Las transformaciones de los satélites, los avances en extracción y análisis de los datos de la observación de la Tierra y la comercialización de nuevos tipos de servicios galácticos han empezado a impactar claramente en las vidas de los europeos en general y de los españoles en particular. 

Uno de los errores más habituales que cometemos con la innovación espacial es buscar sus efectos exclusivamente en el cielo, no en la Tierra. Como dicen que sucede en Las Vegas, parece como si todo lo que ocurriese en el espacio se quedase allí arriba, y solo les afectase a cuatro o cinco multinacionales y superpotencias especializadas en satélites.

El hecho, sin embargo, es que la nueva economía espacial ha impactado de lleno en la economía real europea, lo que se ha traducido en la convulsión de una industria estratégica, en la creación de miles de empleos, en el surgimiento de nuevos servicios, en la irrupción de pymes y startups en un sector dominado por corporaciones inmensas, en el despegue de la eficiencia de cientos de empresas no espaciales y en la mejora de las decisiones de las administraciones públicas.

 

Más eficiencia (y servicios) para todos

Tras la innovación de las últimas décadas, la economía espacial ya está permitiendo que las administraciones públicas europeas tomen mejores decisiones, lo que redunda en la eficiencia de su gestión. Ejemplos: las autoridades utilizan los satélites para monitorear 15.000 pesqueros comunitarios y evitar así la pesca ilegal, para visualizar desde el espacio el contrabando marítimo y el daño en costas y puertos por un temporal y, finalmente, para preparar los planes de contingencia ante tragedias humanitarias y meteorológicas.

Al mismo tiempo, el sector logístico y de transporte de pasajeros en Europa dispone de una geolocalización extremadamente precisa gracias a los sistemas satelitales EGNOS y Galileo y también de conexión a Internet vía satélite en trenes, aviones, barcos o camiones en movimiento. Las mercancías son más fáciles de rastrear y gestionar (emiten datos continuamente) y las vías de comunicación por tierra, mar y aire son más eficientes.

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Tractor autónomo que utiliza un servicio de satélite, Alemania. Axel Sturm/picture alliance via Getty Images

Avanzamos, así, hacia un mundo de conducción parcialmente automatizada y totalmente conectada donde trenes, barcos, camiones y aviones interactúan directamente (reservando instalaciones, completando papeleo aduanero, cerrando transacciones) y cada vez más con almacenes, puertos y aeropuertos mediante bases de datos distribuidas como Blockchain. Esto último es lo que explica la irrupción y rápida hegemonía de TradeLens, una plataforma de Blockchain y digitalización logística impulsada por IBM y cinco de los seis gigantes mundiales del transporte marítimo, incluida la multinacional danesa MAERSK.

Como se ve, los cambios son tantos y tan profundos que ya han empezado a dejar su huella en la forma en la que viajamos los europeos, en la resiliencia de nuestras cadenas de suministro globales y en los productos que consumimos a través del comercio internacional.

Por otro lado, las constelaciones de nanosatélites (como las que propone la multinacional británica OneWeb) y la forma en la que estos pequeños aparatos se alían con otros más grandes, más sofisticados y que vuelan a una altura mucho mayor, han ampliado el acceso a Internet en zonas remotas y prometen expandir dramáticamente la cobertura de calidad y a precios accesibles en todos los rincones del planeta. Recordemos esto: solo el 60% de la humanidad está conectada a la red de redes ahora mismo.

La agricultura y la gestión forestal también revelan el impacto de la nueva economía espacial en la economía real. El avance en eficiencia y sostenibilidad de los cultivos, dentro y fuera de Europa, no se entiende sin los nuevos paquetes de servicios que ofrecen las divisiones espaciales de multinacionales comunitarias como GMV. Hablamos, sobre todo, de dispositivos de análisis y extracción de datos mediante sensores y satélites que permiten afinar aún más la agricultura de precisión, las necesidades de riego, la supervisión de las cosechas y el mapeo de la clorofila o la biomasa en los campos.

Juan Peña, CEO de la startup española Orbital EOS, asegura que la observación de la Tierra desde el espacio ya permite “conocer si los cultivos sufren estrés hídrico, cuántas personas van a comprar a los grandes almacenes un fin de semana, qué barcos se dedican a la pesca ilegal, hasta qué punto llega la erosión costera y cómo puede impactar sobre el turismo de playa… o qué zonas están viéndose inundadas por un temporal, quemadas por un incendio o afectadas por un derrame petrolífero o unas emisiones de metano”.

La Agencia Espacial Europea premió el año pasado a Orbital EOS por ofrecer a sus clientes una tecnología capaz de calcular el volumen, espesor y rumbo de las manchas y vertidos de petróleo. Esa tecnología puede ayudar no solo a la detección temprana de los derrames, sino también de los incendios de los bosques.

 

Nuevo protagonismo de pymes y ‘startups’

Los servicios que tienen como base la observación de la Tierra a través de sensores y satélites están viviendo un punto de inflexión que aumentará, a corto plazo, su influencia sobre la economía real europea gracias al nuevo protagonismo de los pequeños negocios y operadores en un sector dominado por corporaciones enormes.

Hasta ahora, no había grandes plataformas comunitarias que facilitasen la comercialización masiva de los servicios con base espacial por parte de pymes y startups, algo que está cambiando drásticamente con NextGEOSS y Store4EO, dos proyectos capitaneados por la multinacional española Elecnor Deimos.

