Al menos 11 millones de muertes en todo el mundo fueron debidas a una mala dieta en 2017. He aquí los países, de entre los 20 con mayor población, con más problemas en sus hábitos alimentarios.

En su último informe sobre el hambre en el mundo, las agencias de Naciones Unidas (la FAO y el Programa Mundial de Alimentos) calculan que 113 millones de personas pasan hambre en el planeta. Casi dos tercios de ellas residen en ocho Estados: Afganistán, la República Democrática del Congo, Etiopía, Nigeria, Sudán del Sur, Sudán, Siria y Yemen. Otros 143 millones están en riesgo de sufrir hambre aguda. Este es el problema más obsceno que enfrenta el mundo en lo relativo a la alimentación. Sin embargo, los ciudadanos de países que tienen acceso a una alimentación suficiente, no siempre pueden permitirse una dieta de calidad, debido sobre todo a su escasa renta, aunque influyen también estilos de vida y hábitos alimentarios.

La revista médica Lancet publicó en abril un informe en el que se clasificaban los Estados en función del número de muertes o enfermedades graves causadas por una dieta insuficiente, desequilibrada o ambas cosas: en 2017 –año de referencia– hasta 11 millones de muertes en todo el mundo fueron debidas a una mala dieta. Según los autores, el exceso de sal, escasez de granos integrales o de frutas y vegetales frescos son los principales problemas. Pero también –sobre todo en países desarrollados– el consumo excesivo de grasas saturadas, azúcar y de carnes procesadas. A continuación abordamos la situación en los países con más problemas en este sentido de entre los 20 con más población, eligiendo aquellos con peores indicadores en muertes o importantes secuelas causadas por la diabetes tipo 2, los problemas coronarios y el cáncer relacionados con la dieta.

 

Egipto

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Un puesto de comida callejero en El Cairo, Egipto. KHALED DESOUKI/AFP/Getty Images

Problema: es el país con peores indicadores de media en todas las categorías analizadas por el estudio: 552 muertes y casi 12.000 enfermos graves por cada 100.000 habitantes. En comparación, el país con mejores resultados totales, Japón, tiene 97 muertes y 2.300 enfermedades graves por cada 100.000 habitantes relacionadas con la dieta.

Medidas que se están tomando: en junio de 2018, el Banco Mundial aprobó un préstamo de 530 millones de dólares para mejorar el precario sistema sanitario del país. Se pretenden mejorar los servicios de 600 centros de salud y de 27 hospitales y la atención en planificación familiar y la lucha contra la hepatitis C (con alta incidencia en el país). Se incluirán programas para promover una educación dietética saludable y análisis y pruebas para detectar enfermedades no transmisibles, como las provocadas por una dieta inadecuada, que pretenden cubrir a 20 millones de ciudadanos. Los desafíos del precario sistema sanitario del país son, sin embargo, demasiado grandes para ser abordados por una inversión de esa modesta envergadura. Según cifras de la Unicef, en un informe de 2018, uno de cada cinco niños egipcios tiene un peso y una talla por debajo del estándar para su edad, mientras que el 80% de las mujeres en edad fértil están por encima de su peso óptimo o son obesas.

La tradicional dieta mediterránea, basada en vegetales, granos y algo de proteína, ha sido progresivamente sustituida –especialmente entre la población más pobre– por otra basada en carbohidratos procedentes de arroz y pasta, subvencionados por el Gobierno (entre los que no se incluyen frutas y verduras frescas). Entre la población con más recursos, los cambios de estilo de vida fomentan el consumo de platos procesados y comida callejera. Por el momento, sin embargo, el Ejecutivo no se ha propuesto mejorar la variedad de los productos subvencionados. El riesgo a corto y medio plazo es que se reduzcan o eliminen las subvenciones. Una de las batallas políticas que están manteniéndose en Egipto desde que el FMI aprobó en 2016 un préstamo de 12.000 millones de dólares tiene que ver con los subsidios de alimentos (y a otros bienes de primera necesidad, como combustibles) que la dictadura egipcia debería reformar para cumplir con las condiciones del préstamo.

