Los riesgos de un continente que se desarma mientras países como Rusia, China e India aumentan sus gastos en defensa.

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Desde hace al menos quinientos años, una tradición nos exige empezar cada nuevo siglo en guerra o en medio de una grave crisis. Tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, algunos concibieron la esperanza de que el siglo XXI inaugurara un cambio de tendencia, pero lo cierto es que las Torres Gemelas y todos los acontecimientos que se han sucedido en estos tres lustros, han hecho rápidamente añicos tales ensoñaciones. Cada día que pasa asistimos a la aparición de nuevos factores desestabilizadores. Surgen nuevos actores globales y resurgen viejos conocidos; se acelera la competición por las materias primas y los recursos energéticos; crece exponencialmente el riesgo de nuclearización de Oriente Medio, y con ello la posibilidad de que volvamos a enfrentarnos al uso de armas de destrucción masiva; grupos armados con ideologías muy peligrosas, campan a sus anchas por muchas zonas del planeta sin que los gobiernos sean capaces de hacerles frente; aumenta el descontento por la proletarización general de la población y el enriquecimiento de unos pocos; en definitiva: nos encontramos ante un panorama geopolítico muy inestable, en el que no es fácil predecir a qué nos enfrentaremos mañana.

 

Europa se desarma…

Sin embargo y a pesar de esto, la defensa occidental se debilita por momentos, y Europa lidera el proceso. El Reino Unido pretende reducir sus fuerzas armadas en 30.000 efectivos, renuncia a la mitad de los Eurofighters que pensaba adquirir y se conformará con un único portaaviones, lo que significa que, en ocasiones, no podrá desplegar ninguno. De acuerdo con la Ley de Programación Militar aprobada en diciembre, Francia aspira a reducir las plantillas en 23.500 hombres de aquí a 2019, algo que se añade a los 54.000 hombres que aprobó recortar en 2009. Además, los pedidos del cazabombardero Rafale disminuyen en 40 aparatos, a la espera de ver si se concretan los pedidos para la exportación. Por su parte, Alemania recortará 65.000 hombres hasta 2017, dentro de un plan que eufemísticamente se ha llamado “reordenación” (Neuausrichtung). En  los Países Bajos, sencillamente, no quedan tanques.

España merece mención aparte en esta espiral de desarme. El presupuesto de defensa para 2014 representará apenas un 0,57% del PIB (5.745 millones de euros), algo ridículo si pretende mantener un Ejército profesional razonablemente equipado y tener un papel destacado en los organismos internacionales.

La Armada española ha perdido el portaaeronaves Príncipe de Asturias por la incapacidad para asumir los muy moderados gastos que habrían permitido mantenerlo en servicio. El LHD Juan Carlos I, no permite realizar las mismas misiones que realizaba el Príncipe con la eficiencia exigible y, como consecuencia, el Arma Aérea de la Armada pende de un hilo. De perderse, nuestro país se quedaría sin una capacidad clave en términos operativos y de prestigio internacional. Asimismo, la fuerza submarina se verá reducida en breve plazo a la mitad de los buques de que disponía al comenzar el siglo. El S80 es un hito de nuestra industria naval, pero serán solo cuatro unidades y, teniendo en cuenta la necesidad de llevar a cabo tareas de mantenimiento periódicas, está por ver cuántos tendrá siempre disponibles.

El Ejército del Aire reducirá su flota de Eurofighters en 14 unidades que, para empeorar las cosas, son las de la tranche final, las más avanzadas. En esta tesitura, sería muy sorprendente que los Eurofighters españoles acabasen integrando algún día los equipos que podrían convertirlo en un avión de combate respetable (en especial el nuevo radar de barrido electrónico activo), por lo que pronto quedarán  desfasados frente a rivales como el Rafale o los nuevos diseños rusos.

En cuanto al Ejército de Tierra español, lo mejor que se puede decir del plan para reestructurarlo sobre la base de “brigadas orgánicas polivalentes” es que, probablemente, nunca llegará a aplicarse íntegramente. Organizar algunas brigadas polivalentes y homogéneas tendría sentido si se conservasen las brigadas especializadas clave, pero no es esto lo que se está planteando. El proyecto que se discute, propone más bien un Ejército diseñado para misiones de paz, que será incapaz de generar una fuerza resolutiva para escenarios de guerra convencional y que, además, se enfrentará a graves problemas logísticos por la mezcolanza de materiales en sus unidades.

Como no podía ser de otra manera, este desarme europeo generalizado se ha traducido en poco tiempo en la incapacidad total para llevar a cabo operaciones militares de envergadura sin el apoyo estadounidense. Kosovo en 1999 y Libia en 2011, son dos ejemplos paradigmáticos de esta realidad, y ello a pesar de que ni Yugoslavia, ni mucho menos Libia, eran potencias militares de primer orden.

 

Otros no tanto…

Los recortes en defensa europeos contrastan con los crecientes gastos militares de países como China, India o Rusia. Según IHS Jane’s, China gastará 148.000 millones de dólares en defensa durante 2014, un presupuesto superado solo por el estadounidense. El ruso, tercero tras el chino, también crece rápidamente (78.000 millones este año).

Tampoco debe olvidarse, por tocar muy directamente a España, el rearme de algunos países del norte de África. Argelia, el país que está realizando mayores inversiones, está incorporando cazabombarderos rusos SU-30MKA, sistemas antiaéreos S300 y Pantsir, carros T90, un LHD de 9.000 toneladas, varias fragatas y corbetas de diversa procedencia y varios submarinos Kilo modernizados (proyectos 877EKM y 636). En parte como respuesta, Marruecos ha adquirido el F16 Block 52, así como tres modernas corbetas holandesas y una fragata franco-italiana FREMM. Además el reino alauí está interesado en dotarse de submarinos y carros de combate M1 Abrams, cuya exportación fue autorizada por la Defense Security Cooperation Agency estadounidense el 18 de junio de 2012.

El panorama que estas adquisiciones dibujan es el de un norte de África crecientemente militarizado, en el que el margen de superioridad española desaparece rápidamente.

 

¿A la altura de los desafíos?

Estamos asistiendo a un proceso de desarme europeo en un contexto de creciente inestabilidad y de rearme generalizado de potencias emergentes y regionales.
La situación se agrava por la voluntad de EE UU de volcarse en el área de Asia-Pacífico y reducir sus ingentes gastos militares. De hecho, las advertencias del aliado estadounidense en el sentido de que Europa tiene asumir sus responsabilidades militares y no dejarlo todo en sus manos, se hacen cada vez más frecuentes.

Algunos piensan que la solución sería aumentar la cooperación en el ámbito de la UE y la OTAN y poner en común algunas capacidades que así no habría que financiar individualmente, algo que se conoce como smart defence (defensa inteligente). Sin embargo, no debemos llevarnos a error: la puesta en común de algunas capacidades es una cosa y otra muy distinta es que los grandes países europeos aprovechen el concepto de smart defence para rehuir responsabilidades y reducir la inversión en defensa.

En 2011, durante la Conferencia de Seguridad de Munich, el Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, denunció que el gasto en defensa de los socios europeos había disminuido 45.000 millones de dólares en solo dos años, algo equivalente al presupuesto militar de Alemania. No hay smart defence ni sistema de cooperación que pueda compensar semejante pérdida de fondos; y la sangría continúa.

Los países europeos deben asumir que el mundo está cambiando y que, en el futuro, poco o nada estará asegurado. La defensa es la competencia estrella del Estado, la responsabilidad que, si no pudiese ejercer otra, debería priorizar. No es aceptable que se descuide, y menos aún cuando la vis expansiva del Estado le lleva a asumir todos los días competencias que, en cambio, no deberían ser suyas.

De la capacidad de nuestros gobernantes para estar a la altura de estos tiempos, depende una industria generadora de miles de puestos de trabajo cualificados y la posibilidad de ser un aliado atractivo a tener en cuenta. Pero lo más importante es que, de lo que hagamos hoy, dependerá nuestra capacidad de contribuir a la seguridad y la estabilidad internacionales, de hacer frente a los desafíos y amenazas del futuro y de garantizar a los ciudadanos un mundo en paz.

 

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