Una persona protesta fuera de la Bolsa de Nueva York. Mario Tama/Getty Images
Una persona protesta fuera de la Bolsa de Nueva York. Mario Tama/Getty Images

Puede que los franceses inventaran el cine y que los indios sean hoy los que más películas producen pero el séptimo arte sigue teniendo sabor americano. No es casualidad que de los 25 mejores largometrajes de la historia según IMDB, solamente uno no lleve el sello de Hollywood. La habilidad de los estadounidenses para explicar su país en 25 fotogramas por segundo ha hecho que conozcamos lo bueno, lo malo y lo regular. También vale para los tiempos actuales. He aquí 20 películas para entender Estados Unidos.

 

El fin del sueño americano

Es imposible entender el actual EE UU sin saber de dónde venimos. Tras su aplastante victoria en la Segunda Guerra Mundial, el país emergió como un Estado rico, poderoso y optimista. Esa fachada, no siempre cierta, empezó a resquebrajarse a mediados de los 60. Ahí empezó todo y no hay mejor documento para verlo que revisitar un clásico como Forrest Gump (1994). La llegada de la contracultura, el feminismo y el pacifismo pusieron en tela de juicio todo lo que parecía seguro. Los estadounidenses empezaron desconfiar de su gobierno por las mentiras de una guerra (Good Morning Vietnam, 1987) y acabaron por perderle por completo la fe al salir a la luz las peores miserias de Richard Nixon durante el escándalo Watergate (Todos los hombres del presidente, 1976). Si en 1964, según Pew Research Centre, el 77% de los estadounidenses creía que su gobierno hacía siempre o casi siempre lo correcto, para 1977 esa cifra había bajado hasta el 25%. De aquellos desengaños nació los EE UU que hoy conocemos.

 

La guerra contra el terror

Soldados estadounidenses en Afganistán. Chris Hondros/Getty Images
Soldados estadounidenses en Afganistán. Chris Hondros/Getty Images

Un buen punto de partida emocional sería United 93 (2006), en la que se narra el secuestro de ese vuelo durante el 11-S. De un lado percibimos el golpe brutal e inesperado que supusieron los atentados en un país que había olvidado el temor tras salir victorioso de la Guerra Fría. Del otro, nos da una idea muy clara del estado de ánimo en que quedaron los estadounidenses tras los ataques: antes del 11-S el terrorismo rara vez se colaba en la lista de las principales preocupaciones de los ciudadanos que elabora la encuestadora Gallup, pero al mes de los atentados, era el principal problema para el 48% de la población. La heroica historia de los pasajeros que, informados de los ataques contra las Torres Gemelas, decidieron pelear con los secuestradores nos hace comprender el ansia de justicia (y de venganza) que marcó la política estadounidense y que desembocó en Afganistán e Irak.

De ahí podemos pasar a algunas de las joyas cinematográficas que se han hecho sobre estas dos guerras. Entre todas destaca Restrepo (2010), un documental que sintetiza 15 meses en primera línea con un pelotón estadounidense en el rincón más peligroso de Afganistán. La película habla de la vida y de la muerte en la guerra, pero va mucho más allá. Escuchamos a soldados que son casi niños jugando un videojuego y a otros que están allí porque con su educación o sus posibilidades económicas no tienen muchas más opciones. El film también nos adentra en las consecuencias de la guerra cuando los soldados vuelven a casa: una generación de ex militares lastrados por el remordimiento, el insomnio y el suicidio. Según datos del propio Departamento de Defensa, entre el 10% y el 18% de los veteranos de Irak y Afganistán sufren estrés postraumático y estudios más recientes dicen que cada día, uno de ellos se quita la vida.

El taquillazo American Sniper (2014), basado en una historia real, también nos da una perspectiva interesante sobre lo que significa la guerra moderna para los estadounidenses que la luchan. Le película no cuenta sólo la historia de los que se van a combatir, sino de los que se quedan en casa esperando y sufren igual las consecuencias.

 

La política de hoy

Cualquiera que no sepa absolutamente nada de la política estadounidense debería empezar con un clásico: Caballero sin espada (1939). A pesar de la atroz traducción al español del título, Mr. Smith goes to Washington se mantiene como una buena guía de iniciación a través de las desventuras de un senador novato en la capital del imperio americano. Sin embargo, el día a día de la política ha cambiado por completo.

La mejor medida de la locura que es una campaña presidencial son dos documentales que han seguido a sus protagonistas desde el minuto uno de sus campaña hasta el final. Una joya de HBO es By the People: the election of Barack Obama (2009) aunque por aquí tal vez sea más fácil encontrar Mitt (2014). Veremos la complicadísima coreografía de la política actual, donde poco o nada se improvisa, y las sofisticadas estrategias comunicativas que pueden llevar a la persona adecuada hasta la Casa Blanca. Una guerra en toda regla. Si alguien quiere algo que no sea documental y más fácil de conseguir siempre puede acudir al taquillazo Los idus de marzo (2011).

 

Las tensiones raciales

Mural dedicado a Freddie Gray tras las protestas que provocaron la muerte de Gray en Baltimore, EE UU. Brendan Smialowski /AFP/Getty Images
Mural dedicado a Freddie Gray tras las protestas que provocaron la muerte de Gray en Baltimore, EE UU. Brendan Smialowski /AFP/Getty Images

La convivencia entre razas en EE UU es un tema que ha dado para decenas de buenas películas. Por hacer una correcta secuencia histórica del problema solo con títulos recientes podemos empezar con 12 años de esclavitud (2013) en la que se cuenta la historia de un afroamericano libre del norte, secuestrado y esclavizado durante más de una década. La historia, dura como pocas, nos retrotraerá al inicio de tantos problemas: el hecho de que hasta mediados del XIX en el sur del país se compraba y se vendía a personas como animales, sin ningún derecho.

