Un partidario del partido Ley y Justicia con una bandera de Polonia en Varsovia.
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Varsovia podría haberse asegurado un buen puesto como candidata a ocupar el lugar que deja Londres tras su salida de la Unión Europea. Sin embargo, está jugando al autoaislamiento y tendrá que trabajar para preservar sus derechos como Estado Miembro. ¿Cómo puede afectar este cambio al país?

En Polonia el periodo que precedió a la Navidad fue menos alegre de lo que es habitual en esta nación tradicionalista y socialmente conservadora. No hubo una Navidad blanca y la nieve fue reemplazada por frías lluvias, que añadieron una nueva capa de gris al aire de Varsovia, ya cubierto por el smog más denso de Europa.

La política se mostró tan lúgubre como el tiempo que hacía en el exterior. Durante meses, Varsovia estuvo plagada de rumores sobre la remodelación del Gobierno. Asediado en Bruselas y desprovisto de cualquier apoyo significativo en la Unión Europea, e incluso en Europa Central y del Este, el partido gobernante Ley y Justicia (PiS, en sus siglas en polaco) envió varias señales que sugerían que era consciente de su problema de imagen y que tomaría medidas para abordarlo. De este modo, la atención de los medios se centró casi exclusivamente en quién se quedaría y quién dejaría el Ejecutivo, y en quién se lleva bien con el presidente del partido, Kaczyński, y quién no.

Mientras tanto, Ley y Justicia impulsaba cambios legislativos que equivalían a una revolución dentro del sistema judicial, y que en la práctica le despojaban de su independencia, y hacía avances para cambiar la ley electoral con el reemplazo de los jueces por personas designadas políticamente dentro de los organismos de recuento de votos. Ley y Justicia llevó a cabo un ataque similar al equilibrio de poder en julio de 2017 causando una oleada de furia que se tradujo en protestas en las calles y en que el presidente vetara las controvertidas propuestas. Esta vez la opinión pública estaba cansada y los medios se encontraban centrados en la mencionada reorganización, de modo que se llevó a cabo un cambio mucho más profundo del sistema sin atraer ninguna protesta importante.

Al final se produjo la remodelación, o al menos en cierta medida. La primera ministra, Beata Szydło, que encarnaba a la Polonia más sencilla y provinciana, intercambió el puesto con su viceprimer ministro, el voluble y angloparlante Mateusz Morawiecki, hasta hace poco ministro de Finanzas y Política Económica. Ahora Szydło es la viceprimera ministra de Morawiecki, aunque sin una cartera significativa y sin un puesto en el Gabinete. Aparte de eso, nada ha cambiado aún a nivel ministerial, aunque aparentemente habrá más cambios de personas en enero. En cualquier caso, ninguna de estas modificaciones realmente importa ya que quien verdaderamente decide, Jarosław Kaczyński, sigue estando fuera del Gobierno y conservando el poder de cambiar todo el gabinete y al primer ministro a su voluntad, lo que acaba de demostrar.

La extraña operación de reorganización funcionó para Ley y Justicia en el sentido de que logró distraer a la opinión pública de la idea de movilizarse contra los cambios que en la práctica están modificando el sistema político de Polonia y debilitando al Poder Judicial. Sin embargo, si la intención era reparar la reputación de Polonia en la UE y salir del aislamiento actual, entonces la operación se puede considerar un fracaso porque no convenció a nadie. El nuevo primer ministro asistió a su primera cumbre europea e hizo una breve aparición, pero se negó a reunirse con el presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, y luego se volvió corriendo a su país para la fiesta de Navidad del partido antes de que concluyera la cumbre. Los puntos fundamentales, como las negociaciones del Brexit, se trataron por tanto sin que Polonia estuviera siquiera presente en la mesa.

Justo antes de Navidad, Polonia se convirtió en el primer Estado miembro de la UE contra el que la Comisión Europea decidió iniciar el procedimiento del artículo 7 argumentando que Varsovia está violando valores fundamentales de la Unión y, en particular, el Estado de derecho. La aplicación del artículo 7 consta de varias etapas, al final de las cuales un país puede verse privado del derecho de voto en el Consejo de la UE, lo que en la práctica significa una suspensión de sus derechos como Estado miembro. Aun así, en este momento la aplicación completa de este artículo parece bastante improbable ya que requeriría un consenso de todos los demás miembros europeos y Hungría ya ha declarado que votaría en contra de tal medida.

Pero la verdadera prueba del aislamiento de Varsovia en la UE sería la etapa previa en la que 4/5 de todos los Estados miembros pueden recomendar una votación para aplicar sanciones. Tal y como están las cosas en este momento, el Gobierno polaco no puede garantizar que vaya a encontrar suficientes apoyos para bloquear esta medida. Parece que Varsovia sí puede contar con Budapest, que también está violando el Estado de derecho y ha sido incluso más radical en la destrucción de la libertad de prensa que Polonia. El primer ministro húngaro, Victor Orban, es un héroe para el partido Ley y Justicia polaco y, en muchos aspectos, los acontecimientos de Polonia son en realidad un intento de emular lo que ha estado sucediendo en Hungría durante años. Por lo tanto, Orban tiene una poderosa razón para bloquear las medidas contra Varsovia sabiendo que él podría ser el siguiente de la fila si esta tuviera éxito.

