
Las criptomonedas se han convertido en una presencia casi sofocante en las pantallas de televisión y los grandes periódicos. Quedan, sin embargo, algunos aspectos que merece la pena aclarar.
La capitalización de las criptomonedas gira, según la base de datos CoinMarketCap, alrededor de los 500.000 millones de dólares, una cifra apabullante si tenemos en cuenta su novedad y temible si recordamos que, en enero, rebasaba los 800.000 millones. La burbuja parece obvia, pero es difícil determinar si estallará o se desinflará… O si hará las dos cosas una y otra vez. Tampoco sabemos si el eventual estallido se llevará por delante algo más que sus inversores e impactará de lleno en llamada economía real.
La salvaje volatilidad y la cantidad de recursos que están empezando a mover han encendido las alarmas de unos reguladores que, en Europa y Estados Unidos, han empezado a avisar, mientras en China prohíben la participación de los bancos y en Corea del Sur preparan restricciones. La urgencia también se explica por la posible utilización de criptomonedas para evadir impuestos o lavar dinero de delitos.
Más allá de la capitalización, el riesgo o última reacción de los Estados, hay seis cuestiones sobre las que debemos arrojar más luz.
El cajón de sastre de las criptomonedas
Las criptomonedas poseen características muy distintas y, por eso, hablar de ellas como si fueran un solo objeto intercambiable tiene poco sentido, porque su uso y su diseño son muy diferentes. Los ejemplos más obvios son Bitcoin, Dash, Monero, Ether o Ripple.
Básicamente, la vocación de Bitcoin es actuar como una suerte de dinero digital con una supervisión descentralizada, es decir, no controlada por un banco central. Sirve para pagar y para invertir. Dash y Monero, además de eso, aspiran a ofrecer una opacidad total en las transacciones y son óptimas para proteger la intimidad o lavar dinero (Dash elimina la trazabilidad mediante una versión propia de PrivateSend). Ether es una divisa optimizada para realizar los pagos de los contratos inteligentes, que son un tipo de acuerdos digitales que se programan y se ejecutan automáticamente cuando se cumplen determinadas condiciones.
Ripple merece una mención aparte porque, por mucho que se insista, no es una criptomoneda. Es un sistema de pagos internacionales, también supervisado de forma descentralizada, que ayuda a los bancos a recortar las comisiones de las transferencias y a agilizar las operaciones. Para ello, esta vez sí, se utilizan unas criptomonedas llamadas XRP que, en realidad, son unos títulos de deuda convertibles normalmente en monedas tradicionales. Es mucho más barato y rápido transferir internacionalmente títulos de deuda que dinero.
Las criptomonedas han sido (hasta ahora) un juego masculino
Aunque es muy difícil saber quién está detrás de la mayor parte de las transacciones en criptomonedas, sí sabemos que Uphold, una cartera de monedas digitales, asegura que el 75% de sus operaciones las realizan hombres. La comunidad de estadísticas de Bitcoin, Coin Dance, ha calculado que la participación masculina en Bitcoin representa el ...
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