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Una mujer sostiene una bandera de Bielorrusia durante las manifestaciones contra Lukashenko por manipular las elecciones. (SERGEI GAPON/AFP via Getty Images)

Mujeres y tecnología han sido fundamentales en las manifestaciones en Bielorrusia.

Los sucesos

El 9 de agosto de 2020 tuvieron lugar elecciones en Bielorrusia. Eran las sextas a las que se presentaba Lukashenko, en el poder desde 1994. Nunca hasta entonces la oposición al régimen había sido capaz de retarlo en las encuestas. El resultado ofrecido por los medios oficiales durante la noche electoral no cuadraba con las expectativas que tenía la coalición opositora que sólo obtuvo el 7% del voto.

Las elecciones no habían sido supervisadas por ninguna organización internacional. Desde que en 2011 la OSCE fue expulsada bajo la acusación de espionaje, no opera en el país y, desde luego, no ha recurrido a esta organización, ni a ninguna otra, para corroborar ni el proceso ni el resultado electoral. El contexto en el que se había desenvuelto la precampaña y la campaña electoral había favorecido la aparición de una coalición opositora capaz de movilizar a riadas de gente a sus mítines y podría hacer peligrar las amplias mayorías obtenidas por Lukashenko durante las seis convocatorias presidenciales previas. El fraude estaba servido.

Así, la población harta de carecer de derechos, enfadada por una gestión de la crisis de la COVID19 ausente y el encarcelamiento o destierro de los competidores electorales de Lukashenko, decidió salir a las calles. Nunca se había visto a tanta gente protestar contra el régimen. Uno que se había mantenido congelado desde los 90 y desde el que su líder prometía bienestar y pleno empleo. El último régimen en Europa, porque sí, Bielorrusia es Europa, que mantiene la pena de muerte (mediante el disparo en la cabeza). Y un régimen que posee un servicio secreto heredado de su época soviética, el KGB, y unas fuerzas de seguridad del Estado armadas hasta los dientes.

La primera reacción de Lukashenko, durante los primeros días, fue la disolución violenta de los manifestantes. Le costó darse cuenta de que ya no contaba con el apoyo popular que él pensaba y que ha visto cómo se iba derrumbando a su alrededor. Trabajadores de las fábricas, policías, funcionarios, diplomáticos, las críticas y denuncias han ido increscendo desde la noche electoral.

Las claves

Para entender el éxito de las movilizaciones que se han visto en las calles de todas las ciudades del país es importante conocer el entorno en el que se han desarrollado. Bielorrusia es un país que quedó congelado en el año 1993. Como si de una serie de ficción se tratara, ha vivido de espaldas a los procesos de cambio políticos y económicos acontecidos en toda su área geográfica gracias a la conjunción de dos factores.

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Un hombre fuera de la Comisión Central Electoral durante las manifestaciones. (SERGEI GAPON/AFP via Getty Images)

El primero, la protección de Rusia, su hermana mayor que provee de los mercados y las subvenciones necesarias para que la economía pueda seguir operando a costa de mantener industrias obsoletas que no podrían competir en un mercado abierto. El segundo, la personalidad de Lukashenko que ha sabido mantener la ilusión de un país próspero y avanzado, por mor de sus dos joyas de la corona: las nuevas tecnologías y los fertilizantes. Bielorrusia se encuentra entre los máximos exponentes del desarrollo de las TIC a nivel mundial, el Parque Empresarial Hi-Tech en Minsk, uno de los principales centros de software y TI del mundo inaugurado en 2005. La empresa Belaruskali, por su parte, es una de las mayores productoras y exportadoras del globo de fertilizantes potásicos y representa una quinta parte de la producción mundial. Además de éstas, también tienen una importante presencia en el sector público industrias vinculadas al mundo del motor como BelAZ de camiones volquete, la planta de automóviles de Minsk (MAZ) y la planta de tractores de Minsk (MTZ).

Toda esta industria sólo ha podido sobrevivir gracias a los vínculos comerciales con Rusia. Sin el mercado ruso y sus subvenciones, el modelo económico bielorruso no sería sostenible. Por tanto, para que todo funcione las relaciones entre Moscú y Minsk han de ser buenas o muy buenas, lo que no ha sido el caso durante los últimos años.

Las movilizaciones

La forma en que se han desarrollado las movilizaciones tiene mucho que ver con dos componentes que las hacen diferentes. De un lado, el papel de las mujeres, de otro el de las nuevas tecnologías.