La dictadura de Abdelfatah al Sisi está midiendo mucho esos recortes, consciente de que las revueltas relacionadas, directa o indirectamente, con la reducción de subsidios han sido numerosas en los últimos años (desde Sudán a Siria). Dentro de su Plan Nacional para el Control del Cáncer-horizonte 2020, el Gobierno anunció el pasado septiembre que financiará la construcción de un laboratorio para producir medicamentos contra esta enfermedad, para abaratar los tratamientos. Se espera que las cifras de cánceres en el país se tripliquen de aquí a 2050 por tabaquismo, mala dieta y otros hábitos poco saludables. El pasado marzo coincidiendo con el día de la mujer, el propio Al Sisi sugirió la posibilidad de establecer un fondo dedicado a la detección y tratamiento de enfermedades con alta incidencia entre las mujeres como el cáncer de mama.

 

China

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Supermercado en Pekín, China. WANG ZHAO/AFP/Getty Images

Problemas: el gigante asiático tiene el índice más alto de muertes (299 por 100.000 habitantes) relacionadas con problemas cardiovasculares causados por la dieta (frente a las 69 de Japón). Y también el porcentaje más alto de muertes por cáncer respecto a otras enfermedades relacionadas con la dieta (un 16%).

Medidas que se están tomando: un estudio oficial chino publicado este año afirma que las afecciones coronarias aumentaron un 15% entre 1990 y 2016. La incidencia de problemas cardiovasculares es más alta en las provincias interiores, menos desarrolladas que las costeras como Shanghái, Hong Kong o Guangdong. Los expertos aconsejan cambios en el estilo de vida y en la dieta, reducir la desigualdad entre regiones e incrementar la calidad de los cuidados sanitarios para estas enfermedades. También está reformándose el sistema de atención primaria para aumentar el número de médicos de familia.

En el ámbito de la salud pública, China está implementando el programa de Alimentación y Nutrición 2014-2020, que incluye medidas para mejorar la calidad de los alimentos (aunque el gran objetivo es acercarse lo más posible a la autosuficiencia en este terreno: el país debe alimentar al 20% de la población global con sólo el 7% de la tierra cultivable) a través, sobre todo, de cultivos genéticamente modificados, que eviten tanto los puntuales casos masivos de envenenamientos como el habitual exceso de productos químicos en los alimentos. En 2017, el Gobierno anunció que en los próximos cinco años se eliminarían hasta 12 pesticidas agrícolas para reducir la toxicidad, con vistas a acabar del todo con los más perjudiciales en 2020. Se han anunciado subvenciones para la producción de pesticidas de baja toxicidad. Además, el Gobierno Chino ha ofrecido también subvenciones y ha favorecido el trabajo de compañías farmacéuticas (tanto nacionales como extranjeras) que aporten nuevos tratamientos y tecnologías. Aunque, sorprendentemente, en 2018 se introdujeron nuevas medidas que incrementan los obstáculos burocráticos y que están impidiendo el desarrollo de pequeñas empresas que usan la inteligencia artificial para diagnosticar casos de cáncer en sus estadios más tempranos. La compañía Tencent anunciaba recientemente la inclusión del diagnóstico de cáncer de cuello de útero entre los servicios que pueden prestar sus sistemas de diagnóstico basados en inteligencia artificial, operativos ya desde 2017. La propia Tencent es un operador importante en el pujante mercado de los seguros sanitarios privados, en el que acaba de irrumpir el fundador de Alibaba, Jack Ma, con un seguro fácil de contratar, con costes decrecientes cuanta más gente lo suscriba, y que ya han contratado 65 millones de chinos desde octubre de 2018. La gran mejora en términos de cobertura pública durante la última década sigue obligando a los pacientes a costear algo menos de dos tercios de muchos tratamientos con su dinero y con la cobertura de seguros privados, un mercado cada vez más lucrativo en el que están consolidándose grandes empresas tecnológicas.

