La división étnica en Bosnia y Herzegovina parece haberse consolidado 20 años después de que, precisamente, se llegara a un acuerdo que intentaba acabar con los choques étnicos de la guerra. ¿Cuáles han sido los efectos del Acuerdo de Dayton en las identidades de los diferentes grupos? 

Un hombre camina al lado de un póster de apoyo al ex líder serbobosnio Radovan Karadzic en la ciudad de Banja Luka, entidad República Srpska. AFP/Getty Images
Un hombre camina al lado de un póster de apoyo al ex líder serbobosnio Radovan Karadzic en la ciudad de Banja Luka, entidad República Srpska. AFP/Getty Images

Tras de la guerra serbo-bosnia que se desarrolló entre 1992 y 1995, el país que es hoy Bosnia y Herzegovina (BiH) estaba devastado, pero salpicado de enclaves humanos mixtos y divididos, rodeados de tropas de la ONU, organizaciones internacionales de ayuda humanitaria y los primeros viajeros intrépidos. Veinte años después, la realidad parece muy distinta. A pesar de ser mucho más cosmopolita, estar reconstruida y ser muy atractiva, Sarajevo, el auténtico corazón de la guerra, es hoy una ciudad más dividida, fragmentada y distribuida con arreglo a unos criterios étnicos no escritos, igual que el resto del país. Da la impresión de que el telón de acero ha llegado a BiH. Desde el punto de vista étnico, los barrios son mucho más homogéneos y se ha generalizado el uso de las palabras Sarajevo Este o Sarajevo Oeste (según sea la parte de la ciudad que están en la República Sprska o la que está en la Federación de BiH) y República o Federación (según sea una entidad u otra).

La minoría serbia que antes vivía en distintas partes del país se ha trasladado hoy a determinadas zonas asignadas. Se construyen nuevas instituciones, nuevas redes sociales y nuevos edificios y símbolos religiosos, políticos e ideológicos. Las dos entidades funcionan como maquinarias políticas e institucionales separadas, y las relaciones entre ellas son siempre ásperas. La situación en BiH, en 2016, es la opuesta a la deseada: el país está étnicamente dividido de facto y, aunque hay una coexistencia pacífica, las identidades se han reforzado dentro de sus límites respectivos. Si antes había unos mapas comprometidos y borrosos, ahora existe una división clara entre la comunidad serbia y las otras (principalmente bosnios, croatas, eslovenos y gitanos). El Acuerdo de Paz de Dayton, (APD) que puso fin a la guerra, introdujo una situación con más coherencia étnica en BiH y ha dejado el país en un estado de paz negativa y estancamiento político que resulta difícil de superar.

Antes de Dayton: etiquetas y grupos en la antigua Yugoslavia

La Constitución yugoslava de 1974 estableció que BiH era un Estado con diferentes ciudadanos y nacionalidades: musulmanes, croatas y serbios. En la misma vena, la Carta Magna inacabada de 1992 y el posterior Acuerdo de Paz de Dayton se diseñaron basándose en la existencia de tres etnias o tres naciones.

Esta distinción surgió en el periodo otomano, cuando los barrios se construían en función de las semejanzas de la gente para garantizar las rutinas, los rituales, la celebración de las tradiciones, las costumbres y los modos de vida. El Imperio otomano, posteriormente, siguió destacando las diferencias y cambió su política de tolerancia por la persecución de los infieles. Después de la Segunda Guerra Mundial, el régimen comunista del mariscal Tito redujo el papel de la religión para mantener la armonía étnica e impidió que los grupos etno-nacionalistas se unificaran con organizaciones religiosas. Sin embargo, las fuerzas del conflicto se impusieron. Por consiguiente, la fraternidad y la unidad pasaron a constituir una religión civil. A pesar de la aceptación de las etiquetas étnicas, el régimen de Tito se esforzó en construir un sentimiento nacional común. La Constitución de 1974, que tomaba prestadas ideas del comunismo, se basaba en el concepto eslavo de narodnost, que incluía la idea de grupo étnico, en la interpretación general de los especialistas occidentales, pero también con fuertes connotaciones de pertenencia.

A medida que se desarrollaban estos mundos diferenciados, las identidades de grupo se consolidaban. Mientras “las diferencias individuales se condenaban dentro del grupo, las diferencias de grupo se conocían, se reforzaban y se promovían para fomentar la lealtad a los valores y la identidad de la comunidad”. Esta situación, en la que el grupo étnico se definía por exclusión, se mantuvo durante los primeros enfrentamientos. Cada grupo étnico creó sus propias historiografías particulares sobre las que la conciencia identitaria se creó y se utilizó como justificación de las reivindicaciones nacionales.

