Combatientes de Wagner en las calles después de que el grupo paramilitar haya tomado el control de Rostov-on-Don, Rusia el 24 de junio de 2023. (Arkady Budnitsky/Anadolu Agency/Getty Images)

El Kremlin reordena sus piezas tras la surrealista rebelión del líder del grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, con el foco en fortalecer un régimen de pretorianismo militar.

El incidente de rebelión militar escenificado el pasado 24 de junio por parte de Yevgueni Prigozhin, líder de la Corporación Wagner, deja abiertos una serie de escenarios que recrean incertidumbre sobre el futuro político de Rusia. Aparentemente disipado el riesgo de guerra civil emanado de la rebelión Wagner, los focos están ahora concentrados en qué harán el presidente ruso, Vladímir Putin, y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, cuyas iniciativas tenderán a modificar el espectro político interno, así como en el plano militar en el frente ucraniano.

A continuación, tres escenarios que podrían arrojar pistas sobre qué podría suceder en Rusia tras el fracasado putsch de Prigozhin y Wagner:

Hacia un régimen de pretorianismo militar. La neutralización de Prigozhin y de Wagner a través de un acuerdo in extremis cuando los combatientes de esta corporación marchaban hacia Moscú define tentativamente un escenario político: Putin y el estamento militar dirigido por el ministro de Defensa, Serguei Shoigu (un enemigo político para Prigozhin), ganarían a priori esta partida sobre una corporación militar privada que comenzaba a operar fuera del margen de acción de las Fuerzas Armadas rusas. Así, el estamento militar impuso su mando por encima de los intereses de estas entidades paramilitares.

Esta neutralización tendrá también implicaciones directas dentro de la guerra en Ucrania. El estamento militar ruso podría ahora seducir y persuadir a los combatientes privados y mercenarios adscritos a Wagner a suscribir acuerdos con el ministerio de Defensa, con posibilidades incluso de mejorar las condiciones que les ofrecen el grupo de Prigozhin y otras corporaciones militares privadas que operan en Rusia. O lo que es lo mismo: centralizar el mando e integrar a Wagner y otras corporaciones a las Fuerzas Armadas estatales.

Esta perspectiva abre la posibilidad de que Rusia se deslice hacia un régimen de pretorianismo militar contando con el beneplácito de la estructura política y burocrática putinista. Una simbiosis cuyos ejemplos podríamos encontrarlos en regímenes similares establecidos durante el siglo XX en Turquía y Pakistán. Con todo, este escenario muy probablemente dejará a Putin (y su futuro político) y al propio Shoigú más atados ante las demandas e intereses del estamento militar, contrariados por una rebelión contra su poder corporativo.

El presidente ruso Vladimir Putin y el ministro de Defensa Sergei Shoigu asisten al Foro Técnico-Militar Internacional "Ejército-2021″ en el Parque Partiot, en agosto de 2021, en Kubinka, Moscú, Rusia. (Mikhail Svetlov/Getty Images)

El reforzamiento del peso de la institución militar podría igualmente ser aprovechado por el Kremlin para monopolizar el auge del ultranacionalismo ruso y las pulsaciones patrióticas, muy presentes en la propaganda oficial y con elevada popularidad dentro de la sociedad rusa. Al calificar la rebelión Wagner como una "traición a nuestra patria", Putin también estaría apuntando hacia una no confirmada conexión exterior detrás de esta rebelión, con el foco en Kiev y Washington. Una maniobra efectista por parte del Kremlin dirigida hacia la sociedad rusa con la intención de identificar una amenaza exterior ya interiorizada a través de la rebelión Wagner. Esto también podría asegurar el apoyo de los grupos ultranacionalistas a un régimen de pretorianismo militar en aras de preservar la seguridad nacional. 

Así, Putin y Shoigu se verán ahora con la legitimidad necesaria para dispersar cualquier disidencia o amenaza interna, sea ésta impulsada por un Prigozhin hoy políticamente debilitado o por otros mercenarios. Y aquí entra en escena otro actor conocido: el presidente checheno, Ramzán Kadírov, y sus combatientes en Ucrania. Así, tras desactivar la rebelión Wagner, el Kremlin ya tendría sustituto para Prigozhin, tomando en cuenta la hasta ahora inalterable fidelidad de Kadírov a Putin y el anuncio de que los chechenos ocuparían las posiciones de Wagner en el frente militar en Ucrania. Con todo, está por ver si los hombres de Kadírov y los wagneritas de Prigozhin terminen realizando una especie de guerra secreta para consolidar cuotas de poder en el frente ucraniano y también ante el Kremlin.

