Unas mujeres se dirigen a la cumbre UE con el partenariado oriental en Vilna, Lituania. (Alain Jocard/AFP/Getty Images)

La relación de España en materia económica, comercial y diplomática con los países que forman la Asociación Oriental es escasa. ¿Cómo podrían mejorarse?

Las relaciones con los países que conforman la Asociación Oriental dentro de la Política de Vecindad de la Unión Europea (UE) — Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia y Azerbaiyán— no son una prioridad en la agenda exterior de España. A excepción de Ucrania, lo magro de las relaciones bilaterales permite afirmar que el grueso de su contacto deriva de los compromisos asumidos colectivamente por las instituciones multilaterales que España integra, con el particular protagonismo de la Unión Europea. Por esa misma razón, sería de esperar, que a medio plazo las relaciones cobren mayor densidad al menos con aquellos países que ya han firmado un Acuerdo de Asociación con la UE y visto liberalizados los visados como turistas para el espacio Schengen: Ucrania, Moldavia y Georgia.

En términos comerciales y de inversión mutua, las Ficha País de la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación de España (MAEC) son bastante concluyentes al respecto. Tanto en las cifras como en la explicación que las acompaña: “La presencia empresarial española es de escasa importancia y con un comercio bilateral algo limitado”, se dice para el caso bielorruso; [las relaciones económicas] “Son mínimas, tanto en lo que se refiere a contactos institucionales y empresariales como a intercambios comerciales y flujos de inversión, estos últimos prácticamente inexistentes”, se argumenta para Armenia. Así con todos y cada uno de los países, excepto dos salvedades moderadas: las inversiones en Moldavia y las relaciones comerciales con Ucrania. En cuanto a las inversiones españolas en Moldavia destaca el establecimiento en el año 2000 de Unión Fenosa (actual Gas Natural Fenosa) que hoy, desdoblada en las filiales Red Unión Fenosa (distribuidora) y GNF Furnizare Energie (comercializadora), asume dos tercios del mercado moldavo de la electricidad con una inversión acumulada de 270 millones de dólares. También es relevante el aterrizaje de la constructora OHL en 2014 con la adjudicación, a través de su filial checa OHL ZS, de entre otros proyectos la rehabilitación de la carretera que une la capital Chisinau con Rumanía por un importe conjunto de 37,8 millones de euros. El sector de la construcción y obra pública español igualmente ha puesto el punto de mira en Ucrania y Georgia, país donde ya se ha optado a distintas licitaciones. En el caso ucraniano, el conflicto abierto en 2014 frenó una tendencia comercial ascendente; si bien se reconoce que las inversiones siempre han tenido un carácter “limitado”, para el caso español en Ucrania, y “reducido” a la inversa.

El estallido de la crisis financiera en 2008, y el énfasis exportador de la economía y la acción exterior españolas, apenas afectó esa realidad. Las exportaciones de España, con sus altibajos anuales, se mantuvieron estables en Moldavia, Azerbaiyán y Georgia, se experimentó un crecimiento hacia Bielorrusia y un descenso a Armenia. La realidad socioeconómica de los países de la Asociación Oriental tampoco permite a corto plazo ver un horizonte muy distinto. Los niveles de consumo, necesarios para activar un flujo importador, son muy bajos. Pues ni aun sumando los valores de los seis países, la renta per cápita (20.409€) o el salario medio (1.889€), alcanzan las cifras de España en crisis.

Infografía ampliada

La presencia diplomática, así como la cultural y de cooperación ligada a la acción exterior está en consonancia con el flujo económico y, lógicamente, con los recursos dedicados a ello. España cuenta con una única embajada en la Asociación Oriental, en Kiev, Ucrania. En el resto de países las relaciones diplomáticas las asumen los embajadores en Moscú, Bucarest y Ankara. La crisis económica y el cambio de prioridades en el MAEC, con una reducción del presupuesto de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) del 74% en 2012, impactaron negativamente al horizonte de establecimiento de España en la región. En junio de 2007 el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, durante un viaje por Azerbaiyán y Armenia, llegó a afirmar que España, en un corto plazo, abriría embajadas en los dos países y también en Georgia. Diez años después, solo se cuenta con un diplomático permanente con rango de encargado de negocios en Tiflis, Georgia. Pero no solo es que no se avanzó, sino que se fue hacia atrás a causa de los recortes en AECID. Siendo así tanto en lo concerniente a proyectos destinados a la región — si bien ninguno de estos países figura en el Plan Director de la Cooperación Española como prioritario — como a la eliminación del grueso de plazas de lectorados. Un movimiento, éste último, muy difícil de explicar. Ya que mientras los recursos empleados en cada lectorado son tristemente escasos, los lectores ofrecen una labor de presencia cultural impagable, especialmente allí donde la actividad diplomática se hace a distancia y no se cuenta con otras entidades oficiales como Oficinas Técnicas de Cooperación, Centros de Formación, Centros Culturales o Institutos Cervantes. Un aspecto más que el hipertrofiado foco en la Marca España se llevó por delante, si bien recientemente se han empezado a recuperar plazas. Como contraste, cabe destacar el esfuerzo a nivel de relaciones bilaterales culturales realizado directamente por las universidades españolas que, de nuevo con escasos recursos, las han mantenido e, incluso, incrementado — ejemplo de ello es la labor del Aula Universitaria Hispano-Rusa de la Universidad de Cádiz—.

Por parte de los países de la Asociación Oriental, sin embargo, se observa un mayor interés de establecimiento en España. Todos ellos cuentan con embajada propia en Madrid salvo Bielorrusia, y aun en este caso cabe recordar que la apertura de una embajada en España fue aprobada la apertura en Consejo de Ministros de 17 de agosto de 2016. Y es que no hay que olvidar que, al margen de otros ámbitos de labor diplomática, países como Ucrania (100.000) o Moldavia (15.000) cuentan con una significativa presencia de nacionales en España. No es el caso de Georgia, con quien sin embargo existe una creciente cooperación en el sector turístico. Ya en marzo de 2014 se firmó un Memorando de Entendimiento de Cooperación en el área de Turismo —otro en Economía— entre España y Georgia. Tres años después, en junio de 2017, el Embajador de Georgia en España Zurab Pololikashvili recibió el apoyo de España para su nombramiento como secretario general de la Organización Mundial de Turismo (OMT). Apoyo que quedó refrendado con entrevistas personales tanto con la secretaria de Estado de Turismo de España, Matilde Asián, como con el ministro de Turismo, Energía y Agenda Digital de España, Álvaro Nadal, quien aprovechó el encuentro para mostrar interés en las oportunidades para la inversión española en el sector energético georgiano.

Por último —pero quizá hoy el aspecto de mayor actualidad y trascendencia—, cabe recordar que España en materia de seguridad ha cumplido con sus obligaciones multilaterales en la región. Siendo así a pesar de que ni las amenazas de seguridad específicas de la Europa Oriental, producto de la escalada de tensión con Rusia a raíz del conflicto en Ucrania, afecten de manera directa a España; ni se está plenamente de acuerdo con el horizonte estratégico, ni de la OTAN ni de la UE, para resolverlas. Aunque esta cuestión merecería mayor desarrollo, quedémonos con que España ha optado porque su moderado disenso permanezca en un segundo plano y no afecte al cumplimiento de sus obligaciones multilaterales. Ejemplo principal de ello es el apoyo a las sanciones de Bruselas a Rusia tras la invasión de Crimea, renovadas en varias ocasiones, así como la participación en las dos nuevas misiones de la Alianza en Europa Oriental acordadas tras la invasión de Crimea por Rusia: la “Policía Aérea del Báltico” y la “Unidad de Integración de Fuerzas de la OTAN” dirigida a la creación de bases militares permanentes en ocho países. Misiones a las que hay que sumar la incorporación de buques españoles a los cuatro grupos navales de la OTAN que operan en el Mediterráneo Oriental y el Mar Negro. Y ya en el terreno bilateral destaca la misión de instrucción a militares ucranianos por el Mando Conjunto en Ciberdefensa en este ámbito a lo largo de 2017.

