El Canciller alemán Olaf Scholz se une a Azali Assoumani, de la Unión Africana, y a Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, en la reunión de la Cumbre del G20 el 9 de septiembre de 2023 en Nueva Delhi, India. (Kay Nietfeld/dpa/Getty Images)

La inclusión de la Unión Africana cierra una injusticia histórica y abre la oportunidad para su desarrollo, pero primero deberá definir sus causas comunes.

“Antes de nada, invito al presidente de la Unión Africana (UA) a tomar su asiento como miembro permanente del G20”. Las palabras del presidente de India, Narendra Modi, dieron paso a un hito histórico: África tendrá un sitio permanente en el foro de las principales potencias económicas del mundo.

Allí fue a ocupar el sitio Azali Assoumani, presidente de Comoras y líder rotatorio de la UA durante 2023. Todavía no se sabe si cambiará el nombre a G21, pero aceptar la entrada de la Unión Africana tras siete años de intensas negociaciones es una evidencia de la creciente importancia geopolítica del continente en el mundo global. 

Una vez dentro, la organización continental debe trazar bien las líneas maestras para aprovechar su voz en el tablero global. Que una sola organización represente los intereses de 55 países, que a su vez tienen los suyos propios y muy diversos, es harto complicado. La inclusión en el G20 obliga a la Unión Africana a reformarse para asegurar que su voz sea una sola y haya una política común que falta en el continente.

Falta política exterior y un marco común

La llegada de la Unión Africana al marco común presenta una serie de retos a una organización intergubernamental que históricamente no ha tenido cohesión interna.

Su llegada se ha comparado a la de la Unión Europea, la única otra organización que no es un país soberano que forma el G20. Ahora, hay diferencias considerables. La UE es una organización supranacional y la UA es intergubernamental. La definición de ambos términos marca la diferencia: mientras una organización supranacional actúa en nombre propio, con entidad separada de sus Estados miembros, una intergubernamental representa los intereses comunes de los países soberanos que la forman. Es decir, la Unión Europea sí tiene una política común, mientras que la Unión Africana no. Esto hace más difícil todo, ya que la voz africana en el G20 se supone que debería representar al continente, y no todas las 55 voces distintas de cada país miembro.

El primer esfuerzo será saber a quién representan. Hasta seis países están suspendidos por golpes de Estado exitosos –Gabón, Burkina Faso, Sudán, Malí, Guinea y Níger–. Al estarlo, ¿no defenderán sus intereses en el marco global? ¿Es la Unión Africana por lo tanto un representante adecuado de los intereses de todos los africanos? Obviar a estos países daña los intereses comunes e impide la coordinación efectiva en materias globales importantes como el tráfico ilícito de personas, armas y drogas; así como en la lucha antiterrorista en el Sahel. El primer paso será definir cómo representan a estos Estados en el G20.

Más allá de su fractura, la Unión Africana debe definir un marco común. La organización siempre ha sido de mirar de puertas para adentro, dejando a sus Estados miembros tener cada uno su política exterior. Eso mismo se ha notado en la votación para condenar la invasión rusa en Ucrania, donde un 55% votó a favor y el otro 45% se abstuvo o lo hizo en contra
Ahora, al entrar en el G20, la Unión Africana se enfrenta al deber de reformarse y conseguir unidad. Por un lado, el continente deberá esforzarse por tener tan solo un posicionamiento en cuestiones globales como la guerra de Ucrania, el conflicto entre Palestina e Israel, que ha dividido a sus miembros, provocando la suspensión de este último como Estado observador o incluso en temas que nunca se han planteado en el continente como la respuesta a las armas nucleares de Corea del Norte. A día de hoy no hay una posición común en la gran mayoría de cuestiones de política exterior, ya que es responsabilidad de cada país miembro.

Por último, la Unión Africana debe decidir quién le representa. Por el momento, no hay una política establecida con una figura que represente al continente. Que fuera Assoumani quien asumiera el mando abre la primera de las dudas de la nueva inclusión de la organización intergubernamental africana: ¿tiene sentido que el jefe del Estado de un país de 855.521 personas y el tamaño de Luxemburgo representara a todo un continente de 1,5 mil millones de personas? 

Algunos analistas abogan por una dualidad similar a la de la Unión Europea. En su representación acuden la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. En el caso africano sería Moussa Faki, el presidente de la Comisión de la Unión Africana, acompañando al jefe de Estado rotatorio que ostenta la presidencia de la organización. 

Ahora, hay una diferencia importante: el líder del Consejo Europeo, no lo es a la vez de un Estado miembro y lo hace por un máximo de cinco años. El hecho de que el presidente de la Unión Africana también represente a su Estado y sea solo por un año, favorece la interferencia de políticas nacionales y limita la capacidad para entablar confianza a largo plazo con el resto de países. Es por ello que algunos analistas sugieren un perfil de un antiguo jefe de Estado elegido por un periodo extendido de tiempo

Sea como fuere, la Unión Africana deberá reformarse internamente para poder ser efectiva en el plano global. No basta ya con tener un funcionamiento interno, sino que debe adaptarse a las reglas internacionales para poder ser un actor fuerte en la toma de decisiones del G20.

Una cosechadora corta un campo de trigo en una granja de Rongai, cerca de la ciudad de Nakuru, Kenia. (James Wakibia/SOPA Images/LightRocket/Getty Images)

Centrarse en temas globales y comunes

A pesar de la falta de unidad, el continente sí tiene un posicionamiento común en una serie de materias internacionales en las que debe hacer valer su poder. Por ejemplo, a pesar de la división en la invasión rusa de Ucrania, fue la Unión Africana quien lideró la iniciativa para desbloquear las exportaciones de grano ruso y ucraniano, una decisión unánime dada la alta dependencia del trigo que tienen la gran mayoría de países africanos. Entrar en el G20 es un paso vital para poder negociar de manera formal y rápida y así reducir los tiempos para que no causen graves consecuencias humanitarias.

Unirse con una sola voz se ha mostrado efectivo en otros foros internacionales para favorecer los intereses del continente. El cambio climático es otro de los grandes puntos en común. Los esfuerzos africanos fueron vitales en la pasada Conferencia por el Clima de 2022 para crear el fondo de daños y reparaciones climáticas por el cual los países que más carbono han emitido a lo largo de la historia, pagarán las consecuencias climáticas que sufren regiones que no han contaminado como África, que solo representa un 3,8% de las emisiones históricas.

Su creación fue un paso en sí, pero ahora falta todavía esclarecer cuánto, cómo y cuándo se pondrá en marcha ese fondo de recuperación y para ello es vital formar parte del G20, que es desde donde se puede presionar a los países desarrollados.

La economía y financiación global, batalla clave

Si hay un tema que será importante es la financiación global. El G20 ofrece una plataforma a la Unión Africana para defender sus intereses en las discusiones sobre las instituciones financieras globales y en cómo se reparte la riqueza mundial.

En ello, hay dos instrumentos clave. Por un lado, los derechos especiales de giro y por otro, la suspensión de la deuda. 

En 2021, la organización consiguió arrancar el compromiso de las naciones desarrolladas de redirigir hasta 100 mil millones de dólares en derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional, un mecanismo internacional para otorgar reservas monetarias y liquidez a los Estados miembros. Por aquel entonces, la economía continental intentaba recuperarse de la pandemia del Covid-19 y al continente solo le correspondía 33,6 mil millones. Tras asignarse todo ese dinero y con la crisis económica derivada de la guerra de Ucrania, la Unión Africana ha solicitado el mismo dinero de nuevo

Ahora, más allá de esto, la Unión Africana también lidera la petición para reformar el sistema de reparto por el que las economías más fuertes se llevan la mayor parte del dinero: en 2021 los países considerados de ingresos altos por la ONU se adjudicaron el 70% del dinero. Estar en la mesa del G20 garantiza un empujón necesario para acelerar los procesos y mejorar el sistema financiero internacional en favor de África.

Por otro lado, compartir mesa con sus principales acreedores ayudará al continente a negociar más directamente y desde una posición más favorable la reestructuración de la deuda. Hasta 22 países tienen problemas de deuda y la Iniciativa de la Suspensión del Servicio de la Deuda del G20 comenzada en 2020 es un mecanismo clave, pero no beneficia a todos los países africanos.

Más allá de estos dos instrumentos, la presencia sostenida en el G20 ayudará a la Unión Africana a potenciar su integración económica. El Tratado de Libre Comercio Africano inaugurado en 2021 fue un hito histórico, pero para poder implementarlo con eficacia hace falta, entre otras muchas cosas, fomentar la industrialización.

Actuar como un ente unificado de 55 países en las negociaciones por la reforma de los acuerdos otorga poder de negociación para que la creación de valor se lleve a cabo en el continente. Dos tercios de los productos que salen de África a la Unión Europea son materias primas, mientras que el 70% de los que entran desde allí están manufacturados. 

Luchar por acuerdos paritarios será ahora más fácil desde el G20. La Unión Africana debe saber aprovechar las diferencias entre las grandes potencias para buscar socios que apoyen sus causas según les convenga. Aunque estos socios externos busquen mejorar sus relaciones con el continente más bien para contrarrestar el poder de sus rivales en el panorama global que por un interés real por África.

Los líderes del continente deben ser inteligentes y saber pactar tanto con la Unión Europea y Estados Unidos como con China y Rusia sin tomar partido en el G20 en un mundo cada vez más polarizado en bloques.

Por el momento, los principales actores internacionales ya escuchan a África a la hora de definir cómo funciona el mundo. Ahora hace falta hacerse notar para que la tomen en serio.