Un hombre corre tras el impacto de una bomba lanzada por el Ejército sirio y los aviones rusos en Hamouria, Ghouta, Siria. (ABDULMONAM EASSA/AFP/Getty Images)

Tras casi siete años de guerra, el régimen del presidente Bashar al Assad está ganando, en gran parte gracias al apoyo de Irán y Rusia. Pero la lucha no ha terminado. Todavía hay grandes franjas del país que no están controladas por el Gobierno, las potencias regionales e internacionales no se ponen de acuerdo y Siria está sirviendo de campo de batalla para la pelea entre Irán y sus enemigos. A medida que se expulse a Daesh del este, las posibilidades de escalada en otras partes aumentarán.

En el este del país, las campañas rivales de las fuerzas del régimen (apoyadas por las milicias vinculadas a Irán y aviones rusos) y de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF en sus siglas en inglés) dirigidas por los kurdos (respaldadas por la coalición encabezada por Estados Unidos contra los yihadistas) han obligado a Daesh a retroceder. En Siria e Irak, los restos del Estado Islámico se han retirado al desierto a la espera de nuevas oportunidades.

Para el régimen y las SDF, la guerra contra Daesh era un medio para un fin. Los dos pretendían capturar territorio y recursos, pero también utilizar esas ganancias: el régimen, para consolidar su control, y los kurdos, para presionar y obtener la máxima autonomía. Hasta ahora, los dos bandos, en general, han evitado las confrontaciones. Con el Estado Islámico desaparecido, los riesgos se incrementarán.

El este es peligroso también por la rivalidad entre Estados Unidos e Irán y la proximidad en la que se encuentran estas fuerzas rivales. Lo obtenido por Teherán, en particular el corredor que une zonas de Siria controladas por el régimen con partes de Irak bajo el control del Gobierno, podría hacer que Washington intentara impedir lo que considera un peligroso paso terrestre entre Irán y el Mediterráneo. Los iraníes podrían atacar a las fuerzas estadounidenses para vengarse de sus acciones en otros lugares o expulsar a Estados Unidos por completo.

En el suroeste, Israel podría considerar que las milicias apoyadas por Irán que actúan en la zona de los Altos del Golán son una amenaza directa y emprender acciones militares para rechazarlas. Moscú ha prometido evitar que Teherán y Hezbolá tengan presencia allí, pero no está claro que pueda hacerlo. Es posible que Israel se haga cargo de la situación y ataque a las fuerzas aliadas de Irán. Ese modelo —empujón de Irán y respuesta de Israel— podría prolongarse un tiempo. Pero bastaría cualquier error para caer en un enfrentamiento más amplio que podría extenderse más allá de Siria, hasta Líbano.

Ahora bien, uno de los mayores peligros inmediatos es la posibilidad de una ofensiva de Al Assad en el noroeste de Siria, donde las zonas controladas por los rebeldes albergan a unos dos millones de sirios y en las que Turquía ha desplegado observadores militares dentro de un acuerdo con Irán y Rusia para frenar la escalada. Da la impresión de que el régimen y sus aliados han trasladado parte de su atención del este a estas zonas, con la consiguiente presión para el acuerdo. Una ofensiva del régimen en el noroeste podría causar destrucción y desplazamientos masivos.

 

Este artículo forma parte del especial Las guerras de 2018

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia