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Logo de Google en un ordenador. (Loic Venance/AFP/Getty Images)

Los Estados están descubriendo los límites de su influencia y necesitan adaptarse a la sociedad digital. La Unión Europea debe superar las barreras digitales y armonizar políticas para no perder el tren de la economía digital.

Decía Henry Kissinger que cada orden mundial aspira a la permanencia en el tiempo, a la eternidad, y que, con cada siglo que pasa, la duración de los sistemas internacionales se ha reducido. La nueva era digital cambia el concepto de orden mundial, y ya no cabe referirse a un sistema internacional en el que los polos de poder sean entidades estatales. En este sentido, defiende Moisés Naím, el poder es hoy "más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder". Las compañías tecnológicas son hoy la punta de lanza de la economía y de la sociedad digital, y su influencia es cada vez mayor. En este contexto, la Unión Europea intenta evitar la fragmentación entre sus Estados miembros promoviendo un mercado único digital conectado y, de esta manera, no perder el tren de la digitalización.

La era de las tecnológicas

Los Estados están descubriendo los límites de su influencia y deben adaptarse con gran celeridad a la nueva sociedad digital. Hace ya tiempo que el mundo carece de un liderazgo claro y son los actores no estatales quienes están adquiriendo mayor protagonismo. Hablamos, por ejemplo, de gigantes tecnológicos como Google, Apple, Microsoft, Amazon o Facebook, compañías que, si fueran un Estado, serían, en conjunto, la quinta economía mundial, superando al Reino Unido. Es más, la capitalización bursátil de algunas de estas empresas es, tan sólo, ligeramente inferior al PIB de España (1.114.000 millones de euros).

La denominada cuarta revolución industrial está permitiendo que los ciudadanos hayamos pasado de acceder a una información muy limitada, a tener al alcance de un clic una cantidad inimaginable de datos. En una generación, hemos cambiado nuestros hábitos a la hora de comunicarnos, de buscar información y contenidos, o de realizar compras. Al mismo tiempo, ha surgido la necesidad, por parte de las administraciones públicas, de crear un nuevo marco regulatorio que se adapte a la nueva realidad, contrastando con no pocas voces que intentan evitar que una excesiva regulación obstaculice el desarrollo tecnológico y la innovación para sus negocios.

Presente y futuro de las plataformas

El creciente peso político y socioeconómico de las plataformas tecnológicas, así como su cada vez mayor presencia global, no está exento de algunas polémicas. No hay duda de que el ejecutivo comunitario, teniendo en cuenta las recientes sanciones a gigantes de Internet norteamericanos, no va a pasar por alto ciertas prácticas de estas tecnológicas en materia de fiscalidad o de competencia que puedan infringir el derecho comunitario. En este sentido, Francia, Alemania, Italia y España han suscrito un documento en el que defienden que estas empresas paguen impuestos en función de lo que facturen en cada país, en lugar de por los beneficios que obtienen. La pelota está ahora en el tejado de la Comisión Europea, que presentará una propuesta próximamente. No lo ve tan claro la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la UE, que alega que esta medida puede dañar la cooperación transatlántica, así como el crecimiento económico y la inversión en Europa.

Todo ello, junto con la próxima entrada en vigor del nuevo Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), está tensando la cuerda entre estas empresas y la legislación europea. El GDPR otorga a los europeos un mayor control sobre sus datos, y las compañías temen multas por posibles incumplimientos, que podrían llegar a alcanzar un 4% de sus ingresos mundiales, debido al vínculo entre datos y publicidad, fuente importante de sus ingresos.

Apostar por la armonización en la UE

¿Cuál es la realidad actual en Europa ante el auge de la economía de los datos? Tan sólo el 4% de la información existente en el mundo está almacenada en el continente europeo. Además, 17 de los 25 mayores proveedores públicos de servicios de la ‘nube’ en Europa tienen su sede en EE UU, los cuales representan el 83% de la facturación total de esta actividad. ¿La razón? De nuevo, la ausencia de armonización del mercado europeo. Según la Comisión Europea, desarrollar servicios de la ‘nube’ podría representar 440.000 millones de euros más a la economía europea en 5 años, una contribución neta anual al PIB de la UE de entre el 0,4% y el 0,7%. Asimismo, el desarrollo de la ‘nube’ requiere potenciar la seguridad. En este sentido, en 2016 se adoptaron las primeras normas en la UE sobre seguridad cibernética, que prevén estándares comunes de seguridad y una mayor cooperación entre los países de la Unión. Además, la Comisión Europea ya ha propuesto la creación de una Agencia de Ciberseguridad para luchar contra el cibercrimen.

Hacia el 5G y el Internet de las Cosas

La conectividad a Internet es un pilar central para conseguir un mercado único digital. En este sentido, la Comisión Europea, a través del Código de las Comunicaciones Electrónicas, insta a los Estados miembros a que permitan ofrecer banda de 700 MHz de alta calidad para su uso en banda ancha inalámbrica. Ello permitirá la entrada del 5G y, con ello, el desarrollo del Internet de las Cosas, de los objetos conectados a la Red. De hecho, se calcula que 6.000 millones de aparatos electrodomésticos estén conectados a Internet solo en la UE en 2020. Además, las redes 5G permitirán pasar de los 7.000 millones de dispositivos conectados al mismo tiempo, actualmente, a 100.000 millones. Avanzar por separado en Europa no hará sino obstaculizar el desarrollo de estas tecnologías. De momento, Estados Unidos y países asiáticos como Corea del Sur, Japón y Singapur han tomado la delantera. Algunas de sus compañías de telecomunicaciones harán pruebas piloto y esperan lanzar ofertas comerciales antes de 2020.

Un modelo europeo de innovación

En los próximos años, todo lo que sea susceptible de ser digitalizado, automatizado y conectado, sin duda, lo será. Pero, al mismo tiempo, se debe trabajar más en ciberseguridad, en protección de datos y en competencias digitales.

Estamos ante una carrera por el control de la información y de los datos. No es probable que, a corto plazo, Europa se convierta en un nuevo Silicon Valley. Ni tampoco tiene por qué imitar ese modelo. Sencillamente, Europa no es Estados Unidos, es obvio. La UE debe implementar un modelo propio que apueste por una política de innovación que llegue a todo su territorio; un modelo que se muestre atractivo a las inversiones tecnológicas, evitando tentaciones proteccionistas y sin un exceso de regulación que frene las inversiones. Ya no basta con promover una mayor coordinación de políticas europeas. Se requiere armonización de políticas en materia digital si queremos que Europa sea un escenario propicio para la creación de empresas, un espacio en el que se comparta conocimiento, y donde las compañías innovadoras no encuentren obstáculos para entrar en los mercados de otros Estados miembros debido a las diferentes regulaciones nacionales.

De esta manera, la Unión Europea acogerá un ecosistema que facilite la innovación tecnológica y el emprendimiento, que ofrezca un espacio favorable para que los servicios y redes digitales puedan prosperar, y en el que la industria 4.0 se convierta en un motor de crecimiento.