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El presidente de Polonia, Andrzej Duda, flanqueado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el vicepresidende de Estados Unidos, Mike Pence. (JANEK SKARZYNSKI/AFP/Getty Images)

Las cuatro decepciones de Polonia tras celebrar una cumbre junto a Estados Unidos e Israel (con Irán como enemigo común). Un error de cálculo diplomático por el que el Varsovia pierde más que gana.

Apenas un día antes de la Conferencia de Seguridad de Múnich, que normalmente congrega a todos los distintos bandos de los principales conflictos del mundo, el Gobierno polaco decidió organizar una exclusiva conferencia anti Irán basada en la actual narrativa propugnada por la Administración Trump y por Israel. La conferencia recibió feroces críticas por parte de Irán y sus aliados, pero también por la mayor parte de los países europeos, que no enviaron al evento a representantes de alto nivel. Al dar este arriesgado paso, Varsovia aparentemente esperaba fortalecer sus relaciones de seguridad con Estados Unidos y mejorar las que mantiene con Israel, que registraban tensiones desde el año pasado a causa de sus disputas históricas.

No obstante, parece que la apuesta de Varsovia no ha dado sus frutos. La conferencia ha servido para ampliar la lista de Estados con los que Polonia mantiene relaciones problemáticas. La Unión Europea ignoró la conferencia y sus Estados miembros han visto confirmada su percepción de que Polonia actúa como el caballo de Troya de Estados Unidos. Al mismo tiempo, Washington rechazó las peticiones polacas para establecer una base militar americana permanente en Polonia. Y como guinda del pastel, Varsovia ha vuelto a enemistarse con Israel, cuyo primer ministro, Benjamín Netanyahu, reabrió las heridas históricas bilaterales durante su visita al país.

Fracaso de comunicación

Polonia nunca ha sido un actor importante en Oriente Medio, pero hasta hace poco tenía reputación de ser bastante equilibrado. Aunque después de 1989 las relaciones con Israel habían mejorado, de alguna manera seguía conservando el legado histórico de mantener relaciones más estrechas con los Estados árabes. También sus relaciones con Irán eran mejores que las de la mayoría de los países europeos. Por lo tanto, podría haber sido viable que Varsovia desempeñara un papel neutral que facilitara las relaciones e incluso que actuara como mediador. Sin embargo, sucedió lo contrario, por culpa de la manera en que la conferencia fue concebida y comunicada. De modo atípico, la reunión no fue presentada al público por la nación anfitriona, es decir, Polonia, sino por el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, a través de una entrevista con Fox News el 19 de enero de 2019. En su entrevista, este destacó el peligro que supone Irán para la paz mundial y para Oriente Medio.

Por lo tanto, fue recibida inmediatamente como una iniciativa estadounidense e israelí dirigida contra Irán. Los iraníes reaccionaron con irritación, y el ministro de Asuntos Exteriores de ese país, Jamal Zarif, publicó un tuit en el que acusaba a los polacos de ingratitud por celebrar un evento antiraní (durante la Segunda Guerra Mundial, Irán recibió a miles de refugiados polacos y albergó un Ejército polaco) y amenazó con represalias. Los Estados árabes que mantienen una relación amistosa con Irán tuvieron una respuesta ambivalente a la iniciativa. Los países del Golfo (de tendencia contraria a Irán) y Egipto y Marruecos la respaldaron, mientras que Líbano y la Autoridad Palestina la boicotearon. El evento también fue boicoteado por Turquía y Rusia, y Moscú incluso contraprogramó otra reunión con Irán en Sochi el mismo día.