Con todo, Putin y un Shoigu recientemente confirmado como ministro de Defensa deben también calcular con destreza los siguientes pasos a tomar, en especial a la hora de evitar necesariamente denigrar o purgar la figura de Prigozhin y de Wagner, ambos muy populares en la sociedad rusa por sus victorias militares en Soledar y Bajmut/Artyomovosk. Con ello intentarían evitar un malestar en el seno de las Fuerzas Armadas y otros grupos paramilitares y de seguridad que podrían desatar luchas intestinas entre clanes de poder

El Kremlin y los militares buscarán institucionalizar ante la sociedad el papel del estamento militar como cuerpo profesional garante de la seguridad nacional y de los intereses geopolíticos rusos. Este creciente poder del estamento militar sobre la sociedad civil y la clase política definiría las raíces de un régimen de pretorianismo militar en Rusia. Y puede que para este fin incluso Prigozhin y Wagner terminen también ayudando: tres días después de la rebelión, el propio Prigozhin rompió su silencio revelando los "serios problemas de seguridad en todo el país" derivados de la movilización de sus hombres.

El ‘factor Lukashenko’. Poco se ha hablado, incluso de manera superficial, sobre el peso político que tuvo la inesperada mediación realizada por el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, para ayudar a Putin a desactivar la rebelión Wagner. Su participación definiría una nueva pieza dentro del rompecabezas que el Kremlin estaría armando en estos momentos, con el foco también en cómo detener la contraofensiva militar ucraniana aún en fase inicial.

De este modo, la mediación de Lukashenko en un asunto que, a priori, debía ser tratado estrictamente como un tema de seguridad y política interior de Rusia y el anuncio del Kremlin, en principio aceptado por el propio Prigozhin, de ser enviado a Bielorrusia a cambio de la revocación de la causa judicial en su contra por rebelión militar pueden igualmente reproducir las expectativas que, según algunas fuentes, aproximarían una mayor unidad estratégica entre Moscú y Minsk, incluso avanzando hacia fórmulas supraestatales. De ser esto posible estaríamos ante el primer caso de eventual reagrupamiento de ex repúblicas soviéticas, en este caso Rusia y Bielorrusia, tras la disolución de la URSS en 1991.

El presidente bielorruso Alexander Lukashenko en rueda de prensa en el Kremlin en septiembre de 2021 en Moscú, Rusia. (Mikhail Svetlov/Getty Images)

La sintonía entre Putin y Lukashenko al calor de la guerra en Ucrania llegó incluso al plano militar. En marzo pasado, el presidente ruso anunció el despliegue en territorio bielorruso de armas nucleares tácticas rusas, un acuerdo que muy seguramente no se habría llevado a cabo sin la autorización del Alto Mando militar de Rusia. Ya a comienzos de 2023 se realizaron ejercicios aéreos tácticos conjuntos ruso-bielorrusos. Moscú observa al país vecino como un aliado estratégico defensivo, en particular ante la reciente ampliación de la OTAN hacia Suecia y Finlandia y la implicación de la Alianza Atlántica en apoyo a Ucrania. 

Esto nos lleva al papel que podría tener Lukashenko en este nuevo escenario. Oficialmente, el presidente bielorruso mantendrá inalterable su aproximación y apoyo a Putin incluso ante expectativas de despliegue de armamento táctico ruso en su territorio, que podría implicar aún más a Minsk no sólo en la guerra de Ucrania sino también en las tensiones con la OTAN. 

Ahora bien, no está claro qué piensa Lukashenko sobre el proyecto de una hipotética unión con Rusia que, a grandes rasgos, podría suponer un marco de pérdida de soberanía nacional para su país. Por lo pronto, el líder bielorruso ha demostrado ser una pieza clave para ayudar a desactivar una crisis política interna en Rusia. Y en este marco de sintonía con Moscú, Lukashenko podría también activar posibles expectativas geopolíticas bielorrusas de sacar ganancia dentro de la guerra a través de esferas de influencia en regiones ucranianas próximas a Bielorrusia y que Minsk podría alegar supuestas reclamaciones históricas.