El siguiente paso es trasladarnos a los 60, cuando los descendientes de esos esclavos veían pisoteados esos derechos que en teoría ya tenían. En Criadas y Señoras (2011) se retrata con humor ese opresivo mundo sureño en que las dos razas conviven y se necesitan, pero en la que los blancos conservan todos los privilegios. Los afroamericanos no pueden usar los mismos baños o salas de espera, les niegan el voto y hasta se dejan sus criadas “en herencia” en el testamento. Aunque las dos películas hablan de épocas ya superadas, ayudan a entender la brecha de la que habla un reciente estudio de Pew: el 40% de los blancos cree que el país ya se ha adaptado para que todos tengan los mismos derechos, mientras que entre los afroamericanos apenas lo piensa un 8%.

Por llevar el tema a la actualidad, una película imprescindible es Gran Torino (2008), el mejor retrato de una América blanca a la que le cuesta entender que el país ya no es solo suyo. Aunque la trama se centra en las diferencias entre un blanco de mediana edad y sus vecinos de origen asiático, las lecciones valen para todas las razas. Aunque resulte difícil de creer, según un minucioso estudio de PRRI, un 45% de los estadounidenses cree que la discriminación contra los blancos es un problema tan grave como la discriminación a los afroamericanos y más de la mitad opina que la cultura y el “modo de vida” americano ha ido a peor desde los 50. No todo el mundo está satisfecho con una sociedad cada vez más mestiza e igualitaria.

 

La economía salvaje

Estados Unidos es la patria del capitalismo y ningún país ha retratado sus excesos de forma tan completa en la gran pantalla. Un clásico del género sería  Roger & Me (1989). En su primer documental, el polémico director Michael Moore persigue al presidente de General Motors para pedirle explicaciones por el cierre de una fábrica en su ciudad que ha costado 30.000 empleos. Con esta excusa, la película es una ventana abierta a la destrucción de una gran parte de la clase media estadounidense. En las últimas décadas miles de trabajadores han sufrido la marcha del empleo industrial a países con mano de obra más barata, un fenómeno que ha dejado verdaderas ciudades abandonadas y bolsas de personas en la pobreza y sin esperanza. La película sigue de actualidad en el nuevo siglo: según el Departamento de Comercio, entre 2002 y 2012 las grandes multinacionales estadounidenses se llevaron de su país al extranjero casi tres millones de empleos,

Si nos pasamos a la crisis actual la obra de referencia es el documental Inside Job (2010) en el que se detallan de modo didáctico los abusos y trampas que hundieron la economía mundial en 2008. El tono pausado de la película sólo contribuye a una mayor indignación. El crack de los mercados nos ha dejado al menos otras dos grandes películas: Too Big to Fail (2011) narra el minuto a minuto del hundimiento de la banca con grandes actores en los papeles protagonistas y Margin Call (2011) es una ficción excelente que nos traslada al mismo momento histórico. Las tres son imprescindibles para entender cómo llegamos hasta esta postcrisis.

No me resisto a dejar aquí otro documental muy necesario para comprender EE UU, un país riquísimo lleno de pobres. Hablo de Park Avenue (2012), un documental que explora la brecha que separa a los más favorecidos y a los más castigados a través de la famosa calle de Nueva York. En la misma avenida están los edificios con más billonarios del mundo y el distrito con menos renta per cápita de todo el país, porque Park Avenue pasa por el Upper East Side de Manhattan y por el Sur del Bronx. Toda una metáfora de un país donde el 1% tiene tanto como el 95% más pobre y en el que los niveles de desigualdad salarial se empiezan a aproximar a los que había en los años de la Gran Depresión.

 

Armas y periodistas

Tienda de armas en Lake Barrington, Illinois, EE UU. Photo by Scott Olson/Getty Images
Tienda de armas en Lake Barrington, Illinois, EE UU. Photo by Scott Olson/Getty Images

Para terminar, dos películas que ayudan a entender dos aspectos muy concretos de la vida estadounidense: sobre su fascinación con las armas hay que recomendar de nuevo a Michael Moore en este caso con Bowling for Columbine (2002). Partiendo de la matanza en un instituto de Colorado y con un punto de vista siempre patente, Moore analiza de forma brillante el problema de la violencia armada en EE UU, donde el año pasado más de 13.000 personas murieron por arma de fuego y donde una persona tiene 25 veces más posibilidades de morir de un disparo que en el resto de países ricos. La ilustración que hace Moore de lo sencillo que es conseguir un arma y de lo complicado de legislar en contra sigue plenamente vigente. Cualquiera al que le interese el asunto sacará mucho material para pensar.

En último lugar, especialmente para periodistas pero en realidad para cualquier persona a la que le interesen los medios de comunicación, hay que recomendar Page One (2011). El documental sigue durante un año a la sección de medios del New York Times mientras informa de la revolución que las redes sociales han supuesto en el periodismo. Debates sobre la ética de promocionar determinadas noticias o si poner precio o no al contenido son el centro de una película imprescindible para entender el presente y el futuro de los medios, aquí y allí.