Un repaso a las cuestiones clave que impactarán en la situación de las tres grandes fuerzas políticas brasileñas de cara a las elecciones presidenciales de 2022.

Durante los últimos meses, tres acontecimientos protagonizaron la actualidad brasileña: las elecciones municipales de noviembre de 2020, con la victoria de la derecha y centro derecha tradicionales, el comienzo del proceso de vacunación en São Paulo el 17 de enero y la posibilidad de reabrir el juicio sobre la suspensión del ex magistrado Sergio Moro que conduciría al escenario de anular las condenas de Luiz Inácio da Silva. Veamos cómo cada uno de estos episodios reconfigura el mapa político nacional y prepara el camino para las elecciones federales de 2022.

 

La derecha tradicional: victoria frente al ‘bolsonarismo’

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Elecciones municipales en Sao Paulo, Brasil, noviembre 2020. Miguel Schincariol/Getty Images

Uno de los resultados más importantes de estas recientes elecciones municipales es que los brasileños del campo conservador han votado por la vuelta a la tradición y la estabilidad. El año 2018 fue la elección del outsider, de la disrupción y lo antisistema, con la derecha tradicional víctima de un varapalo histórico con una masiva migración de votos a la candidatura de Jair Bolsonaro. Sin embargo, 2020 vuelve a llevar a la política brasileña de derecha a sus cauces clásicos. Parece que esta onda de votos bolsonaristas la recupera el campo de la derecha y centro-derecha tradicional. Se trata, básicamente, del conjunto de partidos políticos conocidos como Centrão, formaciones conservadoras de larga historia, más pragmáticas que ideológicas, y que siempre son la llave de gobernabilidad para cualquier administración. Especial protagonismo tiene el partido Demócratas (DEM), que actualmente ejerce las presidencias de la Cámara de Diputados y del Senado, que gana casi 200 municipios más que en los comicios de 2016. Junto al DEM, cuyos alcaldes gobernarán sobre el 11,53% de la población, encontramos al Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el partido del ex presidente Michel Temer, que también representa a la política más tradicional y que igualmente sale fortalecido. Sus alcaldes gobernarán el 12% de la ciudadanía. Las elecciones de la Cámara de los Diputados, que serán en febrero, y con gran probabilidad sellarán la victoria del candidato del Centrão tradicional, el diputado Baleia Rossi del MDB, confirman la hegemonía institucional de estas formaciones políticas.

Con vistas a 2022, la derecha tradicional y el centro se sitúan como el polo opositor más importante del momento. DEM, el Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB), el MDB, el Partido Democrático Laborista, PDT y el Partido Socialista Brasileño (PSB) ensayan posibles alianzas entre sus varones: Rodrigo Maia (DEM), João Doria (PSDB), Ciro Gomes (PDT) y el presentador de televisión Luciano Huck, que desde hace tiempo insinúa su candidatura presidencial. Este grupo representaría a la derecha y centro moderados e ilustrados, opuestos al proyecto autoritario y antidemocrático de Bolsonaro.

 

El PT desafiado por la izquierda y el futuro de Lula

En su conjunto, las izquierdas han salido peor paradas que las derechas en las elecciones municipales. El Partido de los Trabajadores (PT) no se recupera respecto a los comicios de 2016, el gran momento del antipetismo, que supuso una gran derrota nacional para la formación. En 2016 mantuvo solo 257 alcaldías, que ahora caen a 183 (el 2,6% de la población). Por primera vez desde la redemocratización no gobernará en la capital de ningún estado. Además, el PT ha sido desafiado por una izquierda más nueva, más juvenil, menos burocratizada y que ha sabido comunicarse de forma más directa, natural y eficaz con la población. A pesar de que esta izquierda más vibrante sólo ha conseguido la alcaldía de Belem, en el nordeste, su victoria simbólica es indiscutible. Guilherme Boulos, del PSOL, partido fundado en 2004 como una escisión del PT, situado más a la izquierda en el espectro ideológico, con banderas más contemporáneas como la lucha antirracista o el feminismo, es quien ha ganado más visibilidad estos últimos años.

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El político de izquierdas Guilherme Boulos saludando en las calles de Sao Paulo, Brasil. Alexandre Schneider/Getty Images

Boulos tuvo una actuación emblemática en la segunda vuelta de São Paulo. Enfrentado a la potente máquina electoral de la derecha paulista más tradicional, el PSDB, perdió ante el partido del establishment, pero obtuvo el 40% de los votos. Boulos se ha convertido en el gran líder de la izquierda. Por primera vez en años, el liderazgo progresista no pertenece al campo petista. Su campaña ha emocionado y movilizado de forma masiva, un entusiasmo no visto en la izquierda brasileña desde hace años. Ha tenido el apoyo casi unánime de los jóvenes, que no se ven bien representados por el PT, cuya cúpula se aleja de una base que pide la modernización a gritos. Un ejemplo de esta falta de sintonía entre la base y la dirección petistas es que el candidato del PT a la alcaldía de São Paulo, un representante de la burocracia partidaria que no despertó ninguna simpatía entre las bases, sólo obtuvo el 8,6% de los votos, el peor resultado de la formación en la mayor ciudad del país.

¿Cómo impactan estos resultados en el proyecto progresista de 2022? El PT pierde fuerza numérica y simbólica. Lula, aislado por la pandemia, no tiene la capacidad de movilización que tenía y la irrupción de Boulos ha demostrado que la izquierda no petista ha desafiado al PT, empujándolo hacia la renovación de candidatos, algo que sus afiliados llevan años pidiendo. Habrá que ver si la cúpula accede a llevar a la formación hacia un nuevo rumbo o si permanecen en un inmovilismo que les está costando caro y les podrá costar aún más caro en 2022. De momento, nada indica que la alta jerarquía dé su brazo a torcer y se renueve.

Sin embargo, en los últimos días otro acontecimiento agitó el ya muy conturbado escenario nacional. El Ministro del Tribunal Supremo, Gilmar Mendes, anunció la semana pasada que durante este primer semestre sería juzgado el caso de suspensión del ex juez Sergio Moro que aguarda en el Supremo. Este es un habeas corpus de los abogados de Lula en base a las sospechas de parcialidad supuestamente probadas por las conversaciones hackeadas entre Moro y los fiscales de la operación Lava Jato que fueron publicadas por el periódico The Intercept. La votación en el Supremo será muy apretada, pero lo cierto es que la gran mayoría de la clase política quiere quitarse a Moro de en medio porque también está siendo investigada por corrupción y ahora el ex magistrado y ex Ministro ya no tiene el favor de Bolsonaro, por haber indagado en los casos de corrupción en los que supuestamente están involucrados sus hijos. Si Moro fuese suspendido, los juicios en los que ha condenado a Lula se anularían. Esto tendría como efecto inmediato que el ex presidente brasileño recuperaría sus derechos políticos pudiendo ser candidato en 2022. La mayoría de los analistas concuerda en que Brasil no está preparado social ni políticamente para la convulsión que sería una candidatura de Lula, por lo que con gran probabilidad, no se llegará a este escenario. Tal vez Lula podría ser indultado, pero dejando que otro nombre del PT menos polémico (tal vez el ex candidato Fernando Haddad) asuma la candidatura en 2022, ya que el establishment político y económico del país apuesta por un nombre de centro derecha para el próximo pleito nacional. De cualquier forma, ya saben, en Brasil nada es imposible.

 

João Doria y la politización de la vacuna

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El gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, sosteniendo una de las dosis de la vacuna contra la covid-19 CoronaVac. Alexandre Schneider/Getty Images

A pesar de los más de 200.000 muertos por la pandemia, Bolsonaro y el General Eduardo Pazuello, actual ministro de la Salud de Brasil, no tienen un plan nacional de vacunación. En este contexto, la vacuna se ha transformado en la gran cuestión política del momento. El día 17 de enero, la ANVISA (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria)  dio su aprobación al laboratorio paulista Butantã, que produce nacionalmente la vacuna elaborada en cooperación con el laboratorio chino Sinovac, para comenzar a administrar los 46 millones de dosis del Coronavac. Minutos después la primera enfermera ya estaba siendo vacunada en São Paulo. De esta forma, São Paulo se convierte en el gran centro de producción y logística de la vacuna a otros estados brasileños, desasistidos ante la ausencia de un plan de vacunación del gobierno federal que los deja a merced de la tercera ola. Todo esto deriva del esfuerzo político del gobernador del Estado de São Paulo, João Doria (PSDB), que durante los últimos meses ha protagonizado la cruzada antibolsonarista por la vacuna, transformándose así en el más importante opositor al Presidente. Doria ha hecho un marketing excelente de este  proceso y de esta manera da un paso al frente para la carrera presidencial de 2022.