Al mismo tiempo, Lukashenko podría convertirse en el nuevo benefactor de los Wagner tras el fracaso de la rebelión de Prigozhin. Según informó el portal de investigación Verstka, en la región bielorrusa de Moguilov comenzaron a construirse campamentos para combatientes de Wagner a 200 kilómetros de la frontera con Ucrania. Así, no sería descartable que un nuevo frente de guerra en Ucrania podría estar diseñándose desde Bielorrusia.

Presidenciales 2024: ¿Un nuevo Putin o putinismo sin Putin? Otro escenario sobre el futuro político de Rusia tras la rebelión Wagner nos lleva inevitablemente a las elecciones presidenciales previstas para marzo de 2024. Semanas atrás, un Prigozhin hoy aparentemente fuera del juego político habría revelado sus aspiraciones de candidatura presidencial en 2024

Más allá de estas expectativas hoy absolutamente inciertas tras el fracaso del putsch de Prigozhin, el foco está en conocer qué decidirá Putin tras esta crisis: ¿volverá a presentarse para la reelección en 2024?; ¿o más bien está calculando una sucesión tutelada y negociada con el estamento militar y las estructuras burocráticas del putinismo?

Para abril de este año, según el Centro Levada, la popularidad de Putin seguía en niveles estratosféricos: 83%. No se conoce un nuevo indicador tras la crisis con Wagner pero podríamos especular con que la rápida y especialmente pacífica desactivación de la rebelión mantendría los niveles elevados de aceptación hacia el presidente ruso, consolidando eventualmente sus aspiraciones de reelección.

El presidente ruso Vladimir Putin y el alcalde de Moscú Sergei Sobyanin asisten a la Pascua Ortodoxa en la Catedral de Cristo Salvador, a principios de abril de 2023 en Moscú, Rusia. (Foto de colaborador/Getty Images)

No obstante, y más aún teniendo en cuenta la notable opacidad informativa en Rusia, crecen las expectativas, principalmente en Occidente, sobre qué liderazgos podrían aparecer para definir una eventual transición política. En ese sentido, un nombre comienza a cobrar cierto protagonismo: el actual alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin, en el cargo desde 2010. Su hoja de servicios da cuenta de su experiencia política como jefe de la administración presidencial en el Kremlin, lo cual implica que conoce con claridad los entresijos de poder internos.

Durante la crisis con Wagner, Sobyanin tuvo cierto papel decisivo a la hora de impulsar mensajes de calma hacia la población. Del mismo modo ha sido muy activa su presencia a la hora de apoyar la "operación militar especial" en Ucrania: ha creado batallones de voluntarios en Moscú e incluso visitó a los soldados en el frente de guerra el pasado invierno.

La apuesta Sobyanin podría estar siendo estudiada con atención en el Kremlin de cara a las presidenciales 2024 principalmente ante la posibilidad, aún incierta, de presentarse malestar social por los resultados en la guerra en Ucrania y ante las recientes tensiones entre los militares y Wagner que podrían erosionar la popularidad de Putin, complicando así sus expectativas reeleccionistas.

Los manejos políticos que ahora realice el Kremlin también buscan contrarrestar las expectativas occidentales, que a veces rayan incluso en lo obsesivo, por observar la eventual caída de Putin y el debilitamiento militar ruso ante la guerra en Ucrania. Por ello, Sobyanin podría erigirse en un posible candidato putinista en caso de que el Kremlin active necesariamente una política de reestructuración y reordenamiento de piezas políticas, una especie de vía gatopardiana con o sin Putin. Pero si la crisis actual anuncia la posibilidad de un pretorianismo militar a la rusa, no sería descartable que el estamento militar presente también su propia candidatura: el mismísimo ministro de Defensa, Sergue Shoigú. Una variable que no parece descabellada viendo las consecuencias que se derivan del fracaso de la rebelión Wagner y el pulso inicialmente ganado por Shoigú y Putin a un Prigozhin hoy políticamente neutralizado