
Todas las complejidades e incógnitas que se esconden tras el conflicto silenciado que asola parte del país africano.
Después de superar montañas con cerca de 2.000 metros de altitud, bosques tropicales, pueblos humildes y campos cultivados, la carretera termina al lado de un control de militares y una barrera ensuciada por el barro. A partir de este punto, la calzada se transforma en una pista destartalada. Es Bunagana, una de las fronteras entre Uganda y la República Democrática del Congo. Los soldados de ambos países, armados con fusiles de asalto AK-47, observan a los comerciantes que pasan de un lado a otro de la frontera arrastrando bicicletas repletas colchones, artículos de plástico, racimos de plátanos machos y otras frutas y verduras. Son ciudadanos de los pueblos de los alrededores y tienen permisos especiales. El autobús de una empresa local con un cartel del logotipo de ACNUR en el parabrisas está a punto de llegar. Un ritual que se repite todas las semanas o, cuando el número de ataques en Congo aumenta, cada pocos días. Está lleno de refugiados que escapan de una guerra silenciada. Casi todos son mujeres o menores de edad con una única mochila o unos pocos objetos en el interior de un trozo de tela atado por los bordes. No podrán regresar a sus casas en mucho tiempo. Para ellos, cruzar esta frontera significa escapar de la violencia de los grupos armados, pero también vivir en lugares donde no entienden sus idiomas, depender de las ayudas humanitarias y, a menudo, no saber nada de los familiares que se han quedado atrás.
Por eso los refugiados no sonríen. Al llegar a la frontera, siguen las indicaciones de los soldados en silencio: les enseñan su identificación y los documentos de Naciones Unidas. Desde hace meses, un equipo de enfermeros también les mide la temperatura y les preguntan si han estado enfermos. Son medidas para evitar que el ébola entre en Uganda.
Muchos de estos refugiados proceden de los alrededores de la ciudad Beni. Una región de colinas redondas, cultivos, selvas y ríos, donde han muerto más de 1.000 personas a manos de los grupos armados desde 2014. Según el gobierno, las Fuerzas Democráticas Aliadas (conocidas por sus siglas en inglés, ADF), un grupo rebelde que nació en Uganda para derrocar a su presidente, son las responsables. Pero no ha presentado pruebas. En el 2017, el Grupo de Investigación de Congo de la Universidad de Nueva York descubrió que los autores de los ataques son varios grupos rebeldes y funcionarios del Ejército, pero todavía desconoce el objetivo de los mismos: es un enigma para los expertos. La confusión aumentó el 18 de abril de este año, cuando el autoproclamado Estado Islámico reclamó un ataque en esta región a través de su agencia de noticias, conocida como Amaq. Murieron ...
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