Rebelde pro-ruso hace guardia en Debaltseve, ciudad del óblast de Donetsk, en Ucrania, marzo de 2015. Dimitar Dilkoff/ AFP/Getty Images)
Rebelde pro-ruso hace guardia en Debaltseve, ciudad del óblast de Donetsk, en Ucrania, marzo de 2015. Dimitar Dilkoff/ AFP/Getty Images

El conflicto en Donbass ha sido asimétrico, multidimensional, con objetivos flexibles... Un repaso de cómo Moscú se muestra diestro en el arte de la guerra híbrida.

La guerra del Donbass en Ucrania posee conceptualmente una complejidad que permite identificar elementos en ella de distintas aproximaciones como son la guerra civil, guerra proxy (guerra por delegación), guerra asimétrica, guerra de cuarta generación o guerra en red. En el último año el concepto más en boga para referirse en conjunto a lo acontecido en Crimea y el Donbass es el de conflicto no lineal o el más común de guerra híbrida.

A diferencia de una invasión militar a gran escala o una contienda bélica con frentes clásicos, la guerra híbrida combina el empleo de estrategias militares no convencionales con operaciones hostiles de inteligencia, información, comunicación o amenazas y presiones políticas que entran en el terreno de la guerra psicológica. Acciones que buscan derrotar, debilitar o someter la voluntad del adversario. Operativos de fuerzas especiales encubiertos, grupos armados actuando como proxies, inteligencia subversiva, sabotaje, ciberguerra, guerra de información o la presión económica y amenaza de sanciones, entre otros, son instrumentos de guerra híbrida. Comúnmente, en esta modalidad bélica distintos actores externos patrocinan y asisten a uno de los contendientes. Por ello, las acciones de terceros Estados en este contexto se miden en su nivel de intensidad pero también en el grado de autoría asumida, ya que muchas de esas actuaciones son clandestinas o encubiertas. Aunque el empleo en uno u otro grado de este tipo de estrategias es común a toda potencia mundial, Estados Unidos y la CIA no necesitan maestro, en el vocabulario de inteligencia ruso hay dos conceptos de larga tradición que encajan en una guerra híbrida: las aktivnye meropriyatiya (medidas activas), operaciones de inteligencia en el exterior dirigidas a influenciar la vida política de un determinado país; y los métodos de maskirovka, tácticas de engaño y falsificación utilizados por las Fuerzas Armadas (FFAA) de Rusia.

Si bien en el debate de la crisis ucraniana se han presentado este tipo de prácticas como novedosas y sacadas de la mente ladina y atestada de ardides del presidente ruso, Vladímir Putin, su empleo es tan antiguo como lo es la propia guerra. En esencia sus planteamientos teóricos ya están en los clásicos occidentales, como Carl von Clausewitz, u orientales, como Sun Tzu. El ejemplo seminal de guerra híbrida contemporánea, distinguida principalmente por el salto tecnológico experimentado, es la Guerra del Líbano en 2006 que enfrentó a Israel y a la organización libanesa chií Hezbolá. Ejemplo que sirvió al periodista Frank Hoffman para conceptuar la guerra híbrida del siglo XXI. Pero las experiencias hostiles híbridas son una constante histórica. No menos en el contexto ruso. El investigador Vladímir Voronov, tras navegar en los archivos soviéticos, confirma que las aktivnye meropriyatiya están ya presentes en las tácticas de Josef Stalin y ...