Ciencia_ficcion_portada
Hombre observando un eclipse solar en Dubai. Francois Nel/Getty Images

¿Cómo se entiende la ciencia ficción y la vida alienígena en el mundo islámico? Más allá de los clichés, la represión y religión han contribuido a estas reflexiones más que perjudicado.

Islam, Science Fiction and Extraterrestrial

Jörg Matthias Determan

I.B. Tauris, 2020

En 2007, un platillo volador en el que viajaba un grupo de alienígenas aterrizó en algún desierto de Egipto para firmar un tratado de amistad con los habitantes de la Tierra similar al que sus tripulantes habían rubricado con otros planetas vecinos. Al poco tiempo, un astrónomo estadounidense descubrió referencias de la nave en un jeroglífico, a partir del cual un colega egiptólogo desveló que sus antepasados del Antiguo Egipto habían logrado viajar al espacio y construir pirámides similares a las de la Tierra en la Luna y en Marte.

El extraordinario suceso no es muy diferente del que en ocasiones publican los medios egipcios oficialistas para excusar al régimen del país en momentos de crisis. Pero el relato anterior se corresponde en realidad a la trama de la novela de ciencia ficción La Cosa, publicada en 1989 por una editorial local y escrita por el autor egipcio Nehad Sherif.

Aunque estas historias rara vez reciben atención, la obra de Sherif forma parte de una tradición literaria de ciencia ficción muy arraigada en el mundo islámico. Y es a explorar esta conexión entre la región y la ficción especulativa a la que el académico Jörg Matthias Determan dedica su último libro: Islam, ciencia ficción y vida extraterrestre.

La originalidad de la obra de Determan, apasionado por la ciencia ficción desde que era pequeño, yace en que profundiza en una dimensión muy poco conocida de la cultura del mundo islámico. Pese a contar con un sinfín de fans en el mundo, la ciencia ficción sigue siendo un género poco estudiado, y suele considerarse literatura de segunda. Además, el escaso interés que se le dedica se centra en la producción en inglés y en francés, y en menor medida en la procedente de la Unión Soviética, Japón y gradualmente de China. Así que la que emerge del mundo islámico es aún un terreno desconocido. Es este vacío precisamente el que Determan se encarga de cubrir con una rigurosa investigación que presenta de forma amena la historia de la ciencia y la historia de la imaginación científica en la región, que ha adoptado formatos diversos como publicaciones científicas, revistas, cine y novelas, y se ha expresado en idiomas como el árabe, persa, malayo, turco y urdu.

A lo largo del libro, que cuenta con seis capítulos en los que suele presentar la historia de la ficción especulativa en un medio concreto de forma cronológica, Determan defiende dos grandes premisas. La primera es que la tradición islámica ha estimulado generalmente concepciones de la vida extraterrestre. Así, el autor señala que los textos religiosos no solo no han limitado la ciencia ficción, sino que algunos versos del propio Corán son lo suficientemente imprecisos como para alentar diferentes visiones del universo. Una ambigüedad que, en última instancia, ha favorecido el desarrollo de la ciencia ficción hasta el punto de fundirse ambas en la denominada ciencia ficción islámica o islamista.

Por ejemplo, el académico nota que el Corán contiene historias milagrosas parecidas a novelas de fantasía, y observa que incluso una lectura estricta del libro sagrado apoya la idea de la pluralidad de mundos sobre la que tanto se ha recreado la ciencia ficción. En este sentido, el Corán se refiere repetidamente a dios como el ‘señor de los mundos’, una alusión que, aunque reconoce que a menudo se ha identificado con un mundo inferior terrenal y otro de superior celestial, es suficientemente abierta a interpretaciones.

Las raíces de la ciencia ficción islámica en concreto, Determan las sitúa en escritos de la época medieval, que incluyen historias como el ascenso del profeta Mohamad al cielo, y entre sus fuentes de inspiración figuran textos religiosos, historia e, igualmente importante, investigaciones científicas. En 1876, una revista científica editada en Beirut y llamada Al-Muktataf incluyó un artículo sobre los habitantes de la Luna, a los que creía más grandes que en la Tierra. Estas especulaciones sobre la vida extraterrestre siguieron siendo muy populares durante décadas en este tipo de publicaciones, que podían contar con algunos miles de suscriptores. De modo que, a medida que estas ideas se extendían, muchos académicos religiosos, lejos de eludirlas, trataron de reconciliarlas con su fe.

De forma más reciente, otras figuras como el influyente ulema egipcio e ideólogo de los Hermanos Musulmanes Yusuf Al Qaradawi han abogado por la ciencia ficción como una herramienta más para el proselitismo. Y Determan remarca que incluso algunos autores del género han llegado a simpatizar con el ideario yihadista, lo que demuestra que incluso en estos niveles se ha podido abrir espacio la creatividad. Como ejemplo de ello, el autor se refiere al escritor malayo Faisal Tehrani, que en una de sus obras imaginó una guerra tecnológicamente avanzada entre jóvenes musulmanes contra Estados Unidos e Israel.