Varsovia intentó cambiar la narrativa de la cumbre y presentarla como una discusión más amplia sobre el proceso de paz en Oriente Medio, Yemen y el terrorismo, con una intención evidente de restar importancia al tema iraní. El viceministro de Exteriores, Maciej Lang, incluso fue a Teherán para aplacar a los iraníes. Todo resultó en vano ya que los hechos hablaron por sí solos y la inexperiencia polaca en cuestiones de comunicación estratégica se hizo evidente. Los iraníes no iban a ser apaciguados con palabras amables sobre cooperación ya que ni siquiera habían sido invitados. Los intentos del Gobierno de Polonia por presentar la conferencia como un proyecto más amplio, y no contra Irán, sonaron huecos cuando nada más aterrizar en Varsovia el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, publicó un tuit (luego eliminado) en el que afirmaba que la razón de la cumbre era preparar a árabes e israelíes para “una guerra con Irán”. Los discursos inaugurales del secretario de Estados Unidos, Mike Pompeo, y del vicepresidente, Mike Pence, también se centraron en atacar a Teherán y apenas mencionaron otros problemas relacionados con Oriente Medio.

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El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, visita a soldados estadounidenses y polacos en la base de Varsovia, Polonia. (Sean Gallup/Getty Images)

Fracaso con Washington

En temas de seguridad, Estados Unidos ha sido el más estrecho aliado de Varsovia desde el final de la Guerra Fría, y esta relación ha sido objeto de un consenso interno en Polonia. Pero el actual Gobierno polaco ha buscado llevar esta relación a un nuevo nivel de cercanía. En gran medida esto se ha producido como resultado del aislamiento de Polonia en la Unión Europea, que el Gobierno está tratando de compensar fortaleciendo sus relaciones con Washington. A su vez, la Administración Trump se ha mostrado bastante receptiva a los halagos que le llegaban del país, que contrastaban con una actitud mucho más fría de otras capitales europeas. El Ejecutivo polaco, que desde el otoño de 2015 está dirigido por el partido conservador-populista, Ley y Justicia, ha entrado en conflicto con la UE por su presunta violación de la independencia del poder judicial. La Comisión Europea inició un procedimiento contra Polonia que, en teoría (aunque no en la práctica), podría conducir a la suspensión del derecho de voto del país en la UE. Polonia también ha sido criticada por sus socios europeos por limitar la libertad de expresión, imponer un control directo sobre los medios públicos de comunicación e incluso multar a los medios privados que emitan contenidos críticos con el Gobierno.

Freedom House, un think tank estadounidense que mide los niveles de libertad en todo el mundo, ha dictaminado sistemáticamente que desde 2015 la democracia se ha deteriorado en Polonia. Sin embargo, el Gobierno de Donald Trump ha decidido ignorarlo. La nueva cúpula del Departamento de Estado ha dado prioridad a los razonamientos estratégicos centrados en la seguridad por encima de un enfoque basado en valores en su trato hacia los aliados de Europa Central, incluidas Polonia y Hungría. Varsovia, cada vez más aislada en el contexto europeo, se ha sentido agradecida por la actitud de Washington y dispuesta a asegurarse una mayor presencia militar estadounidense. Así, ha buscado diversas vías para atraer un mayor apoyo de EE UU, incluyendo la oferta de pagar 2.000 millones de dólares por una base militar americana o llamarla Fort Trump. Por lo tanto, cuando el secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció que Polonia sería la sede de la conferencia sobre Oriente Medio, esta se mostró inmediatamente inclinada a aceptar e intentar aparecer como coimpulsora del evento.

Como insinuó el ministro de Asuntos Exteriores, Jacek Czaputowicz, a cambio Polonia esperaba obtener una compensación de Estados Unidos. Antes de que la conferencia comenzara oficialmente, se llevó a cabo un evento bilateral polaco-estadounidense en Powidz, cerca de Poznan, donde se han producido algunas rotaciones de tropas estadounidenses en el marco de la Presencia Avanzada de la OTAN. En el evento, el ministro de Defensa, Mariusz Blaszczak, presentó los nuevos cohetes Himars comprados a Estados Unidos y el presidente de Polonia, Andrzej Duda, habló sobre los planes para adquirir mucho más material militar estadounidense en los próximos años. El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, elogió a los polacos por su condición de firmes aliados y por su intención de comprar más equipamiento militar americano. Lo que los polacos esperaban, sin embargo, era un compromiso de Estados Unidos para invertir en la seguridad de Polonia y establecer una base permanente en su territorio.

