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Policías jordanos piden el pasaporte en la frontera entre Jordania y siria, octubre de 2018. KHALIL MAZRAAWI/AFP/Getty Images

El impacto económico, político y social de que la frontera sirio-jordana vuelva a estar abierta tras años cerrada a causa de la guerra en siria.

Excursiones a Damasco por 10 dinares. Así anuncia la empresa de transportes de autobús Jett la nueva ruta con la capital Siria a partir del día 22 de octubre. Se explica que habrá dos autobuses diarios Amán-Damasco a las siete de la mañana y a la una del mediodía. En otro post anterior, la compañía apuntaba “¿Quién de nosotros no echa de menos los viejos tiempos en Siria?”, el cual ha sido borrado de su página de Facebook.

El pasado 15 de octubre Jordania y Siria se pusieron de acuerdo para finalmente abrir el paso fronterizo de Nasib/Jaber, tras tres años de cierre. Ese mismo día, según la agencia de noticias Petra, 199 personas cruzaron la frontera, 37 de ellas sirias y el resto jordanas. Tan solo una semana después de la apertura, el número de jordanos que habían cruzado al país vecino superaba el millar y los coches se amontonaban a las puertas del paso fronterizo, que cierra a las cuatro de la tarde, dejando a muchos jordanos sin poder entrar.

Pero, ¿qué supone realmente esta reapertura de la frontera entre Siria y Jordania?

 

Historia de una frontera

Esta frontera es clave, ya que conecta el norte de Oriente Medio con el sur, permitiendo el paso de personas y bienes desde Turquía, Líbano y Siria a los países del Golfo y Egipto a través de Jordania. El paso de Nasib (como es conocido por los sirios) o Jaber (su nombre para los jordanos) fue inaugurado en 1997, convirtiéndose en uno de los puntos fronterizos más transitados de la región. Antes de que estallase el conflicto en Siria, cada día cruzaban por dicha frontera 7.000 camiones y se estima que el comercio de bienes ascendía a los 2.000 millones de dólares anuales. En 2002 Jordania y Siria firmaron un acuerdo para establecer una zona de libre comercio cuyo volumen anual ascendía a 500 millones de dólares y que en 2010 reportaba 238 millones de dólares a las arcas jordanas y una cifra similar a las sirias. Estos pasaron a sólo siete millones en 2011. Además, la zona proporcionaba trabajo a 4.000 personas y contaba con 35 fábricas.

En abril de 2015, los rebeldes sirios se hicieron con su control, provocando el cierre del mismo. Desde entonces, Jordania ha perdido más de 800 millones de dólares y las pérdidas en el transporte por carretera ascienden a 1.500 millones de dólares desde el cierre de las fronteras con Siria e Irak.

Un cierre que no sólo ha afectado al reino Hachemita sino también a Siria, cuyas exportaciones cayeron más de un 90% desde el inicio del conflicto, pasando de 7.900 millones de dólares antes de la guerra a 631 millones en 2017 de acuerdo con cifras del Banco Mundial y del Observatorio de Complejidad Económica (OEC, por sus siglas en inglés). La reapertura de la frontera es un hecho positivo, aunque los transportistas sirios tienen prohibido entrar en los países del Golfo debido a la completa oposición de estos gobiernos al régimen de Bachar al Assad. Ello implica que sus mercancías deben ser cargadas en camiones jordanos para su transporte a estos Estados.

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Vehículos esperan para pasar la frontera sirio-jordana, ocubre de 2018. KHALIL MAZRAAWI/AFP/Getty Images

También se beneficiará de la apertura Líbano, cuyo sector agrícola solía exportar más del 70% de su producción a los países árabes a través de esta frontera, según señala Bechara al Asmar, director de la Unión del Sindicato de Trabajadores. Aunque en principio se trata de una noticia positiva para el país de los cedros, no lo es tanto después de que el Gobierno sirio haya establecido un impuesto de aduanas a los camiones libaneses en la frontera que ambos países comparten. El impuesto, que puede llegar hasta los 1.200 dólares, ha provocado que, pese a la apertura de la frontera, hasta la fecha apenas un cargamento de manzanas haya sido enviado a Jordania procedente del Líbano.

El impacto no es solo económico. Existen muchas familias mixtas sirio-jordanas, especialmente en las regiones del norte del país, en ciudades como Irbid o Ramtha, a escasos 20 kilómetros de la frontera. El cierre de la misma ha afectado a estas relaciones familiares, impidiendo a muchos de ellos verse durante años.

“Nací en Damasco y mi madre es siria, así que casi toda mi familia solía vivir en Siria, aunque ya no porque muchos de ellos tuvieron que reubicarse después de 2011”, cuenta Lubna Juqqa, gestora cultural, que cuenta cómo era normal para sus familiares pasar las vacaciones en este país o simplemente ir de compras. Hayyan Juqqa, estudiante y artista se muestra entusiasmado por la reapertura de la frontera: “No he estado allí en ocho años y no puedo esperar a ir a Siria de nuevo”.

En general, la mayoría de jordanos, incluso aquellos comprensivos con la revolución, se muestran contentos por lo que consideran una oportunidad para ambos países de mejorar la situación económica y la oportunidad para muchos sirios de regresar a sus hogares. Yusser al Zou’bi, empleado de una empresa multinacional y artista, cree que la apertura de la frontera resultará “en una región menos estresada y en un convivencia más abierta entre sirios y jordanos”.

Para los sirios, no todo es optimismo. De acuerdo con Rula Amin, portavoz de ACNUR en Oriente Medio, no se trata sólo del fin de la violencia sino de cuál será su situación si regresan a su país. No hay que olvidar que más de 50.000 personas siguen atrapadas en la frontera sirio-jordana en Rukban desde hace mas de dos años, huyendo de la violencia de Daesh, y donde dicha organización se ha infiltrado para reclutar combatientes entre los refugiados. Además, el regreso a los que solían ser sus hogares no está garantizado. Según recoge Human Rights Watch, los residentes de Darayya y Qaboun, a las afueras de Damasco, se ven impedidos de regresar a sus hogares por el régimen sirio, que identifica las áreas como zonas leales a los rebeldes. Este impedimento se da de manera física, mediante la demolición de las viviendas, justificada por la Ley 10 de 2018 que permite al Gobierno expropiar propiedades privadas sin ningún tipo de compensación, a la que se suman otro tipo de hostigamientos. Es previsible que muchos de los refugiados sirios en Jordania, provenientes de la zona de Dara’a (foco inicial de la revuelta en 2011 y bastión de la resistencia) podrían sufrir consecuencias similares, pese a tratarse de una de las cuatro zonas de desescalada del conflicto negociada por Estados Unidos, Rusia y Jordania. Fuentes de ACNUR señalan que por el momento no han sido capaces de verificar los retornos que han tenido lugar durante las últimas semanas y que se encuentran trabajando con el Gobierno jordano para poder hacerse una idea de la verdadera dimensión del fenómeno. De momento, Amán ha extendido el plazo para que aquellos refugiados sirios que viven fuera de los campos sin protección de ACNUR puedan legalizar su situación.

 

Repercusiones de la apertura

A finales de julio, el Ejército sirio recuperó el control del paso fronterizo con ayuda rusa. Sin embargo, la apertura de la frontera se ha visto retrasada por cuestiones políticas y el estado de las relaciones entre Jordania y el régimen de Al Assad, unas relaciones complicadas aunque nunca rotas pese al conflicto y el apoyo jordano al Ejército Libre Sirio los primeros años de la contienda.

Las principales diferencias respecto de la apertura se hallaban ligadas a la firma de un acuerdo estratégico comprehensivo entre los dos países, que incluyese el reconocimiento de Al Assad como el presidente legítimo de Siria, algo que ponía al reino Hachemita en una posición muy complicada de cara a sus aliados, principalmente Estados Unidos y los países del Golfo.

Jordania quiere garantías por parte rusa respecto a las milicias iraníes (se calculan entre 20.000 y 30.000 los componentes de estas fuerzas) que operan en la zona de que no llevarán a cabo acciones hostiles contra el reino. Asimismo, reclaman protección para los civiles sirios desplazados y aquellos que deseen regresar a sus hogares, en cumplimiento del acuerdo que establece el área geográfica como una zona de desescalada del conflicto. Como señala el analista Osama al Sharif, “Damasco esperaba que la reapertura de las fronteras con Jordania fuese vista como el reconocimiento por parte de los países vecinos de la legitimidad del régimen y un paso hacia la completa restauración de los lazos políticos. Pero Amán ha sido renuente a darle a dicho movimiento un significado político simbólico”. Como Al Sharif apunta, el asunto ha sido liderado por los empresarios del sector privado más que por los representantes políticos.

La visita de representantes de la Cámara de Industria de Amán a Damasco en agosto fue seguida de un equipo técnico mixto sirio-jordano que llevó a cabo un estudio del proceso necesario para la reapertura a mediados de septiembre. La principal preocupación del gobierno de Jordania es garantizar la seguridad, ya que su frontera con Siria ha sido objeto de repetidos ataques contra las los militares jordanos, así como contra los civiles que allí se amontonan, por parte de grupos armados de carácter yihadista que tienen presencia en torno a la misma. A finales de dicho mes, Imad Khamis, Primer Ministro sirio, declaró que el paso fronterizo estaba listo para su reapertura y que los costes de la inversión realizada en la infraestructura de la misma serían cubiertos mediante un alza en los precios de las aduanas. Por ejemplo, los camiones de cuatro toneladas pasarían de pagar 10 dólares a pagar 62 por cruzar la frontera.

Según las últimas cifras recogidas por el diario The Jordan Times, 2.500 jordanos viajarían a diario al país vecino de turismo, para visitar a la familia o para comprar productos cotidianos como frutas, verduras o cigarrillos, que son más baratos en el vecino del norte y, especialmente, carne, cuyo precio en Jordania es cinco veces más que en Siria. Muchos ciudadanos y trabajadores hablan de la experiencia como “placentera”. Empresas de transporte, compañías y agencias de viajes restablecen los negocios cerrados hace tres años. Aún no hay comercio en grandes cantidades, pero se espera que en las próximas semanas las importaciones aumenten en ambas direcciones. De ahí a la completa normalización de relaciones aún queda un largo y arduo camino por recorrer, que pasa por el fin de la violencia en Siria y la resolución política del conflicto.