En los últimos tiempos, el nombre del economista y premio Nobel Joseph Stiglitz va siempre acompañado de sus cálculos sobre el verdadero coste de la guerra en Irak: nada menos que 3 billones de dólares (1,90 billones de euros), y suma y sigue. Stiglitz habla con FP de cómo el gasto de este conflicto va a exacerbar la recesión en Estados Unidos y lo que significa para el estadounidense medio.

John Thys/AFP/Getty Images
John Thys/AFP/Getty Images

Foreign Policy: ¿Qué suponen tres billones de dólares para el contribuyente estadounidense?

Joseph Stiglitz: Si se divide por [el número de] hogares estadounidenses, da aproximadamente 25.000 dólares (casi

16.000 euros) [por familia]. Es mucho dinero. Pero, en realidad, estamos hablando de un gasto total que puede variar entre los tres y los cinco billones de dólares.

Es aritmética básica, pero los costes se desglosan en las distintas categorías y, una vez que se hace eso, es muy difícil obtener una cifra inferior a 3 billones. Y nuestro cálculo nos parece muy conservador. Algunas partes están muy claras y no levantan ninguna controversia: la cantidad que el Estado reconoce que está dedicando a Irak. Ahora bien, para casi todo lo demás hay que tener cierta capacidad de previsión, por ejemplo, con el despliegue de tropas. Y luego hay cantidades que no se han incluido y que cuesta obtener del Ejecutivo. Por ejemplo, el Gobierno se encarga de la cobertura de seguro de los contratistas [que trabajan en Irak]. Nadie quiere asegurarlos, así que es el Estado quien tiene que acabar pagando la prima. Además, las pólizas de seguros contienen una cláusula que excluye las acciones hostiles. Casi todos los contratistas que mueren lo hacen en este tipo de ataques, así que el Gobierno acaba sufragando también las compensaciones. Este caso es una muestra de cómo la contabilidad de la Administración hace que sea muy difícil sonsacarle las cifras reales.

Dos grandes costes son el de tener que pagar más para poder reclutar a gente y el de sustituir nuestro material, que sufre mucho desgaste. Los grandes capítulos que se presentan en el presupuesto son el del dinero que vale reponer las Fuerzas Armadas -lo que llaman reajuste- y la asistencia a los veteranos que regresan con discapacidades. Sabemos que el número de soldados con lesiones que vuelven es mucho mayor y que los casos [de síndrome de estrés postraumático] aumentan cuando las estancias allí son repetidas y cada vez más prolongadas.

Foreign Policy: Ha mencionado el reajuste y la asistencia a los veteranos. ¿Hay otros grandes gastos que se suelan pasar por alto o no se incluyan cuando hablamos del coste de Irak y Afganistán?

JS: Una parte del presupuesto que se olvida son los intereses, porque vamos a tener que pagarlos sobre lo que hemos pedido prestado [para sufragar la guerra]. Y también están las pensiones de discapacidad de la Seguridad Social. Normalmente se dejan fuera. Una de las cosas que no incluimos y deberíamos son las ayudas de Medicaid. Muchos de los soldados discapacitados que vuelven a casa tienen ingresos bajos y, por tanto, tienen derecho a este servicio médico. Además, nosotros decimos que el conflicto ha tenido un efecto negativo sobre la economía y, si es así, eso se reflejará en una disminución de los ingresos fiscales.

Al margen del presupuesto, hay que tener en cuenta los costes que soportan las familias. Una de cada cinco tiene a un miembro con una discapacidad grave y alguien tiene que cuidar de esa persona. Los miembros de la Guardia Nacional se han visto arrancados de sus hogares y sus puestos de trabajo. Se enfrentan a un trastorno enorme por el que no les están compensando como es debido.

FP: ¿De qué forma contribuye el gasto de la guerra a exacerbar el empeoramiento económico en Estados Unidos?

JS: Como el conflicto ha hecho que los precios del petróleo suban, y dado que los gastos de la guerra no estimulan la economía tanto como lo habrían hecho los gastos domésticos, la economía está más débil. La Reserva Federal [de EE UU] ha ofrecido más liquidez, y eso permite que el consumo aumente y el ahorro descienda a cero o a cifras negativas. Como consecuencia, nos encontramos con una deuda inmensa para compensar los efectos negativos del gasto de la guerra, y ése es el problema al que ahora nos enfrentamos. Hay una clara relación entre las dos cosas. Estamos gastando en el extranjero un dinero que podríamos haber gastado en nuestro propio país.

