Los aciertos y desafíos del Túnez postrevolución.

Transcurridos prácticamente seis meses desde la caída de Ben Alí, y con el anuncio oficial de la fecha del 23 de octubre para la celebración de elecciones para una asamblea constituyente, se cierra en Túnez, una etapa, la revolucionaria, y se abre la fase de transición. El desafío político es enorme: a corto plazo, la estabilidad; a medio y largo, construir un sistema democrático. Sin olvidar la existencia de otros importantes retos en el plano económico y de seguridad.

El 15 de enero de 2011 Túnez se hallaba inmerso en la inseguridad y la incertidumbre. Ben Alí dejó tras su huida el poder en manos del que era su primer ministro desde hacía más de 10 años, Mohammed Ghannouchi. La continuidad de éste a la cabeza del gobierno y de ministros procedentes del partido oficial de Ben Alí, el RCD, no fue aceptada por las principales fuerzas revolucionarias: la central sindical UGTT, alguno de los partidos de oposición legal (que no incluía el islam político ni la izquierda) y lo que podríamos llamar “la calle” (movimientos de juventud, la oposición islámica entonces aún no legalizada, los desempleados de las zonas interiores del país que fueron el primer foco revolucionario…).

Estas fuerzas se movilizaron, demandando un auténtico cambio. Progresivamente, fueron consiguiendo sus reivindicaciones: salida del gobierno de los miembros del RCD, dimisión de Gahnnouchi y nombramiento del octogenario Béji CaÏd Essesbial frente de un gobierno provisional de perfil tecnocrático y establecimiento de un Consejo revolucionario –que tras sucesivas ampliaciones pasó a tener 130 miembros y constituirse en una especie de parlamento de facto–, anuncio de elecciones para una asamblea constituyente el 24 de julio, ley de aministía, legalización de los partidos políticos clandestinos, disolución de la temida policía política, y disolución y confiscación de bienes del RCD. De este modo, se consiguió estabilizar en gran medida la situación y comenzar la preparación de los comicios.

AFP/Getty Images

Sin embargo, la tensión política se recrudeció a finales de mayo cuando la recién creada Comisión superior independiente electoral determinó la imposibilidad, por razones técnicas y logísticas, de proceder a celebrar los comicios para una asamblea constituyente el 24 de julio y propuso aplazarlas al 16 de octubre. Algunas fuerzas políticas como Ennahda –principal partido del islam político que llegó a retirarse del Consejo revoluionario ante lo que calificó como “falta de voluntad de convocar elecciones”–, la izquierda y parte de la sociedad civil no aceptaron el aplazamiento. Tras un proceso negociador arduo, se alcanzó el acuerdo para una nueva fecha, el 23 de octubre.

Los tunecinos están llamados a elegir una asamblea constituyente de 218 miembros.  Esta tendrá por misión principal la redacción de una nueva constitución.  Además, de ella debe emanar un nuevo gobierno y, posiblemente, aunque esto es objeto de discusión, un nuevo presidente interino. Una vez adoptada la nueva constitución, la asamblea se disolvería y se celebrarían elecciones legislativas y presidenciales.

Entretanto, el camino de la transición continúa entre obstáculos. Así, desde el 26 de junio Ennahda ha vuelto a retirarse del consejo revolucionario, al que acusa de extralimitarse en sus competencias y, además,  reitera sus dudas sobre la voluntad del gobierno provisional de convocar elecciones incluso en octubre.

No hay que olvidar tampoco, dentro del complejo desafío político, un factor de complicación: la persistencia de elementos involucionistas. Reina una oscuridad casi absoluta sobre la composición de estos elementos, su despliegue y su fuerza. Se considera que están detrás de actos de infiltración en manifestaciones pacíficas en la capital, que degeneraron en varias ocasiones en violencia.  También se sospecha que estarían detrás de actos de pillaje en localidades del interior, e incluso en provocaciones para encender conflictos tribales en algunas zonas. La comisión independiente que se creó en enero para investigar los abusos de poder y la violencia durante la etapa revolucionaria está ocupándose también, al menos en teoría, de investigar la actuación de estos elementos involucionistas en la etapa posrevolucionaria.

Conectada con esta cuestión se encuentra además la prohibición de que los antiguos caciques del RCD –altos cargos del partido durante los 23 años de dictadura– concurran a las elecciones para la constituyente.  Se está elaborando una lista de inelegibles que podría contener entre 14.000 y 18.000 nombres.

