
Lula deberá afrontar varios frentes en política exterior tras el paso por la presidencia de Bolsonaro. ¿Cuáles son esos frentes y los retos y desafíos a la política exterior del nuevo gobierno brasileño?
La victoria del ex presidente Lula sobre el presidente Bolsonaro trasciende a Brasil. La elección cobró interés regional y mundial por la disputa entre la consolidación del liderazgo bolsonarista, de la ultraderecha conservadora y autocrática en el país más importante de América del Sur, y el retorno de un proyecto progresista y democrático representado por Lula y una amplia coalición de fuerzas del centro a la izquierda.
Aunque la división de los dos polos del electorado se evidenció en una estrecha diferencia de poco más de dos millones de votos, en consecuencia, el resultado de la elección aleja la posibilidad de un crecimiento global de la ultraderecha y abre la posibilidad de un nuevo ciclo de cooperación e integración en América Latina.
Lula llega a gobernar el país en un momento muy adverso. Heredará de Bolsonaro un Brasil aislado diplomáticamente tras casi cuatro años de una política exterior desastrosa, disfuncional y ajena a sus propias tradiciones.
Antes, Brasil se presentaba al mundo como una potencia media, como un líder regional en Sudamérica, como un país que abogaba por el multilateralismo en organizaciones como la ONU y la OMC, por ejemplo, y defendía legítimamente las demandas de los países en desarrollo en temas como los derechos humanos, el comercio, la salud global y el medio ambiente. Visto y respetado como un socio fiable, Brasil era un país con una política pragmática y universalista que tenía capacidad y legitimidad para desempeñar un papel mediador en el mundo.
Con Bolsonaro, la diplomacia se ha supeditado a los intereses extranjeros, por un lado, y a los de las facciones de su propia base, por otro. Brasil se ha mostrado sin capacidad y voluntad de actuar como potencia media, de contribuir a la resolución de los problemas de la agenda internacional o de liderar la dinámica regional. Ha tenido conflictos políticos con varios países sudamericanos, como Venezuela, Chile, Colombia y Argentina, y ha abandonado mecanismos de integración como la CELAC y UNASUR. El resultado de las políticas adoptadas en los últimos cuatro años es, sobre todo, el debilitamiento político de Brasil ante la comunidad internacional. Aunque en 2019 y 2020 hubo importantes tensiones con China y la UE, en las relaciones económicas con los principales socios prevaleció la lógica del business as usual.
Ante este aislamiento consolidado durante cuatro años, los retos para Lula serán inmensos. Cuenta con el notable y respetado ex ministro de Asuntos Exteriores Celso Amorim como su principal asesor internacional para reconstruir las relaciones internacionales del país. En este sentido, destacamos cuatro frentes de actuación prioritarios para el próximo gobierno.
En el frente bilateral, será necesario rearticular las relaciones sobre una base pragmática y universalista, y reequilibrar las concesiones en función ...
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