En gran medida, pues, lo esencial de las relaciones de España con los países de la Asociación Oriental pasa por cumplir con sus compromisos en organismos multilaterales y tratar de avanzar hacia mutuos beneficios por limitados que sean hoy cuantitativamente. En paralelo, no hay motivo para esconder que la mera existencia de la Asociación Oriental plantea otro tipo de “compromisos” para la agenda exterior española. Por un lado, ya en origen su emergencia se percibió como un obstáculo añadido al potencial de la Unión por el Mediterráneo, la apuesta de articulación de la vecindad sur de la UE, esta vez sí, de absoluta prioridad para España. Aunque la disparidad afecta a todas las áreas, sirva de ejemplo la comparación en las relaciones comerciales. Las exportaciones españolas a Marruecos en 2014 fueron de 5.834 millones de euros (las importaciones 4.055 millones). Por lo que un solo país del conjunto de los que forman la Unión del Mediterráneo atrae casi diez veces más exportaciones españolas que el conjunto de la Asociación Oriental. Por otro lado, el curso de las relaciones con los países de la Asociación Oriental está afectando a las relaciones con Rusia. A raíz de las sanciones mutuas entre la Bruselas y Moscú, la llegada de turistas rusos y el volumen de intercambios comerciales se vieron reducidos. De nuevo, la comparación en la gráfica de intercambios comerciales muestra un evidente desequilibrio. En 2013 las exportaciones a Rusia fueron de 2.813 millones de euros, tras la imposición mutua de sanciones, sumaron solo 1.672 millones de euros en 2015. El saldo negativo fue de 1.141 millones de euros, mientras la suma de las exportaciones a los seis países de la Asociación Oriental fue de 683 millones de euros. Esto es, las exportaciones al conjunto de la Asociación Oriental apenas superan la mitad del monto perdido de exportaciones a Rusia entre 2013 y 2015 tras las sanciones. Un aspecto que los gobiernos de Mariano Rajoy sin duda han tenido en cuenta cuando, en contextos de escalada de tensión con Rusia, se han ofrecido gestos bilaterales de apaciguamiento llegando a provocar sonoras quejas de socios europeos y transatlánticos. No obstante, el buen tono de relaciones entre Moncloa y el Kremlin puede verse afectado por las acusaciones de injerencia rusa —dentro de una estrategia más amplia por debilitar a la Unión Europea— a favor del independentismo catalán. Una cuestión que sí es de prioridad máxima para el presidente español.

Concluyendo, en el horizonte de las relaciones a corto y medio plazo no se observan elementos que puedan modificar en lo substancial el escenario actual de las relaciones entre España y los Estados de la Asociación Oriental. En un contexto de mayor incertidumbre geopolítica internacional y presupuestaria propia, los planes de Moratinos de dotar de mayor presencia a España en el Cáucaso no parece que vayan a ser retomados a corto término. En cuanto al tráfico comercial y de inversiones, es de esperar un crecimiento del volumen facturado con aquellos países que ya han firmado un Acuerdo de Asociación con la UE: Moldavia, Georgia y Ucrania dependiendo de su estabilización. El sector de la obra pública se presenta como el de mayor posibilidad de ampliación. En materia de seguridad España continuará asumiendo sus compromisos multilaterales sin hacer más ruido del necesario. Una situación similar existe respecto al posicionamiento sobre las sanciones a Rusia. Un consenso que tiene en Italia, y no en España, ni tampoco en Grecia, su eslabón más débil.

 

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Actividad subvencionada por la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores