
Cómo la acción climática puede ser un escenario para la reconciliación entre Estados modernos y pueblos indígenas.
El verano que acaba de terminar ha dejado patente que no queda rincón en el mundo inmune al cambio climático. Desde la sequía que asola a gran parte de Europa hasta los incendios forestales que quemaron en Canadá una superficie más extensa que toda Inglaterra, los efectos del cambio climático se nos han hecho más tangibles que nunca. Miremos donde miremos, vislumbramos un futuro en el que, con el ya inevitable aumento de las temperaturas globales, la urgencia de hoy amenaza con convertirse en la norma de mañana.
Esta amenaza nos afecta a todos. Pero no de la misma manera, ni en igual medida. Aquellas personas y comunidades que parten de una situación de mayor vulnerabilidad se ven más expuestas, al tener menos recursos para premunirse contra la adversidad climática o reponerse de sus consecuencias. Irónicamente, ante el cambio climático, quienes menos tienen, más han de perder.
Legado colonial y vulnerabilidad climática
En aquellos Estados modernos que se construyeron sobre las tierras ancestrales de otros, las comunidades indígenas suelen estar entre las más vulnerables a los estragos del cambio climático, tanto por su relativa marginalización socioeconómica, como por sus raíces culturales más apegadas a la naturaleza. Canadá, país de origen de quién firma estas líneas, no es ninguna excepción. Las comunidades inuit del norte canadiense están en primera línea de los cambios climáticos, en una región ártica que se recalienta tres veces más rápido que la media mundial. En un país donde tan solo el 5% de la población se considera indígena, más del 40% de las comunidades que tuvieron que ser evacuadas debido a los incendios forestales del verano son comunidades con mayoría indígena.
En 2019, la Asamblea de Primeras Naciones de Canadá –organización nacional de comunidades indígenas– declaró una emergencia climática, y al año siguiente convocó a unos 300 líderes, expertos y guardianes del saber tradicional para posicionarse ante este inmenso reto. De su informe destaca la observación que, en Canadá como en muchos países, el debate público en torno al cambio climático no toma en cuenta la vulnerabilidad añadida de los pueblos indígenas por el legado histórico del periodo colonial y las políticas de asimilación.
Este legado es una de esas verdades que duele mirar de frente. En las primeras andaduras del Estado canadiense, entre 1831 y 1998, unos 150.000 niños indígenas fueron arrancados a sus familias y enviados a internados, donde fueron despojados de sus idiomas, tradiciones y culturas. Muchos sufrieron abusos físicos y sexuales, y demasiados nunca volvieron a casa. A pesar de los esfuerzos que ya se están haciendo para reconocer esta tragedia y trazar un camino hacia la ...
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