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El ministro del Interior italiano y viceprimer ministro, Mateo Salvini, hablando para el canal RAI 1 con una fotografía de inmigrantes en el Mediterráneo al fondo. ANDREAS SOLARO/AFP/Getty Images

Sí y no, podría ser la respuesta, según indican algunos de los más recientes estudios sobre la cuestión. Ahondamos en las diferentes percepciones y temores de los italianos respecto a la inmigración.

Los primeros en haberse planteado la pregunta, de una manera profunda y distante de las interpretaciones más simplistas y estereotipadas, han sido los investigadores de un conglomerado de ONG e institutos europeos. Estos son More in Common, una incubadora de proyectos de comunicación que promueve una mayor concientización de las sociedades sobre los llamados derechos sociales y The Social Change Initiative, una fundación con sede en Belfast (Irlanda) especializada en investigaciones sobre migración, igualdad, derechos humanos y consolidación de la paz.

El año pasado ambas —tras realizar estudios similares en Francia y Alemania— le propusieron colaborar en la investigación a la consultora italiana IPSOS, para la realización de la parte relativa a este país. Con ello, después de casi un año de recogida de datos, procesamiento y redacción, ha visto la luz el informe “Entender a la mayoría incierta de Italia”, un análisis que en estos días, en una versión resumida, ha sido revelado en Italia a los especialistas del sector y a la prensa (la versión completa se difundirá en las próximas semanas, según los autores).

En pleno auge de las actitudes racistas en toda Europa y de partidos que pescan votos en las frustraciones socioeconómicas y crisis de identidad de los ciudadanos, el resultado de la investigación arroja una visión más detallada sobre la división que existe en la población italiana ante el fenómeno de la inmigración. El estudio, en síntesis, va más allá de las encuestas extemporáneas sobre las afiliaciones políticas que se difunden todas las semanas y rehúye de polémicas pasajeras.

 

Siete colectivos

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Una mujer en un balcón durante una manifestación contra el racismo en Macerata, Italia, 2018. Tiziana FabiI/AFP/Getty Images

En concreto, el estudio ha determinado que la población italiana está dividida en siete colectivos diferentes. Dos de los cuales son abiertos y solidarios, los Italianos cosmopolitas (12%) y los Católicos humanitarios (16%), mientras que otros dos son abiertamente racistas, los Nacionalistas hostiles (7%) y los Defensores de la cultura (17%). Los primeros y los segundos, naturalmente, se encuentran en los polos opuestos en cuanto a sus opiniones acerca de cómo se debería gestionar el fenómeno migratorio en Italia.

En el medio, en cambio —y aquí el dato clave—, se encuentra una gran masa cuyas opiniones sobre la inmigración oscilan según las tendencias y la retórica política dominante. Entre estos están los Preocupados por la seguridad (12%), un colectivo más anciano; los Descuidados (17%), que en inglés se conocen como los left behind en relación con su estatus de empobrecidos; y los Moderados desinteresados (19%), “que son mayormente jóvenes demasiado ocupados en salir adelante como para preocuparse de otros”, según explicó a esta periodista Chiara Ferrari, una de las investigadoras de IPSOS a cargo del estudio.

“A esta mayoría, los hemos llamado los ansiosos, puesto que sus opiniones no son definitivas y oscilan según distintos factores”, añade Ferrari, la autora del estudio, el cual también está siendo realizado con parámetros similares en Grecia, Países Bajos y Estados Unidos. “Son un grupo que ha sufrido particularmente la crisis económica y social que ha vivido Italia”, precisa la experta.

De hecho, si bien los datos macroeconómicos de Italia han mejorado en los últimos años —el PIB creció un 1,5% en 2017 y la deuda pública sobre el PIL bajó ligeramente en el cuarto semestre de 2017 (al 131,8%)—, cuando vamos a los datos microeconómicos el panorama es otro. Tanto así que, según el último informe del Instituto de Estadísticas  italiano (ISTAT), el año pasado fueron registrados cinco millones de personas en situación de “pobreza absoluta” (el 6,9% del total; en 2016, eran 6,3%). Unas cifras que van parejas al aumento de la desigualdad socioeconómica. Según Oxfam, en la actualidad la riqueza del 1% más rico de la población en Italia es 240 veces más alta que la del 20% más pobre.

Dicho lo anterior, que la llegada de nuevos inmigrantes implique un daño directo e inmediato al Estado de bienestar italiano es un axioma que no encuentra validación en datos como los del Instituto de Previsión Social (INPS) del país. Según ha afirmado el presidente de este organismo, Tito Boeri, en la actualidad en el país viven unos cinco millones de extranjeros —el 8% de la población, un número inferior al de países como Francia y el Reino Unido— que aportan 8.000 millones de euros a la Seguridad Social italiana y reciben solo 3.000 millones de euros, algo que remite a la joven edad del colectivo migrante. Un grupo al que además se suman los naturalizados, que, según datos de la Fundación ISMU, fueron unas 400.000 personas del 2013 a 2016 (y cuyos aportes son contabilizados como los de cualquier otro italiano). “Necesitamos más inmigrantes para absorber la demanda del mercado laboral italiano. Hay muchísimos trabajos que los italianos ya no quieren hacer”, ha vuelto a decir Boeri, en una nueva intervención en el Parlamento italiano, el pasado 4 de julio. Esta situación se explica también con que el país se encuentra en una fase de crisis demográfica. En 2016 nacieron unos 100.000 niños menos que en 2008, la tasa de natalidad se ha desplomado a 1,34 hijos por mujer y la inestabilidad laboral ha retrasado aún más la edad media para tener el primer hijo (31,8 años), mientras que la cifra de ancianos con más de 65 años se sitúa en torno al 22% del total de la población, según uno de los últimos informes del Instituto Italiano de Estadísticas (ISTAT).

 

La batalla por la mayoría incierta

El tema es que, “a los abiertamente racistas, no hay manera de convencerlos, ni siquiera presentando evidencias, datos e informes. En cuantos a los solidarios, sus opiniones tampoco fluctúan. Pero no debemos olvidarnos de esa mayoría. Con ellos, tenemos que dialogar, porque la puerta todavía está abierta”, afirma Sara Consolato, una de las cofundadora de la red italiana de Welcome Refugees que ve en el informe presentado por More in Common y The Social Change Iniciative un gran potencial para entender mejor a la población italiana.

El grupo de los Preocupados por la seguridad, los Descuidados y Moderados desinteresados serían, en efecto, los italianos del “yo no soy racista, pero…”, explicaba al respeto el semanario Left (que le dedicó un amplio artículo, en su edición en papel, a la investigación). Según esta publicación, de hecho, ese “pero” significa para los italianos una cuestión de miedo, ansiedad y desorientación también “por los avances de las tecnologías digitales y de una narración simplista que desdibuja a la inmigración como una invasión”.

Esa es la otra cara del asunto: la amplificación en las redes sociales del mensaje xenófobo. Algo que tiene una importancia de calado, más aún en un país como Italia en el que tan solo Facebook posee más de 30 millones de usuarios (de 60 millones de habitantes), según datos de la empresa difundidos en 2017. Una circunstancia que también los partidos italianos, incluidos el M5S y la Liga, han aprendido a utilizar a su provecho, regresando a estas plataformas toda vez que quieren decir algo que consideran importante.

“El odio al islam, a los extranjeros y a los judíos se ha propagado en las redes sociales italianas en el último año. En concreto, el porcentaje de tuits de este tipo pasó del 32,4% de 2017 al 36,9% en 2018, un aumento de cuatro puntos”, concluyó otro reciente análisis, realizado por el instituto Vox y el Observatorio Italiano de los Derechos, que aglutina a investigadores de cinco universidades italianas. Los cuales también han descubierto algunos aspectos paradójicos respecto a los mensajes de odio en Italia, es decir, que este tipo de tuits son más frecuentes en las zonas de baja concentración de inmigrantes (en relación con la población), en grandes ciudades como Roma, Milán y Nápoles, y que el dato también coincide con una disminución de los mensajes contra la población homosexual (de alrededor de 35.000 tuits homófobos en 2016 se pasó a 22.000 en 2017), según ha podido verificar el estudio, que analizó a 6.544.637 tuits para su análisis. El descenso en los ataques xenófobos coincide con la entrada en vigor de una ley que permite las uniones de parejas homosexuales y el hecho de que ninguno de los principales partidos italianos ha puesto en la mira al colectivo LGTB.

Otro aspecto es, en esta línea, el de la percepción de un aumento de la inseguridad ligada a la inmigración, algo que existe pero que tampoco encuentra un amparo en las cifras. De hecho, según datos divulgados por el ministerio de Interior en diciembre, el número de delitos registrados en Italia ha caído un 9,2% en 2017. Mientras que, de acuerdo con el último informe ISTAT sobre el crimen en el país, la gran mayoría de los condenados en Italia en 2015 (el último dato disponible) fueron ciudadanos de nacionalidad italiana (219.462 personas, el 70%).

“Creo que una responsabilidad muy relevante en cómo se perciben los inmigrantes y refugiados, lo tienen los medios de comunicación”, dice al respecto Ferrari, haciendo hincapié en un problema que también han señalado otros académicos. Un ejemplo es el ensayo Medios e inmigración, entre estereotipos y prejuicios, escrito por el criminólogo Ernesto Calvanese, según el cual los grandes diarios italianos hablan mucho de inmigración pero lo hacen mayormente en términos conflictivos, mientras que el llamado periodismo de paz brilla por su ausencia.

 

Absentismo electoral

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Segudores de la Liga en una manifestación contra la inmigración en Milán. Marco Bertorello/AFP/Getty Images

Ahora bien, ¿qué decir de las encuestas y los resultados electorales que han certificado en los últimos meses un claro avance de la xenófoba Liga de Matteo Salvini?

Pese a su retórica cada día más agresiva hacia la inmigración y a las salidas de tono dirigidas a los líderes de los otros países miembros de la Unión Europea, la Liga de Salvini no ha perdido consensos, según los datos disponibles. Más bien lo opuesto. Según los últimos sondeos, éste ocupa hoy el puesto de político más valorado por los italianos (57%, según la encuestadora Noto), algo que ha conseguido destronando del lugar incluso a su socio gubernamental, el Movimiento 5 Estrellas (M5S), el partido que en marzo había salido de las urnas como la formación más votada.

Y más aún. En las últimas elecciones administrativas de junio, la Liga y sus socios de centroderecha también conquistaron 42 ayuntamientos italianos con más de 15.000 habitantes (tenían 23), arrebatándole al centroizquierda incluso algunos de sus antiguos bastiones (las ciudades de Pisa, Massa, Siena e Imola). Y todo esto Salvini lo ha hecho demostrándose un político muy hábil, que no ha escatimado esfuerzos en repetir que su postura no es la de un racista, sino la de una persona que está en contra de la inmigración irregular.

No obstante, he aquí un dato que desdibuja otro elemento que debe tomarse en consideración: en la cita electoral del 24 de junio, ejerció su derecho al voto solo el 47% de los habilitados, uno de los datos más bajos de los últimos años. Todos los demás se negaron a dar su opinión sobre sus representantes políticos y las ideas que expresan.

Dicho lo anterior, en lo que se refiere al grupo de los inciertos, otro elemento a tomar en consideración es cómo se han percibido en Italia las maniobras de la UE y de los demás países europeos ante las peticiones italianas en colaborar en la repartición de los esfuerzos para atender a la inmigración hacia este país.

 

Los miedos

La respuesta se resume en la idea, muy asentada entre los italianos de que Italia ha sido abandonada ante el fenómeno de los inmigrantes que llegan a sus costas y el esfuerzo institucional que eso implica en la etapa posterior a la llegada (en la primera acogida, en el procesamiento de las solicitudes de asilo y en la integración), tal como revelaba un sondeo de la encuestadora Ixé en 2017 (según el cual el 78% de los italianos consideraba que Italia fue abandonado por la Unión ante la gestión de la inmigración). Algo que, en parte, responde a la verdad, como demuestra el hecho de que muchos Estados europeos —en particular los países del grupo Visegrad— no aceptaron ni cumplir con el acuerdo de mínimos para la reubicación de los solicitantes de asilo llegados a este país y a Grecia.

Además de ello, un tema aparte es el trato que reciben los inmigrantes y refugiados que trabajan en Italia, algo que no es posible entender a través de las estadísticas, y que constituye una de las principales causas detrás de la percepción de los italianos de que la llegada de nuevos trabajadores ha conllevado una disminución de sus derechos laborales. Un miedo que sufren, como en otros países, sobre todo las franjas de la población más desfavorecidas. Y que se suma, a su vez, a los miedos culturales y religiosos que, en apariencia, ni el papa Francisco con todos sus llamados a la inclusión ha logrado resquebrajar completamente.

Lo visibilizó una reciente encuesta de Pew Research —difundida por You Trend—, según la cual un tercio de los italianos se sienten “extranjeros en su propia patria” por el número de musulmanes presentes en el país, los cuales, sin embargo, no superan el 4% (sumado al hecho de que en Italia no ha habido un atentado yihadista, en la última década), según las estimaciones.

Dicho lo anterior, lo cierto es que también existen franjas de la población sensibles a los sufrimientos humanos de los inmigrantes. Lo explicaba recientemente Sara Consolato, una de las fundadoras de Refugees Welcome Italia, quien contó que la página online de su plataforma registró un pico de inscripciones después de que el nuevo Gobierno italiano optara por cerrar los puertos a las ONG que rescatan a migrantes en el mar Mediterráneo.

“Al principio pensamos que el anuncio del cierre de los puertos y el aumento en las inscripciones era una coincidencia casual. Pero luego el fenómeno continuó. En tan solo una semana se apuntaron a nuestro proyecto 50 nuevas familias, cuando de promedio habíamos estado recibieron la inscripción de una familia cada dos días”, dijo Consolato, cuyo proyecto además no es el único en este país que aboga por incentivar que refugiados vivan en casas de italianos.