NextGEOSS es un megabuscador financiado por la Comisión Europea que ya permite encontrar los datos que obtienen los satélites con la observación de la Tierra y los servicios que se basan en ellos (por ahora, sobre todo agrícolas y forestales). En paralelo, Store4EO es una gran tienda online promovida por la Agencia Espacial Europea donde se podrán comprar y vender, a partir del año que viene, esos servicios galácticos y organizar las transacciones mediante Blockchain.

También existen iniciativas europeas locales que se proponen multiplicar el protagonismo de las pequeñas empresas en los servicios espaciales. Diego Rodríguez, director de Espacio en SENER Aeroespacial, pone como ejemplo Madrid-Flight-On-Chip, que ellos lideran en la Comunidad de Madrid. Aquí hablamos, matiza, de un consorcio regional integrado por “pymes y startups de alta intensidad tecnológica (The Reuse Company, CENTUM, MARM y GENERA-Tecnologías), universidades como la Carlos III o centros de investigación como IMDEA Software”.

A diferencia de otros sectores, la estrecha colaboración entre instituciones académicas y de investigación, pymes y multinacionales es la norma y no la excepción en la industria espacial europea. Y en este caso, Madrid-Flight-On-Chip incorpora una plataforma de extracción y procesamiento de datos en los satélites para que miles de pequeños negocios terráqueos puedan convertirlos luego en unos servicios adaptados a sus clientes.

Según Rodríguez, estos pequeños operadores accederán a un precio interesante y en tiempo real a imágenes de observación de la Tierra a miles de kilómetros de altura, a señales de comunicaciones, a información obtenida a partir de sensores en órbita o de un sistema de navegación y a distintas aplicaciones de la inteligencia artificial desde el espacio.

 

Convulsión de una industria estratégica

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Space Tech Expo Europe, 2019, Alemania. Mohssen Assanimoghaddam/picture alliance via Getty Images

La llegada masiva de los emprendedores va a darle una vuelta de tuerca más a una convulsión innovadora que ha supuesto que, entre 2005 y 2017, el crecimiento del sector espacial internacional estuviera a punto de duplicar el ritmo de crecimiento del PIB mundial. Además, desde 2014 hasta 2020, los europeos invirtieron en proyectos galácticos más de 10.000 millones de euros, llegaron a tener más de 30 satélites en órbita y dijeron que lanzarían otros tantos en los 10 o 15 años siguientes. El espacio aporta unos 50.000 millones de euros a la economía comunitaria y más de 200.000 empleos de alta cualificación.

Vicente Boria, catedrático de Ingeniería de Telecomunicación de la Universitat Politècnica de València, asegura que “en los próximos cinco años, se prevé la puesta en órbita de 2.600 nanosatélites” o, lo que es lo mismo, 50 veces más que en los cinco años anteriores. Aquí es donde tendrán mucho que decir, según él, proyectos de constelaciones de pequeños satélites como los de Oneweb y enormes productores y diseñadores europeos de equipamiento espacial como Airbus Defensa & Espacio, Thales Alenia Space y OHB SE.

Las pymes, mientras tanto, cada vez jugarán un papel mayor, como puede verse en la pujanza de las startups españolas que también cita Boria: la lanzadora de satélites con cohetes reutilizables PLD Space, las desarrolladoras de pequeños satélites mediante proyectos llave en mano Alén Space y EMXYS y la primera firma mundial que ha puesto en órbita un satélite con conectividad 5G: Sateliot.

Antonio Gutiérrez, director de la unidad de negocio de segmento terreno de la multinacional Elecnor Deimos, recuerda que “en un estudio reciente del Instituto Klein de Predicción Económica adscrito a la Universidad Autónoma de Madrid, se indica que en 2020 el volumen de negocio en España de los servicios de datos espaciales rondaba los 1.000 millones de euros, con una horquilla de mano de obra cualificada de unas 2.000 o 3.000 personas”.

Parece claro, por lo tanto, que la nueva economía espacial está afectando ya a la economía real europea y española a lomos de la convulsión de la industria espacial, la creación de miles de empleos, la irrupción de nuevos servicios (basados en sensores y en información sobre la observación de la Tierra), la mejora en las decisiones de gestión de las administraciones públicas, el despegue de la eficiencia de cientos de empresas (logísticas, petroleras, agrícolas, etcétera) y el nuevo protagonismo de pymes y startups tanto por la floración de proyectos ambiciosos (Sateliot, PLD Space, Alén Space, EMXYS, Madrid-Flight-On-Chip) como por la puesta en marcha de grandes directorios (NextGEOSS) y mercados (Store4EO) para dar a conocer y comercializar sus productos.

De todos modos, Juan Peña, de Orbital EOS, cree que, el éxito del sector dependerá, fundamentalmente, de que los operadores entiendan “muy bien cuál es el objetivo de la tecnología y qué problemas son los que se desean resolver”. Deberán empezar, sigue, “de abajo a arriba, muy cerca del usuario final y en nichos muy pequeños, porque solo de esta manera podremos desarrollar soluciones eficientes y que sean escalables en el corto plazo”.

Cuando hayan alcanzado el objetivo, concluye, “el siguiente paso será lanzar satélites inteligentes cuya misión no sea hacer fotos de la Tierra, sino analizar esas imágenes en órbita y enviarnos solo las respuestas a los problemas que queremos resolver”.  Será, si lo consiguen, un logro extraordinario.