Un hombre se manifiesta contra el gobierno de Sebastián Piñera en Santiago de Chile, en octubre de 2020. (Claudio Abarca Sandoval/NurPhoto/Getty Images)

Cómo el neoliberalismo ganó y luego perdió la guerra de las ideas políticas en Chile y en el mundo.

The Chile Project. The Story of The Chicago Boys and The Downfall of Neoliberalism

Sebastian Edwards

Princeton, 2023

En el libro The Chile Project, Sebastián Edwards cuenta la historia de la caída del modelo neoliberal —impuesto en Chile por unos economistas chilenos formados en Chicago en los 70, que hicieron un pacto con un diablo autoritario— cuando, en 2021, Gabriel Boric fue elegido presidente del país y juró que “si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”. La obra es una meticulosa reconstrucción de la intervención de la escuela de economía de Chicago en Chile durante más de medio siglo, que ha sido objeto de interminables libros y polémicas y tiene gran importancia para la política y la economía internacionales actuales, en Chile, en Latinoamérica y en otros lugares.

El autor procede de una famosa familia chilena de magnates del ferrocarril y banqueros entre cuyos miembros estaba el editor del diario conservador El Mercurio. Edwards fue partidario del presidente Salvador Allende y trabajó en su administración, hasta que se dio cuenta de que el gobierno se encaminaba hacia el fracaso, precipitado por el gobierno de Richard Nixon, que hizo lo que pudo para exacerbar la situación, y por la CIA, que envió dinero en efectivo para financiar a la oposición. En una situación que no dejaba de empeorar, Allende, que había sido elegido con menos del 40% de los votos, no tenía la mayoría política ni la capacidad técnica para supervisar una transición al socialismo democrático. Su presidencia terminó con un violento golpe de Estado del que el 11 de septiembre se cumple medio siglo. Un golpe cuyas consecuencias aún persiguen a Chile, Latinoamérica y el resto del mundo.

Edwards no oculta sus simpatías por las ideas de los Chicago Boys, pero tuvo una estrecha relación con muchos de los personajes de entonces y conoce a la perfección la economía, la historia del pensamiento económico y la historia de Chile; su libro, muy bien escrito, resistirá la prueba del tiempo. Esta es una historia, vista desde la trastienda, de la difusión y las consecuencias de la teoría del libre mercado que dominó la formulación de políticas económicas en todo el mundo en la segunda mitad del siglo XX, pero que ahora está en retirada. Es tan amena como una novela de suspense y cuenta de qué forma la economía de libre mercado ganó y luego perdió la guerra de las ideas políticas, una historia que encierra muchas lecciones para los políticos de todo el mundo.

En 1955, el Departamento de Estado estadounidense puso en marcha el “Proyecto Chile” para formar a economistas chilenos en la Universidad de Chicago. Tras la llegada al poder del general Augusto Pinochet, en 1973, los Chicago Boys chilenos implantaron el modelo neoliberal puro y duro, con un paquete de privatizaciones y desregulaciones que contribuyó a crear una economía capitalista moderna y provocó que se hablara del “milagro chileno”. Sin embargo, bajo la fachada del éxito, había cada vez más insatisfacción —malestar— por las desigualdades que estaba causando el neoliberalismo. Pero para los economistas chilenos “el punto de vista económico era el rey" y "creían que la economía podía servir para analizar y abordar casi cualquier problema al que se enfrentara la sociedad. Muchos dejaron de escuchar a otras personas y no creyeron que, bajo la apariencia del éxito y los triunfos, estuviera extendiéndose un estado de infelicidad”.

En 2019 estallaron protestas en todo el país y Gabriel Boric comenzó su presidencia con un mandato claro: acabar con el neoliberalismo. Mientras se extendían las protestas de los estudiantes, incitadas por la subida de las tarifas del transporte público, los beneficiarios del crecimiento de Chile, desde sus modernos rascacielos, se escandalizaban de que en un país que parecía ir bien (era uno de los cuatro Estados latinoamericanos que pertenecía a la OCDE, el club de los países desarrollados) hubiera aquellos estallidos de violencia. Es cierto que la tasa de pobreza se había reducido del 60% en 1987 al 8%, pero no se podía olvidar que el modelo económico lo había impuesto una dictadura brutal que asesinó y obligó a exiliarse a 250.000 chilenos.

Pinochet se propuso transformar la relación entre Estado, economía y sociedad. La mayoría de los Chicago Boys habían estudiado en una universidad dominada por el economista Milton Friedman. Cuando llegaron al poder, redujeron drásticamente el empleo público, desmantelaron muchos organismos estatales y privatizaron la sanidad, la educación y las pensiones. Al dejar Pinochet el poder, Chile era una de las sociedades más “neoliberales” del mundo. Y los gobiernos de centro izquierda que dirigieron el país tras la vuelta de la democracia refrendaron parte de su legado económico con solo algunas reformas.

Sin embargo, a partir de 2007, “una sucesión de grandes casos de connivencia que afectaban a empresas controladas por varias de las familias más ricas del país contribuyó a la idea de que el modelo neoliberal estaba al servicio de los poderosos e ignoraba a la gente normal”. A pesar de que el nivel de vida había mejorado, muchos chilenos “vivían con miedo a retroceder social y económicamente y volver a entrar en las filas de los pobres”. El argumento del economista Joseph Schumpeter sobre la disrupción creativa, que, aunque el progreso tenía un lado oscuro, los beneficios de seguir adelante superaban con mucho los costes, dejó de ser verdad para mucha gente. La rápida acumulación de deuda de las familias agravó los temores, en un contexto en el que corría la impresión de que los políticos de centro izquierda se habían vendido al gran capital. A mediados de 2019, “solo unas semanas antes de la revuelta, había dos relatos sobre lo que pasaba en Chile: uno hablaba de éxito y otro de pesimismo”.

En el país, hoy, subsiste parte del legado económico de Pinochet, pero la izquierda lo considera la herencia envenenada de la dictadura. La profesora Deirdre Nansen McCloskey, que enseñó a los Chicago Boys chilenos en los 70, ha observado que “el liberalismo es esa extraña noción moderna de que nadie debe tener un amo, nadie debe ser esclavo de un marido ni de un funcionario del Estado”. Pero “la tragedia de Chile y de algunos otros neoliberalismos es que los economistas [chilenos] [a los que enseñé] volvieron a su país e hicieron un pacto con un diablo autoritario. Imponer el liberalismo no crea una cultura de la libertad. Debe y puede desarrollarse dentro del corazón humano”. Eso es, sin duda, lo trágico del experimento chileno.

El autor conoce a la perfección la economía, la historia del pensamiento económico y la historia de Chile. Presta una atención meticulosa a los detalles narrativos y conoce personalmente a muchos de los personajes de esta historia. Por eso, su explicación de cómo la economía de libre mercado ganó y luego perdió la guerra de las ideas políticas se lee de forma compulsiva. Aunque el autor no oculta su apoyo a muchas de las reformas promulgadas, no rehúye reconocer que la mayoría de los Chicago Boys eran de derechas y veían el socialismo de Allende como una agresión. Todos ellos estuvieron muy dispuestos a colaborar con Pinochet tras el golpe, en muchos casos fingiendo no estar al tanto de la dimensión que habían alcanzado las violaciones de los derechos humanos. El autor tampoco oculta que la economía no mejoró tras el golpe y que hizo falta una breve visita de Milton Friedman a Santiago y una audiencia con el general Pinochet para convencer a este último de que respaldara una política de liberalización a la que la economía tendría que adaptarse y a la que muchos de los demás militares se oponían.

Edwards lamenta que demasiados de los que ocuparon altos cargos con Pinochet no supieran defender las ideas que sustentaron el neoliberalismo cuando comenzaron las vicisitudes políticas de la democracia y abandonaran la política para ganar una fortuna privada. Pero esa es la lógica del mercado. Las nuevas instituciones deben dejar que los mercados hagan lo que saben hacer bien al mismo tiempo que satisfacen las demandas sobre nuevas formas de igualdad, inclusión social y protección ecológica. No hay que temer otro golpe de Estado. Cuando el presidente Sebastián Piñera proclamó el Estado de excepción, con el argumento de que “el país estaba en guerra con un enemigo temible”, y ordenó al Ejército que patrullara las calles, el general encargado de supervisar la labor se apresuró a responder al jefe del Estado: “Soy un hombre feliz; no estoy en guerra con nadie”. Quienes tenían edad suficiente para recordar 1973 se sintieron especialmente desolados al ver a los militares en las calles de Santiago, pero no había peligro de que volviera el pasado.

Ahora bien, como señala el famoso escritor chileno Ariel Dorfman, antiguo agregado de prensa y cultura de Salvador Allende, en un artículo titulado Guardian of Memory (Guardián de la memoria) y publicado por The New York Review of Books a principios de este mes, “al leer los periódicos de Chile hoy, suelo tener una sensación de déjà vu. Muchas tácticas de las que se están utilizando contra Boric recuerdan el manual estratégico que sirvió para destruir nuestra revolución”.

El pasado es un país distinto, dicen, pero en Chile sigue atormentando al presente. No es el único país de América Latina que se mueve hacia la izquierda, concluye el autor: “La elección del ex guerrillero Gustavo Petro para la presidencia de Colombia y el triunfo de Luiz Inácio “Lula” da Silva en Brasil son señales de que la caída de la doctrina neoliberal y de sus políticas es un fenómeno mundial”.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura