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Partidarios del Partido Demócrata tras conocer los resultados de las elecciones de medio mandato en Estados Unidos. (Zach Gibson/Getty Images)

Un análisis DAFO para saber qué le aguara a los demócratas tras conseguir la mayoría de la Cámara en las legislativas de Estados Unidos.

A las 11 de la noche hora de la Costa Este (5 de la mañana hora española), cuando ya estaba claro que los republicanos conservarían el Senado y pese a que en California no habían cerrado aún los colegios electorales, los medios de comunicación proyectaron que los demócratas habían obtenido el control de la Cámara de Representantes. Las elecciones legislativas de 2018 han quedado atrás, pero, para los demócratas, la tarea no ha hecho más que empezar. Han ganado cierto poder, la mayoría en la Cámara, que les permite ejercer un control importante sobre el presidente. Pero ese poder viene acompañado de responsabilidad y la obligación de rendir cuentas, y no va a ser un camino nada fácil. Para analizar de forma más sistemática qué le aguarda al Partido Demócrata, he tomado prestada una herramienta sencilla pero muy eficaz del mundo de la empresa, el análisis DAFO, que examina las fortalezas, las debilidades, las oportunidades y las amenazas que el partido va a encontrar en los próximos años.

 

Fortalezas

La mayor fortaleza es, por supuesto, el control de la Cámara de Representantes. ¿Cómo se traduce? El partido que controla la Cámara dispone de tres poderes fundamentales: la asignación de fondos, lo que coloquialmente denominamos “el poder de la cartera”, la potestad de declarar la guerra y la capacidad de supervisión. En Estados Unidos ha habido muchos presidentes que han emprendido guerras sin contar con el Congreso, así que dejemos eso de lado por ahora. El poder de asignar fondos significa que los demócratas van a decidir cómo se gastan los fondos federales, por ejemplo en casos como el dinero que quiere Trump para su muro. Además, los demócratas han prometido someter a un escrutinio detallado el gasto de defensa y otros ámbitos como la diplomacia y la cooperación.

El poder de supervisión puede parecer un tema técnico y aburrido, pero es el poder más importante que tiene el Congreso para controlar al presidente. Autoriza a la Cámara y al Senado a iniciar investigaciones, citar a testigos, reclamar datos y celebrar vistas públicas y privadas. Cuando las sesiones son públicas, se convierten en un espectáculo televisivo que puede envidiar hasta House of Cards. Desde las sesiones de McCarthy en los 50 hasta el proceso de destitución de Clinton, siempre han sido acontecimientos de los que es difícil apartar la vista y que suelen dominar durante muchos días las noticias. Entre los asuntos que desean investigar los demócratas, los principales son la injerencia de Rusia en las elecciones de 2016 —una investigación que los republicanos dieron por concluida en marzo de 2018— y la posible implicación del grupo empresarial de Trump. Los demócratas quieren entrevistar aproximadamente a 30 miembros de su entorno, incluidos Donald Trump Jr., Jared Kushner y Steve Bannon.

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Nancy Pelosi celebra la victoria del Partido Demócrata en las elecciones de medio mandato en Estados Unidos. (Brendan Smialowski/AFP/Getty Images)

La actual líder de la minoría en la Cámara y quizá su próxima presidenta, Nancy Pelosi, ha dicho que las declaraciones de impuestos de Trump serán una de las primeras cosas que van a requerir, una petición que podría terminar en los tribunales. Los demócratas también están deseando emprender una investigación sobre las posibles violaciones de la llamada “cláusula de los emolumentos” de la Constitución por parte de Trump, porque, a diferencia de otros presidentes, cuando tomó posesión se negó a deshacerse de sus activos, en particular la Trump Organization. Esta cláusula, que era relativamente desconocida hasta que Donald Trump llegó al poder, figura en el Artículo 1 de la Constitución, y establece: “Estados Unidos no concederá ningún título de nobleza, y ninguna persona que ocupe un cargo retribuido o de confianza bajo su autoridad aceptará, sin el consentimiento del Congreso, ningún regalo, emolumento, cargo o título, de ninguna clase, de ningún rey, príncipe o Estado extranjero”. La interpretación general ha sido que se prohíbe a los cargos públicos que reciban dinero o regalos de gobiernos extranjeros, y eso incluye los beneficios de hacer negocios con Ejecutivos extranjeros. Pero esa interpretación va a estar ahora en manos de los tribunales, y los fiscales generales de Maryland y Washington, D.C., además de 198 senadores y representantes demócratas, han presentado demandas contra Trump.

Además, está la cuestión en la que piensan todos, no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo: el proceso de destitución. Con el control de la Cámara, los demócratas, si deciden que tienen razones y pruebas suficientes, podrán emprender una investigación sobre la posible destitución y celebrar las vistas correspondientes. La destitución es un proceso mucho más político que legal, pero tiene que someterse al juicio de la opinión pública. La Cámara no necesita más que una mayoría simple para iniciar el proceso y, una vez concluido, enviarlo al Senado para que se le juzgue y, llegado el caso, se le destituya de la Casa Blanca. Esto último es mucho menos probable, dado que los republicanos tienen la mayoría en el Senado y, para destituir al presidente de su cargo, hacen falta dos terceras partes de los votos.

