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Fuego y humos después de que un jet israelí bombardeara el área de Khan Yunis, Gaza, mayo 2021. Abed Rahim Khatib/Anadolu Agency via Getty Images

Los intereses geopolíticos detrás de la crisis en Oriente Medio.

Las escenas de violencia tras el desalojo de palestinos por parte de las autoridades israelíes del vecindario de Sheik Jarrah en Jerusalén Este y la respuesta del movimiento islamista palestino Hamás desde Gaza lanzando cohetes y misiles hacia Israel, retrotrae súbitamente la atención hacia el secular conflicto palestino-israelí.

La raíz del problema podría enfocarse en la frustración de la sociedad palestina por la inoperancia de su dirigencia política instalada en la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y la aparente indiferencia de la comunidad internacional ante las reiteradas violaciones israelíes de diversas resoluciones de la ONU sobre la construcción de asentamientos para colonos judíos.

Pero más allá de las razones propias que conllevan a la actual situación, el trasfondo parece anunciar una serie de intereses geopolíticos colaterales detrás de estos acontecimientos. El asunto parece definirse más por la geopolítica actual y sus intereses más que por el conflicto histórico en sí.

Presentamos a continuación tres escenarios que explicarían lo que podría estar detrás de la actual tensión palestino-israelí:

El problema palestino ha perdido protagonismo internacional. Y quizás sea el momento de recuperarlo del algún modo. La causa palestina, al igual que la saharaui en el Magreb con respecto a Marruecos, ha sido un motor fundamental no sólo de los conflictos en Oriente Medio, sino también de emotividad a la hora de expresar diversos mecanismos de solidaridad e implicación internacional.

Pero hoy en día, la problemática palestina ha perdido eco exterior e incluso interés ante la preponderancia de otros conflictos regionales actualmente existentes (Siria, Irán, Irak, Yemen, Kurdistán) y las tensiones geopolíticas (Israel e Irán, con sus respectivos aliados).

Retornar la atención sobre el conflicto, y más si este envuelve el simbolismo religioso e histórico en torno a la ciudad de Jerusalén, bien podría ser medido por los halcones de los dos bandos como un escenario apetecible, en particular, tanto para la línea dura del complejo militar e industrial israelí como para Hamás. Con ello, ambos buscarían la implicación de actores regionales involucrados, especialmente Irán, que históricamente ha brindado apoyo logístico y financiero a Hamás y Yihad Islámica.

Y aquí se certifica un fait accompli vigente en los últimos años: Hamás controla política y militarmente de facto el territorio de Gaza, igual que Israel lo hace en una Cisjordania bajo mandato de la ANP. La fragmentada bicefalia del poder en el seno de los palestinos es así patente e incentiva igualmente la frustración de su población. La ANP se encuentra en una delicada situación, con divisiones y crisis internas motivadas por la decisión del presidente Mahmud Abbas de suspender las elecciones, lo que ha supuesto una pérdida de credibilidad para su autoridad entre los ciudadanos. Por su parte, Hamás busca recobrar la iniciativa para atraer fuerza política y popularidad a través de un ataque militar a Israel.

A esto hay que agregarle los planes del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de consolidar el proyecto del "Gran Israel" que le sirva para asegurar las fronteras históricas. El traslado en 2019 de la Embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén reconociéndola como capital israelí es un síntoma de las ansias de Netanyahu por asegurar de una vez este histórico proyecto. De hecho, el actual presidente estadounidense, Joe Biden, se ha cuidado en no revocar este traslado de la Embajada.

Del mismo modo, Netanyahu precisaría de un éxito militar y diplomático en la crisis con los palestinos, tomando en cuenta las incertidumbres políticas en Israel tras tras cuatro elecciones generales consecutivas y los embates de la lucha contra la pandemia, a pesar del aparentemente exitoso proceso de vacunación en el país.

Israel y su dolor de cabeza iraní. Más allá de las tensiones en torno a Jerusalén Este y los ataques de Hamás desde Gaza, el conflicto actual es más bien entre Israel e Irán, toda vez los actores regionales bailan en torno a este pulso, quizás con la excepción de Arabia Saudí, que impulsa una agenda propia más orientada a normalizar la relación con Tel Aviv para debilitar el peso geopolítico de Teherán.

