en el mismo comité sobre el cambio climático que había hasta entonces. Al preguntarle sobre el GND, Castor respondió: “Creo que contiene algunas ideas magníficas, pero ese no va a ser nuestro único objeto de atención”.

En todo este tiempo, la cuestión se ha ido calentando y las políticas concretas han seguido siendo confusas. Fox News calificó el plan de radical, mientras que la opinión pública se reforzaba. Una encuesta reciente de YouGov muestra que la iniciativa cuenta con un respaldo prudente. La pregunta que se hizo a los votantes fue: “¿Estaría a favor o en contra de un New Deal Verde para acabar con el uso de combustibles fósiles en Estados Unidos y que el Gobierno cree puestos de trabajo relacionados con las energías limpias? El plan se financiaría con un aumento de impuestos, incluido un impuesto sobre las emisiones de carbono”. En conjunto, el 43% se declaró a favor, el 38% se opuso y el 10% afirmó que no sabía lo suficiente como para contestar. Es fácil suponer que la mayoría de la gente no sabe lo suficiente como para contestar, pero los demócratas están mucho más a favor del plan que los republicanos, quizá porque tienen fe en los legisladores y están interesados en que entren en vigor leyes para combatir el cambio climático.

El 6 de febrero, Ocasio-Cortez anunció los esperadísimos detalles en medio de las protestas conservadoras: un comentarista de la cadena Fox anunció que “la izquierda se ha quitado la careta moderada y ha revelado sus verdadero rostro socialista”; el columnista de The New York Times Ross Douthat llamó a Ocasio-Cortez la “futura dictadora vitalicia de las Américas”; Trump también entró en juego, por supuesto, al tuitear (sin razón) que “Sería estupendo que la llamada ‘huella de carbono’ eliminara permanentemente todos los aviones, coches, vacas, petróleo, gas y el ejército, aunque ningún otro país del mundo lo haga. ¡Fantástico! Más en serio, The Economist dijo que era “una propuesta profundamente frívola para abordar el cambio climático”.

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La presidenta de la Cámara de Representantes de EE UU, Nancy Pelosi, en una rueda de prensa en Washington. Alex Wong/Getty Images

Ninguna de estas cosas nos ayuda a entender mejor qué contiene realmente el plan ni cuánto de radical tiene o no tiene. Para empezar, la resolución de la Cámara habla por sí sola en su resumen: “Esta resolución exige la creación de un Nuevo Acuerdo Verde con los propósitos de: alcanzar cero emisiones de gases de efecto invernadero; crear millones de puestos de trabajo bien remunerados y garantizar la seguridad económica para todos; invertir en infraestructuras e industria; garantizar aire limpio y agua potable, resiliencia climática y comunitaria, alimentos saludables, acceso a la naturaleza y un medio ambiente sostenible para todos; y promover la justicia y la igualdad”.

La resolución llama a cumplir estos objetivos mediante una campaña de movilización nacional de 10 años. Asimismo enumera las metas y los proyectos de dicha campaña, que incluyen: construir redes eléctricas inteligentes (es decir, que permitan a los clientes reducir su consumo durante los periodos de más demanda); actualizar todos los edificios existentes y construir edificios nuevos con el propósito de que tengan la máxima eficiencia energética e hídrica; eliminar la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los sectores del transporte y la agricultura; limpiar los residuos peligrosos y los sitios abandonados; proporcionar educación superior, asistencia sanitaria de calidad y vivienda asequible, segura y adecuada a todos”.

Sin duda, una tarea impresionante, digna del título de New Deal. Es fundamental tener en cuenta que se trata de una resolución de la Cámara, es decir, nada más que un plan de acción. El peor defecto que tiene es que mete de todo. Después de haber pasado casi un año entero estudiando la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP en sus siglas en inglés), tengo muy claros los riesgos de intentar hacer y cambiar demasiadas cosas en un solo plan, porque primero hay que tratar de vendérselo a la gente. Y a nadie le resulta fácil comprender de golpe un montón de ideas abrumadoras, por lo que, al final, los ciudadanos empiezan a sospechar que el plan pretende abarcar más de lo que le corresponde. Por supuesto, los expertos en esas cuestiones pueden saber que todo está interrelacionado, cosa que es cierta, pero hablar de puestos de trabajo verdes, infraestructuras, contaminación, residuos peligrosos, educación superior, sanidad y vivienda, todo a la vez, parece poco realista, incluso para los que estamos deseando ver avances en todos esos frentes.

Lo más importante es que la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, no está muy contenta con el plan y hace poco lo criticó y, de paso, a Ocasio-Cortez y sus coconspiradores: “El sueño verde o como lo llamen, nadie sabe lo que es, pero están a favor, ¿verdad?” Pelosi ha demostrado con creces su compromiso con muchos de esos objetivos. Aunque la Ley de Cuidados Asequibles se conoce como Obamacare, no habría llegado a ser ley sin los inmensos esfuerzos de Pelosi para lograr que la Cámara la aprobara. Ella cree en la urgente necesidad de abordar el cambio climático, pero, con su resistencia al GND —ya se considere que no es más que un toque o un buen empujón—, nos recuerda que preside la Cámara y que las cosas se van a hacer como ella diga, teniendo en cuenta la realidad de que los republicanos controlan el Senado y la Casa Blanca.

Lo verdaderamente importante es recuperar la Casa Blanca en 2020, y a Ocasio-Cortez y otros demócratas nuevos les conviene mantener vivo el respaldo público a las políticas contra el cambio climático; en ese sentido, el GND es un plan de acción integral. Dado que la joven congresista de momento no va a ser candidata a ninguna elección presidencial (hay que tener una edad mínima de 35 años), no le preocupa la etiqueta de “radical” y está satisfecha con ser una demócrata del ala socialista. Ahora bien, varios de los aspirantes más destacados a 2020, como Cory Booker, Kirsten Gillibrand, Kamala Harris y Elizabeth Warren, se adhirieron al GND antes de que la resolución tuviera su redacción definitiva. Puede que eso les ayude a exhibir sus credenciales izquierdistas ante la base del partido, pero también ofrece a Trump y los republicanos a calificarlos de socialistas radicales.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia