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Un policía se enfrenta a un manifestante en un centro comercial en Hong Kong. (Anthony Kwan/Getty Images)

He aquí una radiografía de lo que está sucediendo en Hong Kong y que escenarios serían posibles.

Una marcha multitudinaria el domingo 14 de julio culminó en violentos altercados entre manifestantes y la policía dentro de un centro comercial en Hong Kong. El saldo: al menos 28 heridos y 40 arrestados. Los choques del domingo son los más violentos desde el 12 de junio, cuando la policía disparó balas de goma y lanzó más de 150 cartuchos de gas lacrimógeno en las inmediaciones del Consejo Legislativo.

El desgaste que acarrean las constantes protestas callejeras y la reciente escalada de violencia, combinadas con la inflexibilidad del gobierno autónomo de Hong Kong, plantean nuevos desafíos para uno de los centros económicos y financieros más importantes de China y el mundo.

Durante más de un mes los hongkoneses vienen protestando contra un controvertido proyecto de ley que permitiría por primera vez la extradición de fugitivos de cualquier nacionalidad del territorio hacia China continental. A pesar de que el gobierno local liderado por Carrie Lam haya “suspendido” la deliberación de dicho proyecto de ley, los manifestantes, particularmente los más jóvenes, no aceptan compromiso alguno hasta que el Ejecutivo no retire definitivamente la propuesta de reforma legislativa.

El 9 y el 16 de junio la antigua colonia británica de 7,4 millones de habitantes vivió las dos mayores manifestaciones de su historia, con uno y dos millones de participantes respectivamente según los organizadores. Lam, bajo una gran presión, reiteró el 9 de julio que “el proyecto de ley ha muerto” y concedió que su iniciativa “fue un fracaso total.” La oposición, sin embargo, critica a Lam por su insistencia en el juego semántico en lugar de aplicar el procedimiento legislativo de cancelación del proyecto.

Lam, quien enfrenta continuas protestas masivas demandando su renuncia, es la jefa de gobierno con el más bajo índice de aprobación desde el establecimiento del gobierno autónomo en 1997, cuando el Reino Unido transfirió la soberanía de Hong Kong a China bajo la fórmula de Un País Dos Sistemas, según el cual el territorio goza de independencia judicial, económica y política por cincuenta años.

El proyecto de ley es percibido por varios sectores de la sociedad hongkonesa como la muerte prematura de la autonomía y el Estado de derecho antes de 2047. Para la protesta del 9 de junio, se organizaron más de 400 campañas de recolección de firmas en oposición al proyecto de ley que fueron lanzadas por escuelas de profesionales jurídicos, educadores, instituciones académicas y sindicatos laborales. A pesar de más de 200 mil firmas recolectadas y del millón de participantes en la manifestación, Lam anunció de manera inmediata que se procedería con la aprobación del proyecto para prevenir que Hong Kong se convirtiera en un “paraíso criminal.”

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La jefa de Gobierno de Hong Kong antes de comenzar una rueda de prensa con motivo de las manifestaciones en la región suscitadas por el proyecto de reforma de la ley de extradición. (Anthony Kwan/Getty Images)

Gracias al sistema electoral hongkonés, Lam cuenta con la mayoría absoluta del Consejo Legislativo, donde la oposición venía advirtiendo, sin fruto, de la profunda inquietud social incitada por la reforma. Gracias a la libertad de prensa que impera en Hong Kong (inexistente al norte de la frontera), los ciudadanos de este territorio conocen la persecución política que existe en la China continental. En años recientes, grupos estudiantiles, el movimiento #metoo y activistas de derechos laborales desaparecieron o fueron sentenciados por diversos motivos en juicios a puertas cerradas. En muchas ocasiones, con confesiones forzadas como única evidencia. Hasta los abogados que adoptan este tipo de casos son encarcelados en China.

Lam argumentaba que era urgente legislar para extraditar hacia Taiwán a un sospechoso de asesinato hongkonés. Taiwán, independiente de facto de China desde 1949, siempre rechazó la extradición propuesta por Lam porque colocaría a la isla dentro de la misma jurisdicción judicial que China continental.