 

México

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Una mujer mexicana con su bebé de 11 meses que pesa 28 kilos. PEDRO PARDO/AFP/Getty Images

Problema: la tasa más alta de muertes por diabetes tipo 2 (35 por 100.000 habitantes) y de enfermedades graves relacionadas con ella (1.605 por cada 100.000 habitantes) como ceguera o insuficiencia renal. Según el Instituto Nacional de Salud pública, desde 2000 es la primera causa de muerte entre mujeres y la segunda entre hombres. Cada año se suman 350.000 nuevos casos de diabetes tipo 2 en México.

Medidas que se están tomando: según un informe público de 2018, tres de cada cuatro mexicanos que viven en zonas del país con bajos ingresos sufren diabetes, hipertensión, sobrepeso u obesidad (un 18% de ellos enfrentan insuficiencia alimentaria y entre 2012 y 2016 fallecieron por desnutrición casi 38.000 personas en todo el país, según cifras oficiales). En 2017, se estimaron siete millones de mexicanos con diabetes tipo 2, de los cuales solo 1,7 millones siguen un control metabólico adecuado de su enfermedad. Hábitos como el excesivo consumo de refrescos (el país es el primer consumidor mundial per cápita) han podido ser reducidos con medidas como el alza en los impuestos de 2014, pero aún sigue en niveles excesivos. Hay zonas del sur de país, en las que una bebida carbonatada cuesta menos que la misma cantidad de agua en buenas condiciones de potabilidad. En 2017 se anunciaron diversas medidas para controlar la que fue declarada “emergencia epidemiológica” de diabetes. Se pusieron en marcha campañas de información y se reforzaron los programas de atención al paciente diabético, tratando de asegurar disponibilidad suficiente de tratamientos de primera línea en el nivel de atención primaria. Se han reforzado también las medidas preventivas para detectar tempranamente la diabetes (y otras enfermedades). El lema elegido por las autoridades sanitarias fue “Ojo con la diabetes”. La campaña responde a un gran desafío sanitario y demográfico: una de cada tres muertes en mayores de 35 años está relacionada con esta dolencia: en 2016 fallecieron 105.000 enfermos. Y cada año, 20.000 pacientes sufren amputaciones.

Como parte de estrategia de combate al sobrepeso y la obesidad nacional, el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (SNDIF) pedía hace unas semanas que se reformase el sistema de etiquetado de los alimentos. La petición llegaba unos días después de un polémico fallo de la corte suprema de justicia que rechazaba cambiar los requisitos para el actual etiquetado de los productos alimentarios sobre su contenido nutricional (defendido por la industria). Varias organizaciones de la sociedad y el propio SNDIF se muestran partidarios de cambiarlo, puesto que el actual contradice las recomendaciones de organizaciones como la FAO o la OMS. A finales del pasado abril, una comisión de senadores y expertos en salud reclamaron nuevas medidas para luchar con la obesidad y las enfermedades relacionadas con ella, señalándolo como el “principal problema de salud pública”.

 

Estados Unidos

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Unas mujeres en un puesto callejero de comida en Nueva York, EE UU. EMMANUEL DUNAND/AFP/Getty Images

Problema: aunque el líder mundial es México en casos por cada 100.000 habitantes en diabetes tipo 2, en Estados Unidos esa enfermedad es la que más peso tiene respecto a otras relacionadas con la dieta: hasta un 40% de las muertes y un 50% de las afecciones están relacionadas con la diabetes. La asociación americana de esta enfermedad calcula que unos 30 millones de estadounidenses padecen diabetes tipo 2, algo más del 9% de la población.

Medidas que se están tomando: la imposición en 2013 por la alcaldía de Nueva York de límites en el tamaño de los refrescos, tanto en negocios privados como en entes públicos de la ciudad, ocupó las portadas de medios internacionales. Un año después un tribunal cancelaría la medida al considerar que se había excedido en sus competencias. Boston implementó una acción similar, limitada a instituciones públicas, prohibiendo también la publicidad de estas bebidas carbonatadas en eventos públicos. En 2018, Baltimore se convirtió en la ciudad más grande de EE UU en prohibir las bebidas azucaradas en todos los menús infantiles de restaurantes. Y, actualmente, está debatiéndose una ley en el estado de California que obligará a los fabricantes a incluir una etiqueta advirtiendo de los riesgos para la salud “obesidad, diabetes tipo 2 y problemas dentales” (se ha presentado una propuesta similar en el Senado federal).

El problema, sin embargo, no se limita a los refrescos. Multitud de productos ultraprocesados contienen tantos –o más– azúcares además de grasas saturadas. Según los últimos estudios epidemiológicos, están empezándose a establecer correlaciones entre la  obesidad por una mala dieta y el aumento de cánceres entre las generaciones más jóvenes. Otro serio problema en muchas zonas del país es el fenómeno conocido como “desiertos alimentarios”, zonas –incluso barrios pobres de grandes ciudades– en las que resulta muy complicado comprar comida fresca, como frutas y verduras, teniendo que optar por alimentos procesados: bien porque no se venden en los negocios cercanos, cuando estos existen, o bien porque se comercializan a más de una milla de distancia (1,6 kilómetros aproximadamente). El debate y las propuestas con medidas están intensificándose en todo el país pero las soluciones son complicadas, porque necesitan responder a la causa profunda –bajos ingresos e incluso pobreza– de estas áreas, en las que la prevalencia de ciertas enfermedades, como la diabetes tipo 2, es superior a la media. Tras un proyecto piloto en Washington, se quiere implementar un programa a escala nacional que facilitará el acceso a las tiendas de comestibles mediante una aplicación online.

En los últimos meses se ha producido una alerta en todo el país por la escasez de insulina, y los precios desorbitados de la disponible, en todo EE UU, con casos de pacientes que viajan a México o Canadá para poder procurársela. Aunque la necesidad de insulina afecta sobre todo a pacientes con diabetes tipo 1, también afecta a una parte de los pacientes con tipo 2. Estados como Colorado ya han limitado el precio que un paciente asegurado debe pagar por sus dosis de insulina.

 

Pakistán

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Un puesto de comida durante el Ramadán en Quetta, Pakistán. BANARAS KHAN/AFP/Getty Images

Problema: Según la principal asociación de cardiología paquistaní, en 2018 fallecían 46 personas cada hora a causa de problemas cardiacos, cuando tres años antes la cifra era de 12 personas.

Medidas que se están tomando: los cardiólogos señalan que el incremento en el tabaquismo, la falta de ejercicio y el escaso consumo de frutas y verduras frescas entre la población con menos ingresos están motivando este alto incremento de muertes. También está investigándose si hay una especial predisposición genética a padecer estas enfermedades en un determinado porcentaje de la población: las estadísticas de epidemiología más completas son occidentales y pueden no servir para el sur de Asia.

El primer ministro del país, Imran Khan, anunciaba en marzo un gran programa para reducir la pobreza que incluirá gasto en salud y en programas de educación sobre salud pública, aunque no está claro si se logrará recabar la financiación necesaria, debido a los serios problemas económicos del país. Una parte de su población sigue dependiendo de la ayuda exterior prestada por organizaciones internacionales como el Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Entre las acciones del Programa en Pakistán, se incluye uno de alimentación en las escuelas que se completará con educación dietética (aunque estas medidas no alcanzarán a los casi 23 millones de niños paquistaníes que, se estima, están sin escolarizar). En 2018, el Gobierno de Islamabad presentó el primer programa nacional de seguridad alimentaria, un primer paso, pero insuficiente para enfrentar las raíces del problema en la dieta de los más pobres: por ejemplo, se estima que un 60% de niños sufren algún grado de anemia, mientras que el país exportó 1,4 millones de toneladas de trigo el año pasado.

Otra ambiciosa medida anunciada por el Ejecutivo es la cobertura sanitaria para 2020 de unos 30 millones de personas pobres (en familias con ingresos de menos de tres dólares diarios), incluidas afecciones coronarias. Al mismo tiempo barreras culturales y burocráticas discriminatorias están impidiendo que 8.500 mujeres tituladas en medicina puedan practicar su profesión en todo el país, lo que facilitaría el acceso a la salud de muchas mujeres que a día de hoy no tienen posibilidad de acudir a un médico bien por problemas de falta de ingresos, bien por prohibiciones machistas que les impiden ir a un doctor que sea varón.