Mohamed Toumba, una de las principales figuras del Consejo Nacional para la Protección de la Patria, asistió a la manifestación de los partidarios del golpe en un estadio de Niamey. (Balima Boureima/Anadolu Agency/Getty Images)

Recientemente un grupo de altos mandos del Ejército nigerino anunció en la televisión nacional que había puesto fin al régimen de Mohamed Bazoum, elegido democráticamente en 2021. En esta serie de preguntas y respuestas, se explican los motivos de este intento de golpe de Estado y lo que está en juego.

El miércoles 26 de julio de 2023, a primera hora de la mañana, miembros de la guardia presidencial secuestraron al presidente Mohamed Bazoum y a su familia en el interior de la residencia presidencial, para enorme sorpresa de la opinión pública. Esa misma mañana detuvieron también al ministro del Interior, leal a Bazoum. Varias unidades de las fuerzas de defensa y seguridad tomaron posiciones en lugares estratégicos de la capital. En su cuenta de Twitter, el presidente de la República anunció que el Ejército y la Guardia nacional se preparaban para atacar a los elementos de la guardia presidencial si no abandonaba su intento de golpe de Estado.

Por la tarde, cientos de partidarios del presidente Bazoum se congregaron frente a la Asamblea Nacional para protestar contra el golpe y varias decenas se dirigieron hacia el palacio. La guardia presidencial hizo disparos de advertencia para dispersarlos e hirió a varios manifestantes. Al mismo tiempo, los jefes de las fuerzas de defensa y seguridad de Níger se reunieron en un cuartel para discutir los riesgos y las posibilidades de un enfrentamiento con la guardia presidencial, que es la fuerza armada mejor equipada de la capital. Después de varias horas de discusiones, los altos mandos decidieron evitar un enfrentamiento que dividiría a las fuerzas de defensa y seguridad y pondría en peligro la vida del presidente y sus familiares retenidos como rehenes en la residencia presidencial. A continuación aprobaron el golpe llevado a cabo por la guardia presidencial y crearon, en colaboración con ella, el Consejo Nacional para la Protección de la Patria (CNSP en sus siglas en francés), para que asumiera provisionalmente la dirección del país. Por la noche, 10 oficiales de alto rango, en representación de los principales componentes de las fuerzas de defensa y seguridad, anunciaron en la televisión nacional que habían derrocado el régimen del presidente Bazoum.

Al día siguiente, el jefe del Estado Mayor del Ejército confirmó que apoyaba la declaración. El 28 de julio, el general Abdourahamane Tiani, al frente de la guardia presidencial desde 2011, leyó en la televisión nacional un discurso en el que hizo oficial su toma del poder como jefe del CNSP. El antiguo jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el general Salifou Modi, al que el presidente cambió de puesto en marzo de 2023, se convirtió en su número dos. Esta situación recuerda otros golpes de Estado anteriores en el país, sobre todo los de 1999 y 2010, cuando una unidad del Ejécito se hizo con el poder y de inmediato la secundó el resto de las fuerzas de defensa y seguridad con el fin de evitar el enfrentamiento entre compañeros de armas.

El 30 de julio, en Niamey, considerado el bastión de la oposición, una marcha de apoyo a los golpistas movilizó a miles de manifestantes; centenares de ellos corearon consignas antifrancesas y convergieron en la embajada de Francia. Por el contrario, no ha habido ninguna movilización significativa en defensa del presidente, ni siquiera del sistema democrático que representa, salvo alguna que otra concentración más bien modesta convocada por los dirigentes del partido en el poder —el Parti nigérien pour la démocratie et le socialisme (PNDS-Tarayya)— en Niamey, la noche del golpe, y en algunas ciudades del interior, sobre todo en Tahoua, uno de los bastiones de esta formación política. El 31 de julio fueron detenidos varios dirigentes del PNDS, entre ellos su presidente, Foumakoye Gado. Es indudable que las presiones del CNSP sobre los cuadros del partido en el poder hicieron difícil organizar una movilización a gran escala en apoyo del presidente derrocado.

