Descienden las muertes por terrorismo gracias a la pérdida de poder de Daesh en Irak y Siria, así como al éxito de algunas medidas antiterroristas. Sin embargo, existen áreas en las que la amenaza parece destinada a incrementarse a corto plazo.

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Un miliciano iraquí hace un gesto de victoria al lado de un muro con la bandera de Daesh pintada. AHMAD AL-RUBAYE/AFP/Getty Images

Las muertes por actos terroristas disminuyeron por tercer año consecutivo, después de haber alcanzado su nivel máximo en 2014. Entre 2016 y 2017, el número total de muertes se redujo un 27%, especialmente en Irak y Siria. Irak registró por encima de 5.000 muertes menos que en 2017, y Siria, más de 1.000 muertes menos. El descenso de los fallecimientos se refleja en las puntuaciones en el Índice, con 94 países que han mejorado su posición y 46 que la han empeorado. Este es el mayor número de países que han experimentado mejorías de un año a otro desde 2004, y corresponde a la importancia creciente de la actividad antiterrorista en todo el mundo desde los estallidos de violencia en 2013.

Las grandes caídas en el número de muertes en Irak y Siria se deben en gran parte a la pérdida continua de poder de Daesh. El número de muertes por atentados atribuidos al autoproclamado Estado Islámico disminuyó un 52% en 2017, y el número total de incidentes, un 22%. También disminuyó el carácter letal de los atentados, lo cual demuestra que la organización es cada vez más débil. Daesh ha perdido ya la mayor parte de su territorio y sus fuentes de ingresos, y está reorientando la búsqueda de recursos de Oriente Medio al norte de África, África subsahariana y el sureste asiático.

A pesar de haber visto reducida su capacidad, en 2017 Daesh siguió siendo el grupo terrorista más letal de todo el mundo. Su declive se ha reflejado también en el nivel de actividad terrorista en Europa, donde el número de muertes disminuyó un 75%, de 827 en 2016 a 204 en 2017. Los datos preliminares de 2018 indican que esta tendencia va a continuar, porque, entre enero y octubre de este año, se han registrado menos de 10 muertes por actos terroristas en Europa Occidental. Afganistán es el país que más muertes por terrorismo registró en 2017, aproximadamente la misma cifra que el año anterior.

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Homenaje a las víctimas del atentado en Barcelona un año despúes. David Ramos/Getty Images

Angola y España sufrieron los mayores descensos de puntuación en el Índice. La clasificación de Angola empeoró debido a un atentado con gas contra una convención de testigos de Jehová, que dejó 405 heridos pero no causó muertes. La puntuación de España bajó por los atentados sufridos en Barcelona en agosto de 2017. Además, este país también sufrió uno de los mayores empeoramientos en el Índice de Paz Global de 2017, lo cual plantea preocupaciones más generales por la agitación social.

Somalia y Egipto tuvieron los mayores aumentos del número de muertes por terrorismo en 2017. En Somalia, Al Shabaab cometió el mayor atentado terrorista del año, cuando un camión bomba explotó delante de un hotel y mató a 587 personas. Egipto sufrió el segundo peor, cuando la Provincia del Sinaí del Estado Islámico lanzó un ataque contra la mezquita de Al Rauda en el que murieron 311 personas y resultaron heridas 122. El atentado fue el más letal de la historia de Egipto.

Europa fue la región que más mejoró en cuanto a los efectos del terrorismo, con una marcada disminución de este tipo de actividad pese a las amenazas del regreso de combatientes y la radicalización en la red. El número de muertes en Europa Occidental pasó de 168 en 2016 a 81 en 2017. Turquía, Francia, Bélgica y Alemania tuvieron los descensos más significativos, y solo se registraron incrementos en Reino Unido, España, Suecia, Finlandia y Austria.

En Europa, a pesar de la disminución de las muertes, el número de incidentes terroristas aumentó a 282, frente a 253 en el año anterior. Además, en 2017, en ocho países de Europa Occidental hubo al menos una muerte debida al terrorismo, la cifra más alta de los últimos 20 años. El hecho de que los atentados en esa región fueran menos letales indica que la capacidad de Daesh para planear y coordinar atentados a gran escala ha disminuido y que las medidas antiterroristas están siendo eficaces, al menos a corto plazo.

