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Miembros de la Unión de Fusileros de Lituania entrenando, 2019. PETRAS MALUKAS/AFP via Getty Images

En países como Polonia, República Checa o los Bálticos surgen grupos paramilitares que pueden alterar la seguridad de la región.

Los destacamentos de la Guardia Nacional letona integrados por jóvenes, la Unión de Fusileros Lituanos o paramilitares serbios en Crimea o el Donbas son tres de los perfiles de grupos armados que están proliferando en Europa del Este en paralelo o sin ninguna vinculación con las fuerzas armadas de los respectivos países. Las causas de su aparición responden en buena medida al nuevo clima que se ha creado en esa parte del Viejo Continente a raíz de la crisis en Ucrania iniciada en 2014.

A la hora de hablar de estos grupos conviene tener muy claro la diferenciación de términos como reservistas o paramilitares que en ocasiones se usan como sinónimos, pero no lo son. Por un lado, estarían las organizaciones que se constituyen como fuerzas que prestan apoyo a los ejércitos de cada país, suelen estar compuestas por antiguos soldados. Estas personas ahora han pasado a la reserva y prestan estos servicios auxiliares por un determinado período de años, dependiendo de cada Estado.

Un segundo grupo encajaría en la designación de paramilitares. En principio, son grupos sin apoyo por parte de los gobiernos y de las fuerzas armadas (ya sean de su propio país o foráneos), pero muestran simpatías por algún actor de primer orden, incluso pueden tener algún vínculo más como, por ejemplo, recibir financiación. Su forma de organización puede ser muy variada, desde milicias que replican una organización castrense hasta bandas de moteros.

El primer grupo de estas milicias se ha manifestado con una mayor claridad en Estonia, Letonia y Lituania, las tres exrepúblicas soviéticas bálticas. Para entender bien este fenómeno, Ricardo Lenoir-Grand, consultor de seguridad en la empresa International SOS y profesor en el grado de Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III, resalta que estos Estados tienen "un presupuesto insuficiente para formar un ejército comparable al del resto de países europeos". Ante esta situación, según este experto, “entra en juego la figura del reservista, opción que tiene la ciudadanía para involucrarse en la defensa y seguridad de su país”.

Lenoir-Grand también resalta que "cada uno de los tres Estados tiene un modelo distinto" para organizar a sus milicias, y como denominador común resalta que “lo frecuente es que participen en ejercicios con sus fuerzas armadas. Ser reservista garantiza poder participar en alguna práctica, ya que sus gobiernos saben que cubren una parte importante de sus necesidades”.

Entrando en las especificidades de cada uno de los países bálticos, por ejemplo, en el caso de Letonia, la Guardia Nacional está plenamente integrada en la estructura de las Fuerzas Armadas del país, cuenta un brazo juvenil que acepta voluntarios de entre 10 y 21 años para inculcarles valores relacionados con la defensa del país y a los de mayor edad ya los involucran en ejercicios de tipo militar.

Por otra lado, en Lituania existe una larga tradición histórica en el uso de milicias. La Unión de Fusileros Lituanos se fundó hace 100 años con el fin de defender la independencia recién conseguida. Cuando las fuerzas soviéticas ocuparon el país en 1940, este grupo organizó la resistencia partisana, llegando a colaborar con los nazis a partir del verano de 1941 (con la invasión alemana de la URSS). Cuando los soviéticos reocuparon el territorio en 1944, aún fueron capaces de mantener la lucha guerrillera nueve años más. En 1989 en el marco de las turbulencias en el bloque comunista, la Unión de Fusileros se refundó con el mismo objetivo de defender la soberanía lituana.

Hoy en día, la Unión cuenta con 10.000 integrantes (en un país con 2,8 millones de habitantes). Sus miembros hacen instrucción con armas de réplica, como las de los practicantes de airsoft. No están integrados en la estructura oficial de las Fuerzas Armadas lituanas, pero colaboran de manera estrecha con ellas y cuentan con apoyo gubernamental. Curiosamente, la Unión de Fusileros participó en junio de 2016  en unas maniobras junto al Ejército de su país, donde la milicia actuó desempeñando un rol semejante al de los paramilitares pro rusos de Ucrania oriental.

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Voluntarios estonios participan en un entrenamiento organizado por una de las fuerzas paramilitares del país, 2017. RAIGO PAJULA/AFP via Getty Images

En Estonia está presente la Liga de Defensa Estonia. Tiene una historia paralela a la de su contrapartida lituana: nacida en 1918, lucharon contra los soviéticos hasta que fueron disueltos para resurgir en 1990 con la independencia del país recuperada. Cuenta con 25.400 miembros mientras que el Ejército (las Fuerza de Defensa Estonia) tienen 6.000 efectivos. En cuanto a su estructura, es como la de las milicias letonas, están plenamente integrados en la cadena de mano y organización de las Fuerzas Armadas. Así lo demuestra que la persona al frente de este grupo (actualmente el general Meelis Kiili) lo nombra el comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa Estonias.

Ricardo Lenoir-Grand también señala la resiliencia como una de las principales ventajas que aportan estas organizaciones a los países: "en una época en que las formas de guerra son distintas, dentro de esa amalgama que suponen las amenazas híbridas, se impone preparar a la sociedad ante un ataque informático o una intoxicación informativa, y es ahí donde los reservistas juegan un papel relevante".