¿Qué ha desencadenado este intento de golpe de Estado?

Los sucesos del 26 de julio están directamente relacionados con las tensiones existentes entre el presidente Bazoum y una parte de la jerarquía militar. Estas tensiones no son nuevas. El 31 de marzo de 2021, la víspera de la investidura de Bazoum, ya hubo un intento de golpe de Estado que trató de impedirla.

Desde 1960, Níger ha vivido cinco golpes de Estado y varios intentos fallidos, y seis de sus 10 presidentes han sido militares. El Ejército nigerino desempeña un papel ambivalente en la historia política del país: es una institución al servicio estatal y, al mismo tiempo, una especie de “contrapoder” capaz de derrocar a los dirigentes civiles cuando la situación es favorable.

El Canciller alemán Olaf Scholz (SPD), fue recibido con honores militares en el palacio presidencial por el Presidente de la República de Níger, Mohamed Bazoum. (Michael Kappeler/picture alliance/Getty Images)

Consciente de esta dinámica, el presidente Bazoum, como su predecesor Mahamadou Issoufou, se ha preocupado por construir relaciones estables con las Fuerzas de seguridad y ha procurado tratarlas bien e involucrarlas en el ejercicio del poder, pero también vigilarlas. En los últimos meses, Bazoum hizo cambios en los mandos de las fuerzas de defensa y seguridad que seguramente irritaron a sus jefes, entre ellos Tiani y Modi, los dos generales que han tomado las riendas de la nueva junta. Sustituyó al alto mando de la gendarmería y al jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en marzo de 2023 y, hace poco, firmó el decreto de jubilación de seis generales, incluidos algunos de los más influyentes. Según personas cercanas al presidente, también se estaba preparando un decreto para destituir al general Tiani del mando de la Guardia Presidencial, lo que se cree que fue el detonante del golpe.

El presidente Bazoum quizá cristaliza, más que sus predecesores civiles, el resentimiento de ciertos oficiales de alto rango, que, entre otras cosas, desaprueban su decisión de reforzar la alianza con los socios occidentales al aceptar un despliegue sin precedentes de fuerzas militares extranjeras, sobre todo francesas, estadounidenses, italianas, alemanas y belgas, en el territorio nacional. Estas tropas están contribuyendo a luchar contra los grupos yihadistas y a entrenar a las fuerzas de defensa y seguridad de Níger. Los socios occidentales, después de haber sido expulsados de Malí y, en menor medida, de Burkina Faso, consideraban a Níger como su aliado más fiable en el Sahel. Esta ya era la política de su predecesor, pero el presidente Bazoum la ha reforzado justo cuando en Malí y en Burkina Faso se rechaza abiertamente la presencia militar occidental, y en particular francesa, y el sentimiento soberanista —una corriente que rechaza la influencia occidental, la tacha de neocolonialismo y reafirma la independencia y soberanía nacionales— crece en popularidad.

Este es uno de los motivos que explican la compleja relación del presidente Bazoum con el general Modi, a quien el expresidente Mahamadou Issoufou nombró jefe del Estado Mayor en enero de 2020. Su misión era mejorar la condición del Ejército, que en aquel momento se enfrentaba a graves ataques yihadistas. Según fuentes próximas al presidente depuesto, el general no dejaba de criticar en privado a las autoridades políticas, que, en su opinión, habían dado demasiada libertad de acción a los socios occidentales en materia de seguridad, especialmente a Francia. Lamentaba sin cesar que estos últimos no le informasen de todas sus operaciones. Las autoridades galas, por su parte, según las informaciones recogidas por Crisis Group en Níger, se quejaron ante el presidente Bazoum de las dificultades encontradas en sus intentos de cooperar con el jefe de Estado Mayor. En marzo de 2023, poco después de que el general Modi viajara a Malí a reunirse con las autoridades militares de ese país, el presidente decidió destituirlo y lo nombró embajador en Emiratos Árabes Unidos, cargo al que parece que nunca se incorporó.

Además de las complicadas relaciones con los líderes militares, Bazoum también tuvo que gestionar un delicado traspaso de poderes de Mahamadou Issoufou. Bazoum, elegido con la promesa de continuar el programa de su predecesor, conservó a gran parte del equipo heredado. Sin embargo, en los dos últimos años, el presidente designó a personas más próximas a él para ocupar puestos clave, tanto en el aparato estatal como al frente de las empresas públicas. Aunque los dos hombres mantenían una estrecha relación, fruto de una larga lucha política en común, las disputas entre sus respectivos partidarios se fueron haciendo cada vez más visibles y dejaron al descubierto una fractura dentro del partido gobernante. En efecto, bajo la apariencia de continuidad en la vida política de Níger, existían tensiones en el interior de la clase dirigente.

En la opinión pública, la cercanía entre el presidente Issoufou y el general Tiani, desde su nombramiento como jefe de la guardia presidencial en 2011, ha alimentado las especulaciones sobre su posible implicación, aunque parece que no tienen mucha base. El expresidente Issoufou tiene mucho que perder en una situación que amenaza al partido que construyó y compromete el legado democrático del que se enorgullece y que le valió un premio de la Fundación Mo Ibrahim. Desde las primeras horas del golpe, ha tratado de mediar entre los militares golpistas y el presidente Bazoum, pero hasta ahora sus esfuerzos no han dado fruto. El 29 de julio, en un encuentro con diplomáticos europeos, Issoufou “se declaró ofendido por las insinuaciones que le vinculan con el golpe”. Además, su hijo, Mahamane Sani Issoufou, ministro de Petróleo en el gobierno de Bazoum, también fue detenido sin causa oficial el 31 de julio, junto con otros cuadros del PNDS.

¿Todo es consecuencia de las luchas de poder entre los clanes y del oportunismo de los militares?

Las tensiones en el interior de las clases dirigentes de Níger, tanto civiles como militares, no explican por sí solas el golpe de Estado. Como en los casos de Malí y Burkina Faso, existen causas más profundas, enmarcadas en la combinación de una situación de seguridad que sigue siendo precaria y un sistema democrático estancado.

Desde el punto de vista de la seguridad, Níger sufre desde 2015 un aumento de la inseguridad en las zonas fronterizas con Malí, Burkina Faso y el lago Chad. Sin embargo, a diferencia de sus vecinos, en los que se ha incrementado la violencia yihadista en los últimos dos años, Níger ha experimentado un descenso considerable de los ataques violentos perpetrados por esos grupos. Esta disminución de los atentados se explica no solo por unas operaciones militares mejor organizadas con los socios, sino también por la decisión de Bazoum de dedicar tiempo a hablar con los grupos yihadistas, a desarmar y reintegrar a quienes se rindan a las autoridades, a establecer un diálogo intercomunitario y a integrar grupos de autodefensa dentro de las fuerzas de defensa y seguridad.

Sin embargo, este balance, que los dirigentes militares —entre ellos el general Modi— consideraban positivo para el presidente hace solo unos meses, parece haberse vuelto en su contra tras el golpe de Estado. En su proclama, a la hora de justificar el golpe, los golpistas destacaron su oposición a las decisiones de Bazoum en materia de seguridad. En particular, criticaron la decisión de poner en libertad a los presos del entorno yihadista, que el Gobierno decretó para facilitar el diálogo con los insurgentes. También critican la decisión de integrar a miembros de las milicias comunitarias en las fuerzas de defensa y seguridad, pero con esa medida Níger ha contenido y controlado el desarrollo de los grupos armados de autodefensa. En cambio, estas organizaciones han crecido en Malí y Burkina Faso, donde, en lugar de mejorar la situación, se ha alimentado la violencia asesina. Ahora bien, la otra cara de la moneda es que los militares de carrera no ven con buenos ojos esta política de integración porque, en muchos casos, consideran que pone en tela de juicio su función.

Aparte del aspecto de la seguridad, el golpe también debe interpretarse en un contexto más amplio, el de la incapacidad del Estado para proporcionar servicios suficientes a su población. Bazoum había emprendido una campaña sincera de reforma de las instituciones y las prácticas del poder. Su gobierno detuvo a altos cargos de la administración implicados en un caso de corrupción; entre ellos había un ministro en activo. También quiso que el Estado prestara más atención a la educación de sus ciudadanos, en particular de las jóvenes, una preocupación bienvenida en un momento en el que los gastos de seguridad están consumiendo el presupuesto del país. Pero su capacidad de cambiar las prácticas del Estado y sus representantes a la hora de la verdad se vio limitada por la necesidad de mantener al mismo tiempo el equilibrio político que le había llevado al poder.

Personas desplazándose cotidiánamente con burros en Niamey. (Omer Urer/Anadolu Agency/Getty Images)

En términos generales, los dirigentes tropiezan con el problema fundamental de la falta de recursos estatales: con un presupuesto cercano a los tres billones de francos CFA para una población que se calcula en 25,5 millones de habitantes, Níger no puede invertir más que aproximadamente 120.000 francos CFA por ciudadano y año, es decir, cerca de 200 dólares. Además, la gestión de estos recursos limitados está marcada por “la corrupción y la codicia”. Aunque las medidas del Estado se complementen con las de otros agentes públicos y privados, la realidad es que no dispone de medios para sacar a su población de la pobreza. Independientemente de que sean sinceros o no, los dirigentes tienen pocas probabilidades de convencer a los jóvenes de que en sus manos está la posibilidad de cambiar su destino.

Por último, los militares se han hecho con el poder en un contexto regional favorable a este tipo de iniciativas. El intento de golpe de Estado de Níger llega después de una serie de golpes en Malí en agosto de 2020 y mayo de 2021, en Guinea en septiembre de 2021 y en Burkina Faso en enero y septiembre de 2022. Aunque la situación era diferente entre unos países y otros, el éxito de cada uno ha facilitado el de los demás. Para la opinión pública de África Occidental, el golpe militar se ha convertido en una de las perspectivas posibles cuando existen problemas de seguridad o una crisis de confianza en el sistema democrático. En particular, gran parte de la juventud urbana parece pensar que un poder militar fuerte es la mejor oportunidad de desbloquear un sistema democrático que les está decepcionando. Sin embargo, no da la impresión de que los jefes militares que han dado el golpe en Niamey encarnen ni un nuevo comienzo ni la promesa de una gestión más limpia de las instituciones públicas. Dado que ocupaban altos cargos en la administración de Bazoum y de su predecesor, también son responsables, al menos en parte, de lo que hayan hecho. La gestión de las instituciones militares que estaban a su cargo también estuvo empañada por escándalos de corrupción. Además, ninguno de los regímenes militares instalados recientemente ha mejorado de verdad la situación de la juventud.

¿Cómo han reaccionado los vecinos y socios de Níger?

En su inmensa mayoría, los vecinos y socios internacionales de Níger han reaccionado con gran firmeza. Han condenado el intento de golpe y han exigido la vuelta al orden constitucional, la liberación de Bazoum y su restitución en el cargo.

En una reunión celebrada el 30 de julio, los presidentes de los Estados miembros de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), la organización de integración regional, anunciaron una serie de sanciones, entre ellas el cierre de sus fronteras con Níger, mientras que los de la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMOA), que agrupa a los países que comparten una moneda común, el franco CFA, impusieron de inmediato drásticas sanciones económicas y financieras. La CEDEAO ha dado un ultimátum de una semana a la junta para que abandone la intentona golpista y deje en libertad a Bazoum. En caso contrario, prevé sanciones más severas e incluso la posibilidad de intervenir militarmente para restablecer el orden constitucional. El 30 de julio envió a Niamey al presidente de Chad, Mahamat Idriss Déby, para transmitir ese mensaje. Asimismo, la CEDEAO ha enviado una delegación encabezada por el expresidente de Nigeria, el general Abdulsalami Abubakar, para mediar y dialogar con los golpistas de Níger. La delegación llegó a Niamey el 3 de agosto y, al parecer, se marchó ese mismo día sin haber obtenido ningún resultado ni haberse reunido con el jefe de la junta.