La segunda gran premisa de Determan es que los Estados de la región también han jugado un papel positivo a la hora de desarrollar la ficción especulativa a nivel local, aunque a menudo haya sido de forma involuntaria. Aquí, el académico apunta a las inversiones en educación y desarrollo tecnológico como uno de los principales factores. Pero también defiende que la represión, el control y la censura han estimulado, más que perjudicado, la ciencia ficción, ya que han conducido a muchos artistas a camuflar sus críticas en relatos ambientados en tiempos futuros y planetas lejanos. La colonización –compartida por la mayoría en la región– y el conflicto entre el norte y el sur global, han sido experiencias que también han contribuido a su desarrollo, amparadas a menudo por los mismos Estados.

Entre los ejemplos que ofrece el libro destaca el caso de la Turquía de Kemal Atatürk, cuyo gobierno patrocinó textos muy especulativos, como traducciones de libros sobre un legendario continente perdido llamado Mu, como parte de sus esfuerzos por revisar la historia de la nación. Uno de los casos más representativos, sin embargo, es el egipcio. En los años treinta, el país estableció la principal industria cinematográfica del mundo árabe, y en la década siguiente la ficción especulativa ya figuraba entre sus producciones. Las políticas de Gamal Abdel Nasser a partir de los años cincuenta, que incluyeron la nacionalización de la industria y una tenaz represión, condujeron no obstante a un abrupto declive. Pero incluso entonces, Determan observa que la investigación astronómica del régimen egipcio –fuente inagotable de inspiración– se mantuvo. E incluso algunos artistas opositores, como Ahmed Raef, encarcelado junto con otros miles de seguidores de los Hermanos Musulmanes en los sesenta, escribió un guion desde la cárcel en el que imagina un Marte utópico en el que se vive siguiendo los ideales de la Hermandad islamista.

La clave de la obra de Determan se encuentra precisamente en estas dos premisas, que demuestran cómo el arte futurista y la creatividad se han abierto paso en la región a pesar de, y gracias a, unos regímenes religiosos ultraconservadores y autoritarios, hasta el punto de que sus autores han sido parte inseparable de la producción global de este género.

Como dejan entrever los ejemplos anteriores, pese a que Determan defiende que el islam y los regímenes políticos de los países del mundo islámico han estimulado, de una forma directa o indirecta, la ficción especulativa y la producción de ciencia ficción, el autor no esconde que esta conexión ha ocurrido con tensiones. Así, por un lado, algunos sectores religiosos conservadores de la región se han opuesto a la ciencia ficción, ya sea por considerarla una pérdida de tiempo, dañina para la sociedad o directamente blasfemia. Y en el caso de aquellos más hostiles, como en Arabia Saudí, se han incluso movilizado para requisar libros de este género. Además, en el caso específico de la industria del cine, el islamismo sí que parece conllevar efectos negativos en la producción de ciencia ficción.

Más allá de ofrecer una imagen completa y compleja del tema que aborda, otra aportación significativa de Islam, ciencia ficción y vida extraterrestre es que Determan presenta al lector un amplio abanico de autores que se les escaparían incluso a los más familiarizados con la literatura de la región. En este sentido, el académico deambula por el mundo en urdu de Asrar Ahmed, uno de los escritores de ciencia ficción más importantes en esta lengua cuya obra, firmada con el seudónimo Ibne Safi, comparte el entusiasmo global acerca de los ovnis. En bengalí, Determan nos introduce a la obra de Qazi Anwar Hussein, cuya serie de libros insignia, Masud Rana, estuvo inspirada por James Bond. Y en árabe, el lector se acerca a Nehad Sherif, uno de los máximos exponentes de la ciencia ficción en árabe y particularmente interesado en alienígenas, Nabil Farouk, que escribió cientos de libros y tuvo millones de lectores, o Ahmed Khaled Tawfiq, autor de una popular serie de libros, Paranormal, que Netflix ha llevado a las pantallas recientemente.

En esta misma línea, otra de las contribuciones de Determan es presentar a varias autoras de ciencia ficción de la región, a pesar de que el género, sobre todo durante el siglo XX, estuvo dominado por escritores hombres. Así, el académico se remonta hasta 1905 para recordar a una autora feminista bengalí, Begum Rokeya, que publicó una historia utópica llamada Los sueños de la sultana en la que invertía los roles de género en un futuro tecnológicamente avanzado en el que los hombres viven recluidos. Desde entonces, otras autoras, desde Marruecos hasta Indonesia, han tomado el relevo y han producido historias y novelas de ciencia ficción, entre las que destaca la indonesia Eliza Vitri Handayani.

De cara al futuro, Determan considera que la ciencia ficción en el mundo islámico cuenta con múltiples factores que facilitarán su eclosión, incluidos los nuevos formatos digitales, nuevos avances tecnológicos, la investigación astronómica promovida en la región, sus ambiciosos planes de exploración espacial, la construcción de ciudades de arquitectura futurística y una imaginación científica firmemente arraigada. Tanto es así, que el autor considera que pronto pasará a ser muy difícil hacer un seguimiento de toda la producción de este género, lo que convierte a Islam, ciencia ficción y vida extraterrestre en una obra aún más relevante y en una guía para quienes deseen adentrarse en este mundo a tiempo.