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El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, junto al embajador de Israel en el país, Yossi Shelley, sostienen una bandera de Israel durante la marcha de Jesús en Sao Paulo. (Rebeca Figueiredo Amorim/Getty Images)

Dos años después de la Declaración Trump sobre Jerusalén sólo se ha sumado Guatemala, pero otros países podrían hacerlo en breve de cara a mejorar sus relaciones bilaterales con Israel.

La repetición de elecciones legislativas en Israel volvió a poner de manifiesto que hay dos cuestiones que unen transversalmente a la gran mayoría de sus ciudadanos. La primera, que un país con el que rivalice por la hegemonía regional –antaño el Egipto de Gamal Abdel Nasser, luego el Irak de Sadam Hussein, y hoy en día la República Islámica de Irán– se haga con armas de destrucción masiva, especialmente el arma nuclear, y amenace con su destrucción. La segunda, su concepción mítica de Jerusalén a modo de capital única, eterna e indivisible del Estado hebreo.

Cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca a finales de 2016, los palestinos pensaron que durante el transcurso de su mandato se olvidaría de la recurrente promesa electoral de trasladar su Embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Pero a diferencia de sus predecesores Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama –que rápidamente se vieron imbuidos de una cierta amnesia selectiva para no provocar el enfado de los países árabes y musulmanes– Trump cumplió su promesa, reconociendo de manera oficial a Jerusalén como capital de Israel el 6 de diciembre de 2017 e inaugurando su nueva embajada el 14 de mayo de 2018.

Apenas dos días después, Guatemala pasó a ser el segundo país que –ignorando el derecho internacional público y las resoluciones de la ONU– procedió a reconocer Jerusalén como capital de Israel y a trasladar su embajada a la ciudad santa. Hay que tener en cuenta que Guatemala –que mantuvo su legación diplomática en Jerusalén hasta 1980– ha sido históricamente un sólido aliado de Israel, por lo que no sorprendió que fuera la primera en abrir brecha. De hecho, esta pequeña nación centroamericana jugó un papel destacado en la creación misma de Israel, primero en 1947 al convertirse en uno de los 11 miembros de la “Comisión Especial para el Problema de Palestina” y luego en 1948 emitiendo uno de los primeros votos a favor de su reconocimiento por las Naciones Unidas. También fue el primer país de toda la región en establecer relaciones diplomáticas bilaterales.

Poco después, Paraguay se sumó como tercer país en trasladar la embajada a Jerusalén. Su entonces presidente, Horacio Cartes, deseaba con ello cumplir un triple objetivo: solidificar sus relaciones con Israel –que para Paraguay resultan igual de importantes o más que las que mantiene con el conjunto del mundo árabe y musulmán–, ganarse el apoyo de Washington a la hora de reconfigurar las relaciones económicas y financieras dentro del continente americano, y que la Administración Trump le ayude a salir airoso de cuestiones pendientes con la justicia (Cartes había sido acusado de presunto tráfico de estupefacientes y blanqueo de capitales).

Sin embargo, aún a riesgo de desatar la ira de Trump y el enfado del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, en cuanto tomó posesión el actual presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez –libre de hipotecas políticas y judiciales– se retractó de la iniciativa de Cartes y devolvió su legación a Tel Aviv. Esto supuso un alivio temporal para los palestinos, cuyo ministro de Exteriores Riad Malki –quien estudió en Colombia y mantiene fluidas relaciones con muchos cancilleres de América Latina– se arrogó ser el artífice de esta pírrica victoria diplomática.

Lógica subyacente

Básicamente, las decisiones tomadas por Morales y Cartes, así como por otros líderes latinoamericanos que les puedan seguir más adelante, se deben a diferentes factores:

En primer lugar, el deseo de agradar a Trump dentro de una coyuntura convulsa en todo el mundo en general y en América Latina en particular, debido a la arbitrariedad y a la aleatoriedad que caracterizan las políticas impulsadas desde la actual Administración. Al tratarse de economías pequeñas y muy dependientes de sus relaciones comerciales y financieras con EE UU sus dirigentes buscan articular relaciones bilaterales especiales con Washington y evitar las iras y vendettas de su incontrolable presidente, quien amenazó con represalias a aquellos que votaran contra su Declaración (lo que llevó a varios a abstenerse).

En segundo lugar, la consolidación de las relaciones con Israel en los ámbitos de defensa, seguridad interior, videovigilancia y ciberseguridad, en los que el Estado hebreo se encuentra en vanguardia a nivel mundial. Si antaño los asesores militares israelíes ayudaron a formar y a equipar a las fuerzas armadas de los países latinoamericanos en su lucha contra las guerrillas marxistas radicales, ahora lo hacen en la lucha contra el terrorismo –del tipo que sea– mas también en el control de sus respectivas fuerzas de la oposición política, dado que todas estas tecnologías constituyen a fin de cuenta armas de múltiple filo (tal como ha quedado patente en México con el espionaje a políticos, periodistas y activistas de Derechos Humanos).

En tercer lugar, la transferencia de conocimiento en los ámbitos de agricultura, gestión de los recursos hídricos y energías renovables, en los que Israel está también entre los más avanzados del mundo. La seguridad alimentaria de varios países de América Latina –especialmente los centroamericanos, cuyas economías son más débiles y cuentan con menos recursos naturales– depende de que sean capaces de mejorar su productividad hídrica, agropecuaria y energética.

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El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyaju, junto al presidente de Guatemala, Jimmy Morales, durante la celebración de inauguración de la embajada de Guatemala en Jerusalén. (RONEN ZVULUN/AFP via Getty Images)

Relaciones comerciales

El precedente sentado por Paraguay hizo que Honduras –cuyo Congreso había aprobado el traslado de la embajada por amplia mayoría– se lo pensara dos veces. Su presidente, Juan Orlando Hernández, que también quería ganarse los favores de Washington durante una coyuntura política convulsa, pudo comprobar cómo Trump retiraba la ayuda humanitaria y de cooperación al desarrollo a Guatemala y El Salvador a modo de sanción por no cumplir con sus designios en materia de migraciones. Cuando Hernández se dio cuenta de que el reconocimiento de Jerusalén podría no generarle beneficio político a corto plazo, optó por contemporizar. Sin embargo, inauguró una oficina de negocios en Jerusalén con el objetivo de crear, dijo, 50.000 puestos de trabajo para ciudadanos hondureños en Israel (principalmente en el sector doméstico y de atención geriátrica).

Una fórmula similar fue la adoptada por Brasil, cuyo controvertido presidente Jair Bolsonaro realizó una visita oficial a Jerusalén en vísperas de las primeras elecciones celebradas en abril. Bolsonaro se conformó con abrir otra oficina comercial por miedo a las sanciones en el sector agropecuario si trasladaba la embajada. Brasil es el principal productor de carne halal del mundo, y tanto la Liga Árabe como la Organización de la Conferencia Islámica le amenazaron con buscar proveedores alternativos si seguía los pasos de Trump y Morales. Al margen del incremento del volumen de intercambios comerciales bilaterales, la diplomacia israelí es consciente de que Brasil no solo es el país más grande en extensión, sino que además tiene la mayor comunidad de cristianos evangélicos, por lo que constituye su objetivo prioritario.

Los siguientes en importancia tanto desde el punto de vista político como comercial serían México, Argentina y Colombia, que además cuentan con comunidades judías relevantes cuantitativamente e influyentes cualitativamente. De hecho, la primera firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Israel y un país latinoamericano fue con México en el año 2000, lo que convirtió a ambos países en los únicos del momento en poseer tratados comerciales tanto con Estados Unidos como con la Unión Europea, proporcionándoles ventajas comparativas.

La firma de ese primer TLC significó el inicio de una nueva era entre las relaciones comerciales bilaterales, que se multiplicaron rápidamente. Al TLC con México le sucedieron tratados similares con Mercosur en 2010, Colombia en 2013, Panamá en 2018 y Guatemala, previsto para 2020. En cambio, hay países que no parecen interesados en dar ese paso, tales como Venezuela, Cuba y Ecuador, por evidentes motivos de carácter político e ideológico. Caso especial es el de Chile, que desde el pasado junio dispone de 7 convenios sectoriales con Israel en los ámbitos de tecnología, agricultura, energía, seguridad, ciencia, aeronáutica y sanidad, pero que al albergar una comunidad de más de 300.000 ciudadanos de origen palestino ha preferido no firmar un TLC debido al simbolismo político que esto comporta.

Mesianismo evangélico

Por último, y no por ello menos importante que el económico, está el componente religioso. El cristianismo evangélico que durante las últimas décadas ha ido desplazando a la Iglesia católica en América Latina (los cristianos evangélicos superan ya los 50 millones, lo que constituye el 22% de los cristianos del continente) supone todo un cambio de paradigma en todo lo relacionado con Israel. Según la escatología evangélica, el regreso del pueblo judío a la tierra prometida es un hito fundamental para catalizar la segunda llegada de Jesucristo, que en la escatología judía se corresponde con el advenimiento del Mesías.

Hablando ante una enfervorizada audiencia de cristianos evangélicos en el marco del “Día Global para la Oración por la Paz de Jerusalén” celebrado a principios de octubre, el embajador de Estados Unidos en Israel David Friedman, afirmó que la seguridad no se fundamenta en la fortaleza militar, sino en los valores compartidos, creencias, historia común y objetivos. Celebrado en el conflictivo barrio palestino de Siluán (la Siloé neotestamentaria, que Israel reclama como demarcación en la que estableció su residencia el Rey David) el evento atrajo a cientos de peregrinos, la mayoría estadounidenses, canadienses y brasileños. Éste fue transmitido en directo por decenas de cadenas de televisión y por las redes sociales a una audiencia estimada de más de 250 millones de hogares distribuidos por todo el planeta.

Ahora que terminan las fiestas de los Tabernáculos o Sukkot, la conocida como Embajada Internacional Cristiana de Jerusalén (ICEJ) se jacta de haber atraído a miles de peregrinos para su celebración anual de la efeméride en la que, en cumplimiento de la profecía bíblica, las naciones acuden a Jerusalén para alabar a Dios y rezar por el bien de Israel. Si bien en algunos momentos de la historia se ha acusado a las Iglesias tradicionales –católica, protestante y ortodoxa– de mantener posiciones antisraelíes o incluso prejuicios antisemitas, las iglesias evangélicas emergentes son profundamente israelófilas, especialmente en América Latina.