Además de la anulación del proyecto de ley y la renuncia de Lam, los manifestantes piden una investigación independiente del uso desproporcionado de la fuerza policial el 12 de junio. La policía acusó a los manifestantes de causar disturbios, que acarrean una sentencia máxima de 10 años. En contraste con la narrativa policial, la prensa local e internacional documentó con lujo de detalle el uso de balas de goma a corta distancia contra la cabeza de los manifestantes, varios casos de agentes acorralando y golpeando a manifestantes, la obstrucción y los insultos contra la prensa y el nuevo fenómeno de agentes de policía sin identificación alguna, que impide que se puedan presentar denuncias contra el abuso policial. Este nuevo fenómeno generalizado llegó a su punto de ebullición el 7 de julio cuando un policía en remera (ropa de calle) y porra en mano gritó que los agentes no necesitaban presentar identificación en ejercicio de su labor. Hecho que contradice la regulación actual.

La nueva generación de manifestantes hongkoneses ha aprendido de los errores del Movimiento de los Paraguas de 2014. En la actualidad, la actuación popular es completamente descentralizada, las decisiones son tomadas de forma democrática, no se oponen a que existan diferencias de opinión o diferentes métodos de protesta -lo que incluiría también el uso de la fuerza (anteriormente un tabú)-, protegen su anonimato individual, son ágiles y se dispersan con relativa rapidez, monitorean a la opinión pública y se adaptan a las fluctuaciones. Otro rasgo que los caracteriza es que muchos nacieron después de la transferencia de la soberanía a China en 1997, nunca conocieron la etapa de despegue económico de la que gozaron sus padres y se enfrentan a un estancamiento de la movilidad social. Esta generación rechaza el mito urbano del éxito económico por encima de todo y en su lugar apuntan hacia las políticas del Gobierno por las injusticias sociales persistentes. Algunos de los jóvenes legisladores nacidos de dicho movimiento han sido destituidos por el Ejecutivo, provocando más indignación.

Con una generación joven a la vanguardia, el movimiento cuenta con el apoyo de diferentes segmentos demográficos. Si bien no todos apoyan el uso de la fuerza, como por ejemplo la toma de la cámara de deliberación del Consejo Legislativo durante el 22º aniversario de retorno a China el 1 de julio, muchos comparten la frustración hacia un gobierno que ignora a la opinión pública al impulsar este proyecto de ley y otros proyectos multimillonarios. Un ejemplo es la construcción del mega puente que une Hong Kong con Macao (cuya previsión de tránsito es extremadamente baja), cuando la educación y la salud no reciben la misma inyección de fondos públicos.

De cara a las elecciones de concejales municipales en noviembre y las legislativas de 2020, las protestas ahora van pasando por los 18 distritos administrativos del territorio, y han comenzado a incluir más demandas estrictamente locales. Una ciudad conocida por su tradicional apatía política y conservadurismo está experimentando rápidos cambios. La oposición política podría salir ganando en las próximas elecciones si el descontento hacia el Gobierno no se disipa. El slogan de Carrie Lam “We Connect” parece haber logrado la galvanización de la opinión pública, pero ella misma se quedó desconectada.

Carrie Lam es una jefa de Gobierno divisiva y famosa por su alta autoestima. Hasta personalidades progubernamentales han venido expresando sus críticas por el manejo de la crisis política. La última persona en hacerlo es Selina Chow, antigua dirigente del Partido Liberal de Hong Kong y ahora miembro de la Conferencia Consultiva del Pueblo Chino, un cargo reservado para políticos hongkoneses cercanos al Ejecutivo central en Pekín. Chow dijo el lunes 15 que Lam debería comprender la ansiedad de la población y retirar del legislativo el proyecto de ley. “Si como dice Lam, no existe diferencia semántica entre posponer y retirar, ¿entonces por qué no acepta su derrota y retira de una buena vez el proyecto?”, criticó la veterana figura.

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Un hombre se sienta frente a la policía en Hong Kong. (PHILIP FONG/AFP/Getty Images)

El secreto público en Hong Kong es que desde 1997 Pekín tiene la última palabra en cuanto a las políticas más importantes del territorio. Teniendo esto en cuenta, la entrevista que el embajador de China ante el Reino Unido, Liu Xiaoming, concedió a la BBC el 7 de junio -dos días antes de la protesta del 9 de junio- es una clara señal de la postura de Pekín. El embajador destacó, luego de recitar acostumbradas críticas contra el intervencionismo extranjero, que “el Gobierno central jamás instruyó a Hong Kong para la reforma legal”. Más importante aún es que éste fue el titular en la prensa china, cuando toda información sobre el descontento en Hong Kong era filtrada minuciosamente: Pekín ya había decidido abandonar a Lam a su suerte.

Las continuas manifestaciones en Hong Kong también han causado un efecto secundario no deseado por Pekín: la popularidad de la presidenta Taiwanesa Tsai Ying-wen, quien rechaza un acercamiento con China y no tenía grandes esperanzas de lograr su reelección en enero de 2020, ha estado en aumento.

A pesar de una versión indicando que Lam había presentado su renuncia ante Pekín sin éxito, la jefa de Gobierno insiste públicamente que cumplirá con su término de cinco años (lleva dos en el poder). La versión publicada por el Financial Times agregó que “nadie quiere limpiar los trastos de Lam y nadie quiere tomar su cargo”.

Lam ha prometido mejorar su comunicación con la juventud, pero el contraste entre las imágenes tanto dentro como fuera del banquete con motivo del 22 aniversario del retorno a China donde ella pronunciaba su discurso, no inspiran confianza: dentro del edificio sonrisas y brindis; fuera, porrazos contra jóvenes manifestantes, decenas de ellos ensangrentados. El aniversario de 1 de julio dejó como saldo los peores enfrentamientos durante la ceremonia, otra marcha de medio millón de personas y la primera ocupación del Consejo Legislativo en la historia. Una de las reacciones más críticas fueron causadas por el hecho de que Lam jamás expresara sus condolencias por los suicidios de tres jóvenes desesperados por el futuro de Hong Kong, pero sí condujo una conferencia de prensa de emergencia a las cuatro de la madrugada cuando los manifestantes rompieron tres vidrios para ingresar al edificio legislativo. Hasta la fecha cinco personas se han quitado la vida en protesta contra el Gobierno.

Hong Kong está entrando en una nueva etapa: los manifestantes ya no descartan devolver los porrazos de la policía con igual fuerza; las marchas pacíficas tradicionales de fin de semana han evolucionado a ocupaciones callejeras, toma del edificio legislativo y, ahora, acorralamiento y golpizas de agentes. La frustración generalizada no encuentra salida y la presión aumenta. Uno de los grafitis dejados en el legislativo advierte que “Carrie Lam nos enseña que las marchas pacíficas no sirven de nada”.

Los principales actores de la profunda división social de Hong Kong ahora son los manifestantes y sus simpatizantes por un lado y la policía y sus seguidores por el otro. Las demandas de los primeros es clara, los segundos condenan la violencia contra la policía, pero simultáneamente han recurrido de manera constante a la violencia verbal y física contra los otros. Mientras tanto, la policía sigue reprimiendo con inédita brutalidad y expandiendo su poder: obstruyendo la labor periodística, agrediendo a legisladores de la oposición, ingresando a centros comerciales e instituciones universitarias sin orden judicial, sin identificación policial.

La actual crisis que enfrenta Lam podría atribuirse fácilmente a la autonomía condicional otorgada por Un País Dos Sistemas, pero la rara candidez de Pekín y las divisiones favorables al Gobierno parecen indicar que en esta ocasión la verdadera causa es el estilo político de la líder de turno. Si Hong Kong contase con elecciones libres tanto de legisladores como del jefe del Ejecutivo, como lo promete la Ley Básica que sirve de Constitución del territorio, sería muy difícil que una líder con tan poca sensatez política fuese elegida. Otro veterano progubernamental, el expresidente del Consejo Legislativo, Jasper Tsang, propone reactivar la reforma política estancada en 2014 que permitiría eventualmente elecciones libres de legisladores y del jefe de Gobierno. Carrie Lam no ha respondido.

Más manifestaciones han sido anunciadas hasta mediados de agosto, no se pueden descartar más enfrentamientos violentos. Es verdad que los hongkoneses han sido hasta ahora muy específicos en su uso de la fuerza: en la toma del Consejo Legislativo vandalizaron solamente símbolos del poder, protegiendo la biblioteca y hasta dejando dinero en la cantina por bebidas tomadas. En los choques del domingo dentro de un centro comercial, los manifestantes no rompieron ninguna vitrina ni saquearon ningún comercio, pero desde el fin de semana pasado la animosidad entre la policía y los manifestantes está en alza y no hay señal alguna de que vaya a remitir. Si Carrie Lam realmente pretende seguir en su cargo por tres años más tiene muchísimo trabajo por delante; el imperio de la ley y en bienestar de Hong Kong están en juego.