FP: ¿Qué opina de los rescates de los bancos Bear Stearns y Northern Rock? ¿Se habría opuesto a ellos?

JS: No, pero habría insistido en dos cosas. Una, que, dada nuestra situación, la política monetaria no va a reavivar la economía. La única manera de que lo haga es reavivando la burbuja inmobiliaria, y nadie lo desea. Así que tendremos que reconocer que la política monetaria está desconectada y que lo único que está logrando es impedir que la situación empeore aún más.

La Reserva Federal no podía escoger, en cierto sentido. Lo que sí podía haber elegido era cómo hacerlo. Y no ha conseguido lo que debía, que era minimizar el riesgo moral. Los accionistas de Bear Stearns se van a ir con 1.200 millones de dólares y los que están ahora en peligro son los contribuyentes estadounidenses. En mi opinión, eso es intolerable.

FP: ¿Qué habría que hacer para evitar una crisis continua de confianza en los mercados mundiales?

JS: Precisamos de unos estímulos fiscales más eficaces. Hay que obtener los máximos resultados por dólar y empezar a pensar en las necesidades a largo plazo al mismo tiempo que se abordan los problemas inmediatos. Uno a largo plazo es la falta de inversiones en infraestructuras. El paquete de estímulos del Gobierno estadounidense es poco, llega demasiado tarde y no está bien diseñado. Estamos hablando de unos 150.000 millones de dólares. Los préstamos sobre el valor de las hipotecas han ascendido a unos 900.000 millones de dólares al año. El aumento de los precios del petróleo ha sido de varios cientos de miles de millones al año. Es decir, son magnitudes muy distintas. Y llega demasiado tarde. Para que estas políticas tengan algún efecto es necesario que pasen entre seis y nueve meses. Y [el presidente Bush] dice: "Vamos a esperar". Ésa es una invitación a una tendencia a la baja todavía más prolongada. El problema con EE UU no es que consume poco, sino que consume demasiado. Eso es lo que está exacerbando las discrepancias y los desequilibrios fundamentales en la economía.

FP: ¿Debería existir una regulación de los fondos soberanos? ¿Y un código de conducta?

JS: ¿Quién puede estar en contra de un código de conducta que diga que hay que actuar bien? Pero lo importante es la transparencia. Los fondos de gestión alternativa van asociados a una enorme falta de ésta. Cualquier política que afecte a los fondos soberanos y no a los de gestión alternativa es inconsistente, incoherente e ineficaz. No sabemos quién posee los de gestión alternativa, por lo que, si los fondos soberanos colocan su dinero en unos de gestión alternativa, nadie se entera. Si decimos que "la propiedad importa", entonces debemos saber quién posee todo.  De no ser así, será ineficaz y discriminatorio, y engendrará resentimiento, además de tarifas más altas para los de gestión alternativa. Da qué pensar: ¿hay aquí intereses ocultos? ¿Se pretende generar dinero que se mueva a través de los fondos de gestión alternativa?

FP: Usted fue economista jefe en el Banco Mundial. ¿Qué opina del mandato de Robert Zoellick [como presidente del Banco] hasta ahora?

JS: El Banco se quedó tan desmoralizado con su predecesor [Paul Wolfowitz] que no tenía más remedio que mejorar. La dirección en la que se está moviendo cuenta, en general, con amplio respaldo: más centrado en los bienes públicos mundiales, el cambio climático y con atención permanente a África. Eso está muy bien. Sin embargo, los dos elementos polémicos son el comercio y Oriente Medio. El problema con el comercio es que, desde la perspectiva de muchos países en desarrollo, lo que Estados Unidos y la UE están impulsando como Ronda de Desarrollo no lo es. Y creo que es muy difícil para un antiguo negociador comercial estadounidense [como Zoellick] cambiar de chaqueta y decir: "Ahora voy a estar de parte de los países en vías de desarrollo y a señalar todos los aspectos en los que EE UU está equivocado". Con Oriente Medio sucede algo muy semejante. Zoellick procede de la Administración Bush, cuya política respecto a esta región ha contribuido a empeorar la seguridad y la estabilidad en la zona. Hay relaciones muy tensas. Quizá sea capaz de sortear la situación, pero, desde luego, es un área muy delicada.

 
Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, es catedrático de esta disciplina en la Universidad de Columbia y coautor, con Linda Bilmes, de The Three Trillion Dollar War: The True Costs of the Iraq Conflict.