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El primer ministro de Portugal, Antonio Costa, durante una rueda de prensa con motivo de la visita de la Comisión Europea al país por la presidencia rotatoria de la UE. (Hugo Amaral/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

En el momento de asumir la presidencia del Consejo Europeo, la política exterior de Portugal se encuentra con una gran cantidad de asuntos que tratar, pero el país puede aportar numerosos elementos positivos.

Este mes, Portugal ha asumido por cuarta vez la presidencia del Consejo Europeo. Y todo indica que esta va a ser la ocasión más complicada. De hecho, trae a la memoria la anécdota irlandesa sobre el jinete perdido en el campo que pregunta a un campesino cómo ir a Dublín y este le responde: “Bueno, yo no partiría de aquí”.

Como es natural, la pandemia y las decisiones consiguientes de extender la solidaridad económica y sanitaria en toda la Unión Europea han obligado a Portugal a revisar drásticamente las prioridades que se había trazado inicialmente para su mandato. Los dirigentes portugueses van a tener que recurrir a toda su habilidad política para reforzar la cohesión de Europa frente a todos los problemas económicos y sanitarios. Está en juego la imagen de la UE como proveedora de bienes públicos dentro y fuera de Europa.

Dicho esto, el contexto actual también ofrece a la UE una gran oportunidad para impulsar su “soberanía estratégica” en varias áreas decisivas. Las necesidades son acuciantes pero claras.

La primera prioridad que tiene Europa es colaborar con el nuevo presidente de Estados Unidos para reconstruir una comunidad transatlántica. Esto es esencial para sostener un sistema internacional gobernado por normas y hacerlo más resistente frente a los poderes revisionistas que pretenden utilizarlo para sus propios intereses.

Europa ya no da por descontada la relación transatlántica, entre otras cosas porque la política exterior de Estados Unidos depende cada vez más de su impredecible y frágil política nacional. En los últimos años, los europeos han llegado a la conclusión de que necesitan asumir una posición más activa en seguridad y defensa, comercio y la regulación del espacio digital. El futuro de la alianza transatlántica y la fortaleza de la soberanía estratégica europea son interdependientes. Por otra parte, Portugal también debe plantear la necesidad de tratar urgentemente con el Reino Unido el restablecimiento de una relación estratégica en materia de seguridad y defensa dentro de una dimensión europea reforzada de la OTAN.

En segundo lugar, la UE debe sustituir la ambigüedad estratégica respecto a China por una política común en aspectos como la dependencia de las cadenas de valor, la inversión en áreas estratégicas, la reciprocidad económica y el respeto a las normas internacionales y los derechos humanos. Una política más firme en estos ámbitos ayudará a Europa a avanzar en medio de la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China, en la que no va a poder limitarse a ser una mera espectadora, sino que, al contrario, tendrá que tomar una serie de decisiones claras. Por eso Bruselas debe buscar un ...