Las contradicciones y carencias que hacen que Bosnia y Herzegovina esté muy lejos de tener un sistema político democrático y funcional.

Una chica bosnia en un tranvía, Sarajero. Stringer/AFP/Getty Images
Una chica bosnia en un tranvía, Sarajero. Stringer/AFP/Getty Images

El Tratado de Paz de Dayton tuvo como objeto principal poner punto final al conflicto interétnico que había venido asolando Bosnia y Herzegovina. Pero, al mismo tiempo también impuso un sistema institucional para el futuro Estado bosnio que quedó plasmado en el Anexo 4 del Acuerdo.

Veinte años más tarde, el régimen político de Bosnia y Herzegovina sigue modelado a partir de esa Constitución fraguada en Dayton. Y aunque es cierto que la paz no ha quedado rota, la mayor parte de los analistas coinciden en señalar que el objetivo de garantizar la estabilidad política en el país dista mucho de haber sido alcanzado, y que la Bosnia diseñada en Dayton está lejos de poseer un sistema político democrático y funcional.

El Preámbulo de la Constitución se refiere a los bosnios, los croatas y los serbios, “junto con los otros”, como pueblos constituyentes de este Estado, quizá sin advertir que esta apuesta por remarcar el carácter multiétnico de Bosnia y Herzegovina constituye al mismo tiempo el principal factor de fragilidad del sistema político que se pretende consolidar, y que nace así falto de un imprescindible “nexo fundador”. La voluntad de mantener una Bosnia y Herzegovina independiente y cohesionada aparece sustentada no tanto en la voluntad de los ciudadanos de este Estado, como en la de los pueblos que van a quedar integrados en él y –sobre todo– en la de las potencias internacionales que forzaron su firma.

Así las cosas, no es de extrañar que el sistema político resultante sea en extremo atípico, y aparezca cargado de contradicciones y de carencias susceptibles de convertirse en debilidades. De éstas, al menos ocho merecerían ser subrayadas para llevar a cabo una valoración crítica del modelo constitucional salido de Dayton.

La Constitución instauró un sistema federal frágil, potenciador de los elementos centrífugos en detrimento de los centrípetos. Un sistema en el que los principios propios de un Estado federal se encuentran presentes, pero únicamente orientados a la promoción y la protección de las entidades federadas, que disponen de una exacerbada autonomía y de múltiples medios para protagonizar bloquear el trabajo de las instituciones federales. La aceptación de esta nueva estructura federal sólo se produjo cuando estas entidades se aseguraron de que continuarían controlando los mecanismos de decisión clave en el seno del Estado, lo que exigió una obsesiva preocupación por no privilegiar ni dañar a ninguna de las comunidades participantes, y por no permitir la emergencia de una voluntad política única y superior a las mismas.

Un sistema federal que además de frágil resulta atípico, en la medida en que se halla traspasado por el elemento “comunitario”. Aunque en aquellos Estados que se han decantado por una fórmula federal es habitual encontrar una estructura “a dos niveles”, que asocia al Estado central y a los Estados federados, en el caso de Bosnia ...