
Es necesario conseguir un acuerdo entre Serbia y Kosovo, pero deben ser sus líderes quienes lo definan. Sin embargo, las constantes en la zona no cambian.
El 12 de diciembre moría en Belgrado a los 89 años de edad la historiadora Latinka Perović. En su libro Élite dominante e indeseada [en serbio] realiza un estudio pormenorizado de políticos e intelectuales relevantes, como fue el caso de Marko Nikezić, su superior en su etapa en la Secretaría de la Liga Comunista de Serbia, pero también del expresidente serbio asesinado en 2003, Zoran Đindić o del filósofo Radomir Konstantinović.
En su trabajo metodológico ponía especial énfasis en comprender la historia como un proceso de largo alcance donde las decisiones no se producían de forma natural o irreversible, sino como resultado de motivaciones concretas que generan orientaciones diversas. Algo aparentemente elemental, no lo es tanto cuando la toma de decisiones depende de factores externos que reducen el margen de maniobra. Probablemente, donde más se vislumbra esto sea en la geopolítica de los países de influencia limitada, pero, en cambio, que presentan un gran potencial de interdependencia económica y política con los rivales estratégicos en zonas instrumentales, como los Balcanes. Las potencias internacionales restringen el marco de acción de sus aliados más débiles cuando son periferia y el centro político se encuentra amenazado.

El aislamiento serbio
Serbia es probablemente un paradigma de esta cuestión: su socio económico principal son los países de la UE, de los cuales depende en más de dos tercios su balanza comercial y a los que acude la inmensa mayoría de sus emigrantes. Pero su sociedad apenas aprueba el ingreso en la Unión por más de un 35%, en los últimos tiempos ha renacido una fuerte pulsión rusófila, alimentada por los medios progubernamentales, incompatible con el horizonte europeísta, y estrecha lazos con Moscú a través de su dependencia energética o del apoyo que le presta Rusia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Gracias a ello, Serbia puede bloquear el reconocimiento internacional de Kosovo. Serbia coopera militarmente con Rusia y Bielorrusia en la Hermandad Eslava, pero la OTAN está más presente en el Ministerio de Defensa serbio de lo que los políticos locales se atreven a reconocer. No obstante, los bombardeos de la Alianza Atlántica han penetrado hasta tal punto en la conciencia política local que la nueva generación se siente tan resentida o más que la que los sufrió en 1999. Demasiados “peros” para concluir que la única coherencia táctica serbia consiste en mantener la independencia estratégica, aunque no beneficie necesariamente a sus ciudadanos.
Belgrado no parece estar entre dos alternativas, sino en las dos al mismo tiempo, porque no ha creado su propio espacio internacional: ni Serbia ha logrado ser ...
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