
Algunas claves de cómo el país podría caminar hacia la estabilidad, aunque desafortunadamente Islamabad está muy lejos de plantearse algunas de estas opciones.
Tras la masacre de la escuela de Peshawar sería de esperar que algunas cosas cambiasen en Pakistán, particularmente la actitud del Ejército y la sociedad civil hacia el terrorismo talibán. Sin embargo, esperar cambios radicales en el país resulta utópico.
Los problemas son numerosos y complejos, y muy a menudo no son considerados tan acuciantes en el propio Pakistán como desde el exterior. En el hipotético caso de que el país pudiera, y quisiera, resolver uno solo de sus problemas, ¿por cuál debería empezar?
En la raíz de todos los males se encuentra su rivalidad con India. Desde su independencia, Pakistán ha estado obsesionado con su vecino, al que ve como una amenaza para su propia existencia y un rival al que combatir. Islamabad se empeña en buscar la paridad, cada vez más irrealizable, con India, y en ser tratado internacionalmente en pie de igualdad.
El despegue económico indio desde los 90 hace cada vez más oneroso para Pakistán sus intentos de mantener una paridad militar, a la vez que deja en evidencia sus exigencias de ser tratado como una potencia del mismo calibre a nivel internacional. Además, India no supone una amenaza existencial para Pakistán, al menos física. El principal interés indio con respecto a su vecino es que se mantenga estable. Ideológicamente, no obstante, India sigue siendo una afrenta para la idea misma del Estado paquistaní, que era la de crear un hogar para los musulmanes del subcontinente. La pérdida de Bangladesh en 1971 y la presencia de tantos musulmanes viviendo en India como en Pakistán, ponen en cuestión el mismo fundamento del país.
Islamabad debería, por tanto, aceptar que India no representa una amenaza, y tendría que tratar de resolver diplomáticamente el conflicto de Cachemira. A estas alturas, la solución más lógica sería reconocer oficialmente las fronteras provisionales que dividen el enclave entre ambos países. Una reconciliación completa con Nueva Delhi tendría múltiples consecuencias y ofrecería un sinfín de posibilidades para Pakistán.
Como primera consecuencia, eliminada la amenaza india, el Ejército paquistaní debería replantearse su papel como garante y defensor del Estado. Las décadas de tensión con su vecino han convertido a las Fuerzas Armadas en la institución dominante en el país, además de en una rémora para su desarrollo, que absorbe un porcentaje desorbitado de sus recursos. Una reducción de la preponderancia militar podría abrir las puertas a un mayor papel de la sociedad civil en los designios de Pakistán.
El enfrentamiento con India también influye, en buena medida, en la política de Islamabad con respecto a Afganistán. Pakistán estableció en los 70 la doctrina de la “profundidad estratégica” que, a grandes rasgos, se basa en mantener un Afganistán amistoso o, más bien, controlado, de manera que no exista la amenaza de un segundo frente en caso de tensiones o ...
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