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Un grupo de personas de una organización de extrema derecha, nacionalista y racista se manifiesta en Polonia. (Michal Fludra/NurPhoto via Getty Images)

¿Podrían estos grupos de extrema derecha y supremacistas expandir sus creencias ideológicas? ¿Quiénes son y qué poder real tienen? He aquí un perfil de estos sectores más extremistas. 

La violencia generada por los sectores más radicales de la extrema derecha estadounidense tiene muchas caras. En el reciente asalto al Capitolio se vio una de ellas, pero hay facciones más radicales que descartan cualquier participación en el sistema democrático. Los referentes de estos extremistas son las acciones más violentas de marcado carácter racista como los atentados de Christchurch (Nueva Zelanda) o El Paso (EE UU).

Entre estos sectores más extremistas del supremacismo blanco destaca el aceleracionismo. Su pensamiento tiene como eje la idea de que los gobiernos y sociedades occidentales han alcanzado un grado de decadencia elevado y están al borde de la quiebra. Con esta base, “buscan acelerar el colapso del sistema actual a través del uso de la violencia dirigida hacia partidos políticos, minorías y aquellos que ellos consideran “traidores a la raza”, declara a esglobal Mollie Saltskog, analista de The Soufan Center.

Un apunte más sobre el pensamiento aceleracionista es que consideran que la quiebra del sistema liberal democrático se debe a las políticas que favorecen fenómenos como la inmigración o el multiculturalismo. Este rechazo a otras etnias y culturas se plasma en su apoyo a la teoría conspiranoica y racista conocida como La Gran sustitución (The Great Replacement). Se gestó en los 90, en el entorno de intelectuales franceses afines a la extrema derecha. Según esta, el plan para hacer desaparecer a la raza blanca a través del mestizaje estaría promovido por las élites mundiales.

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Un grupo de personas celebran la sentencia contra Brenton Harrison Tarrant, por el atentado en Christchurch, Nueva Zelanda. (Kai Schwoerer/Getty Images)

El primer autor de un atentado supremacista que mencionaba expresamente la ideología aceleracionista fue Brenton Harrison Tarrant. Fue el responsable de la masacre de Chirstchurch, donde mató a 51 personas en 2019. Dejó un manifiesto titulado La Gran sustitución —en referencia a la teoría conspiranoica homónima—. En el texto que el terrorista colgó en Internet, se mencionaba el aceleracionismo como una de las tácticas que él consideraba clave para que el supremacismo blanco triunfe.

A partir de ahí, otros ataques de corte supremacista se han alineado con esta ideología, o han sido celebrados por los aceleracionistas. Tal fue el caso del atentado contra la sinagoga de Poway en California (una persona muerta y tres heridas) el mismo 2019. John Earnest, el presunto asesino, también indicó en su manifiesto que quería provocar que el gobierno de EE UU comenzara a confiscar el armamento en posesión de la población. Así generaría una situación de conflicto social porque los ciudadanos empuñarían sus armas para defender sus derechos y “comenzaría una guerra civil”. En palabras del propio supremacista y que se alinean con el pensamiento aceleracionista de crear un caos que derroque el sistema actual.

Un tercer ataque supremacista también acontecido en 2019 contiene elementos de la ideología aceleracionista: fue el tiroteo en El Paso (Texas). Allí, 23 personas fueron asesinadas en un centro comercial, el autor aseguró que se inspiró en Christchurch y en la teoría de la Gran sustitución.

No solo hay casos en Estados Unidos o el mundo anglosajón, por ejemplo, Alberto del Campo, autor junto a cuatro especialistas más del libro Aceleracionismo y extrema derecha, ¿Hacia una nueva oleada terrorista?  señala otro atentado que suele reivindicarse desde estos ámbitos como fue “el ataque contra la sinagoga de Halle (Alemania) que dejó dos muertos”.