Además, las elecciones municipales también han beneficiado a Doria, cuyo discípulo, Bruno Covas, ha ganado la alcaldía de São Paulo. En 2018 el PSDB, liderado por Geraldo Alckmin, fue el gran perdedor del pleito electoral. Con Doria, y tras haber resistido en São Paulo, el partido parece haberse recuperado. Las municipales y la vacunación mejoran la posición de Doria al frente de la política nacional, sin embargo, el gobernador tendrá que luchar contra una imagen muy deteriorada que tiene entre el electorado paulista, sobre todo de base más popular, que lo considera elitista, apartado de la realidad de las clases más vulnerables y sediento de poder.

 

Bolsonaro y el desgaste institucional

En las municipales, Jair Bolsonaro demostró ser el peor apoyo electoral posible. De los candidatos que apoyaba, casi ninguno ha sido elegido, y desde luego ninguno con impacto político nacional. El ejemplo más simbólico ha sido el candidato a la reelección por Rio de Janeiro y obispo de la poderosa Iglesia Universal del Reino de Dios (actualmente aliada de Bolsonaro), que ha perdido la alcaldía. El ganador fue Eduardo Paes, del DEM, una figura histórica de la política carioca, que obtuvo el 36% de los votos en la primera vuelta.

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Brasileños piden un Impeachment contra el presidente Jair Bolsonaro en Brasilia, 2021. Andre Borges/Getty Images

Mucho se ha especulado sobre cómo perjudicarán la pandemia y la derrota de los candidatos bolsonaristas en las municipales al propio presidente brasileño. Según los últimos datos de la encuesta nacional de Idea Big Data del mes de enero, la popularidad de Bolsonaro habría descendido del 38% al 27% en los últimos meses, caída debida a la incertidumbre sobre la vacunación y el fin de la ayuda económica (el llamado auxilio emergencial) que durante la pandemia se destinó a las familias más pobres, pero que acabó en diciembre. Sin embargo, el Presidente continúa contando con el apoyo de las Fuerzas Armadas, en el gobierno más militarizado de la historia de Brasil. El comandante del Ejército, el general Puyol, declara con cierta frecuencia que los militares deben permanecer fuera de la política, pero, aunque con disidencias internas, las Fuerzas Armadas siguen siendo el baluarte de la gestión bolsonarista y los que mantienen su gobierno a flote. Quien también sigue a su lado, pero totalmente apagado, es el ministro de Economía, Paulo Guedes, quien ha demostrado ser mucho menos capaz de lo que parecía para llevar a cabo sus propuestas y una gran decepción para el mercado que apoyó a Bolsonaro porque tenía a Guedes detrás.

En los últimos días la posibilidad de un impeachment ha vuelto a aparecer en el escenario. Varios han sido los desencadenantes: el rechazo de Bolsonaro a un plan de vacunación mientras los brasileños veían por la televisión cómo el resto del mundo comenzaba a vacunar, el fin del auxilio de emergencia para los más pobres, el ejemplo de juicio político a Donald Trump y la gota que ha colmado el vaso ha sido Manaus, uno de los estados más golpeados por la pandemia, donde la semana pasada se acabó el oxígeno en los hospitales y los enfermos empezaron a morir asfixiados, una tragedia sin precedentes.

Políticamente un impeachment parece muy lejano. Rodrigo Maia (DEM), el actual Presidente de la Cámara de los Diputados, ha declarado que esta discusión se la dejará al próximo presidente de la Cámara y, acto seguido, Baleia Rossi (MDB) se pronunció diciendo que no era una de sus prioridades. De cualquier forma, Bolsonaro está en su momento de mayor desgaste institucional. La prensa lo ataca con ferocidad, quien lo apoyaba públicamente se esconde, el Tribunal Supremo juzgará en este primer semestre el caso de corrupción de Queiroz que atañe a su hijos, Doria le ha dejado sin respuesta con su proceso propio de vacunación y los mercados no están satisfechos. Aunque el impeachment no se concrete, lo cierto es que este desgaste hará que Bolsonaro no llegue en sus mejores condiciones a 2022.

Todos las atenciones este año estarán puestas en tres importantes cuestiones que reconfiguran la situación de las tres grandes fuerzas políticas brasileñas, es decir, la derecha tradicional, Bolsonaro y el Partido de los Trabajadores: en primer lugar, la evolución del proceso de vacunación y si Doria continúa apropiándose de los créditos políticos que ésta va a rendir aumentando su cotización para 2022, en segundo lugar, la evolución de la popularidad de Bolsonaro, que está perdiendo casi todos sus apoyos institucionales  y, por último, el juicio contra Sergio Moro y la posibilidad de la derrota simbólica de la Lava Jato y del ex magistrado si los abogados de Lula consiguen anular sus juicios y probar la parcialidad de Moro.