A medida que la conferencia sobre Oriente Medio avanzaba, se hizo evidente que no existían tales planes por parte de Estados Unidos. Ni Mike Pence ni Mike Pompeo los mencionaron. De hecho, en su entrevista con el canal de televisión polaco Polsat News, Pompeo dejó claro que pasará “muchísimo tiempo” antes de que se discutan esos planes. Además, respondiendo a la presión de las organizaciones judías de Estados Unidos, Pompeo optó por criticar públicamente a los polacos por no abordar las reclamaciones de restitución de antiguas propiedades judías en la Polonia anterior a la guerra.

Fracaso con Israel

A pesar de su buena predisposición hacia el actual Gobierno de derechas del Likud, Varsovia ha experimentado un periodo de tensiones con Israel desde el año pasado, cuando aprobó una legislación que tipificaba como delito el hecho de publicar algo que argumentara la corresponsabilidad de Polonia en el Holocausto.

Más tarde, respondiendo a las presiones de Israel y de la comunidad judía de todo el mundo, Varsovia retiró y enmendó la ley que permitía la criminalización de este tipo de investigaciones. Sin embargo, el daño ya estaba hecho y el debate sobre el presunto antisemitismo de Polonia ha continuado desde entonces resonando en Israel, donde se ha convertido en un asunto de política interna.

Aun así, tanto Varsovia como Tel Aviv han se han encontrado juntas en el mismo bando antiliberal y a favor Trump. Por eso, cuando surgió una oportunidad que parecía ser la ocasión perfecta para reparar las relaciones con Israel mediante la organización de una conferencia que promovía la narrativa antiraní del Gobierno israelí, Polonia no lo dudó. Se esperaba, por supuesto, que se premiara el gesto y el riesgo que implicaba y que el Ejecutivo actual fuera elogiado tanto en Israel como en Estados Unidos. Eso no sucedió. Tras llegar a Varsovia y pronunciar sus declaraciones belicistas contra Irán, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, declaró que los polacos “cooperaron con los alemanes en el Holocausto”. Más tarde, intentó aclarar su afirmación agregando que no se refería a Polonia sino a los ciudadanos polacos individuales, pero el daño ya estaba hecho. Además, el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Israel Katz, declaró más tarde que los polacos tienen una inclinación genética hacia el antisemitismo.

Estas declaraciones israelíes provocaron finalmente una grave crisis bilateral con Polonia, que retiró su participación de la cumbre de los Estados de Europa Central (el Grupo de Visegrado), que debía celebrarse en Jerusalén. Como resultado, toda la cumbre fue cancelada y el resentimiento va en aumento en ambos países.

Fracaso diplomático

La aventura de Oriente Medio de Polonia no dio ningún fruto y ha ocasionado grandes pérdidas. Las relaciones con Irán y sus aliados ahora son hostiles y Varsovia ya puede olvidarse del lucrativo contrato de energía e inversión que esperaba lograr con Teherán. En la UE, además de la actual etiqueta de infractor del Estado de derecho, Polonia recibe la de Estado miembro en el que no se puede confiar. El Gobierno polaco firmó el acuerdo nuclear con Irán y continúa participando en él a pesar de la retirada de Estados Unidos del mismo. Sin embargo, al mismo tiempo, acoge conversaciones lideradas por EE UU e Israel que tienen como objetivo persuadir a los europeos para que abandonen el trato. Por asumir el riesgo, los israelíes no solo no mostraron ninguna gratitud, sino que renovaron sus quejas históricas. Los estadounidenses dirigieron el espectáculo, presentaron los argumentos que les interesaban, firmaron contratos de defensa con Polonia y no prometieron absolutamente nada. El evento pasará a la historia de la diplomacia polaca como un caso digno de estudio de iniciativas mal concebidas.