Fuera del entorno de los Estados bálticos también se han registrado el crecimiento de estos grupos en otros países de Europa del Este, como el caso de Polonia. Allí había 120 grupos de milicias que englobaban a 10.000 voluntarios, según publicó Reuters. Se fueron conformando tras la caída del comunismo. Eran autónomos y no estaban encuadrados en las estructuras de las Fuerzas Armadas polacas. Sin embargo, han recibido importantes apoyos del gobierno de Varsovia, Tomasz Siemoniak, ministro de Defensa del país entre 2011 y 2015, hizo un reconocimiento público en el último año de su mandato a la contribución de estas milicias a la defensa de Polonia y abrió el camino a que cooperasen con el Ejército.

El paso definitivo llegaría con su sucesor en el cargo, Antoni Macierewicz. El titular de Defensa anunció en 2015 la creación de la Wojska Obrony Terytorialnej (WTO, Fuerza de Defensa Territorial en polaco) que integró a muchos de estos grupos. Además, la WTO tomó como referencia la Guardia Nacional de Estados Unidos. Cuenta con un presupuesto anual de 153 millones de dólares y espera haber incorporado a 50.000 miembros en 2021.

Recurrir a estos grupos armados puede ser chocante desde el punto de vista de Europa occidental, pero en el contexto de estos países es más comprensible. Lenoir-Grand enumera los siguientes factores que explican el fenómeno, en especial para los Estados bálticos: "un pasado con distintas invasiones, su pequeña población y un fuerte sentimiento nacionalista hace que estas acciones no se cuestionen".

Con todo, la clasificación de “reservistas” o de integrantes de milicias de perfil paramilitar no siempre se ajusta a estos grupos de patriotas preocupados. El experto de la universidad Carlos III señala que "no todas las organizaciones las podríamos entender como reservistas, algunas están más cerca de ser movimientos coordinados por la sociedad civil, pero cuentan con el mismo grado de vinculación con el estado".

 

¿Herramientas del Kremlin?

Pero estos grupos no solo han aparecido como respuesta a la amenaza rusa a raíz de la crisis de Ucrania. También se ha alertado sobre la aparición de formaciones con carácter paramilitar que se muestran partidarios de las políticas del Kremlin. Nicolás de Pedro, investigador del The Institute for Statecraft de Londres, considera que “es un fenómeno en expansión y veremos hasta dónde llega”.

La filiación prorrusa de estos grupos no implica que haya un respaldo reconocido por el gobierno de Vladímir Putin, “pero sí que hay pruebas que algunos integrantes de estos grupos han recibido entrenamientos en zonas como el Donbas”, señala De Pedro, donde actúan fuerzas paramilitares con claros vínculos con el Kremlin.

El caso ucraniano es el más conocido, pero Sergey Sukhankin, investigador de Jamestown Foundation, también llama la atención sobre otros focos de actuación. Recuerda el caso de “los voluntarios rusos en el conflicto de los Balcanes de 1990“, en el marco del apoyo que entonces Moscú brindó a Belgrado. Este experto también pone el acento en otro foco menos conocido como “el conflicto en Transnistria, donde unidades paramilitares, principalmente cosacos, están activas”.

Un punto de debate es sobre si hay más grupos paramilitares que sirven a los intereses del Kremlin en otros lugares de Europa del Este. Un ejemplo claro de esta controversia es el club de moteros Night Wolves, con una ideología marcadamente nacionalista rusa. Han estado presentes en países como Eslovaquia, Bosnia o República Checa, e incluso han organizado una marcha desde Moscú hasta Berlín para conmemorar la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial.

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El Presidente ruso, Vladimir Putin, en el centro se hace una foto con los Night Wolves, Sebastopol, Crimea, 2019. ALEXEI DRUZHININ/AFP via Getty Images

Una parte de la prensa internacional los considera una especie de milicia a las órdenes de Putin. Pero Sukhankin se muestra escéptico con esta catalogación, “no creo que [el Kremlin] necesite convertir a los Night Wolves en un grupo paramilitar, Rusia tiene otras fuentes para obtener reclutas”, responde el analista cuando se le pregunta si serían empleados en caso de conflicto.

Más allá de este club de motoristas, las dudas de Sukhankin sobre el control del Kremlin también se extiende a otros grupos armados, “no tengo suficiente información fiable al respecto”. Mientras que Nicolas de Pedro sí que remarca a otras formaciones con claras simpatías prorrusas como “la milicia chetnik [serbios ultranacionalistas] que estuvo en Crimea y luego en el Donbas y que actuaban con un componente ideológico muy fuerte”.

La vinculación en parte se prueba por la actuación que hubo contra el grupo de paramilitares en el propio país de origen. Serbia arrestó al líder de estos milicianos, Bratislav Zivkovic, por haber participado en la guerra de Ucrania. Formar parte de operaciones militares en el extranjero con otros ejércitos es un delito tipificado por la justicia del país balcánico desde 2014.

Además hay grupos con prácticas paramilitares sin vinculación aparente con el Kremlin y que responden a dinámicas transversales en toda Europa, como el auge de la xenofobia. Por ejemplo, en República Checa se hace un seguimiento a diversas milicias que operan en su territorio. Incluso el Presidente del país, el polémico Milos Zeman, ha declarado que el Gobierno debería financiar estos grupos para proteger las fronteras ante la llegada de inmigrantes.