Aunque el número total de muertes se haya reducido, el terrorismo sigue teniendo efectos muy generalizados. En 2017, 67 países sufrieron al menos una muerte por acto terrorista, la segunda cifra más alta en los últimos 20 años, si bien es una cifra menor que la máxima de 79 Estados en 2016. En 2017 hubo 19 países que sufrieron más de un centenar de muertes, y cinco que tuvieron más de 1.000.

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El resultado de un atentado en Mogadiscio, Somalia. MOHAMED ABDIWAHAB/AFP/Getty Images

La repercusión económica del terrorismo en el mundo en 2017 fue de 52.000 millones de dólares, un 42% menos que en 2016. En comparación con otras formas de violencia como los homicidios, los conflictos armados y el gasto militar, el terrorismo representa un pequeño porcentaje del coste mundial total de la violencia, que en 2017 ascendió a 14,76 billones de dólares (en PPA). Hay que señalar que los cálculos sobre los efectos del terrorismo son conservadores, porque no tienen en cuenta la repercusión indirecta en las empresas, las inversiones y los costes vinculados a los organismos de seguridad responsables de la lucha antiterrorista. Además, el terrorismo tiene unas consecuencias económicas de distintos tipos que pueden extenderse rápidamente por la economía global y tener importantes ramificaciones sociales.

Las guerras siguen siendo el principal motor del terrorismo en la mayoría de países del mundo. Los 10 países que más lo sufren están envueltos al menos en un conflicto y, en 2017, esos 10 Estados sufrieron el 84% de todas las muertes debidas a actos terroristas. Si se combinan con los países que sufren mayores niveles de terrorismo político, la cifra asciende a más del 99%. El terrorismo político implica asesinatos extrajudiciales, torturas y encarcelamientos sin juicio.

En los Estados con gran desarrollo económico, la repercusión del terrorismo está más correlacionada con factores distintos a las guerras y las violaciones de los derechos humanos. La marginación social, la falta de oportunidades económicas y la intervención en guerras en el extranjero son los principales factores relacionados con la actividad terrorista en Europa Occidental, Norteamérica y otras regiones económicamente desarrolladas.

Existen cada vez más pruebas que indican que, en Europa Occidental, las personas con antecedentes delictivos pueden ser especialmente propensas a adherirse a ideas extremistas, radicalizarse y quizá acabar captadas por grupos terroristas. Casi todos los estudios realizados en Europa Occidental muestran que más del 40% de los combatientes extranjeros y detenidos por actividades terroristas tienen algún tipo de antecedentes delictivos. Esta forma de reclutamiento es especialmente inquietante para los países de la zona, porque se prevé que, a medida que Daesh siga desintegrándose en Irak y Siria, regresarán cada vez más combatientes extranjeros.

Aunque en los tres últimos no ha dejado de disminuir la incidencia del terrorismo, existen zonas en las que la amenaza parece destinada a aumentar a corto plazo. La derrota de Daesh en Irak y Siria ha hecho que el grupo traslade sus actividades a otros lugares, en particular a las regiones del Magreb y el Sahel —especialmente a Libia, Níger y Malí— y al sureste asiático, sobre todo a Filipinas. Además en el pasado año se ha reavivado el conflicto entre ganaderos y agricultores en Nigeria, y los extremistas fulanis han cometido varios atentados importantes en los seis últimos meses.

En otras regiones se incrementa la amenaza del terrorismo de extrema derecha. Entre 2013 y 2017 hubo 66 muertes debidas a 113 actos terroristas de grupos e individuos de extrema derecha; de ellas, 17 muertes y 47 atentados se produjeron en 2017. En Europa Occidental hubo 12 atentados en Reino Unido, seis en Suecia, dos en Grecia y dos en Francia. En Estados Unidos, en 2017, hubo 30 atentados, que provocaron 16 muertes. En su mayoría fueron obra de individuos aislados, con ideas de extrema derecha, supremacistas blancos o militantes antimusulmanes.