El próximo año se estará menos centrado en el qué y más en el cómo, el dónde y quién, ya que los liderazgos y la búsqueda de las fórmulas más eficaces a la hora de gestionar la compleja transformación global serán elementos clave.

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Una mujer camina en Shenyang, China, diciembre de 2021. VCG/VCG via Getty Images

Sabemos dónde nos encontramos y los retos a los que nos enfrentamos. Conocemos los costes de la inacción, por ejemplo, en materia de emergencia climática o de lucha contra la desigualdad. Sin embargo, se acumulan las quejas por falta de ambición y anticipación y no damos con la fórmula que permita pilotar la aceleración de los cambios globales con los menores costes sociales posibles. Además, sobran datos indicando que el mundo no solo avanza a distintas velocidades, sino que hay retrocesos para algunos colectivos, por ejemplo, en movilidad y crisis humanitarias. 2022 será un buen termómetro para conocer qué tipo de liderazgos gozan de mayor respaldo o son más eficientes en la gestión de esta compleja transformación. Por lo tanto, la agenda internacional en el próximo año se centrará menos en el qué y más en el cómo, el dónde y quién. Esto se reflejará en, como mínimo, los siguientes 10 temas.

Recuperación económica. En el informe prospectivo de 2021 ya advertimos que la recuperación iba a ser en forma de K. Es decir, que habría países, territorios, sectores económicos y grupos sociales que entrarían en una fase de bonanza y optimismo, mientras que otros seguirían instalados en una depresión social, económica y anímica. 2022 será un año clave para constatar la anchura de estas brechas. También para comprobar la solidez y sostenibilidad de la recuperación en las economías desarrolladas, especialmente por todo lo que podría frustrarla o debilitarla (precios, tensiones geopolíticas, deterioro pandémico). Estaremos pendientes del grado de vulnerabilidad de las economías de renta media ante crisis de deuda, depreciaciones monetarias o malestar social protagonizado por los nuevos pobres. Y, por último, sabremos si el alza de precios, los cuellos de botella y los atascos de suministros son una preocupación pasajera o reflejan problemas estructurales del sistema económico.

Tensiones geopolíticas. La relación entre Estados Unidos y China se ha consolidado como la rivalidad estructurante del sistema internacional y el indopacífico como el centro de gravedad geopolítica. Aunque los europeos desearían poder jugar en esa liga se verán atrapados por la gestión de las crisis y las incertidumbres en su entorno más inmediato. La tensión en Ucrania con Rusia, la siempre difícil relación con Turquía, el desgarro de Líbano, la fragilísima transición en Libia o la tensión creciente entre Marruecos y Argelia contribuyen a consolidar la idea de un anillo de fuego que rodea la UE. La cumbre de la OTAN en Madrid será una de las grandes citas internacionales del año. Allí confluirán ambas dimensiones: ¿se abordará China en el nuevo concepto estratégico? ¿Qué se espera de la alianza en este contexto de desestabilización de sus flancos sur y este? ¿Y cómo se abordarán las ciberamenazas? El otro gran hito, sin un calendario prefijado, son las negociaciones sobre el programa nuclear iraní. Su resultado tendrá un fuerte impacto no sólo en las dinámicas geopolíticas sino también en las económicas a escala global.

El alza de precios. El arranque del engranaje productivo y logístico global está siendo más arduo de lo esperado. El temor a que la espiral inflacionista o incluso episodios de escasez comprometan la recuperación económica, o cuestionen la globalización tal como la hemos conocido, catapulta esta cuestión a lo más alto de la agenda económica, política y social. El subida de precios no tiene una única causa y por lo tanto es más difícil de resolver y hay mayor incertidumbre sobre los calendarios de normalización. Aunque la preocupación por los precios será compartida en todo el mundo, los términos de la discusión serán muy distintos. En la UE o en Estados Unidos la gran preocupación es como contener los altos niveles de inflación que han superado ya el 5%, con la esperanza que los precios de la energía bajen pasado el inverno. En cambio, en economías productoras de energías fósiles el debate será en qué se invierte este aumento de liquidez. Por último, en muchos otros lugares del planeta lo que preocupa son las subidas en los precios de los alimentos, a unos niveles que recuerdan peligrosamente los de 2010.

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Una mujer es vacunada contra la covid-19 en Zimbabue, África. Tafadzwa Ufumeli/Getty Images

Salud. El éxito o fracaso en materia de inmunización, o en la aparición o no de tratamientos efectivos contra la COVID-19 determinarán las perspectivas de recuperación económica y anímica. 2021 terminó con una nueva alarma por la aparición de la variante Ómicron y con niveles de vacunación muy dispares. La inmensa mayoría de Estados africanos no llegan ni al 10% de la población mientras que países como España han sobrepasado el 90%. En la medida que persistan amplias bolsas de población mundial sin vacunar aumenta la posibilidad de que la recuperación sea endeble. Si se achaca a un problema de acceso, la conversación global pondrá de nuevo el foco en la liberalización de las patentes y el acaparamiento de vacunas por parte de los países más desarrollados. Si, en cambio, el riesgo a la salud global llega de países donde hay rechazo social a las vacunas, aumentará la presión para endurecer medidas o hacer obligatoria la vacuna. En tanto que muchas medidas afectan al conjunto de la población, puede aumentar la tensión entre los vacunados y los que rechazan hacerlo.

Miedos. El temor a enfermar compartirá protagonismo con otros miedos. A finales de 2021 la gran novedad ha sido la preocupación por la escasez y la disrupción de las cadenas de suministros. Esto se añade a la angustia climática, el descontento social o la obsolescencia de determinados tipos de trabajo (39% de los empleados cree que su trabajo será obsoleto en cinco años, según un estudio de PWC). Se trata, en suma, del temor a no poder adaptarse personal y colectivamente a una serie de transformaciones irreversibles. Este sentimiento va codo a codo con la desconfianza y se alimenta de una aprensión legítima a quedar atrás. El uso político del miedo, no obstante, refuerza la desconfianza también hacia el otro, alimentando discursos del odio, teorías de la conspiración y el pensamiento reaccionario. Crece el recelo hacia las instituciones, que por naturaleza deberían ser de todos, pero que algunos creen capturadas por un grupo social al que no pertenecen.

Liderazgos. ¿Quiénes aplacarán el miedo? ¿Quiénes gobernarán las transiciones climática, digital y social? ¿Qué tipo de ideas, personas y modelos gozan de mayor apoyo y legitimidad? En 2022 estas preguntas adquieren dos matices distintos: la valoración que los ciudadanos puedan hacer en las urnas de la gestión de la pandemia; y el tipo de ideas, personas y modelos que generan más credibilidad para conducir la pospandemia. En 2022 habrá que estar atentos a toda una serie de elecciones en las que gobernantes populistas como Viktor Orbán en Hungría o Jair Bolsonaro en Brasil se enfrentarán a una oposición fortalecida. El espectro del populismo también planeará sobre las midterm elections de noviembre en Estados Unidos y en función del resultado se especulará sobre si es imaginable no solo que Trump volviera a presentarse a las elecciones de 2024, sino que él o alguno de sus acólitos pudieran ganarlas. En cuanto a los liderazgos europeos, las miradas se posarán en las elecciones en Francia y en el funcionamiento del motor franco-alemán. Otra cita de trascendencia global es el 20 congreso del Partido Comunista Chino, que tendrá lugar en octubre. Xi Jinping aspira a consolidar el control y la dirección del partido con un tercer mandato que marcaría el inicio de una nueva era, rompiendo con el sistema de alternancia del poder introducido por Deng Xiaoping.

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Una mujer con unas gafas de realidad virtual en Munich, Alemania. Bernd von Jutrczenka/picture alliance via Getty Images

Innovaciones. ¿Estamos mejor preparados para hacer las cosas de forma distinta? La pandemia ha comportado una reevaluación, veremos si pasajera, de las prioridades de las administraciones públicas y las sociedades. El mundo es plenamente consciente de los problemas a los que se enfrenta y, por lo tanto, 2022 y los años que le seguirán deberían ser el momento de hallar soluciones. La novedad es que las políticas de innovación no habrán contado nunca con tanto crédito social y recursos disponibles. Por ejemplo, los fondos europeos Next Generation destinan partidas del 37% y 20% a financiar la transición verde y la digital y Estados Unidos ha destinado 250.000 millones de dólares a innovación en sus planes de estímulo. Además de la búsqueda de soluciones médicas, medioambientales y digitales, en 2022 deberán encontrarse soluciones laborales, fiscales, sociales y territoriales. En el ámbito internacional, una pregunta especialmente relevante es si estas soluciones tienen una aplicación universal o ahondan los procesos de fragmentación.

Movilidad. Pendientes siempre de la evolución pandémica, en algún momento de 2022 debería producirse una recuperación de la movilidad internacional para aquella minoría que antes de la pandemia podía costearse esos viajes y sin encontrar trabas fronterizas. Para hacerse una idea de los costes de no hacerlo, baste señar que un informe de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo alertaba de la pérdida de 4 billones de dólares en el sector turístico. En estas circunstancias, los acuerdos para el reconocimiento recíproco de la documentación sanitaria –en formato de pase COVID u otros– ganará importancia en la agenda diplomática de 2022. También es un año importante para la otra movilidad. Aumentan los push factors y la tendencia indica que los desplazados forzosos podrían alcanzar los 100 millones en los próximos dos o tres años. En cuestión de inmigración, una de las paradojas de 2022 será que a la vez que prosiguen los procesos de fronterizacion –con muros físicos o burocráticos– algunas economías abrirán canales para atraer profesionales en sectores estratégicos como el médico o la logística.

Crisis humanitarias. De nuevo, la tendencia es inquietante, con crisis que duran más tiempo, afectan a más territorios y a un mayor número de personas. Según Naciones Unidas, entre 2020 y 2021 las personas necesitadas de ayuda humanitaria han pasado de una de cada 45 personas en el mundo a una de entre 33. La pandemia se añade a unas tendencias de largo recorrido como la reemergencia de conflictos congelados y la intensificación de los desastres naturales y destrucción de hábitats y medios de vida. En materia de ayuda se avecinan decisiones difíciles en países como Afganistán y Etiopía. Y una de las novedades es que las crisis humanitarias también alcanzan a países que no están en conflicto. El rápido deterioro de las condiciones de vida en el Líbano hace saltar todas las alarmas. Para el Banco Mundial es una de las peores crisis globales y achaca su gravedad a la inacción.

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Una manifestación por la justiia climática en Lisboa, Portugal. Horacio Villalobos#Corbis/Corbis via Getty Images

Emergencia climática. El propio presidente estadounidense, Joe Biden, señalaba en la COP26 que esta década ofrece una breve ventana de oportunidad para aumentar la ambición y hacer los deberes. Pero la ventana se está cerrando y la comunidad científica reitera que más tarde será demasiado tarde. Una de las grandes citas internacionales de 2022 es la COP27 en Sharm el Sheikh (Egipto). En materia de instrumentos para combatir el aumento de emisiones estaremos pendientes del desarrollo y recepción del mecanismo de ajuste en frontera al carbono (CBAM) por parte de la Unión Europea, y de los compromisos de las principales economías contaminantes. En cuanto a la conversación internacional sobre el desafío ambiental, junto con los conceptos de emergencia, urgencia y ambición, el gran tema de 2022 será el de la justicia climática. Reflejando aquí también la lógica de las distintas situaciones de partida, los términos del debate adquirirán matices distintos en los países industrializados o en el sur global. En los primeros se insistirá en la necesidad de promover una transición justa, que no agrave las desigualdades internas, que compense los costes de los sectores, territorios o individuos que salen perdiendo con la transición verde. En cambio, los países de industrialización tardía demandarán que los países más responsables de las emisiones vertidas hasta ahora que sufraguen los mecanismos para adaptarse a los efectos inevitables del cambio climático.

Uno de los retos de 2022 será demostrar que del shock pandémico se ha aprendido algo sobre cómo deben afrontar retos que no admiten soluciones nacionales. Esto aplica a la emergencia climática y a los otros nueve temas. El principal riesgo es que, ante la necesidad de una respuesta colectiva, las percepciones e intereses difieran lo suficiente como para impedir una respuesta a la altura.

 

Este artículo es una versión reducida de la  Nota Internacional publicada por CIDOB el 16 de diciembre de 2021. Esta Nota Internacional es el resultado de la reflexión colectiva del equipo de investigación de CIDOB en colaboración con EsadeGeo. Coordinada y editada por Eduard Soler i Lecha, en el proceso de redacción ha contado con aportaciones de Hannah Abdullah, Inés Arco, Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Ana Ballesteros, Pol Bargués, Moussa Bourekba, Anna Busquets, Carmen Claudín, Carme Colomina, Emmanuel Comte, Carlota Cumella, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Agustí Fernández de Losada, Blanca Garcés, Eva Garcia, Andrea G. Rodríguez, Juan Garrigues, Francis Ghilès, Seán Golden, Berta Güell, Juan Ramón Jiménez-García, Francesca Leso, Josep Mª Lloveras, Rafael Martínez, Esther Masclans, Óscar Mateos, Sergio Maydeu, Elisa Menéndez, Pol Morillas, Yolanda Onghena, Umut Özkirimli, Francesco Pasetti, Cristina Sala, Héctor Sánchez, Ángel Saz, Reinhard Schweitzer, Antoni Segura, Cristina Serrano, Eloi Serrano, Marie Vandendriessche, Pere Vilanova y Eckart Woertz, así como de socios individuales de CIDOB en los trabajos preparatorios.