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Un hombre mira anuncios de trabajo en Nápoles, Italia. CONTROLUCE/AFP/GettyImages

Se habla mucho de inmigrantes en Italia, pero no tanto de la fuga de talento joven que abandona el país en busca de empleos mejor pagados en otros Estados de la Unión Europea.

El debate migratorio ha centrado la agenda política en Italia los últimos años. La Liga llegó al Gobierno el año pasado con un discurso muy duro contra la inmigración y pocos meses después, su líder, Matteo Salvini, se convirtió en el hombre fuerte del país tras su campaña para cerrar los puertos. Realmente, Salvini siguió la estela de su predecesor como ministro del Interior, Marco Minniti, con quien ya habían descendido los desembarcos; y prometió la expulsión de 500.000 ilegales, aunque sólo ha cumplido con poco más de un 1% de esa cifra. El problema se centró en la inmigración, mientras la emigración queda relegada a un segundo plano.

Italia está más bien a la cola en la Unión Europea en cuanto al número de inmigrantes por cada 1.000 habitantes. Sin embargo, en la última década se sitúa a la cabeza de la llamada fuga de cerebros. Desde 2007 a 2017, 133.000 jóvenes con alta cualificación han abandonado el país transalpino, según el estudio EU Mobile workers del Centro para los Estudios Políticos Europeos (CEPS, por sus siglas en inglés). El informe, basado en datos de Eurostat, coloca justo por detrás a España y Grecia.

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Un joven italiano busca trabajo por medio de una página web. ANNA MONACO/AFP/GettyImages

“Los bajos salarios en estos países, comparados con la media salarial de la UE para empleos cualificados, sugiere que la falta de oportunidades de empleo constituye una importante razón para desplazarse a otros Estados miembros”, señalan Cinzia Alcidi y Daniel Gros, autores de la investigación. La mayor parte de quienes emigran lo hacen a Reino Unido (18%), Alemania (16%) y Francia (11%), según datos del Instituto Nacional de Estadística italiano (Istat). Si Rumanía y Bulgaria, que entraron en la Unión en 2007, protagonizaron una mayor migración hacia otros socios de la UE los años posteriores a su anexión, los países mediterráneos  —y en especial Italia — lideran la lista de quienes pierden un capital humano más valioso.

Coincide con que Italia, España y Grecia son los Estados de la UE con una mayor tasa de paro juvenil, todos por encima del 30%. Esta perspectiva incierta sería, por tanto, la principal causa de la huida del talento. Pero según Silvia Fedeli, profesora de Economía de la Universidad de la Sapienza, más que el desempleo habría que mirar a la precariedad. “Cuando nuestros jóvenes se van no están todavía en las listas del paro, aunque son conscientes de que por un trabajo cualificado serán mejor pagados y tendrán una estabilidad mayor en muchos otros países de la UE”, sostiene.

Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un médico especialista gana de media 135.600 euros anuales en Alemania por 71.000 en Italia. Además, en el primer año de carrera, un facultativo recibiría unos 30.000 euros en Reino Unido, mientras que la sanidad pública italiana paga unos 21.000.

La componente económica juega un aspecto fundamental, aunque no es la única, agrega Alberto Mattiaci, profesor de Sociología e investigador del centro de estudios Eurispes. Para él, los alumnos de carreras relacionadas con la Ingeniería, Tecnología e Informática ya están pensando en salir cuando están estudiando, ya que hay otros países más punteros en estos campos. Y, además, señala la franja de edad de los universitarios como la lógica e ideal para buscar nuevas experiencias.

“Hablamos de Italia, pero es que no hay una Italia, sino dos: por un lado, vemos un norte avanzado y dinámico; y por otro, un sur, atrasado y subdesarrollado. Las tasas de emigración son mucho más altas en esta última zona y siempre lo han sido. Antes iban a otras ciudades de Italia, pero ahora, con la globalización, viajar al extranjero ha dejado de ser un salto mortal y no es muy diferente que vayan a vivir a Madrid o Milán”, apunta.

Los datos del Istat revelan que un 49,5% de los emigrantes proceden del sur, un 35% del norte y un 15,5 del centro de Italia. Además, de las cinco primeras provincias por emigración a otras zonas de Italia (Crotone, Isernia, La Spezia, Reggio Calabria y Matera), cuatro son meridionales. El experto opina que el único modo para frenar esta sangría sería hacer “una profunda reflexión del coste del trabajo” y “el nacimiento de empresas en el sur para que haya un mínimo de desarrollo”.

En regiones septentrionales como Bolzano existe en la práctica una situación de pleno empleo, con un 2,9% de paro, mientras que en Calabria esta tasa se eleva por encima del 20%. También el PIB per cápita de algunas zonas del norte casi triplica al de Campania, Calabria, Puglia y Sicilia, en la parte baja de la bota. En los últimos años, el desempleo juvenil, que llegó a tocar el 45%, ha descendido hasta el 32,8% actual. Aunque tampoco esto es sinónimo automático de mejora, ya que se calcula que parte de esa reducción no ha pasado a ser población ocupada, sino gente que no trabaja y que tampoco está inscrita en las oficinas de búsqueda de empleo.

El país arrastra desde hace muchos años problemas de productividad, como demuestra un estudio de la Universidad holandesa de Groningen, publicado por el diario Il Corriere della Sera. Según estos datos, entre los países desarrollados de la UE, Italia es el único en el que ha disminuido la aportación a la economía que produce cada empleado en un año de trabajo, en comparación con el inicio de este siglo. Antes de la década de los noventa, Italia tenía una productividad más alta que Alemania o Francia.

El salario medio de los italianos es de 2.033 euros, mientras que los franceses ganan 2.356 y alemanes 2.719, según un estudio de Adecco. Por tanto, si contamos estas cifras, las conclusiones del informe de la Universidad de Groningen es que las dimensiones de las empresas italianas, el desarrollo tecnológico y la menor calidad en la gestión penalizan al sistema productivo nacional.

El resultado es que cada vez más jóvenes buscan un futuro fuera. Y esto se suma a que la tasa de natalidad italiana es la segunda más baja de la UE, sólo por detrás de España. Los españoles tienen 1,31 hijos por pareja, por los 1,32 de los italianos. La media de los 28 está en 1,59. Organismos como el INPS, la Seguridad Social italiana, ya han alertado de que este fenómeno pone en riesgo el pago de las pensiones y advierten de que sólo la inmigración puede garantizar el sistema en un medio plazo. Desde 2015, hay más decesos que nacimientos, por lo que el número de italianos lleva decreciendo desde entonces, algo que no ocurría en los últimos 90 años. Según los últimos datos del Istat, hay 60,3 millones de italianos residentes, de los que un 8,7% son extranjeros.

“Lo extravagante de esta situación es que el Ministerio del Interior italiano sigue hablando de inmigración y casi nada de emigración. Cuando la población nacional de alta cualificación se marcha y los inmigrantes ni siquiera quieren quedarse, también afectados por la falta de oportunidades”, agrega la economista Fedeli.

Durante la pasada campaña electoral, los partidos sí que hablaron de fomentar la natalidad, pero el Gobierno del Movimiento 5 Estrellas y la Liga no han tomado ninguna decisión de calado, más allá de ampliar un bonus bebé, ya aplicado por el anterior Ejecutivo. Para dar una idea de la dificultad de la conciliación familiar en Italia, el permiso de paternidad en el país es de cuatro días, por las ocho semanas que rigen actualmente en España.

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Un joven italiano trabaja como camarero en un restaurante de Londres. DANIEL LEAL-OLIVAS/AFP/Getty Images

Por el lado de los emigrantes, también existe un decreto que otorga beneficios fiscales para los expatriados de alta cualificación que deseen volver a Italia, aunque no hay más medidas de calado en este sentido. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística italiano, recogidos por la fundación Migrantes, en 2017 se fueron del país 115.000 personas. Y el ritmo de los que marchan cada año se mantiene constante desde los peores años de la crisis. El incremento entre quienes han terminado la educación secundaria es del 32,9% y del 41,8% entre los universitarios.

Esto supone además que el país esté perdiendo especialistas en ciertos campos, como en la medicina. En las últimas semanas la prensa italiana publicó que en la región de Molise, en el centro-sur de la península, las autoridades están planteándose recurrir a médicos militares este verano ante la ausencia de civiles. Según la asociación médica Anaao Assomed, desde 2009 hasta 2017, el personal sanitario en toda Italia se redujo desde 118.000 a 110.000.

La profesora Fedeli agrega además que “Italia gasta mucho dinero en formar a sus estudiantes, que después aprovecharán esa cualificación más allá de sus fronteras”. Un estudio de la patronal Confindustria eleva ese coste a unos 14.000 millones de euros al año, lo que equivaldría a un 1% del PIB.

La fuga ha alcanzado tales dimensiones que no sólo la protagonizan los más cualificados, sino también trabajadores con un nivel de estudios bajo. Pese al incremento de los últimos años, los emigrantes italianos con un grado universitario sólo representan un 30,9% del total, mientras que quienes han terminado la educación secundaria son el 32%, con datos de Eurostat de 2017.

Esto quiere decir que Italia está mucho más cerca de países como Rumanía, Grecia o Bulgaria, donde la mayor parte de la emigración la protagoniza un sector de la población con menor grado de estudios; que de Francia o Alemania, donde más de la mitad de los emigrantes tiene una alta cualificación. Es cierto que Italia es uno de los países de la UE con menor tasa de licenciados, pero también que el camarero está cambiando Roma o Milán por Londres o Berlín.