La firmeza de la CEDEAO, en contraste con su relativa timidez tras los dos últimos golpes de Estado en Burkina Faso en 2022, se debe a dos motivos. En primer lugar, Níger es el cuarto país del bloque regional (con 15 Estados miembros) víctima de un golpe militar en menos de tres años. La CEDEAO teme que, si no reacciona con contundencia, esta espiral pueda descontrolarse y se lleve por delante a otras autoridades civiles, cuando la amenaza yihadista está en aumento. En segundo lugar, desde que tomó posesión el presidente Bola Tinubu en mayo de 2023, Nigeria a dado nuevo impulso a la CEDEAO y a su estrategia de contención de los golpes militares. Tinubu ha hecho que su país vuelva a ser un miembro importante de la organización regional, después de varios años de escaso compromiso por parte de los gobernantes nigerianos.

No obstante, la decisión de adoptar una postura firme no es unánime en la organización. Los regímenes militares de Malí, Burkina Faso y Guinea, que tienen suspendida su participación en los órganos de la CEDEAO, han expresado su solidaridad con los golpistas de Níger. En una declaración conjunta, los mandos militares de ambos países han advertido a la organización de que cualquier operación militar contra Níger la considerarán una declaración de guerra contra ellos. Dentro de la organización se agudiza la división entre un pequeño bloque de cuatro Estados dirigidos por militares que han tomado el poder por la fuerza y los demás miembros —entre los que están los pesos pesados de la región, como Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Senegal—, que quieren poner fin a la espiral golpista.

Por su parte, Francia, la Unión Europea y Alemania han interrumpido totalmente o en parte la cooperación con Níger. Estados Unidos también ha suspendido la cooperación en materia de seguridad, aunque ha evitado calificar la situación de golpe de Estado, sin duda para no tener que interrumpir también la cooperación económica y con la esperanza de que el presidente Bazoum recupere el poder.

Manifestantes, tras el golpe de Estado en Níger, apoyando a los golpistas en Niamey con la pancarta "Abajo Francia, viva el CNSP" ("Consejo Nacional para la Protección de la Patria"). (Djibo Issifou/picture alliance/Getty Images)

La relación entre la nueva junta y París se ha deteriorado con gran rapidez. El CNSP desconfía en especial de Francia, que desde 2022 ha establecido en Níger el centro de su nuevo dispositivo de seguridad en el Sahel y, por tanto, mantiene vínculos muy estrechos con el presidente Bazoum. Los golpistas acusan a Francia de haber planeado bombardear el palacio presidencial para forzar la liberación del presidente. Por su parte, la ministra francesa de Asuntos Exteriores ha acusado a los golpistas de organizar y dirigir las manifestaciones contra la Embajada el 30 de julio. Los golpistas también son conscientes de que, como en Malí y Burkina Faso, un amplio sector de la juventud urbana tiene sentimientos antifranceses, lo que puede facilitarles la construcción de una base popular. El 3 de agosto, el CNSP rescindió los acuerdos de cooperación militar con Francia.

Más inesperado es el hecho de que Moscú, principal aliado de Malí en materia de seguridad desde la salida de las tropas francesas del país en agosto de 2022, haya declarado oficialmente que está a favor de una rápida vuelta a la legalidad en Níger y haya pedido contención a las dos partes. Al mismo tiempo, Yevgueni Prigozhin, el jefe de Wagner —la empresa de seguridad rusa vinculada al Kremlin, que ha desplegado más de 1.000 combatientes en Malí y que hace poco había apuntado a Níger en sus campañas mediáticas—, ha elogiado la destitución de Bazoum, al que ha calificado de “presidente profrancés”, y ha ofrecido sus servicios a los golpistas. Argelia, vecina de Níger, ha condenado el golpe, pero también ha advertido a la CEDEAO contra una intervención militar, porque podría agravar la crisis actual. Pide que se restablezca el orden constitucional por medios pacíficos.

¿Qué salida puede tener una situación que por el momento parece estancada?

Las posiciones de los principales actores se están polarizando peligrosamente en dos bandos mutuamente excluyentes: por un lado, los golpistas que han tomado el poder y mantienen como rehenes al presidente electo y a su familia y, por otro, los partidarios de Bazoum y algunos interlocutores internacionales, encabezados por la CEDEAO, que exigen el regreso del dirigente y amenazan con utilizar la fuerza para conseguirlo.

Las sanciones regionales ya están haciéndose notar en la economía de este país sin salida al mar. Según las previsiones oficiales, en 2023, menos de la mitad (45%) del presupuesto estatal debía proceder de sus recursos internos, puesto que el 55% depende de la ayuda de diversos socios y el endeudamiento en los mercados financieros regionales. Es indudable que la suspensión de la ayuda exterior empeorará aún más las condiciones de vida de la población, ya de por sí lamentables. El cierre de las fronteras y la interrupción de las transacciones financieras podrían surtir efecto todavía con más rapidez. Las sanciones pueden presionar a los golpistas, pero se corre el riesgo de que pase todo lo contrario, como ocurrió en Malí y Burkina Faso. Las sanciones, pese a sus duras consecuencias, han empezado a suscitar una corriente de orgullo nacional que beneficia a los golpistas.

Consciente de estas limitaciones, la CEDEAO, impulsada por Nigeria, está considerando también la posibilidad de una intervención militar. Entre el 2 y el 4 de agosto, los jefes de Estado Mayor de la CEDEAO se reunieron en Abuya para perfilar esa posible intervención. Pero sería una decisión llena de riesgos, no solo porque el resultado es incierto, sino también porque podría desestabilizar Níger y la región en general, que ya está atenazada por una grave crisis de seguridad. Incluso aunque la CEDEAO consiguiera liberar a Bazoum por la fuerza, es lógico preguntarse qué margen de maniobra tendría un presidente reinstaurado por los ejércitos vecinos para gobernar un país en el que numerosos jefes militares, dirigentes políticos y líderes de la sociedad civil han renegado públicamente de él en los últimos días.

Desde luego, los dos bandos enfrentados no tienen un historial equiparable. Mohamed Bazoum es un presidente elegido democráticamente cuyas medidas han contribuido a mejorar la seguridad y a poner en marcha reformas, aunque es evidente que todavía no ha convencido a una parte de la población nigerina. La junta ha tomado el poder por la fuerza y hasta ahora no tiene más legitimidad que la que le ofrece la movilización de miles de jóvenes manifestantes atraídos sobre todo por su retórica populista o antifrancesa. En términos de legitimidad democrática, no hay comparación posible entre las dos partes.

Sin embargo, hasta ahora, los intentos de diálogo no han conseguido rendir a la junta. El ultimátum de una semana fijado por la CEDEAO al CNSP para liberar a Bazoum y restaurar el orden constitucional expiró la noche del 6 de agosto. Para los principales socios exteriores de Níger, el enfrentamiento armado con la junta está empezando a perfilarse poco a poco pero de manera preocupante como la única vía para desbloquear la situación, con el peligro de arrastrar al país a un conflicto armado de resultado especialmente incierto. Para evitarlo, no hay más solución que el diálogo. Y, para que éste tenga posibilidades de éxito, la CEDEAO debe rebajar de inmediato su retórica marcial y enviar una señal inequívoca de que desea una solución negociada a la crisis, que solo será posible si las dos partes aceptan algo a lo que se han negado desde el principio: hacer concesiones. Por doloroso que pueda parecer, pero con el fin de proteger la unidad y la paz en Níger, el bando de Bazoum podría valorar la opción de un acuerdo para iniciar una transición en la que civiles y soldados, cuadros del PNDS y elementos del CNSP acepten una tregua de varios meses. Junto con el resto de la clase política y la sociedad civil del país, podrían aprovechar ese periodo para que cada grupo defienda su visión sobre el futuro del país.

La versión original de este artículo se publicó con anterioridad en International Crisis Group. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura