Un soldado ucraniano carga una ametralladora en una trinchera en Donetsk Oblast, Ucrania, en agosto de 2023. (Ignacio Marin/Anadolu Agency/Getty Images)

La muerte de Prigozhin, la contraofensiva ucraniana y los recientes golpes militares en Níger y Gabón implican arriesgados escenarios militares para el Kremlin.

Rusia está sumida en complejos equilibrios geopolíticos desde Ucrania hasta el Sahel africano. Esta percepción aflora ante los avatares de la contraofensiva militar ucraniana; la aparente neutralización del Grupo Wagner tras el misterioso accidente aéreo que cobró la vida de su fundador Evgueni Prigozhin y su supuesto sucesor Dmitri Utkin; y los recientes golpes militares en Níger y Gabón que nos llevan a un escenario, África, donde Moscú tiene intereses directos. 

Estos difíciles equilibrios medirán la capacidad de actuación rusa ante la posibilidad de sumirse en dos frentes determinados por sus implicaciones militares: uno ya evidente en Ucrania y su espacio contiguo hacia Polonia, las repúblicas bálticas y Bielorrusia, tomando en cuenta las tensiones in crescendo con la OTAN y la eventual posibilidad de que Rusia esté preparando también una contraofensiva sobre el terreno; y otro hipotético en el desértico Sahel africano, donde la presencia de Moscú genera inquietud en Occidente, principalmente para Francia, con visible pérdida de influencia en su espacio francófono tras los golpes militares en Malí, Guinea Conakry y Chad (2021); Burkina Faso (2022); y ahora Níger y Gabón.

En el caso de Níger, donde Wagner tiene presencia, el viraje de la junta militar golpista ha sido más favorable a los intereses rusos. Por su parte, no existen evidencias de implicación rusa en lo que está sucediendo actualmente en Gabón. Por ello el golpe en Níger define un radio de actuación para Moscú que muy probablemente persuadirá a Occidente a reaccionar incluso manejando la posibilidad de una intervención militar vía países africanos. El objetivo occidental parece enfocado en despejar la posibilidad de que Rusia ocupe eventualmente esa pérdida de influencia francesa en África Occidental. 

La guerra de Ucrania después de Prigozhin: ¿contraofensiva o negociación?

La muerte de Prigozhin en la localidad de Tver el pasado 23 de agosto ocurre un día después de la destitución del general Serguéi Surovikin (estuvo al mando de operaciones en Ucrania a finales de 2022) por su presunta participación en el infructuoso intento de golpe del Grupo Wagner en julio pasado. Este contexto podría definir que el presidente ruso Vladímir Putin estaría dando curso a una purga de alto nivel contra determinados actores considerados incómodos para sus intereses.

Pero también existe otra perspectiva: aparentemente sometido a cualquier atisbo de disidencia dentro de las fuerzas militares, el Kremlin podría estar reagrupando fuerzas y efectivos que eventualmente le permitan reactivar una contraofensiva en Ucrania antes de la llegada del otoño. Moscú buscaría así ganar posiciones territoriales minando la capacidad defensiva ucraniana y dejando a la OTAN en una difícil posición toda vez su asistencia militar casi ilimitada a Kiev no pareciera estar dando los frutos esperados en el campo de batalla. 

Por otro lado, Ucrania con el apoyo de la OTAN ha intensificado recientemente el ataque de drones en territorio ruso. Este escenario podría afianzar la perspectiva del Kremlin de estar librando de forma directa una guerra contra la OTAN y no contra Ucrania, un elemento clave dentro de los mensajes que de manera constante emiten oficialmente los medios de comunicación en Rusia. De este modo, la guerra motiva al Kremlin a recrear una propaganda patriótica a gran escala dentro de la sociedad rusa que anuncia, al mismo tiempo, la perspectiva de que Rusia se enfrenta en el campo militar ucraniano contra la OTAN y contra un Occidente que, con su reciente ampliación a Suecia y Finlandia,  "amenazaría" la integridad estatal rusa.

Por otro lado, el gobierno de Volodymir Zelenski también ha movido ficha interna que dejaría también en el tapete algunas interrogantes en torno a la evolución de la contraofensiva militar ucraniana. 

El caso más relevante ha sido la renuncia este 4 de septiembre del ministro de Defensa Oleksii Reznikov, aparentemente por escándalos de corrupción, y su sustitución por Rustem Umerov, un funcionario sin experiencia militar pero que sí cuenta con credenciales en el terreno de la negociación, en este caso con sus contrapartes rusos en tomas de contacto realizadas en Bielorrusia y Turquía a finales de 2022. Está por ver hasta qué punto el reemplazo de Reznikov por Umerov podría evidenciar las dudas sobre el alcance real de la contraofensiva militar ucraniana a tal punto que, con Umerov ahora al frente de Defensa, podría reabrirse un canal de negociación entre Kiev y Moscú que implique algún tipo de armisticio.Es por ello que la muerte de Prigozhin abre un abanico de posibles nuevos escenarios en el frente ucraniano, pero también a nivel político en Moscú y Kiev. Si bien no parecía suponer un riesgo para la estructura de poder "putiniana", el Kremlin sospechaba sobre cierto aumento de la popularidad de Prigozhin dentro de la sociedad rusa. Esto probablemente se debe a la toma de los Wagner de la localidad de Bajmut/Artiomovsk en mayo pasado. Tras este éxito militar, el propio Prigozhin dejó entrever aspiraciones políticas de cara a las presidenciales rusas previstas para marzo de 2024.  No obstante, el oscuro incidente de intento de golpe de Prigozhin propició su pérdida de protagonismo político.

Con todo, el Kremlin ha guardado sutilmente las formas permitiendo una especie de homenaje popular y espontáneo por parte de sectores ultranacionalistas en el cementerio de San Petersburgo donde han sido enterrados en secreto Prigozhin y Utkin. Esto podría servir a Putin a la hora de reconvertir a Prigozhin en una especie de "mártir patriota", toda vez señalaba a Ucrania y la OTAN como los presuntos culpables de su muerte a través de un acto calificado por el Kremlin de "terrorista". 

Enfocando en el frente ucraniano, crecen las expectativas sobre lo que puede ocurrir ahora con unos Wagner neutralizados y "descabezados" en su liderazgo. Está por ver si este escenario podría fortalecer el peso militar y político del presidente checheno Ramzán Kadírov y de sus combatientes como sustitutos de los Wagner en el frente. Para el Kremlin, Kadírov y los chechenos podrían servir como instigadores de una mayor movilización de efectivos rusos al frente, especialmente en el caso de las comunidades musulmanas en el Cáucaso y Asia Central. 

Está por verificar hasta qué punto los Wagner "post Prigozhin" ya están reinsertados en una especie de reestructuración de las Fuerzas Armadas rusas tras el fallido intento de golpe y si, por otro lado, otros grupos militares privados han ido ascendiendo en este escalafón militar pero bajo estricto control por parte del Kremlin.

Por otro lado están las alianzas militares exteriores. Polonia ha venido adquiriendo un protagonismo estratégico para la OTAN como eje clave de suministro de apoyo militar a Ucrania, incluyendo también en este apartado a los países bálticos. De hecho, Varsovia ya ha anunciado un aumento del gasto militar de un 4% de su PIB ante la "creciente inestabilidad en Europa oriental".

Por su parte, Rusia y Bielorrusia han reforzado una sintonía política que, con el "exilio" de los Wagner en territorio bielorruso tras el fallido intento de golpe, podría tener consecuencias en el frente ucraniano. También está el reforzamiento de lazos militares de Rusia con Bielorrusia y China tras los recientes ejercicios militares conjuntos así como la asistencia militar por parte de Corea del Norte e Irán para el esfuerzo bélico ruso.

Monumento en homenaje a Yevgeny Prigozhin, fallecido en un accidente aéreo, en Rostov del Don, Rusia, el 24 de agosto de 2023. (Vladimir Alexandrov/Anadolu Agency/Getty Images)

Con todo, informaciones provenientes de agencias de inteligencia occidentales comienzan a cuestionar la efectividad de la contraofensiva ucraniana así como determinados problemas para el alistamiento militar hacia el frente bélico. Vista esta situación, Putin podría verse persuadido a intentar acelerar una ofensiva militar a gran escala que debilitara las defensas de su rival. Por otro lado, la opacidad informativa del Kremlin también crea especulaciones sobre el estado de la movilización parcial decretada en septiembre de 2022. Medios rusos independientes, principalmente desde el exterior, consideran que el Kremlin está llevando a cabo una campaña de reclutamiento forzoso, sobre todo en el interior de Rusia, con el foco en atraer a inmigrantes centroasiáticos que acaban de recibir la ciudadanía rusa. Por otro lado, la guerra se ha convertido también en un lucrativo negocio para algunos hombres de negocios rusos.

De materializarse una ofensiva militar rusa a gran escala, Moscú buscaría asegurar el control de los territorios militarmente conquistados, buscando alguna ganancia territorial adicional que implique presionar a Kiev a negociar un alto al fuego para intentar delimitar de facto una especie de reparto territorial en Ucrania. Con todo, es muy poco probable que el gobierno de Zelenski acepte estas condiciones rusas. Pero el escenario podría cambiar si la contraofensiva militar ucraniana no da los resultados esperados y Occidente se vea obligado a presionar a Kiev para que considere iniciar una negociación con Moscú.De allí las interrogantes existentes sobre qué hay detrás de la reciente remoción de Reznikov por Umerov, un negociador con experiencia. Cómo afectará esto a la imagen de Zelenski de cara a las elecciones presidenciales ucranianas previstas para marzo de 2024 (simultáneas a las presidenciales rusas) es otro tema a tomar en cuenta. El entorno de Zelenski ha llegado incluso a sopesar la posibilidad de celebrar las elecciones en plena guerra.