Sobre este uso de la violencia, Saltskog explica que “los grupos extremistas de la supremacía blanca al que se adhieren los aceleracionistas no sólo sostienen que los atentados son una necesidad, sino que también son deseables”.  Mientras que Enrique Arias Gil, otro coautor del libro ya mencionado, añade otros valores que mueven a los seguidores de esta tendencia como “el nihilismo y el rechazo a muchos de los valores occidentales actuales”. En su libro, estos autores ahondan en este carácter nihilista de esta facción del supremacismo blanco. Según la citada obra, el aceleracionismo la fomentan apelando a “la frustración política, emocional, sexual y existencial de su público objetivo; elementos que conforman el núcleo central de su proceso de adoctrinamiento terrorista”.

“Las actuaciones por las que abogan buscan crear el caos”, explica Arias Gil. Además, los autores del libro resaltan que estos grupos apuestan por diversas formas de violencia y no solo al tiroteo indiscriminado. Por ejemplo, estos supremacistas también contemplan cometer agresiones sexuales contra mujeres o cualquier tipo de ataque armado. Además, jalean una violencia aleatoria —no necesariamente orientados a los grupos que detestan los supremacistas—, para así fomentar el mencionado desconcierto entre la sociedad.

“Su radicalismo es tan elevado que incluso llegan a amenazar a la alt-right o a grupos neonazis porque consideran que tienen planteamientos tibios”, explica Alberto del Campo. Incluso tal y como se apunta en este artículo de referencia sobre el tema publicado en el medio online estadounidense Vox, las corrientes más radicales del aceleracionismo piensan que Donald Trump les ha fallado para evitar que las minorías raciales se conviertan en una mayoría en EE UU y, en su opinión, amenacen a la población blanca.

 

Atentados como inspiración

 

Pese a la radicalización en los discursos de una parte de la derecha estadounidense y global que ha traído la presidencia de Trump, lo cierto es que el aceleracionismo ha crecido por otras vías. “A Trump lo han visto como un catalizador de sus propósitos y no tanto un causante”, explica a esglobal Rogelio Castro, analista del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET).

El germen ideológico de esta tendencia hay que buscarlo en las tesis del estadounidense James Mason expuestas durante los 80 en la newsletter neonazi Siege. Insistía en que, contrariamente a lo que hacían otros partidos ultras, la vía de entrar en el juego político electoral no servía de nada. Apostaba por una guerra racial, en la línea que había defendido Charles Manson, con quien no tiene relación de parentesco, unas décadas antes.

Estos antecedentes se traducen en que los aceleracionistas actuales rechazan cualquier participación en las elecciones. Otra asunción de los principios de James Mason es que “hay grupos de esta corriente, como Atomwaffen Division, que anhelan desatar una guerra racial”, señala Rogelio Castro.

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Imagen de un periódico danés con la foto de Anders Breivik, el asesino del atentado en Utoya y Oslo, Noruega. (Francis Dean/Corbis via Getty Images)

Además, Castro también recuerda que el atentado en Noruega de 2011 —cuando Anders Breivik mató a 77 personas— también les sirve de motivación: “se crea una especie de círculo vicioso, acciones anteriores inspiran nuevos ataques y estos a su vez sirven para animar futuros atentados”. El experto del OIET concluye que “creen que así se encaminan hacia la guerra racial a la que aspiran los aceleracionistas”.

Estas teorías fueron calando en diversos círculos neonazis, especialmente en Estados Unidos durante los 90 y principios de los 2000. Los foros de Internet frecuentados por simpatizantes de esta ideología fueron el canal escogido para esta propagación. También aparecieron otros referentes de este pensamiento como Jared Taylor o Richard Spencer, famosos por sus discursos exaltando el supremacismo blanco y atacando a judíos, afroamericanos y otras minorías.