Esto va traduciendo los ejes geopolíticos neurálgicos en Oriente Medio entre Israel e Irán. Israel abandera el temor regional al ascenso iraní (Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Jordania) al mismo tiempo que Irán intenta reforzar sus alianzas (Siria, comunidades chiíes en Irak, Líbano y Jordania, movimientos islamitas como Hamás, Hezbolá y Yihad Islámica, Rusia y, en menor medida, Turquía). Teherán quiere retomar las negociaciones con EE UU y Europa sobre su programa nuclear para alcanzar el equilibrio militar y nuclear en la región y evitar el tácito predominio israelí en este materia.

Otro aspecto colateral que podría levemente influir en la renovación de las tensiones palestino-israelíes es la crisis política en la vecina Jordania tras el extraño suceso de intento de golpe palaciego en Amán el pasado abril, el cual podría revelar intereses geopolíticos sobre todo por parte de Arabia Saudí e Israel.

El reino hachemita pasa por tener un papel relevante en el conflicto palestino-israelí que, al mismo tiempo, lo deja en una situación muchas veces delicada. Es uno de los Estados árabes que reconoce oficialmente a Israel, pero al mismo tiempo siente la presión demográfica y política de albergar a una numerosa diáspora de refugiados palestinos, calculada en dos millones de personas, y cuyas condiciones no siempre son las deseadas.

Las informaciones, algunas de ellas cuestionando el intento de golpe, señalan que detrás del extraño suceso en Amán estarían la Casa real saudí en sus intenciones por controlar la geopolítica regional y, en especial, la posibilidad de acelerar las relaciones con Tel Aviv. Como actor diplomático, Jordania ha intentado siempre equilibra la balanza en el conflicto palestino-israelí, algo que podría incomodar los intereses israelíes, iraníes y ahora saudíes, tomando en cuenta el cada vez mayor peso geopolítico de Riad motivado por la diplomacia del príncipe heredero Mohammed bin Salmán.

Un cambio de piezas interno en el reino hachemita podría alterar ese papel relevante de Jordania dentro del conflicto palestino-israelí pero, al mismo tiempo, constituir un arma de doble filo que empeoraría las condiciones de los palestinos, tanto los que viven en el este país como en Cisjordania y Jerusalén Este.

Mensaje para Biden y Kamala. Conectando con lo anterior está la posición de Washington: ¿cuál es el plan para Oriente Medio por parte de la administración Biden? Trump apostó claramente por su aliado israelí, con lo cual se espera que el nuevo presidente intente retomar las negociaciones para equilibrar la balanza con los palestinos.

Por otro lado, y enterrando la Doctrina Trump, la vicepresidenta, Kamala Harris, quiere retomar las negociaciones nucleares con Teherán y esto irrita a Israel, que teme un ascenso geopolítico iraní en Oriente Medio, tal y como se observa con la implicación de Teherán en Siria, Líbano, Palestina, los chiíes en Irak y Bahréin, Yemen y sus alianzas con Turquía y Rusia.

Precisamente, y ante las incógnitas sobre el papel de Washington, Moscú y Ankara intentan posicionarse en el complejo tablero regional como actores diplomáticos de peso en aras de rebajar la tensión. Desde la perspectiva geopolítica, Rusia y Turquía intentan cubrir de alguna forma la sensación de abandono que parece predominar en la Casa Blanca sobre los asuntos de Oriente Medio.

Biden heredó el plan de Trump que favorece la posición de Israel y que propició la apertura diplomática de Tel Aviv con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, el comienzo de las relaciones con Marruecos y algunos notables avances con Arabia Saudí. Una herencia, la de Trump, que complica la posición del tándem Biden-Kamala en la región.

Por tanto, y ante la tensión actual entre palestinos e israelíes, en Tel Aviv se preguntan: ¿qué hará Washington ahora? La incertidumbre sobre la posición de Biden ante el conflicto parece haber generado una reacción en cadena: ante la incógnita, los halcones israelíes y palestinos y sus respectivos aliados regionales parecen haber decidido tomar la iniciativa.