Volviendo a Nancy Pelosi, la representante demócrata es tal vez el mayor valor que tienen los demócratas, aunque muchos no se lo reconozcan. Algunos la han elogiado y la han llamado “la líder del Congreso más eficiente de nuestros tiempos”, lo cual explica que haya sido objeto de tantos insultos de los republicanos. La Ley de Cuidado Asequible —Obamacare— no sería hoy una ley sin sus esfuerzos. Sin embargo, algunos demócratas preferirían que se fuera y dejara paso a dirigentes nuevos. Sería un gran error hacerlo en estos dos próximos años, en los que el partido va a necesitar tener al frente a sus figuras de más talento y experiencia. Hemos visto a republicanos como John Boehner y Paul Ryan debatirse con sus deberes y dimitir, por lo que sabemos que no es un puesto para novatos ni pusilánimes. Además, Pelosi tiene poco que perder en una batalla contra Trump: tiene 78 años, pensaba retirarse si Hillary Clinton hubiera ganado e, incluso aunque no lo haga, su reelección nunca ha sido complicada en su distrito de San Francisco.

 

Debilidades

Con todo, los demócratas pueden preferir a otra persona para ocupar la presidencia de la Cámara. Y aunque Nancy Pelosi vuelva a asumir el cargo, el obstáculo estructural al que se enfrentan los demócratas es que, en el sistema presidencial de Estados Unidos, no existe un líder de la oposición, como en los sistemas parlamentarios. El resultado pueden ser mensajes difusos y confusión entre los dirigentes demócratas como Pelosi, el líder de la minoría en el Senado Chuck Schumer o el presidente del partido, Tom Perez. Y no hay que olvidarse de todos los que aspiran a ser candidatos en 2020 —desde el senador por Vermont, Bernie Sanders, hasta la senadora por California, Kamala Harris—, que van a disputarse la atención de los medios y tratar de diferenciarse de los demás.

Porque, en efecto, las primarias demócratas para las elecciones presidenciales han comenzado el 7 de noviembre y aunque, a medida que haya resultados de esas primarias, los demócratas tendrán más idea de cómo luchar mejor contra Trump, en el partido hay grandes divisiones al respecto. El antiguo fiscal general, Eric Holder, ha dicho: “Cuando descienden al fango, hay que darles una patada. En eso tiene que consistir este nuevo Partido Demócrata”. Y Hillary Clinton, por su parte, afirma. “No se puede ser educado con un partido político que quiere destruir todo lo que tú defiendes”. Sin embargo, otros demócratas son partidarios del guante de seda, como el excandidato a la vicepresidencia Tim Kaine, que ha propinado una rotunda derrota a su rival para el Senado, Corey Stewart, alguien que se considera “Trump antes de que Trump fuera Trump”. Kaine aprovechó el meme del “papá de América” que corría sobre él en Twitter y en los talk shows nocturnos para hacer hincapié en que “no tenemos por qué aceptar el sectarismo, el resentimiento ni la ira”. Ahora bien, aunque muchos demócratas han derrotado a candidatos que emulaban a Trump, ninguno de ellos era el propio Trump, que ha echado por tierra todos los convencionalismos a la hora de hacer campaña y ejercer la presidencia.

 

Oportunidades

Si bien las primarias y su estrategia pueden ser una gran debilidad, también pueden ser una enorme oportunidad para que el Partido Demócrata se renueve y se revitalice. Entre los candidatos probables están rostros familiares como el exvicepresidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders. Un contingente de mujeres, entre ellas las senadoras Elizabeth Warren, Kamala Harris, Kirstin Gillibrand y Amy Klobuchar. Hombres prometedores como el senador Corey Booker, el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, e independientes como el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y el abogado Michael Avenetti. Habrá más, sin duda, y esas voces tendrán la oportunidad de entablar un enérgico debate sobre los valores estadounidenses en la era de Trump. Los sondeos de Axios y Survey Monkey indican que hay varias posibles mujeres que podrían vencer a Trump sin problemas.

Con la mira puesta en la campaña de 2020, los demócratas pueden tener divisiones, pero no son ideológicas. Según una investigación realizada por los politólogos John Sides, Michael Tesler y Lynn Vavreck, en realidad, no existen grandes discrepancias ideológicas dentro del partido. Por ejemplo, tanto los votantes de Bernie Sanders como los de Hillary Clinton estaban a favor de un sistema de sanidad universal y sufragado por el Estado. La diferencia estaba entre la progresión deliberada y gradual que defendían políticos como Hillary Clinton y Barack Obama y las grandes demandas radicales e inmediatas de Bernie Sanders. Lo que está en cuestión no es la ideología, sino el proceso.

 

Amenazas

Para los demócratas, dominar la Cámara de Representantes significa convertirse en el principal enemigo de Trump. Quizá incluso más que CNN. Es decir, van a ser blanco de sus tuits interminables y, sobre todo, alguien a quien culpar por cualquier problema político que pueda tener. Cuando los poderes del Estado están divididos, siempre es más difícil legislar, lo que solemos denominar “bloqueo”, y Trump aprovechará para despotricar contra los congresistas cada dos por tres. Por otra parte, al tener cierto grado de poder, los demócratas tendrán algo de responsabilidad de lo que suceda y los votantes les pedirán cuentas.

Lo que vamos a ver enseguida es el enfrentamiento por el presupuesto, que Trump ya ha amenazado con convertir en un cierre de la Administración si no obtiene los fondos para el muro; es una amenaza que ya hizo contra los republicanos así que imaginemos hasta dónde está dispuesto a llegar contra una Cámara presidida por los demócratas. Los cierres de la Administración perjudican a los ciudadanos en aspectos muy tangibles, sobre todo en salarios que no cobran, y es una situación en la que todo el mundo sale perdiendo.

También podemos contar con que Trump hará todo el daño que pueda a sus posibles rivales para 2020 y se inventará apodos denigrantes para los que todavía no los tienen. Si las primarias demócratas han empezado el 7 de noviembre, también lo ha hecho la campaña para la reelección de Trump. Y, a juzgar por lo que hemos visto en las elecciones legislativas, le interesa mucho más hacer campaña que gobernar.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia