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Un soldado del Ejército de Azerbaiyán en Tovuz, julio 2020. Resul Rehimov/Anadolu Agency via Getty Images

Una vez más, tensiones entre Armenia y Azerbaiyán. ¿Qué factores internos y externos hay detrás de los últimos enfrentamientos militares? ¿Cuáles son los posibles escenarios de futuro de un conflicto que dura décadas?

El Cáucaso sur es de nuevo testigo de graves enfrentamientos militares entre Armenia y Azerbaiyán, los más importantes desde abril de 2016, cuando durante cuatro días combatieron en la zona de Nagorno-Karabaj. Una región que es internacionalmente reconocida como parte integral de la República de Azerbaiyán, pero que permanece ocupada por Armenia desde la guerra que libraron ambos países entre 1988 y 1994.

El pasado 12 de julio se iniciaron choques, no en esta región, sino en la frontera norte que comparten ambos Estados, en la provincia de Tavush (Armenia) o Tovuz (Azerbaiyán). Según el ministerio de Defensa de armenio, se repelió un intento de fuerzas azerbaiyanas por ingresar en su territorio y, posteriormente, se inició un intercambio de fuego de artillería que hasta el momento ha dejado 12 muertos del Ejercito azerbaiyano y cuatro del armenio. Bakú, por su lado, afirma que la agresión se inició desde Armenia.

Si tomamos en cuenta el número de víctimas fatales, así como lo poco profesional en términos militares del presunto ataque, es posible pensar que las fuerzas azerbaiyanas no sean responsables en este caso.

 

¿Por qué se habrían iniciado las operaciones militares?

El contexto político armenio podría darnos algunas ideas sobre las motivaciones de un ataque militar en estos momentos a Azerbaiyán.

El pasado 8 de junio, fueron despedidos Eduard Martirosian, el jefe del Servicio de Inteligencia Armenio (NSS por sus siglas en inglés), el organismo responsable de las actividades de inteligencia, contrainteligencia, terrorismo y protección de fronteras; también fueron destituidos el jefe de la Policía nacional, Arman Sargsian, y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Artak Davtian.

Estos hechos sucedieron en medio de un escándalo, puesto que Artak Davtian asistió junto a decenas de invitados a la boda de su hijo en medio de las restricciones de actividad social derivadas de la crisis del coronavirus, sin que el jefe de la policía o del NSS hiciera algo por impedirlo.

Sin embargo, se ha señalado que el Primer Ministro armenio, Nikol Pashinian, aprovechó esta ocasión para quitar de sus cargos a personas que no pertenecen a su círculo de puestos de gran responsabilidad con el fin de aumentar el control político sobre esas estructuras todavía muy cercanas al modelo organizacional soviético (los siloviki) y alejar a funcionarios percibidos como cercanos a Rusia o que apoyan el status quo con respecto al conflicto con Azerbaiyán, y que no se ajusta a la idea de Pashinian de presionar a Moscú para lograr un cambio significativo.

El nuevo director del NSS, Argishti Elbek Kyaramian, de 29 años, tiene escasa experiencia en este tipo de funciones, puesto que en menos de un mes –entre mayo y junio– fue promovido a jefe en funciones del Servicio de Control del Estado (el organismo anticorrupción), a vicejefe del Servicio de Investigaciones, elevado al rango de coronel y luego a vicejefe del NSS, hasta ser nombrado al frente de este organismo el pasado 9 de junio.

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Retrato del Primer Ministro armenio, Nikol Pashinyan, en una camiseta. Artyom Geodakyan\TASS via Getty Images

Todo esto se enmarca en una lucha entre los responsables de los servicios de seguridad e inteligencia y el Primer Ministro que dura varios meses: entre septiembre y octubre de 2019 el entonces jefe del NSS, Artur Vanetsian, y el de la Policía nacional, Valeri Osipian, renunciaron a sus cargos por diferencias con Pashinian. Los nuevos jefes fueron oficialmente nombrados en marzo de 2020, y fueron suplantados, a su vez, el pasado 8 de junio. Muchos cambios en poco tiempo.

La lucha entre el Primer Ministro y los jefes de las Fuerzas Armadas y Seguridad para aumentar el control sobre esas instituciones y unas posturas más cercanas por parte de estos cargos hacia Rusia, país al que Pashinian no percibe como un aliado fiable, también estás detrás de la adopción, el pasado 10 de julio, de la nueva estrategia de Seguridad Nacional de Armenia que reemplaza a la publicada en 2007.

La nueva estrategia, presentada durante la reunión del Consejo de Seguridad Nacional, organismo presidido por el Primer Ministro, afirma, en lo referido a Azerbaiyán, que una de las amenazas a las que debe de enfrentarse Armenia es la del “debilitamiento de las alianzas político-militares de la región”, así como “las compras de armas por parte del Gobierno azerbaiyano”.

En cuanto a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), conformada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán, el texto señala que “es uno de los objetivos de Armenia que los Estados miembros de la OTSC cumplan con sus obligaciones derivadas de la alianza y aumenten la eficacia de la misma”.

También se enfatiza que “las reformas en el área de defensa  y mantenimiento de la paz son áreas clave en la cooperación entre Armenia y la Alianza Atlántica, y que se continuará el diálogo político con la OTAN en el campo de la defensa y la seguridad como componentes que fortalezcan las capacidades de defensa de Armenia”. No es necesario enfatizar que a algunos sectores de poder en las Fuerzas Armadas y de Seguridad de Armenia esta tendencia hacia nuevos socios en términos de seguridad y defensa no les resulte muy atractivo.

Finalmente, otros dos factores deben considerarse, uno de índole interno y otro externo. En primer lugar, el ex presidente de Armenia entre 1998 y 2008, Robert Kocharian, quien desde finales de 2018 fue encarcelado tres veces en medio de una investigación por “abuso de poder y ataque al orden constitucional”, que muchos sostienen está políticamente motivada, fue liberado en el mes de junio y no oculta su voluntad de volver a la arena política. Por lo que Kocharian puede convertirse en el gran opositor del Primer Ministro. En segundo lugar, un intento por presionar a los miembros de la OTSC por brindar una ayuda diplomática sustancial a Ereván.

Además, ha encontrado eco en algunos sectores, como el que representa el ministro de Defensa armenio, David Tonoian, de que el país debe abandonar la estrategia de “defensa en trincheras” para pasar a una “disuasión activa” basada en mayor movilidad y en la capacidad de realizar ataques preventivos.

Esta explicación ayudaría a entender por qué los enfrentamientos se han realizado en Tavush en lugar de llevarse a cabo, como en abril de 2016, en la zona de Nagorno-Karabaj, ya que esta región es reconocida internacionalmente como parte del territorio de la República de Azerbaiyán, un Estado que no es miembro de la OTSC. Por el contrario, Armenia sí lo es y sólo podría invocar el artículo 4, el de seguridad colectiva, del tratado de la OTSC si el ataque se produce en territorio armenio, como lo es Tavush.

A esto podemos agregar que como parte de las medidas dispuestas para disminuir los niveles de tensión, desde diciembre de 2018, Bakú ha decidido pasar el control de las zonas de frontera de las Fuerzas Armadas a las fuerzas del Servicio Estatal de Fronteras. Ya se han transferido las correspondientes a dos distritos: Qazax y Agstafa, y precisamente Tovuz sería el próximo que por estar todavía bajo la responsabilidad del Ejército Azerbaiyano le agrega el tono de un enfrentamiento entre estructuras militares oficiales.

 

Las respuestas regionales

El primer actor con un interés central y directo en el conflicto es Rusia, que incluso mantiene una base militar en Armenia, en Gyumri. El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, ha hablado telefónicamente con sus pares de Armenia y Azerbaiyán a quienes les ha solicitado que limiten las acciones militares.

Ereván, a través de su embajador en Moscú, Vardan Toganian, ha pedido oficialmente una respuesta de la OTSC. El ministro de Exteriores armenio habló telefónicamente el día 13 de julio con el Secretario General de la OTSC, Stanislav Zas, para pedir el apoyo de la organización. Este organismo, aunque llamó a una reunión de urgencia que luego suspendió, no ha dado la respuesta que se esperaba desde Ereván. El secretario de prensa de la OTSC, Vladímir Zainetdinov, ha pedido que las partes involucradas cesen las hostilidades, algo insuficiente desde las expectativas armenias, que esperaban o bien un apoyo o bien una condena a Bakú.

Ha sido precisamente Turquía, el Estado que le ha dado el mayor apoyo a Azerbaiyán. Así lo señalan las declaraciones del Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, del ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, del titular de Defensa, Hulusi Akar, y del Vicepresidente, Fuat Oktay.

El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Mousavi, afirmó que con respecto al conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, la posición de Teherán no se ha modificado: respeto a la soberanía y la integridad territorial de las partes, y el uso de medios pacíficos para resolver las disputas, así como la disposición de Irán de ayudar en este sentido.

 

Escenarios de futuro

Desde el punto de vista diplomático, tenemos los esperables llamados al cese de fuego realizados por Naciones Unidas, la Unión Europea, la OSCE y los tres países copresidentes del Grupo de Minsk: Rusia, Estados Unidos y Francia. Son mensajes destinados a no tener ningún impacto real en la situación. La OSCE está en medio de una crisis derivada de la falta de consenso para elegir sus nuevas autoridades por lo que poco puede influir.

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Turcos protestan contra Armenia por el ataque a Azerbaiyán en Colonia, julio 2020. Ying Tang/NurPhoto via Getty Images

Azerbaiyán ha logrado el apoyo diplomático ante lo que en los documentos se denomina la “agresión armenia” o el “ataque a su integridad territorial” por parte de Turquía, Pakistán, del Grupo de GUAAM, de la Organización de Cooperación Islámica, del Movimiento de los Países No Alineados y del Consejo Túrquico. Esta última organización es muy importante, ya que entre sus miembros se encuentran Kazajistán y Kirguizistán, miembros también del OTSC.

La respuesta medida o hasta limitada en exceso de Rusia y de la OTSC puede considerarse una importante derrota diplomática para el actual Gobierno armenio, puesto que ni se ha condenado a Bakú ni se ha apoyado a Ereván.

Por otro lado, la clarísima respuesta de Turquía no puede generar más que desconfianza en Rusia que interpreta este movimiento diplomático de Ankara como un intento de aumentar su influencia en el Cáucaso sur, algo que Moscú no ve de buen grado.

A nivel exterior, el peligro es que el conflicto se convierta en un ámbito más de tensión entre Rusia y Turquía que se añadiría a los escenarios de Siria y Libia. Con varios frentes externos abiertos, lo último que desea el gobierno de Vladímir Putin es un nuevo problema.

La idea del Primer Ministro armenio, de que Moscú no es un aliado tan fiable como podría esperarse, se ha materializado. Aunque es difícil que Nikol Pashinian pueda sacarle algún rédito político interno que le permita posicionarse en ventaja frente a otras fuerzas políticas. Tampoco sería posible que obtenga algún rédito externo, puesto que aunque pueda pensarse que esta situación abre la posibilidad a un mayor entendimiento con Azerbaiyán, la lucha interna entre el Primer Ministro y sus opositores, quienes podrían aprovecharse de su debilidad, dificultará cualquier salida diplomática que pueda ser vista como una concesión a la posición de Bakú.

La debilidad de Pashinian tampoco es una buena noticia para Azerbaiyán, ya que los opositores al actual Primer Ministro armenio han sido poco permeables a una solución diplomática cuando han estado en el poder. Tengamos en cuenta que Robert Kocharian antes de ser Primer Ministro (1997-1998) y Presidente de Armenia (1998-2008) fue el primer presidente de la autoproclamada República de Nagorno-Karabaj (1994-1997) y forma parte del grupo de políticos karabajíes (nacidos en Nagorno-Karabaj) que se oponen a cualquier acuerdo con Bakú.

Tanto en Armenia como en Azerbaiyán, la retórica nacionalista y la necesidad política de responder a los ataques del otro Estado generará un espiral de acciones militares que tardará varios días en detenerse, con la peligrosidad que ello implica.

Esa misma necesidad de responder de manera más activa también se llevará al campo diplomático. De esa manera se entiende el reemplazo el 16 de julio del ministro de Exteriores de Azerbaiyán, Elmar Mammadyarov, (quien desempeñaba el cargo desde 2004) por Ceyhun Bayramov, quien ostentaba la cartera de Cultura.

Por otra parte, en momentos sociales y económicos de tensión, como el que atraviesan estos países, todo choque militar favorecerá a las posturas más duras y menos dispuestas a la negociación. Los dirigentes políticos deberán ejercer toda la influencia posible para evitar el agravamiento de la situación.