Cuando estalló la guerra serbo-bosnia, la etnicidad sirvió para crear grupos de gente que lucharan entre sí. En esos años, cada líder nacionalista exigía sus «derechos nacionales» y hacía llamamientos al odio contra las otras comunidades en un claro intento de obtener más poder personal, y usaba los relatos religiosos y étnicos para encubrir sus ambiciones políticas. Los dirigentes religiosos de los Balcanes utilizaron las instituciones interconfesionales para perseguir sus intereses comunes, como la restitución de las propiedades de la iglesia y las presiones públicas contra todas las fuerzas anticlericales.

El Acuerdo de Paz de Dayton y sus efectos sobre las identidades de grupo

Aunque la identidad étnica no fue la razón principal de la guerra, esta tuvo profundas repercusiones en aquella. Los acuerdos de división del país instituidos por el APD, que fijaban el traslado de las poblaciones en función de su etnia, no eliminaron del mapa la peligrosa mezcla de grupos. Si bien una división hecha con la máxima cautela trazaría nuevas divisiones, las perspectivas del regreso de minorías disminuyó porque la discriminación continuó.

Se puede decir, por tanto, que estos tres grupos diferenciados están reconocidos oficialmente en las leyes y los tratados del Estado. No obstante, ese reconocimiento legal de tres grupos coexistentes no ha evolucionado hacia lo que los analistas de conflictos llaman una “paz real”, sino hacia una situación de “ni paz ni guerra”. Las relaciones de cada grupo con el Estado son distintas de las de los otros, y los ciudadanos se sienten más vinculados a sus propios representantes que el Estado, la nación, el Gobierno o las instituciones públicas.

El segmento de población serbia que había emigrado o se había visto desplazado durante la guerra empezó a volver poco a poco a sus hogares. Algunos, como explican los informes de ACNUR, no pueden volver exactamente al mismo sitio, porque se encontrarían con discriminación o reacciones violentas. “El legado humano de los pasados conflictos es difícil de abordar. Las animosidades aún existentes siguen influyendo en el ánimo nacional, complican la política interna, impiden la plena normalización… y la consecución de la estabilidad regional”. Estas minorías que viven en una tierra habitada de forma predominante por enemigos han tenido que reinventarse y decidir cómo lidiar con sus orígenes, su historia y sus nuevas realidades.

Veinte años después de la firma del APD, la situación sigue siendo incierta para los 84.500 desplazados internos y refugiados que en 2008 no habían podido regresar todavía a sus hogares. El estatus legal de las personas que sí volvieron no está claro. Dado que sus hogares está aún teóricamente a su disposición, no existe argumento legal para considerarlas refugiadas. Además, ACNUR establece que antes de aclarar ese estatus es necesario seguir ciertas políticas y determinados procedimientos. En segundo lugar, existen obstáculos sociales en muchas áreas, desde la educación hasta la sanidad y la interacción social. Aunque la actitud de paz y reconciliación es evidente en la educación, los adultos siguen vetando a otras categorías étnicas en el Parlamento y los barrios menos heterogéneos. Asimismo, la minoría serbia afronta muchos otros obstáculos, incluido el temor de las generaciones jóvenes a verse “rechazados” o “acusados” por su papel en la guerra. Los que han vuelto siguen teniendo esa percepción y, a veces, experiencias directas de acoso, y eso agrava aún más una situación ya difícil. Cada comunidad tiene una opinión muy distinta sobre quién tuvo la culpa de la guerra, pero las tensiones étnicas persisten.

La firma del APD estableció cuotas étnicas y trazó mapas étnicos y religiosos. En la actual Bosnia y Herzegovina, ser serbio significa ser miembro del grupo agresor en la última guerra ocurrida en el territorio europeo, y eso es algo con lo que los serbios tienen que aprender a vivir mientras resuelven la cuestión de su identidad. Mientras que los serbios de Serbia pueden reconstruir su país, su economía, sus instituciones políticas, sociales y religiosas, los de BiH se enfrentan a una realidad muy distinta. Algunos han pedido asilo o estatuto de refugiados en otros países, y muchos han emigrado, dentro del país, a la zona de la República Srpska, asignada específicamente para ellos. Su sentimiento de identidad étnica de grupo ha crecido, y se han reforzado las redes, los símbolos y las instituciones que señalan esa identidad. Para superar la dicotomía de ser serbios fuera de Serbia y vivir en tierra del enemigo, parece que la solución provisional consiste en mantener una vida cotidiana separada. El tiempo dirá si esta división de facto se mantendrá con los años, pero lo que hoy parece bastante claro es que las consecuencias de la guerra fueron indudablemente de tipo étnico. En 1995, el APD pareció la mejor solución posible para acabar con los choques étnicos de la guerra, pero, con el tiempo, da la impresión de que ha consolidado lo que intentaba evitar: las identidades exclusivas de grupo en Bosnia y Herzegovina.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia