
El Kremlin reordena sus piezas tras la surrealista rebelión del líder del grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, con el foco en fortalecer un régimen de pretorianismo militar.
El incidente de rebelión militar escenificado el pasado 24 de junio por parte de Yevgueni Prigozhin, líder de la Corporación Wagner, deja abiertos una serie de escenarios que recrean incertidumbre sobre el futuro político de Rusia. Aparentemente disipado el riesgo de guerra civil emanado de la rebelión Wagner, los focos están ahora concentrados en qué harán el presidente ruso, Vladímir Putin, y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, cuyas iniciativas tenderán a modificar el espectro político interno, así como en el plano militar en el frente ucraniano.
A continuación, tres escenarios que podrían arrojar pistas sobre qué podría suceder en Rusia tras el fracasado putsch de Prigozhin y Wagner:
Hacia un régimen de pretorianismo militar. La neutralización de Prigozhin y de Wagner a través de un acuerdo in extremis cuando los combatientes de esta corporación marchaban hacia Moscú define tentativamente un escenario político: Putin y el estamento militar dirigido por el ministro de Defensa, Serguei Shoigu (un enemigo político para Prigozhin), ganarían a priori esta partida sobre una corporación militar privada que comenzaba a operar fuera del margen de acción de las Fuerzas Armadas rusas. Así, el estamento militar impuso su mando por encima de los intereses de estas entidades paramilitares.
Esta neutralización tendrá también implicaciones directas dentro de la guerra en Ucrania. El estamento militar ruso podría ahora seducir y persuadir a los combatientes privados y mercenarios adscritos a Wagner a suscribir acuerdos con el ministerio de Defensa, con posibilidades incluso de mejorar las condiciones que les ofrecen el grupo de Prigozhin y otras corporaciones militares privadas que operan en Rusia. O lo que es lo mismo: centralizar el mando e integrar a Wagner y otras corporaciones a las Fuerzas Armadas estatales.
Esta perspectiva abre la posibilidad de que Rusia se deslice hacia un régimen de pretorianismo militar contando con el beneplácito de la estructura política y burocrática putinista. Una simbiosis cuyos ejemplos podríamos encontrarlos en regímenes similares establecidos durante el siglo XX en Turquía y Pakistán. Con todo, este escenario muy probablemente dejará a Putin (y su futuro político) y al propio Shoigú más atados ante las demandas e intereses del estamento militar, contrariados por una rebelión contra su poder corporativo.

El reforzamiento del peso de la institución militar podría igualmente ser aprovechado por el Kremlin para monopolizar el auge del ultranacionalismo ruso y las pulsaciones patrióticas, muy presentes en la propaganda oficial y con elevada popularidad dentro de la sociedad rusa. Al calificar la rebelión ...
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