Manifestantes en Niamey, Níger, para mostrar su apoyo a los golpistas, el 3 de agosto de 2023. (Djibo Issifou/Getty Images)

África después de Prigozhin: ¿vientos de guerra en el Sahel? 

Pasemos ahora al escenario africano. Más allá de las casuales coincidencias, los recientes acontecimientos en torno a Prigozhin, Utkin y Surovikin han ocurrido en paralelo  a una serie de eventos geopolíticos que vinculan a Rusia con sus socios africanos. 

En julio pasado, Prigozhin reapareció públicamente en una cumbre Rusia-África en San Petersburgo. Mientras se realizaba esta cumbre aconteció el golpe militar en Níger que propició una viraje prorrusa y antagónica con Occidente, específicamente con Francia en un país estratégico por sus recursos mineros. 

Posteriormente, la destitución de Surovikin y las muertes de Prigozhin y Utkin ocurrieron también en paralelo con la XV Cumbre de los BRICS celebrada entre el 22 y 24 de agosto en la capital sudafricana Johannesburgo. El evento era estratégico para Putin. Si bien el presidente ruso participó vía online motivado por la orden de arresto en su contra por parte de la Corte Penal Internacional en marzo pasado, la cumbre de los BRICS permitió consolidar la relación de Moscú con China, India, Brasil y sus socios africanos. Toda vez, Moscú observa con beneplácito la ampliación prevista de los BRICS a seis países (Arabia Saudí, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Argentina, Etiopía y Egipto) con los que Moscú mantiene fluidas relaciones. Viéndolo en perspectiva geopolítica, el golpe en Níger, la muerte de Prigozhin y la cumbre de los BRICS podrían ser aprovechadas por Putin para intentar ‘resetear‘ sus relaciones con los países africanos con la finalidad de desvincular la presencia rusa de la de los Wagner en países como Níger, Malí y Burkina Faso. Moscú podría colocar especial énfasis en las relaciones comerciales vía exportación de granos y cereales, tan preocupante para los países africanos por el bloqueo de puertos en el Mar Negro por la guerra ucraniana. Putin intentaría así alejar las críticas internacionales hacia lo que se ha considerado como una ‘intromisión rusa vía Wagner’ en África.

Este eventual reordenamiento de prioridades geopolíticas del Kremlin en África buscaría también intentar atenazar cualquier posible iniciativa occidental de intervención exterior en Níger y Gabón que complique los intereses rusos. En este sentido han surgido informaciones sobre negociaciones para una eventual intervención de la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, CEDEAO en Níger y Gabón con la finalidad de restituir el orden democrático, contando todo ello con el aval occidental, especialmente de la Unión Europea. Para Occidente, este escenario tendría otra vertiente en clave militar: arrastrar a Rusia en una guerra en dos frentes, una directa en Ucrania y otra más indirecta en el Sahel africano.

En el caso de Gabón, Rusia ya anunció oficialmente su "preocupación" por el reciente golpe militar. No existe por el momento algún indicio de posible implicación rusa. En Níger, la junta militar ya pidió ayuda a las vecinas Malí y Burkina Faso en caso de intervención exterior, obteniendo oficialmente su apoyo. No debemos olvidar que en esos países, así como República Centroafricana y Libia, la presencia de los Wagner es un aval geopolítico para el Kremlin al incluir a esos países como nuevas esferas de influencia más allá del tradicional espacio postsoviético.

Por otro lado, la OTAN lleva años acelerando en África Occidental y el Sahel la creación de una fuerza militar de respuesta rápida para contener las crisis políticas regionales. Esta fuerza militar supone para la Alianza mantener sus esferas de influencia geopolítica. En este sentido, en 2006 inició ejercicios con Cabo Verde

Pero no es sólo la presencia rusa en África lo que inquieta a Occidente. China, con fuertes intereses comerciales y de cooperación en el continente, abrió en Djibouti en 2016 su primera base militar en el extranjero toda vez tiene expectativas de continuar con otras bases en Guinea Ecuatorial, Kenia y Angola. Pekín establece un radio de influencia desde el Atlántico africano hasta el Cuerno de África, África Oriental, el estrecho de Hormuz, el Océano Índico y el Sureste Asiático, todos ellos ejes vitales de transporte marítimo así como de la Iniciativa china de la Franja y la Ruta. Por tanto, para EE UU y la Alianza Atlántica, acelerar estos mecanismos de respuesta militar rápida ante la creciente presencia del eje sino-ruso en África se impone como un objetivo estratégico inmediato que cobra mayor dimensión con las tensiones con Rusia por la guerra en Ucrania y con China en torno a Taiwán. No es por tanto descartable que la oleada de tendencias golpistas en pleno corazón de África y el viraje geopolítico hacia el eje sino-ruso por parte de algunos de esos países (Malí, Burkina Faso, Níger) contrario a los intereses occidentales podrían determinar una especie de ‘ucranización‘ de los conflictos africanos en los que Rusia podría verse inevitablemente obligada a atender varios frentes de guerra a la vez.