El deshielo de China y el Vaticano
Peregrinos chinos con banderas saludan al Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, Vaticano. Andreas Solaro/AFP/Getty Images

Las dos diplomacias más antiguas del mundo se dan la mano.

Diplomacia del arte, Ostpolitik, pragmatismo de Pekín y la Santa Sede… Todo parece válido para explicar el camino emprendido por el líder chino, Xi Jinping, y el papa Francisco para poner fin a casi siete décadas de desencuentro entre el Vaticano y la República Popular China. Con el telón de fondo del intercambio de 40 obras de arte para exposiciones simultáneas en el museo etnológico Anima Mundi y la Ciudad Prohibida, que se inauguran en las próximas semanas, está prevista una nueva reunión en Roma de la Comisión Mixta que, en diciembre pasado, negoció en Pekín un acuerdo sobre el nombramiento de obispos, el mayor escollo para la normalización de las relaciones bilaterales.

Pese al secretismo que rodea las conversaciones, la agencia de noticias Reuters reveló el mes pasado que el acuerdo estaba listo para la firma, después de ciertas concesiones por ambas partes. De concretarse, permitiría unir a las dos iglesias existentes en China: la iglesia católica patriótica, bajo los auspicios del Partido Comunista Chino (PCCh), que congrega a unos nueve millones de fieles, y la iglesia clandestina, reconocida por el Vaticano, con unos tres millones de fieles, muchos de los cuales han sufrido persecución.

El Vaticano estableció relaciones diplomáticas con China en 1942, cuando estaba gobernada por el nacionalista Chiang Kai-shek, quien al perder la guerra civil se retiró a la isla de Taiwán. El PCCh echó de Pekín al nuncio apostólico en 1951 y siete años más tarde, sin el consentimiento de la Santa Sede, ordenó obispo a Bernardino Dong Guangqing (1917-2007), confirmando una ruptura que muchos han calificado de “cismática”, pese a que Dong en los 80, cuando ya era arzobispo logró la plena comunión con Roma.

El vértigo desarrollista de la China posmaoísta y la libertad religiosa reconocida en la Constitución de 1982 han propiciado una enorme expansión de la religiosidad, con centenares de millones de chinos que han abrazado el budismo, el taoísmo, el islamismo y el cristianismo. Frente a esta eclosión, el Vaticano no quiere más ordenaciones episcopales ilícitas y ha mostrado su disponibilidad a encontrar una solución que permita recoger en su seno a todos los creyentes chinos. Para facilitar las negociaciones, desde 2006 la Santa Sede dejó de consagrar obispos clandestinos.

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Un diácono católico chino sostiene la Biblia durante Semana Santa en una iglesia clandestina cerca de hijiazhuang, China, marzo de 2017. Kevin Frayer/Getty Images

El cardenal y antiguo arzobispo de Hong Kong Joseph Zen reveló en enero que había viajado a Roma para expresar al Papa su malestar por el acuerdo alcanzado con Pekín. El prelado afirmó que los católicos de China tenían derecho a “saber la verdad”: que el Vaticano había pedido a dos obispos consagrados por Roma que dieran un paso atrás para que “dos excomulgados” ocuparan sus puestos. Uno de los obispos clandestinos, Peter Zhuang Jianjian, de ...