El desafío económico no es menos importante. Fundamentalmente, consiste en reactivar una economía semiparalizada desde la revolución por la inestabilidad política, el alto grado de conflictividad laboral y la caída en picado del clave sector turístico.

Las nuevas estadísticas, ya sin maquillaje, apuntan a un porcentaje de pobreza del 24.9%

El lastre del desempleo estructural, que afecta sobre todo a los jóvenes diplomados, pesa mucho. La inyección de fondos internacionales prometida –aunque aún no concretada–podría servir de alivio, pero es insuficiente.  De hecho, las promesas de ayuda económica realizadas en cumbre del G-8 en Deauville se han recibido en Túnez con bastante escepticismo. Otra cuestión importante es el reto del desarrollo: las nuevas estadísticas, ya sin maquillaje, apuntan a un porcentaje de pobreza del 24.9%.

En cuanto a la seguridad, una reciente encuesta de Sigma establecía este asunto como el que más preocupa a los tunecinos.  La amenaza de la involución, la volatilidad de una calle que, aunque ha ido perdiendo efervescencia desde enero, aún está presta a movilizarse si percibe correcta o incorrectamente que la revolución puede estar en peligro, la tensión en la frontera con Libia y la incertidumbre sobre la duración y la salida del conflicto en el país vecino, así como la amenaza terrorista definen un marco de precariedad.

El conflicto libio ha tenido como efecto en Túnez el desencadenamiento de una crisis humanitaria y el advenimiento de tensiones e incluso enfrentamientos en los pasos fronterizos y localidades tunecinas próximas a éstos.

La amenaza terrorista por parte de Al Qaeda del Magreb Islámico se ha agudizado por la desaparición de parte del aparato de seguridad de la época Ben Alí y la sobrecarga de trabajo del Ejército, empleado tanto en tareas internas como de control de las fronteras. El conflicto libio ha contribuido al incremento de la amenaza, ya que las fronteras, de por sí porosas, se encuentran menos vigiladas

 

Perspectivas positivas

Sin embargo, como nota positiva, y hasta cierto punto optimista a los efectos de evaluar las posibilidades de superar tales desafíos, hay que señalar que los tunecinos han sido capaces de manifestar en estos seis meses un grado apreciablede inteligencia política, pragmatismo y hasta espíritu de consenso, que se plasman en varios aciertos reseñables.

Tanto la constitución del Consejo revolucionario y su concepción como una suerte de parlamento ­-aunque no electo, reúne una amplia representación de las fuerzas vivas tunecinas y ha servido como instrumento de búsqueda de consensos- como el haber optado por empezar por la base (una nueva constitución) en vez de lanzarse a unas elecciones presidenciales precipitadas, han sido sin duda unas buenas decisiones.

No menos acertada ha sido la aprobación de una ley de amnistía y la legalización de partidos que van desde la opción del islam político a partidos comunistas.  Cierto que se ha producido una proliferación –casi cien partidos legalizados– que multiplica la confusión de un potencial electorado que se caracteriza por el desconocimiento de los modos de comportamiento democrático.  La encuesta de Sigma desvela, en el capítulo intención de voto, que el 41% de los encuestados ignora a quien otorgará su voto, mientras que ratifica que la fuerza política más conocida y con mayor intención de voto es Ennahda, con gran diferencia (casi 10 puntos porcentuales) sobre el segundo (el PDP), pero que, no obstante, se queda en el 16,9%.

El principio de paridad de género en las listas electorales es otro elemento positivo y de vanguardia en el mundo árabe. Algunos lo han criticado argumentando que ciertas formaciones podrían tener problemas para encontrar suficientes candidatas y que ello dificultaría su presencia en los comicios. Es interesante reseñar que el partido de islam político Ennahda aceptó el principio de paridad sin poner ningún obstáculo. El movimiento cuenta con dos mujeres en su consejo directivo (13 miembros) y parece no estar inquieto ante el reclutamiento de candidatas para sus listas.

Y, en fin, positiva también es la actual negociación en el seno del Consejo de un “pacto republicano” que aspira a proclamar una serie de principios esenciales que todas las fuerzas estarían dispuestas a aceptar como inspiración y fundamento de la futura constitución.

 

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