Las caras visibles de la coalición opositora ha sido el triunvirato formado por tres mujeres que han tejido una alianza estratégica que tenía como objetivo derrotar al autócrata en su terreno. Ellas son Svetlana Tikhanovskaya, Veronika Tsepkalo, ambas esposas de líderes, uno encarcelado y otro en Moscú, y Maria Kolesnikova, directora de campaña del líder detenido Babaryka y la única todavía en territorio bielorruso. Pero además de en la cúpula, las mujeres también están jugando un papel esencial en las protestas. Una de las hipótesis que explican la fuerza de la movilización es la mala gestión que se ha realizado de la COVID19. Pues bien, es importante saber que, en Bielorrusia, la mayoría de los médicos son mujeres y que las tasas de mortalidad del país se encuentran entre las más altas de Europa, y que las sanitarias han sido las primeras en unirse a las movilizaciones. La presencia de las Mujeres de Blanco ha hecho recordar a las Damas de Blanco cubanas que también protestan contra el régimen. En el marco de una sociedad profundamente patriarcal, como todas las postsoviéticas, es una revuelta también contra esta forma de hacer política.

Gracias a su liderazgo y composición la protesta se ha articulado de manera peculiar. Se han tratado de acciones descentralizadas que se han ido coordinando a través de redes sociales y que han conseguido despistar, cuando no, sacar de quicio a las fuerzas del orden público. Pero es importante recordar el papel jugado por las nuevas tecnologías. Facebook, Twitter o Viber (fundada en Minsk) han operado como dispositivos de movilización social. Gracias al uso de estas redes sociales el movimiento opositor consiguió llenar sus actos de campaña lo que desconcertó sobremanera al Lukashenko, acostumbrado a la utilización de los medios estatales de comunicación clásicos, sometidos a su libre arbitrio y a priori, poco neutrales.

Pero las movilizaciones poselectorales no hubieran sido posibles sin la utilización de otra red social que da la posibilidad de esquivar las caídas de Internet, premeditadas o no, durante los días de las protestas. Esa red social es Telegram y es la que están utilizando los manifestantes como principal fuente de información.

Telegram fue creada por los hermanos rusos Pavel y Nikolai Durov en 2013 con el objetivo de escapar a los controles por parte del poder, en su caso de los intentos por parte de Putin de controlar Internet y coartar la libertad de expresión. No es un descubrimiento que haya sido la más utilizada en todo tipo de protestas y movimientos sociales desde su creación. Huelgas feministas, protestas contra Putin…, en España lo popularizó Podemos y, más recientemente, el PSOE. Es una herramienta de comunicación política muy eficaz utilizada por partidos y movimientos y que fue creada expresamente con esta función, la de conectar a la ciudadanía y acercar la política a la gente de forma rápida. Es, tal y como ha quedado demostrado, una herramienta eficaz para combatir los cierres digitales cada vez más populares en ciertas esferas del poder político, como ha sido el caso de Venezuela, Myanmar o Cachemira.

A principios de 2020, los hermanos Durov consiguieron mantener Telegram en línea a pesar de los intentos de los reguladores rusos de controlar Internet y lo hicieron gracias a una herramienta anticensura que permite alojar una plataforma en un sistema independiente que oculta el origen del tráfico de datos. Gracias a esta variante los manifestantes bielorrusos han podido esquivar con fortuna los distintos cortes de la Red que Lukashenko ha llevado a cabo desde el mismo día de las elecciones. Esto les ha permitido poder organizarse como una suerte de multitud a pesar de los intentos por dejarles aislados. Las capacidades y conocimientos tecnológicos de las que dispone una sociedad puntera en TIC como la bielorrusa hicieron el resto. Hay que tener en cuenta que cerca de 100.000 bielorrusos trabajan en tecnologías de la información y el sector representa el 6,5% del PIB del país. Tampoco es baladí que una parte de la oposición esté vinculada a este sector como es el caso de Veronika y Valery Tsepkalo, ella empleada de Microsoft, él, director del parque Hi-Tech de Minsk.

Durante los primeros días de movilizaciones Lukashenko cortaba Internet al caer la noche con el fin de no perjudicar el tejido económico, especialmente aquel vinculado a la banca y porque, precisamente, las movilizaciones comenzaban a media tarde. Los bielorrusos pudieron evitar los apagones utilizando Psiphon y Tachyon, VPN popularizadas por ciudadanos chinos e iraníes que son capaces de esquivar la censura, también se utilizó el navegador anónimo Tor. Obviamente, una parte de la ciudadanía, en torno al 20%, ha permanecido desconectada ya que no saben cómo utilizar las VPN alternativas y utilizaban redes sociales convencionales como Twitter, Whatsapp y Facebook, que quedaron inutilizadas durante los cortes de Internet.

En todo caso, parece un hecho contrastado la eficacia en la utilización de esta herramienta como dispositivo movilizador. Y también parece que está contrastado que allí dónde con más represión se intenta controlar a la ciudadanía, más imaginación, trabajo y alternativas a la comunicación tradicional se encuentran. El caso de Bielorrusia es sólo un ejemplo más de cómo los autócratas encerrados en sus castillos de cristal pueden ser derrotados desde abajo. Aviso a navegantes.