En Europa, la evolución del pensamiento de la extrema derecha también fue dando lugar a posturas que han servido de amparo ideológico a los aceleracionistas, a un lado y otro del Atlántico. De nuevo hay que hacer referencia a la teoría del Gran Remplazo y sus orígenes en Francia. Fue elaborada por el escritor Renaud Camus, quien en 1994 comenzó a elaborar varios escritos racistas que acabó plasmando en 2011 en su libro Le Grand Replacement.

El libro Aceleracionismo y extrema derecha ofrece datos sobre cómo ha evolucionado la violencia supremacista blanca tanto en Europa como en EE UU. La estadística engloba tanto los que fueron tentativas como los actos que llegaron a perpetrarse (desde amenazas a grandes ataques con armas y explosivos). Entre 1970 y 2016 la distribución de atentados fue de un 67% en suelo estadounidense y un 33% en el Viejo Continente. Pero entre 2017 y 2019 la situación se invirtió: un 54,9 frente a un 40,1%. El 4,9% restante se refiere a acciones en otros países occidentales como Canadá, Nueva Zelanda o Australia.

En concreto, y siguiendo con los datos del libro, entre 2017 y 2019 los autores han cifrado 162 actos violentos vinculados al supremacismo blanco de cualquier tendencia. Aquí se incluyen desde delitos de amenazas hasta ataques con víctimas mortales. De este total, 98 fueron amenazas, 29 se realizaron o se intentaron hacer con armas de fuego, 13 involucraron armas blancas y nueve, explosivos.

En cuanto al número de víctimas, el balance de estos ataques en 2019 fue de 93 muertos y 135 heridos.

 

Una organización atomizada

Más allá de señalar los casos más mediáticos, los autores de Aceleracionismo y extrema derecha explican que han monitorizado 255 canales de Telegram (uno de los foros digitales predilectos de los aceleracionistas, tras el cierre de algunos espacios de Internet como fue el caso 8chan, actual 8kun). Algunos de estos espacios en la App de mensajería pueden llegar a reunir hasta 10.000 miembros de todo el mundo.

En palabras de Alberto del Campo sobre estos canales de Telegram, “más de un 90% tiene su origen en EE UU o Europa y el idioma de comunicación es mayoritariamente el inglés”. La opción por este idioma es que “la extrema derecha del nuevo milenio busca replicarse más global que localmente”, señalan los autores de Aceleracionismo y extrema derecha. Además, no es exclusivo del mundo anglosajón, canales de otros países apuestan por él para difundir su mensaje supremacista más allá de su ámbito geográfico.

Estos 255 canales están vinculados al supremacismo en sus diversas vertientes. Los de tendencia aceleracionista supondrían 19,5%. Una cifra que a simple vista puede no parecer muy elevada, pero ha ganado este espacio en poco tiempo ya que “comienza a ser mediática a partir del año 2018”, tal y como se indica en el mencionado libro.

Este seguimiento ha permitido a los autores de Aceleracionismo y extrema derecha realizar un perfil de los aceleracionistas más activos. Primero de todo, llaman a desterrar la imagen arquetípica de un “cabeza rapada” como prototipo de miembro de la extrema derecha dispuesto a la violencia: “su público objetivo ya no son en gran medida skinheads (como antaño), sino personas con una estética normal, lo que supone la externalización máxima del concepto de “lobo solitario”.

Otro punto a destacar es que en su mayoría son hombres, un 97%, según detallan los autores del citado libro. Por lo referente a la edad, según Alberto del Campo, “de la muestra recogida de 162 ataques, un 55,7% de los autores de estos actos tenían entre 15 y 30 años.”

Los autores del libro también destacan que esta edad media de los terroristas supremacistas ha ido bajando ya que “en el período entre 1970 y 2016 los autores de ataques entre 15 y 30 años suponían el 46%”. Por su parte, Rogelio Castro puntualiza que “no todos los integrantes de estos canales digitales pasan a la acción, el porcentaje es muy bajo”. Además, el analista del OIET resalta que también “hay pocos grupos que se organicen en células para ejecutar ataques. El aceleracionismo fomenta que los individuos comentan actos violentos en solitario”.

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Un miembro de la organización de extrema derecha supremacista blanca "Proud Boys", Flip Todd, se dirige a seguidores del expresidente Donald Trump. (John Rudoff/Anadolu Agency via Getty Images)

Los modus operandi de los perpetradores de los ataques de Christchurch o El Paso encajan en este perfil de lobo solitario. Pero los expertos consultados por esglobal señalan que sí que hay un grupo que parece abanderar los postulados del aceleracionismo. Se trata del grupo National Socialist Order, una designación utilizada recientemente, aunque la organización es más conocida por su anterior nombre, Atomwaffen Division, según apunta Mollie Saltskog.

Sus orígenes son relativamente recientes (2015). Tienen como referente ideológico a James Mason. “En EE UU se les vincula con al menos cinco asesinatos y tienen una docena de grupos afiliados en el extranjero, incluida Europa”, explica la analista de The Soulfan Center. Este mismo organismo ha publicado el informe White Supremacy Extremism: The Transnational Rise of the Violent White Supremacist Movement que resalta como los canales digitales —y en particular YouTube, Telegram o foros como 8kun— contribuyen a que Atomwaffen Division difunda su discurso.

Rogelio Castro añade que “tienen campos de reclutamiento y entrenamiento en Estados Unidos y Ucrania”. Aunque el analista del OIET recuerda que las actuaciones siguen siendo en solitario, no actúan en grupos o comandos como otras organizaciones terroristas.

Sobre la presencia de Atomwaffen en Europa, han aparecido grupos filiales en Países Bálticos, Reino Unido, Alemania y Rusia. Es una muestra de que el supremacismo no es terreno exclusivo de extremistas norteamericanos.  Estos grupos en el Viejo Continente “apuestan por un Estado blanco que suprima las fronteras actuales” recuerda Enrique Arias Gil.

Europol en su último informe sobre terrorismo en 2019 enumeró hasta seis ataques en Europa que se vinculan con la extrema derecha: uno en Lituania, otro en Polonia y cuatro en el Reino Unido. Todos fueron frustrados por las fuerzas del orden, excepto el que sucedió el 16 de marzo de ese año, cuando un hombre apuñaló a un ciudadano búlgaro en la localidad inglesa de Surrey, y que la justicia del país catalogó de acción terrorista.

Europol también resalta los detenidos en los últimos años por delitos relacionados con la extrema derecha: 21 en 2019, 44 en 2018 y 20 en 2017. Aunque el organismo policial europeo no menciona específicamente el aceleracionismo, sí que resalta el peso creciente de la teoría de la Gran sustitución en la extensión de la ideología supremacista y como discurso para oponerse a la inmigración.

En Estados Unidos, Chad Wolf, secretario del Departamento de Seguridad Interior, aseguró en septiembre de 2020 que: "el supremacismo blanco, desde el punto de vista de la letalidad en los últimos dos años, es ciertamente la amenaza más persistente y letal cuando hablamos de extremistas violentos nacionales".

Pese a este posible auge, Rogelio recuerda que en Europa “los discursos de odio están más perseguidos por las legislaciones de los países, mientras que en Estados Unidos esos mensajes se amparan en la primera enmienda [que recoge la libertad de expresión en una interpretación muy amplia]”. El analista en terrorismo de extrema derecha del OIET también remarca el control de la posesión de armas que existe en tantos lugares de Europa para evitar replicar situaciones como las vividas en EE UU o Nueva Zelanda.

Mientras que los autores del libro Aceleracionismo y extrema derecha consideran que, en uno de los escenarios más pesimistas que dibujan, los aceleracionistas podrían protagonizar una oleada terrorista que busque “la expansión de sus creencias ideológicas y atentar contra todos aquellos individuos, grupos o Estados que sean contrarios” a su pensamiento.