
Los Estados europeos deben buscar a los socios con los que han trabajado durante los últimos 20 años y volver a elaborar con ellos una estrategia dirigida por los afganos para proteger los derechos de las mujeres en el país.
En casi año y medio desde que los talibanes se hicieron con el poder, Afganistán ha emprendido una espiral de deterioro y un “proceso de autodestrucción”, en palabras de Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados. Las mujeres han desaparecido de la vida pública. Y también se han esfumado de los titulares. Los gobiernos europeos tienen que volver a incluir a Afganistán entre sus prioridades y a aprovechar a los aliados que han forjado allí y otros países durante los últimos 20 años para volver a elaborar una estrategia dirigida por los afganos para proteger los derechos de las mujeres.
Cuando los talibanes se hicieron con el poder, en agosto de 2021, prometieron respetar los derechos de las afganas “dentro de los límites de la ley islámica”. Poco después prohibieron temporalmente a las niñas la asistencia a la escuela secundaria y, en marzo de 2022, hicieron permanente la medida. En diciembre de 2022, prohibieron el acceso de las mujeres a las universidades y ordenaron a las ONG locales e internacionales que prohibieran trabajar a sus empleadas. Como consecuencia, se ha suspendido la actividad de media docena de grupos humanitarios extranjeros. Después de varias décadas de guerra, en Afganistán hay millones de viudas que dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Como solo las pueden atender otras mujeres, las ONG, al quedarse sin personal femenino, no pueden llegar a muchas personas desesperadas que viven en zonas remotas. Este invierno, con temperaturas de 30 grados bajo cero, miles de civiles han tenido que sobrevivir en condiciones terribles, con poca comida, sin calefacción y sin ningún tipo de ayuda. Después de visitar Afganistán y reunirse con responsables talibanes en enero de 2023, Naciones Unidas hizo pública una declaración en la que destacaba que el país corre grave peligro de sufrir una hambruna, el declive económico y una pobreza devastadora.
Antes de la retirada de las tropas estadounidenses en agosto de 2021, el 75 % del gasto público afgano se financiaba con subvenciones extranjeras. Desde la vuelta de los talibanes al poder, muchos países y organizaciones como Estados Unidos y la Unión Europea interrumpieron su ayuda económica, lo que ha dejado Afganistán en una situación de necesidad desesperada. Sin embargo, dejar de financiar al gobierno no tiene por qué querer decir que se abandone el país y a su pueblo. Occidente debe asumir su obligación moral con esta nación y crear vías de ayuda sobre el terreno y, para quienes lo deseen, a través de la ...
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