La llegada a La Moncloa de Rodríguez Zapatero supone una rectificación
generacional: el ascenso al poder, también en el ámbito de la
política exterior, de la generación que ahora tiene entre 40 y
55 años. La Transición supuso –o incluso fue posible gracias
a– una ruptura generacional, acrecentada con el triunfo del PSOE en 1982.
Pero, para 1996, los socialistas en el poder habían envejecido y bloqueado
el necesario rejuvenecimiento. El triunfo del PP de Aznar implicó otro
vuelco generacional para comprender el cual no hay que fijarse sólo en
el presidente del Gobierno y en sus ministros, sino, de un modo más general,
en la llegada a cargos de responsabilidad (secretarios de Estado, directores
generales, etcétera) de gente muy joven, a menudo en torno a treinta,
lo que tampoco era natural. La rectificación actual ha llevado al mando
a gente que quedó excluida de las anteriores renovaciones. En el caso
del Ministerio de Asuntos Exteriores es, incluso, una política consciente
del actual titular, Miguel Ángel Moratinos, de 53 años, pues la
vieja guardia de los responsables en 1982-1996 de la política
exterior de la anterior época socialista ha sido enviada a destinos importantes,
pero en el exterior. Al aparato interno del ministerio y sus aledaños
ha llegado ese nuevo grupo de edad.

Es una generación que empieza a ver como derecho y necesidad la incorporación
de la mujer a puestos de decisión, también en el mundo diplomático.
Es aún un logro haber conseguido la primera mujer vicepresidenta del
Gobierno o presidenta del Tribunal Constitucional; y, desde 1996 y con el 14-M
–y no sólo en el PSOE–, se ha forzado un giro hacia la paridad
que ya será permanente. A los anteriores, los de la Transición,
les costó; éstos de ahora hicieron un esfuerzo para (en el caso
de los hombres) aprender y (en el caso de las mujeres) impulsar esta paridad
en todos los órdenes de la vida. Es previsible una mayor incidencia de
esta dimensión en la política de cooperación.

Llega al poder la primera generación plenamente integrada
en organizaciones multinacionales públicas y privadas

Es la primera generación que deja totalmente atrás la Guerra
Civil. Que no hizo la Transición, pero la vivió, ni la Constitución.
Es también la primera plenamente europea, lo que implica no el anhelo
de llegar, sino de seguir avanzando bien. Son europeístas pragmáticos.
Es la primera generación que está plenamente integrada en organizaciones
multinacionales, públicas y privadas. Y la última cuyos hombres
hicieron el servicio militar. Sus políticos están hiperprofesionalizados:
baste seguir sus trayectorias profesionales, con lo que la política pierde
como terreno de encuentro entre experiencias profesionales distintas. Ésta
es la generación de la caída del Muro, de la globalización,
que ha vivido el desarrollo de la España de las autonomías con
tanta naturalidad como la integración en Europa, por lo que está
más dispuesta a adaptar lo uno a lo otro. Para los que vendrán
después, ambas cosas son circunstancias prácticamente desde su
nacimiento. Culturalmente algo menos francesa que la anterior, la generación
rectificada es más próxima a Estados Unidos, aunque no tanto como
la que le sucederá.

Rectificación generacional. Andrés Ortega

La llegada a La Moncloa de Rodríguez Zapatero supone una rectificación
generacional: el ascenso al poder, también en el ámbito de la
política exterior, de la generación que ahora tiene entre 40 y
55 años. La Transición supuso –o incluso fue posible gracias
a– una ruptura generacional, acrecentada con el triunfo del PSOE en 1982.
Pero, para 1996, los socialistas en el poder habían envejecido y bloqueado
el necesario rejuvenecimiento. El triunfo del PP de Aznar implicó otro
vuelco generacional para comprender el cual no hay que fijarse sólo en
el presidente del Gobierno y en sus ministros, sino, de un modo más general,
en la llegada a cargos de responsabilidad (secretarios de Estado, directores
generales, etcétera) de gente muy joven, a menudo en torno a treinta,
lo que tampoco era natural. La rectificación actual ha llevado al mando
a gente que quedó excluida de las anteriores renovaciones. En el caso
del Ministerio de Asuntos Exteriores es, incluso, una política consciente
del actual titular, Miguel Ángel Moratinos, de 53 años, pues la
vieja guardia de los responsables en 1982-1996 de la política
exterior de la anterior época socialista ha sido enviada a destinos importantes,
pero en el exterior. Al aparato interno del ministerio y sus aledaños
ha llegado ese nuevo grupo de edad.

Es una generación que empieza a ver como derecho y necesidad la incorporación
de la mujer a puestos de decisión, también en el mundo diplomático.
Es aún un logro haber conseguido la primera mujer vicepresidenta del
Gobierno o presidenta del Tribunal Constitucional; y, desde 1996 y con el 14-M
–y no sólo en el PSOE–, se ha forzado un giro hacia la paridad
que ya será permanente. A los anteriores, los de la Transición,
les costó; éstos de ahora hicieron un esfuerzo para (en el caso
de los hombres) aprender y (en el caso de las mujeres) impulsar esta paridad
en todos los órdenes de la vida. Es previsible una mayor incidencia de
esta dimensión en la política de cooperación.

Llega al poder la primera generación plenamente integrada
en organizaciones multinacionales públicas y privadas

Es la primera generación que deja totalmente atrás la Guerra
Civil. Que no hizo la Transición, pero la vivió, ni la Constitución.
Es también la primera plenamente europea, lo que implica no el anhelo
de llegar, sino de seguir avanzando bien. Son europeístas pragmáticos.
Es la primera generación que está plenamente integrada en organizaciones
multinacionales, públicas y privadas. Y la última cuyos hombres
hicieron el servicio militar. Sus políticos están hiperprofesionalizados:
baste seguir sus trayectorias profesionales, con lo que la política pierde
como terreno de encuentro entre experiencias profesionales distintas. Ésta
es la generación de la caída del Muro, de la globalización,
que ha vivido el desarrollo de la España de las autonomías con
tanta naturalidad como la integración en Europa, por lo que está
más dispuesta a adaptar lo uno a lo otro. Para los que vendrán
después, ambas cosas son circunstancias prácticamente desde su
nacimiento. Culturalmente algo menos francesa que la anterior, la generación
rectificada es más próxima a Estados Unidos, aunque no tanto como
la que le sucederá.