Pero aun así Varsovia no puede descartar una sorpresa de última hora de Budapest, como de hecho sucedió cuando todos los demás Estados miembros europeos, incluida Hungría, votaron a favor de la prórroga del mandato de Donald Tusk, exprimer ministro de Polonia, como presidente del Consejo de la UE. Ley y Justicia se opuso con rotundidad a esta decisión y Polonia fue el único país que votó en contra. Además, el suceso pasó a la historia de la Unión como un caso sin precedentes hasta ahora de un miembro que vota en contra de un ciudadano del propio país. El voto de Orban a favor de Tusk causó una amarga decepción y una tormenta política en Varsovia, pero no debería haberlo hecho. Pese a todos sus defectos, Orban sabe cómo jugar el juego de Bruselas. Su partido, Fides, es miembro del Partido Popular Europeo, de centroderecha, que incluye a Plataforma Cívica (PO) de Donald Tusk. Esa situación en la que Polonia se hizo dependiente del apoyo de un país pequeño y no del todo fiable como Hungría es, en el mejor de los casos, altamente incómoda para Ley y Justicia.

Quizá Polonia también espera obtener algún apoyo de la tradicionalmente euroescéptica República Checa y de Rumania que, si bien es proeuropea, tiene sus propios problemas con el Estado de derecho. Sin embargo, el apoyo de estas dos es, en el mejor de los casos, incierto. Los checos, bajo el nuevo primer ministro Babis, ya se han distanciado tanto del Gobierno polaco como del Grupo de Visegrado. Los rumanos, aunque tradicionalmente apoyan a Varsovia, están más que dispuestos a demostrarle al resto de la UE que estarían plenamente preparados para lanzarse a tomar posesión de la silla del liderazgo regional que ha dejado vacante Polonia.

La primera ministra de Reino Unido,
Theresa May, junto al primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, durante la ceremonia de bienvenida a la premier británica en Varsovia, Polonia.
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El único peso pesado serio que Varsovia ha estado cortejando con cierto éxito es el Reino Unido. Aislado en la atmósfera posterior a la votación del Brexit, Londres se ha mostrado más inclinado a buscar todos los amigos que sea posible dentro de la UE. Aunque por diferentes razones, tanto Varsovia como Londres comparten una reputación de parias en la Unión. Mientras que Berlín, París y Madrid cancelaron o suspendieron reuniones intergubernamentales con Varsovia, el Reino Unido desplazó a la mayor parte de su Gabinete a Polonia en diciembre de 2017 en vísperas de la noticia de que la Unión activaría el artículo 7 contra el Gobierno polaco.

En los medios de comunicación polacos abundaron las especulaciones de que Varsovia ofrecería un acuerdo a Londres por el cual apoyaría al Reino Unido durante las negociaciones del Brexit a cambio del respaldo británico en la oposición a las medidas del artículo 7 contra Polonia. No está claro si tal acuerdo estuvo realmente sobre la mesa, pero no parece tener mucho sentido. Londres necesita aliados que de verdad cuenten y que puedan persuadir al resto de la UE, no a una Polonia aislada que tiene problemas con la democracia y el Estado de derecho. Además, no está claro cómo podría apoyar Polonia la posición británica durante las negociaciones del Brexit. Una de las cuestiones más difíciles relacionadas con este se refiere al estatus de los 800.000 polacos que se han instalado en el Reino Unido desde que Polonia entró en la Unión en 2004. Varsovia en realidad necesitará el apoyo de Bruselas para garantizar sus derechos. Aun así no se puede excluir que Londres vote en contra de sancionar a Polonia argumentando que la Unión no debería interferir en los asuntos internos de otro Estado miembro.

De una forma u otra es probable que Varsovia bloquee la plena aplicación de las medidas del artículo 7 en su contra. Sin embargo, su reputación sufrirá daños que tendrán consecuencias económicas cuantificables. Polonia ha sido el mayor beneficiario de los fondos de la UE desde que se unió al club en 2004. Ahora, frustrada por el giro autoritario polaco y sus constantes desprecios a Bruselas, la UE está considerando vincular los pagos de fondos a un Estado miembro con el historial de este país como Estado de derecho. En el caso de que esta propuesta se convierta en una política real, Polonia perdería gran cantidad del dinero que tan esencial ha sido para el proceso de modernización del país desde su adhesión a la Unión. Pero incluso si esa medida nunca se aprueba, es probable que Varsovia vea su influencia y capacidad de formar coaliciones en la UE considerablemente reducidas.

Es difícil no ver que se ha producido un muy desafortunado giro de los acontecimientos para Varsovia en los últimos años. Hace solo dos años Polonia era considerada un nuevo Estado miembro modelo, y logró introducirse con éxito en el núcleo de la UE y unirse al club de los 6 Estados miembros más grandes e influyentes. Se convirtió entonces en uno de los principales arquitectos de la política de la Unión en el Este, apoyó una política de defensa europea más fuerte y se apuntó tantos en las negociaciones sobre el presupuesto europeo que aseguraron que una gran porción del pastel fuera para Polonia. Hoy, con el Reino Unido camino de abandonar la Unión dentro de dos años, Varsovia podría haberse asegurado un buen puesto como candidata a ocupar el lugar que deja Londres. En cambio, decidió encerrarse en un autoaislamiento en el que, en el mejor de los casos, tendrá que luchar para preservar sus derechos de Estado miembro.

 

Traducción de Natalia Rodríguez.