El candidato presidencial chileno Gabriel Boric observa durante el debate de ANATEL TV el 15 de noviembre de 2021 en Santiago, Chile. (Esteban Felix – Pool/Getty Images)

Las claves para entender las expectativas y los desafíos que enfrenta el nuevo presidente chileno, Gabriel Boric.

Con el objeto de promover la imagen de Chile en el exterior, hace años se acuñó el lema “Chile All Ways Surprising”. La estrategia de marca era necesaria para un país del que se ha dicho que es el que más acuerdos comerciales tiene suscritos en todo el mundo. En su momento, resultó controvertida porque algunos —al escribirla— ponían “allways” (siempre), llamando a un cierto equívoco. El juego de palabras no impide llegar a la misma idea: Chile no deja de sorprender luego de que en las urnas, el pasado 21 de diciembre, se lograra dar vuelco a un estado de ánimo que, hasta hace poco, era más bien sombrío.

La crisis pandémica, que terminó por mostrar la radicalidad de un experimento neoliberal donde el Estado, aunque con capacidad de gestión para vacunar exitosamente a su población, carece de bases mínimas de protección social, vino a sumarse a otra previa, de carácter político e institucional, desatada por el estallido social del 18 de Octubre. El malestar, expresado en las calles con una extraña combinación de marchas pacíficas con manifestaciones de violencia extrema, aunque se inscribe en la ola de protestas sociales que tuvo lugar en 2019 en América Latina, resultó particularmente llamativo por la comparación que el presidente en ejercicio, Sebastián Piñera, había hecho poco antes de Chile con un “oasis”.

Aunque se logró darle cauce a través de un proceso constituyente que se encuentra en curso y que permitiría tener una nueva carta fundamental el próximo año, el costo no ha sido menor. A las violaciones a los derechos humanos documentadas por organismos internacionales como resultado de la actuación policial frente a la protesta popular, se ha sumado posteriormente un estado de quiebre del orden público intermitente, pero sostenido, que alimentó el apoyo obtenido de 28% en primera vuelta por José Antonio Kast, el candidato de extrema derecha. Dos años después de aquel hito irrumpió en vastos sectores de la sociedad chilena una demanda por orden y seguridad alimentada, además, por el rechazo a la inmigración ilegal, concentrada en la zona norte, así como por el conflicto mapuche.

 

Batiendo récords

El indubitable triunfo en la segunda vuelta presidencial del abanderado de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, por 11 puntos de ventaja sobre el candidato del Partido Republicano debe ser considerado en su propio mérito, más allá de la trascendencia que tienen los arreglos institucionales que se dirimen en la Convención Constituyente. El nuevo líder de la izquierda chilena no solo gana el pulso generacional que se venía expresando en hitos como las movilizaciones estudiantiles de 2006 y de 2011 así como en el estallido social de 2019, sino que acumula tal nivel de récords que eclipsa las marcas de sus antecesores. Ricardo Lagos fue el primer socialista en llegar a ocupar La Moneda tras Salvador Allende y Michelle Bachelet, por su parte, la primera mujer en ser electa presidenta en el considerado país más conservador del continente. Por su parte, quien conducirá los destinos de un Chile en proceso de remodelación no solo es el presidente más joven de su historia republicana (36 años), sino que ha recibido la mayor cantidad de votos, superando a Eduardo Frei-Ruiz Tagle, en el marco de unas elecciones con la mayor participación desde que se adoptó el voto voluntario (8,3 millones de votos, 55,5% del padrón).

A ello hay que añadir que es el primer presidente que, habiendo quedado segundo en la primera vuelta, logra ganar en la segunda y lo hace, además, sumando votos nuevos (2,7 millones) frente a los obtenidos en la primera (1,8 millones). Por último, nunca se había elegido a un presidente cuya votación fuera tan superior a la de su coalición, ya que por la lista parlamentaria de Apruebo Dignidad votaron 1,2 millones de personas, mientras por Boric lo hicieron 4,6 millones.

De lo anterior se infiere que la institución presidencial experimenta un reimpulso. Transitando su segundo mandato, Piñera viene de librar una batalla para superar una segunda acusación constitucional al tiempo que ostenta mínimos históricos de apoyo. Los datos permiten pensar que, si bien la Convención Constitucional tiene un innegable peso específico, la actitud que tenga el ejecutivo próximamente podría llegar a definir el rumbo de los seis meses de trabajo que le restan.

 

Claves de la victoria

Para entender el avance de Boric entre primera y segunda vuelta hay que fijarse en el trabajo desplegado para sumar a los sectores moderados, simbolizado en los apoyos de los ex presidentes Lagos y Bachelet; la superación de deficiencias en áreas como seguridad pública, economía y la migración irregular; la integración como vocera de su campaña de la carismática Izkia Siches, una médico que lideró el Colegio Médico durante los peores momentos de la pandemia y el apoyo de los jóvenes y de las mujeres, sobre todo las menores de 50 años, a quienes se los hace responsables de la diferencia de 970.000 votos con Kast. Particular impacto generaron en las chilenas tanto su promesa de campaña de eliminar el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género para refundirlo con el de Desarrollo Social y el anuncio de derogación de la ley de aborto como las expresiones xenófobas, transfóbicas y misóginas de un diputado de su partido entre las que destaca la puesta en duda del derecho a voto de las mujeres. La movilización femenina en defensa de sus libertades, incluyendo también al mundo de la diversidad sexual que celebra estos días la reciente aprobación de la ley de matrimonio igualitario, no se hizo esperar. A las chilenas, lo conseguido hasta ahora les ha costado mucho, a pesar de haber tenido a una presidenta con un compromiso declarado con los derechos de las mujeres. Quizás el hecho de tener un órgano constituyente integrado por igual número de hombres que de mujeres hace olvidar que recién en 2015 se obtuvo una ley de cuotas de género para integrar las listas de candidatos al Congreso y que, a finales de 2017, se aprobó una legislación que regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres casos. Ante este escenario, no es casual que las mujeres menores de 30 años se movilizaran especialmente para brindarle su apoyo al candidato de Apruebo Dignidad

No es exagerado afirmar que el comando de Boric, recurriendo épicamente al antipinochetismo extendido entre los chilenos, logró recrear el viejo clivaje del “Sí” y del “No” del plebiscito de 1989 que alumbró la transición, reeditando, incluso, los mismos resultados electorales.

Por otra parte, el paisaje político que dejan tanto el plebiscito constitucional como la primera y segunda vuelta presidencial es agridulce: al desplome de los partidos tradicionales y la polarización de la campaña, que obligó a escoger entre dos modelos antagónicos de país, se añade una revitalización de la democracia como producto de una inédita participación que ascendió a 55%, revirtiendo un abstencionismo electoral crónico.

 

Entre ciclos y clivajes

En medio de todo ello, la insistencia por atrapar la realidad a través de ejes antagónicos tales como élite versus pueblo, orden vs. caos, estallido vs. contraestallido, urbe vs. ciudad, viejos vs. jóvenes pudiera tener una utilidad relativa cuando se observa el triunfo de Boric como un posible tercer acto del largo y proceloso periplo de más de una década en la búsqueda de un nuevo ciclo. La idea se instaló en la política chilena con la segunda administración de Michelle Bachelet quien, entre 2014 y2018, intentó llevar adelante reformas estructurales tales como la educacional y tributaria, así como avanzar hacia una nueva constitución. Sin embargo, algunos ven sus raíces en las movilizaciones estudiantiles por una “educación pública, gratuita y de calidad” de 2011. La progresión lineal de dicho derrotero se vio interrumpida por factores que anteceden y son más complejos que la llegada a la presidencia por segunda vez de un Sebastián Piñera dispuesto a acometer “una reforma de las reformas”. En el estallido del 18 de Octubre, con su demanda de cambio, se buscaron señales de reconexión con ese curso de la historia. Ciertos sectores justificaron la necesidad de la violencia como partera de la historia a fin de proveer condiciones para retomar una aspiración de cambio constitucional que Bachelet había dejado trunco. Con esos antecedentes, sobre el joven presidente se vuelcan expectativas de regeneración de la izquierda chilena (¿una nueva coalición?) mientras inaugura, otra vez, un nuevo ciclo lleno de esperanza y reflejado en una multitud que se volcó a las calles para escuchar su primer discurso, recordando la celebración del triunfo de Salvador Allende la noche del 4 de septiembre de 1970.

Los manifestantes muestran banderas y pancartas durante una protesta contra el presidente Sebastián Piñera el 21 de octubre de 2019 en Santiago, Chile. (Marcelo Hernandez/Getty Images)

En él, junto con recordar la necesidad de transformaciones profundas en un horizonte de derechos (“Convertir lo que algunos entienden como bienes de consumo en derechos sociales”), hizo un llamado al diálogo y a tender puentes (“Tendremos un Congreso equilibrado, lo que significa a su vez una invitación y una obligación a dialogar”), el reconocimiento a sus antecesores (“La historia no parte con nosotros. Nuestro proyecto es heredero de una larga tradición histórica”), la necesidad de gradualidad (“No se puede hacer todo al mismo tiempo”) y su actitud frente a la democracia (“Mi compromiso es cuidar la democracia todos los días de este gobierno”).

Entre los principales desafíos a enfrentar, destacó ámbitos tales como salud, pensiones, vivienda y acceso a servicios básicos, así como educación pública y trabajo decente. Reconoció, asimismo, “la emergencia de seguridad”, mencionando explícitamente el papel del narcotráfico en los barrios. No cabe duda de que el combate al cambio climático estará entre sus prioridades, ya que un lugar destacado en su equipo de campaña se lo otorgó a la climatóloga Maisa Rojas, quien fuera autora principal del capítulo paleoclimático para el V Informe de Evaluación (AR5) del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC).

El eje ambiental es, justamente, una de las que serán sus prioridades en materia de política exterior, dimensión que no mencionó de manera expresa en su primer discurso como presidente electo. A él se suman la integración latinoamericana y su coordinación con las grandes potencias, así como el fortalecimiento de la democracia. Se ha anunciado que una de sus primeras medidas será la suscripción del Acuerdo de Escazú, convenio promovido por la Comisión Económica para América Latina  y el Caribe (CEPAL) y cuya adopción impulsara Chile, junto con Costa Rica, para luego dar pie atrás durante el gobierno de Sebastián Piñera.

 

Enemigos íntimos

Además de tener que lidiar con una derecha que enfrenta una encrucijada en la que, aunque deberá saldar cuentas con una identidad atada a la herencia del régimen militar, queda rearmada con un 44,15 % de apoyo para enfrentar el plebiscito constitucional previsto para 2022, es en el celo con que defienda su compromiso con la democracia frente a integrantes de su propio sector donde podría encontrar sus mayores sinsabores.

Amenazas como la intención de vigilar el cumplimiento del programa o recordar el mayor tamaño relativo del Partido Comunista en la coalición que lidera Boric pavimentan un camino donde se pondrá a prueba su sentido de responsabilidad política. Ya lo mostró cuando decidió suscribir prácticamente en soledad, sin contar con el respaldo de su partido Convergencia Social, el acuerdo del 15 de noviembre que posibilitó la salida constitucional al estallido y frente a acusaciones de debilidad y traición de quienes validaban la violencia callejera (denominados “octubristas”). Esa actitud de valentía moral a la hora de manifestar sus posiciones, defendiendo el sentido último de la política democrática, lo acerca a su admirado Albert Camus quien no trepidó, en la Francia de su tiempo, en tomar postura, no ya contra sus oponentes políticos o intelectuales sino contra los de su propio bando. No es casual que de él tome prestada una frase para personalizar su perfil de Twitter: “La duda debe seguir a la convicción como una sombra”.