Niña iraquí de la minoría yazidi refugiada en el Kurdistán tras el avance del EI. (Ahmad al Rubaye/AFP/Getty Images)
Niña iraquí de la minoría yazidi refugiada en el Kurdistán tras el avance del EI. (Ahmad al Rubaye/AFP/Getty Images)

¿Podrían las diferentes comunidades de Líbano servir de ejemplo a las iraquíes?

El avance del los yihadistas del Estado Islámico sobre los territorios en disputa entre Bagdad y Erbil evidencia la desprotección de las comunidades minoritarias. Otro mosaico multicultural, Líbano, puede presentar una alternativa en su modelo sectario.

La brutalidad de los combatientes del autodenominado Estado Islámico (EI), que en agosto avanzaron en Irak desde Mosul hacia Sinyar y la planicie de Nínive, ha puesto de manifiesto la enorme vulnerabilidad de las diferentes minorías que ocupan la región.

En su intención de instaurar y expandir el Califato, el EI ha declarado la guerra a todas las comunidades que habitan el país, a las que tacha de cruzados (cristianos), adoradores del diablo (yazidíes), politeístas (chiíes, como algunos shabak y turcomanos) o, simplemente, takfiri (apóstata, en árabe, aquellos suníes que no comulgan con su visión extrema de la religión).

En ese contexto surge la inmediata cuestión sobre el estatus de las minorías atrapadas en la franja, el colchón que divide al sur de la Línea Verde fijada tras la guerra del Golfo, la región autónoma del Kurdistán y el territorio gestionado por el Gobierno central iraquí. La región pertenece, en teoría, a Bagdad, pero son los kurdos quienes se han impuesto prácticamente desde Sinyar hasta Janaquin, en el borde este con Irán. La diversidad étnica y religiosa de los territorios en disputa no viene si no a complicar la cuestión. Tanto Erbil como Bagdad han presionado, cuando no amenazado directamente, a civiles considerados opositores a sus aspiraciones de anexión, tal como denuncia la organización Human Rights Watch desde 2009.

Ante esta situación, ¿cuál es el futuro de los territorios en disputa? ¿Qué alternativas existen a la gestión, por parte de un bando u otro, del mayor mosaico étnico y religioso del país? Líbano, donde el encorsetado sistema sectario se constituye como una de las principales causas del fracaso institucional, ha logrado sobrevivir a más de tres años de conflicto en Siria y el fallo total del Estado, precisamente, debido a un modelo comunalista, como ha investigado la profesora de la Universidad de Brown Melanie Cammet, basado en una especie de autogestión de las hasta 18 comunidades étnico-religiosas reconocidas constitucionalmente.

“La provisión de bienestar social también conlleva un sentimiento de seguridad y confort psicológico que es especialmente apreciado por los beneficiarios de medios más limitados quienes, por definición, viven de forma más precaria. Esto es más cierto aún donde el Estado fracasa en proporcionar redes de seguridad social básicas”, escribe Cammet en Comunalismo Compasivo: bienestar y sectarianismo en Líbano.

Bien podría ser este el caso de Irak y sus territorios en disputa, donde el Gobierno chií, atrapado en sus políticas sectarias, no solo ha fracasado en proveer los servicios básicos, si no que ha llevado a cabo una acción consciente de abandono, aprovechada por Erbil para extender su influencia: el Ejército kurdo o Pesmerga está a cargo de ...